Capítulo 7
Guiada por una intuición inquebrantable, Luciana se dio la vuelta justo a tiempo para presenciar la escena. En la puerta de la casa de los Herrera, Mónica emergió, radiante tras haberse cambiado de ropa y retocado el maquillaje.

Un coche elegante aguardaba frente a ella. La puerta se abrió, y Alejandro bajó con un ramo de flores en la mano, unas rosas rojas y brillantes, símbolo de un amor apasionado.

—Qué hermosas —comentó Mónica, tomando el ramo y esbozando una sonrisa encantadora mientras enlazaba su brazo con el de Alejandro.

Con un gesto caballeroso, Alejandro le abrió la puerta del coche y la ayudó a subir antes de que ambos se marcharan juntos. Mientras el coche pasaba junto a ella, Luciana se dio la vuelta con rapidez, como si quisiera escapar de la realidad que acababa de presenciar.

Su corazón latía con fuerza, una mezcla de dolor y furia acumulándose en su pecho. Entonces, todo encajó. La cita tan importante de Mónica esa noche… ¡era con Alejandro!

Alejandro le había mencion
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