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Lily estaba nerviosa y estaba sola, lo que lo hacía peor. Su padre se había marchado con Marlene y Christopher había subido a hablar con su propio padre. No le quedaba a nadie que fuera su cable a tierra para mantenerse cuerda.

Intentó mantener la mente ocupada. Se esforzó fuertemente por concentrarse en ese número especial navideño. Revisó la entrevista con MissTrex, los nuevos anuncios pagados, que los favorecían en demasía, y buscó la carta del editor para leerla. Se sorprendió cuando llegó a ese espacio extraordinario de Christopher, el editor en jefe, y lo halló vacío. Christopher no había escrito ni una sola palabra.

Buscó su agenda y revisó los pendientes de Christopher para ese día. Aunque era una de sus escritoras, también era su asistente y quería ser la mejor de todas, sin opacar a su padre, por supuesto.

Chris tenía un par de reuniones con algunos inversionistas, sobre todo con las marcas de lujo que se peleaban por una página en Craze y una videoconferencia con el organizador de la Semana de la Moda de Alta Costura Primavera-Verano.

Llamó al maestro sastre que trabajaba con Rossi y le pidió preparar uno de sus trajes de lujo y a medida para la entrevista de la noche. Quería que Chris estuviera con su mejor imagen frente a los organizadores de tan esperado e importante evento.

Mientras arreglaba su agenda para el resto de la semana, haciendo espacios para que pudiera escribir su carta, escuchó los tacones de July haciendo eco por todo el pasillo. De reojo la vio correr en círculos y, cuando sus miradas hicieron contacto a través de los cristales que las separaban, Lily supo que algo malo estaba ocurriendo. Cuando July entraba en pánico, se volvía una gallina enajenada que corría por todos lados.

Lily se levantó de su escritorio y quiso salir a su encuentro, pero regresó desconfiada y agarró "El Libro" y la agenda del editor en jefe. No podía dejar información tan valiosa a la deriva, no con tantos lobos rondando las oficinas.

—¡Es Christopher! —chilló July cuando estuvieron frente a frente. Lily no supo cómo reaccionar—. Lo arrestaron…

—¿Lo qué? —Lily balbuceó asustada.

—Lo arrestaron, su padre… él… ¡Lo arrestaron! —July no supo cómo decirle lo que acababa de ocurrir. Tampoco lo entendía del todo.

Lily gruñó al escuchar los hechos, aunque con muy poca claridad, más al entender que Connor Rossi estaba involucrado. Por supuesto. ¿Quién más?

—Maldita sea —reclamó Lily entre dientes y con rabia agarró su bolso, su abrigo y salió disparada del edificio de Revues. Llamó a James Dubois para ver si podía ayudarla con el tema legal y, sin pensarlo dos veces y pese a que su licencia estaba inhabilitada, James salió corriendo para reunirse con Lily en las afueras de la comisaría en la que Christopher se hallaba.

En el camino, llamó a los abogados con los que trabajaba, la otra mano con la que Rossi contaba y que de seguro lo ayudarían a salir de prisión en las siguientes horas y sin tanto escándalo.

Lily no aguantó la angustia de no saber cómo estaba Christopher y exigió verlo. Un abogado con licencia la acompañó.

Christopher estaba sentado en un rincón de esa celda estrecha, con la camisa ensangrentada y una mirada tan desanimada que Lily supo que su padre lo había vuelto a romper.

Le hirvió la sangre, pero se contuvo en ese momento, porque no quería que él se preocupara más de la cuenta. Su única reacción fue meter los brazos por las rejas y exigirle un abrazo.

Christopher la abrazó conteniendo las lágrimas. Lily acababa de llegar como si fuera un maldito ángel. La necesitaba. Necesitaba sus palabras siempre acertadas y su sonrisa con un hoyuelo.

—¿Estás herido? —preguntó ella con desespero.

Solo entonces Christopher supo cuánto ella lo amaba. Era jodidamente infinito. Y le encantó, porque él la amaba de la misma forma.

Él no pudo responderle. No supo cómo interpretar su pregunta. ¿Herida física? Tal vez sus puños necesitarían un par de puntos. ¿Emocional? M****a, estaba herido.

—Mi amor, mírame —pidió ella, llorando. Tomó su barbilla para mirarlo a los ojos y sollozando dolorida le dijo—: ese cabrón va a escucharme.

—No, Lily…

—Va a escucharme, va a saber quién m****a es Lilibeth López —rugió furiosa y, tras aferrarse a sus brazos firmes, quiso marcharse, pero él la detuvo con urgencia.

Sabía que si Lily buscaba a su padre, contaminaría su mente y su corazón con mentiras y manipulaciones. Torcería todo a su favor para ganar, para conseguir romper ese bendito vínculo que los hacía indestructibles.

—Intentará ponerte en mi contra —dijo Christopher con los ojos llorosos.

Lily bufó. Eso no la convencía. Tampoco la atemorizaba.

—Nadie podría ponerme en tu contra, amor, mucho menos él —dijo ella con convicción.

Pero eso no fue suficiente para él. Chris sabía cómo la lengua mordaz de su padre había contaminado a tantos, incluso a los corazones más puros. Él no quería que ella cayera en su juego.

—Usará mi pasado y las decisiones que tomé para dañarnos, para separarnos. Me lo dijo… dijo que quería ver… —Se mordió la lengua antes de continuar.

Lily entendió lo mucho que lo había vuelto a lastimar.

Supo que no se trataba de herirlo por gusto, sino de recuperar Craze. Era una cacería brutal y cruel. Quería el poder de algo que ni siquiera le pertenecía para manipularlo a su antojo.

Lily lo sabía. Comprendía que, si Connor alejaba a Christopher de su puesto como editor en jefe, ese número especial navideño y de final de año sería un maldito fracaso. Eso quería: que Christopher fracasara. Quería ver fracasar a su hijo para demostrar que él era mejor y para quitarle lo único bueno que había tenido en toda su vida.

Ella no iba a permitirlo, porque al muy desgraciado no le importaba destrozar el corazón de su hijo con tal de conseguir algo que ya no le pertenecía.

—Infeliz… —gruñó ella al entender la jugada de Connor—. Yo sé bien quién es Christopher Rossi —dijo, mirándolo a los ojos con tenacidad—. Nadie, jamás, podría decirme quién eres, porque yo he visto tu alma y sé de qué estás hecho —susurró ella en su oreja.

Chris se separó para mirarla y, con confianza, asintió. La dejó ir, porque en el fondo sabía que no podía retenerla.

Los abogados de Chris estuvieron en contacto con los abogados de Connor. Querían saber si el condenado levantaría cargos en contra de su hijo, pero se hicieron de rogar y las horas pasaron, demostrándole a Lily y a James que eso era lo que Connor quería: hacer perder el tiempo a Christopher para que la edición no saliera a tiempo.

James averiguó dónde estaba el padre de Christopher y la acompañó hasta el hospital en el que Connor se recuperaba tras la brutal paliza. Connor sabía que Lily lo buscaría para reclamarle, así que dejó que sus abogados la dejaran entrar. Llevó a la caperucita directo a la boca del lobo.

Lily le pidió a James que la esperara afuera, aun cuando él insistió en entrar con ella. No quería que Connor la amenazara y que Lily no pudiera defenderse, pero cuando recordó que era hermana de Romina, la dejó ir en paz. Sabía que no necesitaba de un abogado…

—Me estaba esperando, supongo —dijo ella apenas se plantó frente a su camilla.

Por supuesto que vio el daño en su rostro: los cortes profundos, los ojos hinchados con sangre, los golpes oscuros y violetas. Por primera vez, no mostró misericordia, ni siquiera porque se trataba de un anciano.

—Siempre un paso por delante, ¿no? —respondió Connor con firmeza en su voz.

Lily lo vio y solo eso la convenció de que todo era un “teatro”. La golpiza fue real, por supuesto, pero Lily podía intuir que Connor la provocó y, lamentablemente, Chris cayó en su juego.

—Se preguntará por qué estoy aquí…

—No, realmente —respondió Connor con desdén—. Supongo que el cobarde de mi hijo la envió… siempre le gustó esconderse en las faldas de las mujeres, aunque siempre le gustaron las minifaldas —bromeó cruelmente y con desprecio miró la falda que Lily vestía.

Pasaba de sus rodillas. Era más elegante que provocadora, pero Connor no conocía la diferencia.

Lily inhaló profundo para no caer en sus ofensas. No iba a permitirlo.

—Se equivoca, como siempre —respondió ella—. Christopher no me envió. Vine por mi cuenta.

Connor se rio y se cubrió la boca con papel para exagerar.

—Ilumíneme entonces —pidió.

—Vine para preguntarle por qué odia tanto a su hijo. —Lily fue directa.

Connor abrió grandes ojos. Su pregunta lo desestabilizó. Se había imaginado muchas cosas, pero no eso, y no iba a permitir que una chiquilla como ella leyera la verdad.

—¿Odiarlo? —preguntó despectivo—. ¿No cree que le está dando mucho crédito a un don nadie? —cuestionó.

Lily enarcó una ceja.

—Ese don nadie lleva su apellido —respondió ella.

Connor rodó los ojos.

—Por desgracia —dijo riéndose—. No tenía otra alternativa…

A Lily le sorprendieron sus palabras. Eran demasiado frívolas para un padre, pero pronto entendió el centro de su odio y se rio. No podía creer que su juego cruel fuera por algo tan… egoísta.

—Entonces lo odia porque no es su hijo —especuló ella con una sonrisa triunfante.

Connor alzó las cejas.

—No, yo no dije eso —Connor refutó y quiso incorporarse en la camilla en la que descansaba, pero el cuerpo le dolía terriblemente y no tuvo la fuerza para hacerlo—. Solo dije que…

—Son sus palabras, no mías —dijo ella—. Usted dijo que por desgracia lleva su apellido —atacó Lily con sus mismas palabras—. Y que no le quedó de otra que… —Lo miró con los ojos entrecerrados—. ¿Darle su apellido? —preguntó con violencia.

—No, yo… —Connor quiso desviar la conversación.

Lily no cedió:

—¿Le avergonzaba decirle al mundo que Christopher no era su hijo? ¿Qué su primogénito no llevaba su semilla? —interrogó violenta y sin parar—. ¿No quería que los medios se rieran de usted? —preguntó cruelmente—. Por supuesto que no. Ya tenía suficiente con las infidelidades de su esposa.

Connor la miró con furia. La m*****a era buena y la odiaba por eso. Más se odiaba a sí mismo por haberla contratado. Él la había guiado hasta Christopher, pensando que todo sería desfavorecedor y que Christopher la humillaría en público, ensuciando más su imagen, pero todo resultó al revés y…

—Su madre… —carraspeó. No pensaba confesarse con ella—. Eso no fue lo que yo dije —insistió Connor, queriendo mantenerse en la misma línea.

Y de la nada, regresó a la misma tranquilidad de siempre.

Lily enarcó una ceja.

—Entonces no lo odia por ningún motivo en particular —especuló Lily—… actúa así porque es un anciano envidioso que no acepta que la industria cambió y que es hora de que dé un paso al costado porque nadie lo recuerda, ni siquiera yo, su más grande admiradora.

Connor se rio en su cara. Fuerte, sin contenerse.

—Cuidado, señorita López, ¿acaso no recuerda nuestro acuerdo? —Connor fue directo.

Lily se paralizó al recordar el acuerdo del primer día: seis meses en Craze a cambio de un puesto soñado, pero no permitió que eso la afectara. No dudó en contraatacar:

—Lo recuerdo bien, pero también recuerdo que usted me despidió hace un par de semanas, así que ya no trabajo para usted. —Lo miró con agudeza—. Nuestro acuerdo ya no es válido, señor Rossi. Usted mismo se encargó de darlo por terminado.

Connor se rio, aunque mostrándose dolorido.

—Qué zorra astuta eres —jadeó con dificultad y la miró con los ojos entrecerrados—. ¿Se lo dijiste a Christopher? —preguntó. Lily apretó los labios en una línea—. ¿Le dijiste que te ofrecí un puesto con tal de soportarlo por seis meses? —insistió y sonrió victorioso cuando la mirada de Lily le dio la respuesta que tanto quería.

—Eso…

—Claro que no —rio Connor—. Voy a pagar por ver su cara de decepción —dijo cruel—. Cuando sepa que tu lealtad no es real, sino que yo la manipulé —rio otra vez, tosiendo en el papel que sostenía en su mano.

Lily inhaló para tranquilizarse. No iba a caer en su juego. Era como Chris le había dicho. Trataría de manipularla con sus juegos torcidos.

Con valentía, se acercó y con rabia le arrancó el papel ensalivado que tenía en la mano.

—Quiero ver cómo lo intenta —susurró sobre su rostro golpeado—. Inténtelo, las veces que quiera, pero tiene que saber que yo estaré allí, con él, porque Christopher no es un juguete que puede romper cuando se le dé la m*****a gana. —Lo miró desafiante. Connor se quedó paralizado, porque nunca se imaginó que la joven tuviera tanta bravura—. Y a la m****a sus juegos, dígale a todos que soy la asistente de su hijo porque usted me ofreció un puesto dentro de Revues —rio cuando entendió que su reputación también estaba en juego—. Vamos, dígale a todos lo que me dijo ese día —alardeó—… “Soy el maldito Connor Rossi y lo que Connor Rossi dice, es la ley en este mundo” —dijo con tono burlesco, imitando su voz masculina y poniéndose las manos en las caderas y sacando el pecho.

Connor no podía exponerse de esa forma, porque su palabra sería puesta en duda, así que bajó la mirada, rendido ante la intensidad de la asistente.

—Sí, como lo pensé —susurró Lily, cogiendo con cuidado el papel con saliva—. Christopher no está solo y aunque quiera alejarlo de mí o alejarme a mí de él, yo no pienso abandonarlo —aclaró firme y antes de partir, le dio una última mirada desafiante.

Apenas salió de la habitación privada, James corrió a su lado. Lily no dijo ni una sola palabra, pese a que James la llenó de interrogantes.

Cuando salieron del hospital, Lily le mostró un papel húmedo y arrugado que le había arrebatado a Connor.

—¿Puedes hacerle una prueba de ADN? —preguntó.

James apretó el ceño.

—Sí, pero… —No entendía qué se traía entre manos.

—Es la saliva de Connor —confirmó ella y con furia dijo—: voy a demostrarle a ese… —Se contuvo de insultarlo—… señor… que está equivocado, que Christopher Rossi sí es su hijo.

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