Luciana perdió a su madre a una edad temprana, y su padre se volvió a casar rápidamente con una mujer que trajo consigo a Mónica, su hija ilegítima. Desde entonces, su vida se convirtió en un tormento bajo la crueldad de su madrastra, quien no solo la maltrataba a ella, sino también a Pedro, su hermano menor, quien sufre de autismo. Desesperada por conseguir dinero para el tratamiento médico de su hermano, Luciana se ve obligada a seguir las órdenes de su madrastra y sustituir a Mónica para vender su cuerpo a un hombre repugnante. Sin embargo, en su nerviosismo, Luciana se equivoca de habitación y se encuentra con un hombre que había sido drogado. En la oscuridad, ese hombre siente una conexión especial con ella, que lo convence de que ha encontrado a su amor destinada. Pero al día siguiente, una serie de malentendidos lo lleva a confundir a Luciana con otra persona, y le promete matrimonio a la chica equivocada. Mientras tanto, Luciana descubre que ha quedado embarazada… ¿Qué destino le espera a Luciana junto a Alejandro, el hombre con quien estaba comprometida desde su niñez? ¿Podrá este encuentro accidental transformarse en un amor idílico, o el pasado y los malentendidos serán demasiado fuertes para superarlos?
Leer másSerenity Haven.Al llegar, Luciana lo comprendió todo. No era casualidad que Alejandro trajera a la actriz a cenar. Se trataba de un típico “evento con licor”, una de esas reuniones de negocios donde, entre copas y manjares, los hombres cierran tratos y las mujeres se convierten en parte del ambiente.Había hombres de toda clase, cada uno con una acompañante de distinto estilo. Sin embargo, todas tenían algo en común: sabían desenvolverse muy bien, eran simpáticas con todos y bebían sin problemas. Frente a ese panorama, Luciana desentonaba por completo.Para colmo, no podía beber, pues su salud no se lo permitía. Incluso si no estuviera embarazada, con un solo trago era suficiente para tumbarla. Sentada junto a Alejandro, Luciana sintió de inmediato las miradas curiosas de todos los presentes.Primero, porque la había traído el propio Alejandro.Segundo, porque las otras mujeres iban maquilladas y vestidas con elegantes minivestidos de noche, mientras que Luciana llevaba el rostro al n
En el interior, Luciana se detuvo con un leve sobresalto al ver a la mujer que acompañaba a Alejandro.«¿No es Mónica…?» pensó. Sin embargo, el rostro de la chica le resultaba vagamente familiar. Era una actriz o algo parecido, aunque no recordaba su nombre. «Vaya, así que además de Mónica, hay otra mujer», se dijo.Alejandro estaba sentado en su gran sillón ejecutivo, mientras la desconocida ocupaba un lugar en el sofá. Al ver a Luciana, ambos se quedaron clavados como estatuas, con la mirada fija en ella.La joven se levantó de inmediato, nerviosa:—Señor Guzmán…Alejandro no la tomó en cuenta, concentrando toda su atención en Luciana.—¿A qué viniste? —preguntó con frialdad.Dado que ya estaba allí, Luciana no pensaba echarse atrás:—Te estoy buscando a ti —respondió sin rodeos.—¿A mí? —repitió él, recostándose en el respaldo con una ligera curva en los labios—. Habla, ¿qué quieres?«¿Que de qué se trata?», pensó Luciana. Él lo sabía perfectamente, pero prefería fingir ignorancia p
Luciana, tratando de mantener la calma, se limitó a responder:—Sus madres vinieron a buscarme.—¿De verdad? —suspiró con un matiz burlón—. ¡Vaya descaro el suyo!Ella no tenía ánimos para juegos.—Alejandro, suéltalas, por favor.—No.Se negó de inmediato.—No voy a volver a quedar mal contigo. Si las libero, luego te pondrás a reprocharme otra vez, ¿no?Luciana sintió como si le dieran un bofetón de rabia contenida. Su voz estalló:—¿Hasta cuándo piensas seguir con esto, Alejandro?Del otro lado, él pareció confundido, su tono tornándose ronco:—¿Qué dijiste?Con una risa seca, Luciana continuó:—Eres tan inteligente que sabes perfectamente por qué estoy realmente molesta: elegiste complacer a Mónica. Y ahora, en lugar de enfrentar eso, vas y descargas tu ira en gente que ni siquiera pinta nada. ¿De verdad te parece lógico?—¿Descargar mi ira? —repitió Alejandro, con un matiz helado—. ¿De verdad crees eso de mí?Luciana no le respondió esa pregunta:—Admito mi error por haberme compa
Esas dos señoras debían de ser las madres de las fans que la atacaron el día anterior. Por lo visto, la policía las había detenido, y Mónica estaba convencida de que era Luciana quien los había incitado a hacerlo.Luciana suspiró, con una media sonrisa irónica:—Verán, yo no llamé a la policía. Están buscando a la persona equivocada.Iba a dar media vuelta para marcharse, pero Mónica la sujetó por el brazo con mucha firmeza.—No fuiste tú quien llamó, tal vez. Pero fuiste tú quien azuzó a Alejandro. Es obvio. Tus agresoras solo estaban jugando y cualquiera con ojos en la cara lo notaría. ¿Era necesario exagerar y mandarlas a prisión?—¿Jugando? —Luciana soltó una risa incrédula—. Lo siento, pero si “lanzar un supuesto ácido” a la cara de alguien y amenazarla se considera un juego, pues no lo veo.Mónica se quedó sin palabras por un segundo; la rabia le tiñó las mejillas. Entonces, volvió la mirada a las dos madres, quienes se arrodillaron de pronto ante Luciana y empezaron a suplicarle
Mientras más lo pensaba, más se molestaba. Tomó aliento y continuó:—Sí, acepté casarme contigo para complacer a tu abuelo, pero no me vendí por completo. Sigo teniendo mi dignidad y mi propia visión de las cosas, y pienso conservarlas.Sin agregar nada más, le dio la espalda y salió de la habitación rumbo a la biblioteca.Por su parte, Alejandro se aflojó la corbata con impaciencia, sin conseguir que el aire le llegara a los pulmones con la calma que necesitaba.***Ya pasaban de las once de la noche. Luciana seguía en el estudio, sin intención de volver a la habitación. Alejandro, sintiéndose intranquilo, dejó a un lado su tableta y se pasó la mano por la frente con impaciencia. Al final, decidió ir tras ella. Se detuvo en la puerta y llamó con los nudillos.Aunque técnicamente era su biblioteca, últimamente Luciana la usaba más que él.—Adelante —se oyó desde dentro.Al empujar la puerta, Alejandro vio a Luciana enfrascada en sus libros, sin molestarse en levantar la mirada. La disc
—Sí, adelante —respondió él con un tono seco, esperando su explicación.—Estuve pensándolo mejor y he decidido que Pedro no venga a la boda.Sus palabras resonaron como un trueno en la cabeza de Alejandro. Sintió un escalofrío de rabia que, increíblemente, lo hizo reír con amargura:—¿Por qué?—Porque es demasiado engorroso —contestó Luciana, mientras se aplicaba crema frente al espejo.—“¿Engorroso?” —repitió Alejandro con sorna—. Te dije que lo tendría todo controlado: habría gente pendiente de él, no te supondría ningún esfuerzo.La miró, esperando que ella lo contradijera. Luciana guardó silencio un segundo, para luego decir con firmeza:—Ya lo decidí. Pedro no asistirá.Para Alejandro, ni siquiera había una excusa; ella se negaba, sin molestarse en “endulzar” la negativa. Le palpitaba la sien de pura frustración. Extendió la mano y detuvo a Luciana, impidiéndole seguir aplicándose el producto.—Es tu único hermano, mi futuro cuñado. ¿De verdad crees que no merece estar en la boda?
—¿“La oportunista”? —repitió Luciana, con un deje de sarcasmo. Miró de reojo a Alejandro—. ¿Lo escuchaste?Al oír esas palabras, Alejandro por fin dirigió una mirada fría a las dos chicas.—Difamar, lanzar ácido, intento de agresión… Podría llamar a la policía y acusarlas de varios delitos, ¿entienden?Las jóvenes se quedaron paralizadas por un instante, un poco asustadas. Sin embargo, quisieron mantenerse firmes.—¿Y Mónica, qué? ¿Acaso no piensas en ella? ¡Debe estar sufriendo! ¡Está justo aquí! —exclamó una de ellas con indignación.Poco a poco, el bullicio atraía mirones y curiosos. Para colmo, reconocían a Mónica, la celebridad. El gentío empezó a aumentar.Cansado de tanta palabrería, Alejandro sacó su teléfono dispuesto a llamar a la policía.Las dos chicas, presas del pánico, buscaron la mirada de Mónica.—¡Mónica… ayúdanos! —le suplicaron.Ella frunció el ceño, dando la impresión de que dudaba en permitir que las arrestaran.—Alex, no hace falta llegar a esos extremos. Son sol
Supuestamente, tenía un equipo médico que la ayudaría en la rehabilitación, así que…Dirigió su enojo hacia Eileen:—¿Cómo manejan las cosas? ¿No ves que su cuerpo aún no se recupera del todo?—Señor Guzmán… yo… —tartamudeó ella.—No la culpes —intervino Mónica con un hilo de voz, conteniendo las lágrimas—. Yo insistí en salir. Solo necesitaba distraerme un poco para no seguir pensando en lo que pasó.Al escucharlo, Alejandro sintió un nudo en la garganta. Se culpaba a sí mismo de lo que le había ocurrido.Asintió con una leve inclinación de cabeza.—Salir a despejarte puede estar bien, pero no te esfuerces demasiado.—Sí, lo sé —respondió Mónica, esbozando una sonrisa tenue.—¿Te vas ahora?—Sí —asintió ella—. Justo estaba por irme.Como iban en la misma dirección, decidieron caminar juntos.***Frente a la tienda de vestidos, una de las chicas alzó la voz con furor:—¿Acaso no sabe toda la ciudad lo mucho que Alejandro adoraba a Mónica? ¡Casarte con él así es una vergüenza para nosot
Alejandro condujo a Luciana y a Martina hasta la boutique de alta costura, pero no podía quedarse. Tenía muchos pendientes, ya que la boda estaba próxima y debía dejar todo en orden.La encargada guio a Martina para tomarle medidas de inmediato. Mientras tanto, Alejandro se dirigió a Luciana, metiendo una mano en el bolsillo de su pantalón:—Respecto a Pedro… ¿prefieres acompañarlo tú, o crees que sea más fácil enviar a alguien para que lo traiga?Luciana se quedó callada un instante. ¿Alejandro aún insistía en que Pedro acudiera a la boda? Al ver su expresión, él continuó:—Ese día voy a encargarme de que haya alguien pendiente de él en todo momento. Pedro es muy tranquilo; dudo que surja algún problema. Al fin y al cabo, eres su única hermana. ¿Cómo no estaría presente el día de tu boda? Además, Martina estará como dama de honor, y también vendrá Vicente. Entre los dos, seguro lo cuidarán bien.Llegados a ese punto, Luciana se sintió incapaz de rechazar la propuesta sin parecer obsti