Tres matrimonios. Tres cadavéres encontrados a solo dos meses contraer nupcias con ella. El F.B.I la persigue debido a ser la principal sospechosa y la que lógicamente sería la más beneficiada en la muerte de sus maridos. Ella en todo lo que puede pensar es en su trabajo, no quiere abrir su corazón a otro hombre solo para verle morir sesenta días después de firmar el acta matrimonial. Sin embargo, llega él y le hace brillar el camino a su paso, ve resplandecer una luz de esperanza cada vez que están juntos. Porque nadie pensaría que él podría ayudarla a cumplir sus sueños y que se ofreciera voluntariamente como carnada para atrapar a ese asesino serial, que ella jura no ser. A pesar de saber que la muerte cobra la vida de quien se le acerque, ese hombre insiste en tener el título de esposo suyo aunque eso signifique morir. Pues casarse con ella es una cuenta regresiva, tienen solo dos meses hasta su muerte. ¿Podrán atrapar a ese asesino misterioso? ¿O ese loco hombre que firmará como esposo solo estará dando un paso hacia su inminente muerte?
Leer másGiselle Tres años después —¡Sí, sí, sí! —gimo extasiada sintiendo sus embestidas tornarse cada vez más frenéticas. Mi canal se contraía debido a que el calor se iba acumulando cada vez más en mi vientre. El sudor me corría por las sienes y mis tetas rebotaban a la par de sus estocadas. La piel se me fue erizando y de un momento a otro con los músculos contrayéndoseme, me corro. Él sigue unos instantes más hasta que oyendo maldiciones, se corre dentro de mí. Me dejo caer en la cama viéndolo completamente desnudo acostarse a mi lado. Mis dedos perfilan su rostro mientras le miro embelesada. —He venido a darte una buena noticia —dice y sonrío con picardía. —Pensé que venías a follarme como todos los días —inquiero con la voz fina. Sus manos van a mis tetas y las comienza a magrear. —Sí, pero hoy acabo de recibir la noticia. Así que vine a coger y a contarte —sigue hablando y encaro una ceja a la expectativa—. Estás de alta —confirma y mi corazón comienza a latir. Me quedo en
Narrador ¿Quién iba a pensar tal cosa? No amigos, las casualidades no existen en estos casos. Aquí todos pueden ser el asesino. Sospechamos de todos hasta que al final es quien menos pensábamos.—Tenemos un plan. No puedes lanzarte de cabezas al abismo. Esperemos a los dos meses.—No. Él sabe que lo estaréis esperando, por eso mató a Rosse. Ella supo la verdad y fue a sus otros objetivos...Entonces él la vio correr hacia al Bugatti y la siguió. No sabía que haría, pero él no iba a dejarla sola. Subió tras ella y rebuscó en los asientos.Había olvidado decirle a Giselle, pero había dejado un arma bajo el asiento del copiloto. La metió en su saco mientras la peli negra arrancaba el auto.Él la miraba llorar en silencio. La veía derramar lagrimas aferrada al volante y su pecho se contraía cada vez que la veía hacer eso. Era como si algo se activara dentro de él con cada lágrima salida de sus ojos.Cuando se había acercado a ella no había sido para esto. Jamás pensó que una mujer, que
GiselleHabían pasado varios minutos leyendo todo lo demás hasta que salí fuera con los ojos hinchados por las lágrimas derramadas. Escuchaba la voz de los padres de Harry y me encamine hacia el comedor.Fruncí el ceño al escuchar una discusión. Ellos jamas habían sido ese tipo de parejas, claramente todas discutían, pero ellos en especial nunca lo hacían frente a nadie. Y en ese momento en el comedor estaba Eder alterado peleando con Agnes.—No me culpes más de algo que claramente es también culpa tuya. Siempre me has culpado a mí, cada año, cada día y cada hora cuando la de la idea de dejarlo allá fuiste tú. Ahora no me...Ambos me miran llegar y eso hace que el padre de Harry se quede en silencio repentinamente.—¿Terminaste cariño? —pregunta mi primera suegra llegando hasta mi sitio.Asiento y sonrío.—Me alegra. ¿Vas a quedarte a almorzar? —inquiere nuevamente.—No. No. No tengo apetito ahora. Ya sabes...Ella menea la cabeza con nostalgia. Toma mis manos y me dice:—Siempre pued
GiselleAbrí los ojos sobre saltada y aún era de noche. La ventana corrediza de cristal que daba al balcón estaba abierta y las cortinas serpenteaban por el aire que estaba entrando. Mis músculos se contrajeron cuando me senté en la cama y miré a mi alrededor en la habitación. Estaba todo en penumbras escasamente alumbrado por la luz lunar que a penas dejaba ver atisbos de cosas. Observé el reloj en la mesa, eran las cuatro de la mañana.Una mala sensación me caló los huesos cuando me quedé mirando fijamente una sombra en una esquina de la habitación. Parecía que hubiese alguien ahí y debido a eso mis vellos se erizaron y mi pulso se aceleró estrepitosamente. Miré al lado de la cama que estaba ocupado por alguien. Su espalda desnuda se vislumbraba dando a entender que estaba dormido. Volví la vista a la esquina y ya no vi ninguna silueta ahí, así que como una mala jugada de mi mente expulsé todo el aire contenido y me levanté de la cama a cerrar las ventanas. Cuando estaba al lado
Giselle —¿Te sientes bien? —interroga una voz cargada de preocupación.Sus manos tomaron las mías y sus ojos buscaron los míos cuando se abalanzó hacia mí sobre la cama.Matthias.—Me siento bien. ¿Dónde estamos? —inquiero viendo aún al detective que está parado tras el árabe.—En un hospital —comenta mi nuevo esposo en tono leve.Encaro una ceja viendo todo a mi alrededor. Está todo blanco, no hay muebles ni nada más dentro de la habitación. Y mi corazón comienza a latir con fuerza. —¿Por qué estoy? ¿Por qué estoy aquí? —tartamudeo con el pulso acelerado mirando en todas direcciones.—Querías hacerte los exámenes. Y tu desmayo me llevó a traerte. ¿No recuerdas nada de lo que sucedió? —cuestiona Matthias y su tono fue demasiado sugerente. Intento levantar una mano pero noto que están amarradas al lado de la cama. Y otra vez me remuevo asustada.—¿Por qué estoy atada? —chillo jalando de los sujetadores, y mis muñecas arden por la fricción del material.—Basta Giselle. No te muevas —
Giselle Pasamos semanas en la capital de Emiratos Árabes Unidos. Nos dedicamos a tomar unas vacaciones como luna de miel, fue algo placentero y fácilmente podría decir que estaba sonriendo. Esos días Matthias me había hecho olvidar todo. Me había hecho olvidar el por qué de casarnos. Recorrimos calles, tiendas, museos, playas y hoteles. Y la mayor parte de esos recorridos la pasé gimiendo con él entre mis piernas. Estaba feliz.Pero ahora mismo acabamos de llegar al puerto Americano. No sabía el dinero que en realidad tenía hasta que me presentó varios yates que tenía en su espacio del puerto. Eran inmensos y lujosos. Y todos eran suyos. Me quede boquiabierta. Es cierto que Richard tenía millones, pero en realidad no los gastaba en esas exageraciones, no como el árabe. Y el trayecto en mar fue extraordinario. Él y yo solos. El primer día conocí al capital del yate, pero no lo volví a ver nuevamente pues era demasiado grande y escuché decir a Matthias que le había prohibido ciertas
Giselle El sudor perlaba nuestros cuerpos y la piel la tenía pegajosa debido a ello. No había conseguido dormir más de dos o tres horas porque nuevamente Matthias me despertaba a por más. Y no era una queja lo que estaba haciendo, sino una señalización de la intensa y fogosa noche que tuve. Y sin embargo, ahí estaba otra vez sobre mí embistiéndome con ferocidad. Su verga no daba tregua en mi interior de un momento a otro agilizando los movimientos contra mi cadera. Mis piernas ya dolían de tenerlas tantas horas abiertas para recibirlo, pero aún así, mi vagina se volvía a contraer espasmicamicamente junto a mis músculos. Delicioso. Esa es la palabra. Su salvajismo y hambre se palpaban en su forma de cogerme. Mis gemidos eran más chillidos desesperados a la par que recibía sus empellones hambrientos. Su boca se ocupaba en morder sin reparo mis tetas mientras me retorcía avistando el orgasmo siguiente. El calor incrementándose en mi interior terminó por hacerme explotar en cuest
Giselle La ceremonia transcurrió en calma. No entendía ni dos palabras de lo que decían pero ahí me mantuve, seria atendiendo a todo, a veces sonreía, pero sin duda sentir tantos ojos sobre mí me hacía sentir incómoda. No era solo ser el centro de las nupcias fingidas que se estaban llevando a acabo sino más bien, estar tan expuesta. Era como si le estuviese diciendo al asesino yo misma: empezó la cuenta regresiva en la que te doy la oportunidad de matarme nuevamente. Mi cabeza era un torbellino. Ya no sabía en quién confiar en lo absoluto. Buscaba culpables e incluso razones por las que pudiesen ser el ignoto. Y sin embargo, nada estaba claro ante mí. Llevo los ojos a Matthias que se muestra rígido ante el que dirige la ceremonia. Nos hacen sentar y ponen ante nosotros lo que parece ser una libreta. —Es la ceremonia de Nikah —la voz del árabe que será mi esposo a partir de hoy sale como un murmuro.—¿Cómo? —Es un contrato donde firmamos ante todos para ser un matrimonio —explic
GiselleSe mostraba distante y frío. Había guardado su miembro en sus pantalones antes de encararme.—No se de quién hablas —añade tajante. —Estudió aquí en Dubái. Estudió arquitectura.—¿Sabes cuántas universidades hay en Dubái? —bufa el árabe. Alineo mis labios y camino hacia el closet para ponerme una bata. Me cubro el cuerpo y sigo sintiéndolo a mis espaldas. —¿Ese tal Harry fue uno de tus esposos? Asiento percibiendo un nudo apretar mi garganta. —Fue el primero.—Supongo que buscabas algún dato que nos uniese a ambos y que me hiciera ver cómo el asesino a tus ojos...Me cruzo se brazos levantando el mentón. —Harry Smith se llamaba.Matthias pestañea secamente.—No lo conozco. Bufo. —No puede ser casualidad Matthias, es mucha coincidencia —repongo. —Hace dos días te culpabas a ti misma de ser la asesina, ahora haces un giro de ochenta grados hacia mí. Recuerda que todo es una farsa, estoy haciendo esto para atrapar al sujeto...—Es demasiada coincidencia. Cómo apareciste