Luciana perdió a su madre a una edad temprana, y su padre se volvió a casar rápidamente con una mujer que trajo consigo a Mónica, su hija ilegítima. Desde entonces, su vida se convirtió en un tormento bajo la crueldad de su madrastra, quien no solo la maltrataba a ella, sino también a Pedro, su hermano menor, quien sufre de autismo. Desesperada por conseguir dinero para el tratamiento médico de su hermano, Luciana se ve obligada a seguir las órdenes de su madrastra y sustituir a Mónica para vender su cuerpo a un hombre repugnante. Sin embargo, en su nerviosismo, Luciana se equivoca de habitación y se encuentra con un hombre que había sido drogado. En la oscuridad, ese hombre siente una conexión especial con ella, que lo convence de que ha encontrado a su amor destinada. Pero al día siguiente, una serie de malentendidos lo lleva a confundir a Luciana con otra persona, y le promete matrimonio a la chica equivocada. Mientras tanto, Luciana descubre que ha quedado embarazada… ¿Qué destino le espera a Luciana junto a Alejandro, el hombre con quien estaba comprometida desde su niñez? ¿Podrá este encuentro accidental transformarse en un amor idílico, o el pasado y los malentendidos serán demasiado fuertes para superarlos?
Leer másAquella noche, en el departamento de la Calle del Nopal…Martina llegó y se encontró con varias cajas y maletas. No daba crédito.—¿De verdad te fuiste de la mansión?Luciana soltó una sonrisa triste.—¿Parece broma?Martina la miró con incredulidad.—Ustedes han amagado con separarse un par de veces, pero nunca fue en serio…—Esta vez sí lo es —contestó Luciana con un gesto de impotencia, relatándole lo ocurrido con Fernando—.—¿Cómo que te encontraron en la misma cama con Fer? ¿Estás segura? —replicó Martina, frunciendo el ceño—. Él estaba inconsciente, así que no pudo haberte cargado. ¿Te metiste tú solita? ¿Ahora resultó que tienes amnesia?—¿Amnesia? —Luciana le lanzó una mirada entre fastidio y burla—. Martina, de verdad que lees demasiadas novelas rosa.—Tienes razón —concedió Martina. Después de todo, conocía bien a Luciana. Si ella decía que Fernando ya no le interesaba de esa manera, era absolutamente cierto. E incluso si sintiera algo, jamás se atrevería a hacer algo tan abs
—Déjalo; no está de humor. Que se marche si quiere.***Dentro del auto, Sergio le preguntó:—Alejandro, ¿a dónde vamos?Reclinado contra la puerta, Alejandro soltó con desgana:—¿A dónde más? Vamos a casa.—Entendido, Alejandro —respondió Sergio, pensando que, al final, Alejandro no podía desligarse de Luciana, pese a la supuesta “infidelidad”.Pero al llegar a Rinconada, se toparon con una sorpresa.Luciana no estaba.Alejandro, sin querer creerlo, revisó dormitorio y estudio, rebuscando por todas partes… nada.Bajó corriendo las escaleras y llamó a Amy y Felipe, quien se había quedado esa noche precisamente para ver qué sucedía.—¿Dónde está? —exclamó, con el ceño fruncido y tironeando de su corbata, sumido en un arranque de furia.—Pues… —Felipe estaba desconcertado—. Señor Alejandro, Luciana se fue… ¿no fue usted quien le dio a entender que podía irse?—¿Qué tontería dices? —bufó él, indignado—. ¡Jamás le dije que se fuera!—Lo hizo, señor —intervino Amy, quien claramente se incli
—Señor Guzmán —respondió con timidez, mordisqueándose el labio—, me llamo Luciana…El ambiente se congeló de golpe. Alrededor seguía el bullicio de la música y la gente, pero el espacio donde se encontraban pareció caer en un silencio sepulcral.—Luciana… Luciana… —repitió Alejandro con un deje de ironía, sin que se supiera si estaba complacido o indignado.La joven se sonrojó aún más.—Sí, señor Guzmán…El gerente, tratando de que no hubiera más demoras, le recordó su tarea:—¿Olvidaste a qué viniste? ¿Qué haces ahí parada? ¡Ve a ofrecerle el trago al señor Guzmán!—Sí… —La bailarina dio un par de pasos, algo incómoda—. Señor Guzmán, muchas gracias por confiar en mí esta noche. Quiero proponerle un brindis en su honor…Se inclinó para servirle vino en la copa. Luego, en un gesto cargado de insinuación, preguntó:—Señor Guzmán, ¿cuál es su copa?Está claro lo que pretende: compartir un solo vaso con él. Salvador y los demás intercambiaron miradas, sin saber qué comentar y esperando a v
Se inclinó para rodear con un brazo los hombros de Salvador.—¿Ves a esa de allá? Aposté a que se llevaría el título de “Reina del Baile” esta noche. ¿Qué opinas? ¿Baila bien o no?Salvador pensó: «Vaya, sí que está afectado».—Eh… sí, muy bien —contestó con cortesía.—¿Qué decías? —volvió a preguntar Salvador, intentando retomar el tema de Luciana.—¡Excelente! —exclamó de pronto Alejandro, estallando en aplausos y vítores hacia la artista—. ¡Lo hace increíble!La música terminó, la bailarina se inclinó, y el público prorrumpió en aplausos.—Vámonos a tomar algo —soltó Alejandro, volviéndose hacia la mesa donde estaban los demás.No habían reservado una sala privada, sino que se sentaron en la zona general, en medio del bullicio. Jael ya tenía las copas servidas para ellos. Alejandro se dejó caer en la silla y bebió de golpe, sin darle tiempo a nadie de decir nada. Jacobo miró a Salvador con una expresión de «¿y, hablaste con él?». Salvador apenas se encogió de hombros, como diciendo
Escuchar aquello dejó a Felipe sin argumentos. Llamó de inmediato y consiguió un auto. Simón cargó el equipaje en la cajuela.—Felipe, Amy, Simón, gracias por todo. —Luciana se despidió con un leve gesto antes de subir al taxi. Bajó la ventanilla para darles un último adiós, y luego el vehículo partió, perdiéndose de vista.En la entrada, los tres se observaron con preocupación.—Simón —comenzó Felipe—. Tú debes saber algo, ¿qué pasó exactamente?—Pues… —Simón balbuceó, y terminó por relatar la historia—. Eso fue lo que ocurrió.Felipe y Amy se quedaron boquiabiertos, incrédulos, para luego replicar al unísono:—¡Imposible! ¡Eso es absurdo! No tiene sentido que Luciana haya sido infiel…—Yo tampoco lo creía —murmuró Simón—. Pero… si no lo hubiera visto con mis propios ojos…Dentro del auto, Luciana se cruzó de brazos. Reinaba un silencio tan denso que empezó a sentir frío… un frío que no era solo físico, sino que parecía filtrarse desde su piel hasta llegarle al corazón. Cerró los ojos
—¿Luciana? —preguntó Amy, entrando a la habitación acompañada de Felipe.Él había pasado más tiempo en el hospital últimamente y no imaginaba que las cosas se hubieran complicado tanto entre la joven pareja.—¿Qué sucede? —preguntó Felipe, al notar la maleta—. ¿Acaso el señor Alejandro te hizo enojar otra vez? No te preocupes, estamos de tu lado. Si te sientes maltratada, podemos decírselo al señor Miguel; él te quiere como a una hija y te defenderá. Son roces de pareja, pero irte de la casa…—No, Felipe. No es eso —contestó Luciana, forzando una sonrisa.—Alejandro no me hizo enfadar, fui yo… Yo lo molesté a él. Y creo que ya no desea verme más.Los ojos de Amy y Felipe se abrieron con incredulidad. ¿Cómo había llegado todo a ese punto?Luciana se colgó la mochila al hombro y tomó la maleta.—Amy, Felipe… Gracias por cuidarme durante este tiempo. Me voy.Bajó las escaleras con el equipaje, seguida de Amy y Felipe, que intentaban disuadirla.—Luciana, no hagas algo precipitado —sugirió
Luciana no esquivó su mirada.—¿Estás muy enojado? ¿Por qué? —preguntó con frialdad, como si no entendiera la causa de su rabia.Alejandro parpadeó, aturdido. ¿Cómo podía Luciana siquiera preguntar el motivo?Ella, por su parte, prosiguió con una voz extrañamente serena:—No logro entenderte. A esta altura, ¿realmente importa si yo te quiero o no?En la mente de Alejandro se encendieron todas las alarmas.«¿Qué está diciendo?», pensó, conteniendo su frustración.—¿O tal vez…? —añadió Luciana con la mirada llena de incertidumbre—. Alejandro Guzmán, vienes de una familia poderosa, y esa necesidad de posesión te sale de forma natural. Yo soy tu esposa ante la ley. Entonces, aunque no me quieras de verdad, tampoco toleras que yo no te quiera… y mucho menos, que te traicione. ¿No es así?«¿No me quiere de verdad? ¿Traición?» Las palabras de Luciana sonaban como una confesión de que, efectivamente, había algo turbio con Fernando. El rostro de Alejandro se ensombreció aún más.—Luciana, ¿dónd
Lo había visto todo… pero todavía albergaba la estúpida esperanza de haber malinterpretado la escena.«¿Dónde quedó tu firmeza, Alejandro Guzmán? ¿Y tus principios?», se recriminó.Mientras su mente era un torbellino, Luciana no terminaba de entrar. De pronto, la mirada de Alejandro se posó en un objeto sobre el pequeño escritorio.Un cuadernillo.Esa mesita era la que Luciana usaba para sus libros y apuntes profesionales. Sin embargo, ese cuadernillo claramente no formaba parte de su material de estudio. Tenía una lista de conceptos, cada uno con una cifra al lado… Parecía una especie de registro de gastos.Intrigado y molesto, Alejandro lo tomó y le dio una ojeada. Con solo un par de vistazos, sintió que la rabia que intentaba contener resurgía con más fuerza.«Ja…»Soltó una risa helada. Efectivamente, era un registro de cuentas. En él se anotaban todos los “débitos” que Luciana le debía a Alejandro, o más bien, a la familia Guzmán. La entrada más antigua era de 200 mil —el costo in
¿Así, sin más? Sin duda estaba furioso. Luciana se quedó helada, con el mismo desamparo de una niña que ha cometido un error y es abandonada por un adulto.—¡Luciana! —exclamó Sergio, dándose cuenta de la gravedad del asunto—. No te quedes ahí; Alejandro se fue furioso, ve tras él.—Oh… claro —asintió Luciana, volviendo en sí. Se levantó de la cama con torpeza.—¡Cuidado! —Sergio la sostuvo para que pudiera calzarse los zapatos. Mientras se acomodaba, Luciana dirigió una mirada a Victoria. ¿Cómo había terminado ella durmiendo en aquella cama con Fernando? No entendía nada.—… —Victoria, con un gesto de culpabilidad, esbozó una sonrisa incómoda—. Luciana, ve a explicarle todo al señor Guzmán, rápido.—Sí —respondió Luciana, sin añadir más. Había que correr tras Alejandro.Por desgracia, cuando salió al pasillo él ya se había marchado. Para cuando llegó a la entrada del hospital, el auto de Alejandro desaparecía a la distancia.—Alejandro se fue a Rinconada, Luciana. Sube al carro —sugir