Cuando salieron de la cocina, el resto de la familia los estaba esperando.
Sasha y Julián terminaban de preparar la mesa, incluyendo nuevos puestos para sus invitados y decorando todo con exageración.
Dulces por todas partes, también ponche que, según el criterio de Julián, no podía faltar.
Christopher había apilado algunos juegos de mesa junto a la chimenea, a la espera de que los gemelos les hicieran compañía.
James y Romina llevaron el pastel al centro de la mesa y Julián se quedó observándolo un largo rato en silencio.
—Si sigue mirándolo así, lo va a derretir —bromeó Sasha a su lado.
Él sonrió y buscó su mirada con mueca traviesa.
—Me lo quiero comer —insinuó él, pero ella no pudo entenderlo.
Sus culturas eran muy diferentes.
No tardaron en traer el pavo y las papas con mantequilla, conforme Lily escogió algunos villancicos para la cena.
Junto al árbol, Rossi miró a todos con una sonrisa torcida. Después de una infancia solitaria y de navidades grises, le dio gusto verse rodeado por fin de personas que lo querían y con colores que tiñeron el blanco de su pent-house.
Con mueca orgullosa, Lily se plantó a su lado y cogió su mano entre las suyas para besarlas como agradecimiento. Estaba agradecida de que él los dejara ser parte de todo eso, más de que los dejara entrar en su corazón.
Christopher suspiró y la miró con congoja.
—Me habría gustado tenerlos conmigo —dijo Chris, refiriéndose a su padre y hermana.
Lily le sonrió.
—Aun podemos llamarlos —musitó ella.
Chris la miró con temor y titubeó.
—Es una cuestión de orgullo, ya sabes, padre e hijo —respondió él con valentía, asumiendo sus debilidades—. Aun no estoy listo... —sinceró.
Lily le sonrió y se levantó en la punta de sus pies para besarlo en los labios.
—Cuando tú lo estés. —Le arregló el cuello de su camisa navideña.
Y, entonces, llegaron sus invitados.
La empleada de James apareció por el elevador con timidez. A cada lado, uno de sus gemelos la acompañaba. Se bajaron tensos, mirando a todos lados con muecas sorprendidas.
Romy fue a darles la bienvenida y, tras ella, con mueca de pocos amigos, James la acompañó.
Nerviosos se saludaron, pese a que esa mañana habían desayunado juntos. Casilda, la madre de los gemelos, saludó a sus anfitriones y conoció al padre de Romina y a la empleada de Christopher Rossi.
No pudo negar que le sorprendió ver que la empleada participaba de la cena navideña. Eso era algo totalmente nuevo para ella.
—Señor Dubois, le traje un obsequio —dijo Casilda y le ofreció un pequeño paquete envuelto en papel colorido.
—¿A mí? —James se quedó perplejo.
Él también le había comprado algo, a ella y a sus insufribles gemelos, pero no lo había hecho esperando algo cambio.
La mujer le sonrió correspondida.
—Feliz navidad, Señor Dubois.
—Sí, feliz navidad —dijeron los gemelos y lo rodearon con sus energía juvenil—. Yo le traje una camisa rosada —dijo Liam con arrogancia.
—No se dice lo que compraste. Es de mala educación y deja de ser un obsequio —peleó Noel.
—Yo hago lo que quiero —riñó Liam.
Lily y Chris se miraron divertidos y supieron que sería una noche interesante. A su vez, Chris se sintió tentado de tener un par de gemelos corriendo por la casa.
O mellizos.
—¿Rosada? —preguntó James después de entender lo que estaba ocurriendo.
—Sí, ya sabe lo que dicen —bromeó Liam—. Un hombre que usa rosa, es un hombre que se respeta.
—Macho que se respeta —refutó Noel poniendo los ojos en blanco.
Lily se rio con poco disimulo. Eran dinamita.
—Y toda su ropa es negra —insistió Liam—. ¿No se aburre de vestir lo mismo todos los días? —preguntó.
James titubeó. No sabía qué responder. Para él, comprar las mismas prendas y el mismo color simplificaba su vida.
—Yo creo que la gente debe pensar que usted no se cambia de ropa —dijo Noel y lo miró con mueca nauseabunda.
—Dios mío, perdónelos por favor. —Su madre ofreció disculpas, muy avergonzada por esas suposiciones.
Julián no tardó en intervenir.
—No tiene que disculparse. Son jóvenes y es normal que tengan muchas preguntas y opiniones... interesantes —dijo Julián y se acercó a ella ofreciéndole un vaso con ponche—. Bienvenida... —La miró dulce.
—Casilda —correspondió ella, coquetea.
Sasha enarcó una ceja.
—Casilda —repitió Julián, sonriente.
Sasha se quedó boquiabierta.
—Bueno, vamos a disfrutar de la cena —dijo Rossi para serenar ese primer encuentro—. No dejemos que el pavo se enfríe... además... —sonrió travieso—, ya quiero trozarlo.
—Mi mamá también puede trozar pavo —peleó Liam.
—Soy el hombre de la casa, niño, me corresponde hacerlo —respondió Chris con tono arrogante.
Liam lo miró de pies a cabeza.
—¿El hombre de la casa? No se nota —contendió Noel.
Chris se ofendió gravemente.
Lily intervino antes de que discutieran como tres adolescentes desordenados, más al ver a James acercándose a esa primera discusión enérgica de testosterona.
—Será una noche muy interesante —dijo Romy en la oreja de su hermana.
Las dos se rieron traviesas y buscaron su lugar en la mesa, junto a sus parejas.
Cenaron los nueve conforme charlaron sobre temas ligeros. Clima, comida, el ponche y el pastel que Romy y James habían horneado. Casilda elogió a su jefe y a su nueva novia.
Julián y Casilda hablaron de recetas sin parar, algo que puso celosa a Sasha. Se vio desplazada y empezó a minimizarse cuando entendió que, Julián y la madre de los gemelos tenían mucho más en común de lo que ella tenía con el recién divorciado.
Mientras Lily servía el postre, Romina llenó las botas navideñas con dulces y James escribió en su libreta algunos detalles que descubrió durante la cena.
Después de la cena, Christopher invitó a todos a pasar la noche en su pent-house. Tenía muchas habitaciones disponibles para todos y no quería que se marcharan en la mitad de una tormenta.Casilda tuvo que aceptar, más al ver a sus gemelos felices batiendo la lengua y discutiendo con el señor Dubois. Le sacaban chispas.Las chicas y los gemelos animaron la noche jugando un poco de Twister. Desde la sala, James y Chris los observaban con los ojos oscurecidos.No les gustó ver a sus chicas retorciéndose en el piso con esos dos mocosos que, cada vez que hacían un desafío, se paseaban frente a ellos como si fueran la reencarnación del diablo.Mientras charlaban y miraban celosos a sus chicas jugar con los gemelos, James dijo:—No caigamos en sus juegos. Eso quieren... provocarnos.Chris bufó.—No tienen oportunidad. Con esos brazos debiluchos. —Apretó su brazo para mostrar su músculo.Atrapado entre ellos, Julián se carcajeó.No pudo negar que le encantó verlos luchar contra lo que sentía
Romina fue paciente. Esperó a que todo terminara y que él estuviera bien, para irse corriendo a la cocina a por un vaso con agua.—Le puse unas gotitas de limón —dijo ella en cuanto regresó.James la miró con lio y no supo qué decir. Estaba avergonzado. Había dejado entrever su más grande miedo y temía que, desde ese punto, Romina se alejara para siempre de él.¿Quién podría quedarse? No era el hombre perfecto que todos pensaban. No era el hombre perfecto que ella había visto.No pudo mirarla a la cara y bebió el agua con limón con un nudo en la garganta.»Mi padre siempre dice que el limón es un buen calmante. —Romina se arrodilló frente a él y se apoyó en sus muslos masculinos—. ¿Te sientes mejor? —preguntó cuando él terminó de beber.James se limpió con elegancia la comisura de los labios y asintió.Quiso agradecerle por el agua y el limón, pero no sabía cómo continuar. ¿Y qué iba a decirle? ¿Qué ya no sería abogado? ¿Qué sus miedos le habían quitado lo único bueno que tenía? ¿Qué
Cuando Romina abrió las puertas, se encontraron con Julián. El hombre intentaba entender cómo habían desaparecido sin dejar rastro y cuando los vio salir del closet, suspiró mirando al cielo.—No es lo que usted piensa —dijo James en su defensa.Acababa de salir de un closet, literal.Julián enarcó una ceja y se rio cuando notó lo mucho que le preocupaba al abogado que se pusiera en duda su masculinidad.Decidió divertirse un poco.—Pero acaba de salir del closet —dijo Julián.James se sonrojó.—Pero no de esa forma —refutó James.—¿Acaso existe otra forma? —bromeó Julián.James titubeó.—Papito, solo fue una noche de terapia —dijo Romina besándolo en la mejilla para darle los buenos días.James estaba tenso entre padre e hija. —Terapia, sí, claro —respondió Julián, sarcástico—. En mis tiempos las “llevábamos al huerto” —bromeó, recordando un viejo libro que había leído en su juventud.James se rio cuando entendió su referencia.—Si lo dice por Calisto, de “La Celestina”, no, no fue e
Regresar a la realidad y cotidianidad fue un golpe duro para todos.A Rossi le había fascinado tener su primera navidad en familia, con comida y licor; con amigos, romance y sexo salvaje a escondidas.Por otro lado, Dubois aun asimilaba todo. En una semana habían cambiado tantas cosas en su vida que, cuando se vio al espejo esa mañana, le tomó unos instantes reconocerse.Sonrió cuando la vio a ella a través del reflejo del espejo. Pasó corriendo de lado a lado, reuniendo sus prendas, con el cabello negro ondulado y revuelto.Romina se escabulló hasta el cuarto de baño. Era tarde. A las nueve debía regresar a la clínica y retomar su terapia. Se aseó apresurada y se preparó para partir. Se arregló el cabello y la ropa bajo la intensa mirada de James, quien estaba afligido por esa primera despedida.—Puedes visitarme —musitó ella cuando por fin estuvieron listos para partir.Se encaminaron al elevador.Los gemelos habían partido a sus clases como cada mañana y la empleada de James limpia
Mientras James, Sasha y su suegro ayudaron a Romy a ponerse cómoda para pasar una nueva temporada de terapia, Christopher llevó a Lily a un lugar más privado para hablar.—¿Qué fue todo eso? —preguntó ella, un tanto desconcertada—. ¿Otra competencia de medición de penes? —Estaba furiosa.Chris estaba serio y con mesura le explicó lo ocurrido antes de la navidad. La información que se había filtrado de Romina y como los medios la habían usado a su favor para burlarse de ella, de su de salud mental y sus problemas.Le habló también del actuar de Dubois, de su forma imprudente de querer proteger a Romina y de sus amenazas.Lily se quedó boquiabierta y tragó duro para retractarse.—Cariño, lo siento tanto —susurró dolida y miró a Chris con los ojos llorosos.—¿Por qué lo sientes? —preguntó él, liado.Nunca le habían dicho esas dos palabras que tanto significaba para él.Tal vez, esas eran las dos palabras que esperaba que su madre le dijera alguna vez, pero se había muerto y él se había q
Rossi tuvo que despedirse de Romina y partir a Revues cuánto antes. Estaban a menos de una semana de que el lanzamiento de final de año los golpeara y aun tenían pequeños detalles que afinar.Lily quiso ir con él, pero Rossi le pidió que se quedara con su hermana el tiempo que ella necesitara.Romina parecía estar bien, a diferencia de la primera vez que fue internada. Le gustaba su cuarto y su privacidad y, después de mucho tiempo, tenía pasatiempos en los que ocupar su mente.—Ve tranquila, yo estaré bien —dijo Romy, mirando a su hermana—. Tengo un par de libros pendientes para leer y un par de películas románticas con las que ahogarme en lágrimas —bromeó.Su padre sonrió satisfecho. Era bueno escucharla de tan buen humor.—Puedo quedarme a almorzar si gustas —dijo Julián, dispuesto a sostener su mano hasta el día de su muerte.Romina le sonrió gustosa.—Estaría feliz, papito, pero James dijo que traería algo especial —susurró ella, coqueta y por encima de su hombro buscó a su novio
Christopher apretó el ceño al leer el correo que Lily acababa de enviarle, donde le explicaba la situación con Marlene y, aunque siempre había dependido de otros para cubrir sus necesidades, con Lily aprendió a tener un poco de independencia.Y le gustaba. Por primera vez se sentía útil.No dudó en solicitar un envío de flores para los padres de Marlene y le escribió un mensaje a su número personal.Un mensaje que significó mucho para él:«Muchas noches pienso en esa despedida. Mi madre, yo... unos minutos bastaban. Un abrazo, un beso y los “te amo” que nunca nos dijimos. Tómate el tiempo que necesites para estar con tu padre y tu familia. Puedo enviar a tu asistente si necesitas algo urgente. Házmelo saber. Rossi.»Mientras Christopher lidiaba con la sesión fotográfica de MissTrex y el traslado de sus artesanías a las bodegas de reuniones, Lily acompañó a Marlene al hospital.En el camino, la joven compró flores, café y algunos panecillos que Marlene miró con culpa.Aunque Marlene
Pasado el mediodía, Lily salió a comprar un par de ensaladas y algunas presas de pollo horneado para que pudieran almorzar. En su regreso, encontró a Marlene despierta, aunque un poco atontada.—Lamento eso. —Se disculpó por quedarse dormida. Lily la miró con angustia—. Llevaba dos día sin comer y cuando vuelvo a comer, suelo quedarme dormida en todas partes... —confesó de la nada, preocupándose de que su madre no la oyera.Lily se quedó boquiabierta y supo que Marlene era otra niña que, si bien, sí tenía el amor de sus padres, no tenía amor propio.—Bueno, entonces el pollo te sentará perfecto. —Lily sacó las cajas con pollo.—¿Pollo? —Marlene la miró con pánico.—Sí, pollo y ensalada —confirmó Lily y se oyó tan tajante que Marlene lo sintió como un reproche.Lily ni siquiera le preguntó. Le entregó una ensalada entera y dos piezas de pollo. Marlene miró la comida con recelo y con el tenedor movió los vegetales de lado a lado, poniendo mueca nauseabunda.Lily supo que sus problemas c