Luciana había perdido su trabajo de medio tiempo, y ahora tenía que apretarse el cinturón mientras buscaba un nuevo empleo con urgencia. Sin embargo, como ya había anticipado, su apretada agenda como pasante le dejaba poco tiempo libre, lo que hacía difícil encontrar un trabajo adecuado.Durante toda una semana, Luciana dedicó cada momento libre a buscar empleo, comiendo apenas unos bocados de pan cuando el hambre la vencía. Había adelgazado visiblemente, su figura reflejaba la presión que estaba soportando.Hoy, después de terminar su turno de noche, planeaba continuar con la búsqueda de trabajo.—Luciana.Sonia, otra pasante, le dio una palmadita en el hombro.—Chaves quiere verte en su oficina.Luciana se quedó perpleja por un momento.—¿Sabes de qué se trata?—No, no lo sé —Sonia negó con la cabeza—. Voy a tomar una muestra de sangre, tú ve rápido.—Está bien.Luciana frunció el ceño, sintiendo una extraña sensación de déjà vu. Sin perder tiempo, se dirigió a la oficina del directo
Cuando entró en la habitación, Luciana se sentó junto a la cama. Miguel la miró con una sonrisa cálida.—Luciana, ¿cómo van los preparativos? ¿Ya tienes tus maletas listas?—¿Preparativos? ¿Hacer maletas?Luciana se quedó atónita, sin saber qué responder.Miguel notó de inmediato que algo no andaba bien.—¿Cómo? ¿Alex no te lo dijo? ¡Ese muchacho! Sabía que estaba evadiéndome.Resulta que un viejo amigo de Miguel estaba por celebrar su cumpleaños, pero Miguel, debido a su edad, no podía asistir. Así que le había pedido a Alejandro que llevara a Luciana en su lugar. Con su experiencia, Miguel había notado que había problemas entre los dos jóvenes y quería que pasaran más tiempo juntos para acercarse.—Luci —Miguel habló con preocupación—. Alex no es del tipo que le gusta que lo presionen, pero ya que están casados, deben trabajar en su relación, ¿no es así?—Sí —Luciana asintió, sin poder contradecirlo.—Buena chica —dijo Miguel, sonriendo con satisfacción—. Luci, te estoy dejando a Ale
—Suéltala.Las palabras de Alejandro fueron pronunciadas lenta y claramente, con un tono calmado que, sin embargo, llenó a Sergio de una inquietud inexplicable.—Sí, primo. —Sergio soltó a Luciana apresuradamente.A pesar del movimiento, Luciana no despertó.Alejandro frunció el ceño, preocupado. ¿Y si le había pasado algo? Después de todo, fue el abuelo quien la envió aquí. Si ella se quejaba con él, Alejandro sería quien sufriría las consecuencias.¡Qué molestia!Con el rostro serio, Alejandro se inclinó y levantó a Luciana en sus brazos, llevándola adentro y dejándola en la cama. Al moverla, la falda de Luciana se subió más allá de las rodillas, revelando dos moretones en ellas.¿Qué es esto?Alejandro se quedó un momento en shock. ¿Así que por eso había dicho que le dolía anoche? ¿Pero cómo se había hecho eso?Acurrucada contra el cálido pecho de Alejandro, Luciana no quiso soltarlo; rodeó su cuello y murmuró:—Fer…Alejandro se quedó perplejo. ¿"Fer"? ¿Es un nombre? ¿Será el nombr
«¿La esposa? Qué interesante esta chica», pensó Alberto, esbozando una sonrisa mientras lanzaba una mirada a Alejandro.—Ah, entonces, ¿a qué has venido hoy con Alejandro?Conociendo al nieto de su viejo amigo Miguel, sabía que, aunque Alejandro tenía muchas cualidades, carecía de calidez humana, por lo que esta era una rara oportunidad para divertirse un poco con él.—El abuelo me pidió que viniera con Alejandro para desearle un feliz cumpleaños —respondió Luciana con sinceridad.—Pues te lo agradezco mucho —repuso Alberto con un asentimiento de cabeza y la animó a seguir hablando—: Ya que has venido a felicitarme, ¿qué regalo me has traído?—Alejandro sintió un nudo en el estómago, temiendo lo peor. ¿Qué podría haber preparado Luciana?Alberto no había sido muy cálido con él, y temía que esto empeorara la situación. Sin embargo, para sorpresa de todos, Luciana asintió.—Sí, traje algo.«¿En serio?», pensó Alejandro, arqueando una ceja, y le apretó la mano.—¡No me causes problemas
—¡Por eso mismo! ¡El tiempo es vida!En los tres minutos dorados para la reanimación, cada segundo que se perdiera podría significar la muerte de Alberto, por lo que, desesperada, Luciana insistió:—Incluso si vas a buscar a un médico ahora, ¿cuánto tiempo te tomaría llegar? ¡Dame dos minutos! ¡Te aseguro que estará bien!Un segundo, dos segundos…Luciana estaba empapada en sudor, presa de la desesperación.—¡Rápido! ¡No hay tiempo para pensar!En un momento crucial como aquel, Alejandro decidió confiar en ella, a pesar de no saber por qué.—Está bien —repuso, soltándole la mano.Luciana, con una chispa de alegría en sus ojos, extendió la mano hacia él.—¡Dame un cuchillo! ¡Hay uno en la mesa!—De acuerdo.Alejandro, sin pensarlo dos veces, asumió el rol de su asistente y, tras tomar un cuchillo de la bandeja de frutas, se lo entregó a Luciana.—Alejandro, ¿te has vuelto loco? —preguntó José con el rostro pálido por el susto. Lo agarró del brazo y le dijo—: ¿Sabes quién es el señor D
—Alejandro…El corazón de Luciana latía con nerviosismo mientras se apoyaba en su pecho, tan cerca que podía escuchar el latido de su corazón. Esto la hacía sentir muy incómoda.—Bájame, estoy bien.—¿Estás bien? —Los ojos de Alejandro brillaban con una fría intensidad—. ¿Y dices eso con esa cara de que estás a punto de desmayarte?Luciana esbozó una sonrisa. Ya había comprendido que este hombre tenía un mal temperamento y una lengua afilada… una lástima, considerando lo guapo que era.—De verdad, no pasa nada. Es solo que… tengo hambre, hipoglucemia, y me sentí débil.—¡Entonces vamos a comer!El hospital estaba cerca de Sierra de los Vientos, y regresar a la finca sería demasiado complicado, así que Alejandro encontró un restaurante cercano. Debido a lo apartado del lugar, el restaurante estaba casi vacío, y la comida no era nada del otro mundo.Alejandro parecía ligeramente irritado.—No hay nada bueno aquí, pero nos conformaremos.—A mí todo me viene bien —respondió Luciana, mientr
Luciana no se sintió triste. Era lógico que Alejandro estuviera con su novia. Sin embargo, si Alejandro estaba con Mónica y le había colgado, eso quería decir que no se haría cargo de ella. Por lo que, al parecer, tendría que arreglárselas sola.Sin pensarlo dos veces, Luciana se levantó y salió del restaurante. Sin embargo, al cruzar las puertas del local, se dio cuenta de que estaba completamente desorientada. Era la primera vez que iba a Sierra de los Vientos, y en el trayecto había estado tan absorta que no se había dado cuenta de lo remoto que era aquel lugar. No había paradas de autobús cercanas, ni metro, y la mayoría de las personas que iban hasta allí lo hacían en su propio auto. Por lo tanto, no había ni el más mínimo rastro de taxis.Sin saber qué más hacer, sacó su teléfono para pedir un coche por una aplicación, pero el lugar era tan apartado que nadie le aceptaba la solicitud.—No queda otra que caminar —murmuró y, sin más opciones, Luciana comenzó a caminar con la esper
—¡Suéltame, suéltame! —Luciana gritaba, pero el dolor en su pie era tan agudo que las lágrimas amenazaban con salir. La mano de Alejandro, firme como una tenaza, no cedía.—¡No te muevas tanto! —dijo Alejandro, sin soltarla.Sabía que había actuado mal esa noche, pero una furia irracional lo invadió al verla charlando y sonriendo con un hombre desconocido en un Maserati.¿Por qué le hervía la sangre? ¿Acaso estaba celoso? Quería disculparse, pero las palabras se le atascaban en la garganta.—Lo siento…—¡No quiero hablar contigo! —Luciana no quería escuchar nada. La había dejado tirada, ¿y ahora tenía el descaro de estar enfadado? ¡Qué desfachatez!Con un movimiento brusco, Luciana logró soltarse, pero perdió el equilibrio. Al retroceder, un dolor punzante recorrió la planta de su pie, arrancándole un grito que hizo que Alejandro se detuviera en seco, frunciendo el ceño.—¿Qué truco estás usando ahora? —espetó él, lleno de desconfianza.—¡No soy una estafadora! ¡Y mucho menos para algu