—¿Eh? —Luciana lo miró, confundida—. Pues… es algo sencillo, ¿no? De todas formas, ves a Mónica todos los días.Él se quedó mudo por un segundo. Era cierto que la veía con frecuencia, pero no le gustaba cómo sonaba aquello. Le daba la impresión de que, a los ojos de Luciana, él estaba del lado de Mónica… como si ya no tuviera nada que ver con ella. Pero Luciana y él seguían siendo esposos; se suponía que el lazo entre ambos era mucho más fuerte. A su parecer, Luciana lo estaba malinterpretando.—Luciana, yo con Mónica… —intentó aclarar.Sin embargo, en cuanto escuchó el nombre de Mónica, Luciana frunció el ceño con un gesto de evidente incomodidad física.—Necesito ir al baño. —Ella ya tenía varios meses de embarazo y, como era de esperarse, no podía aguantar demasiado.Le entregó su bolso a Balma.—¿Me lo sostienes un segundo?—Claro, señora —respondió Balma.Alejandro entrecerró los ojos, fastidiado mientras miraba cómo Luciana se alejaba. Ni siquiera le daba la oportunidad de explic
Debido a los exámenes médicos, Pedro había tenido que acudir en ayunas desde muy temprano. Alejandro, para evitar más negativas, decidió enfocarse en el chico:—¿Qué se te antoja, Pedro? Lo que tú quieras, cuñado te lo consigue.Pedro soltó una risita cómplice mientras miraba de reojo a Luciana:—¡Hamburguesas! ¡Pollo frito!El par de adultos se quedó en silencio un segundo, hasta que Luciana protestó.—No. Eso no es nada saludable.—Cuñado… —Pedro era muy listo y, en vez de pelear con su hermana, optó por hacerle ojitos a Alejandro, en plan “ayúdame.”¿Alejandro iba a negar algo a su cuñado consentido? Por supuesto que no. Le había ayudado tanto que ahora lo protegía más que nunca.—No te preocupes, Pedro, tengo una idea.Por eso terminaron en un KFC cercano. Después de todo, pollo frito y hamburguesas eran la especialidad del lugar. Una vez ahí, Alejandro pidió que el personal de cocina preparara todo recién hecho. Pedro comió con auténtico entusiasmo. En cambio, Luciana, que no era
La lógica de Alejandro parecía tener sentido, pero Luciana lo escuchó con un gesto desapasionado. Guardó silencio por unos segundos, como si dudara antes de hablar. Él lo notó y le espetó:—Si tienes algo que decir, dilo.—De acuerdo —respondió ella, dejando a un lado toda reserva. La verdad era que no le gustaba mencionar a Mónica, porque siempre quedaba la sensación de que estaba celosa o algo parecido. Pero él mismo había sacado el tema.—Creo que no entiendes el punto. Desde que decidimos divorciarnos, no me importa si sigues o no atado a Mónica, si aún te queda algún sentimiento por ella o si quieren continuar con su historia.Alejandro dejó de respirar por un instante. En su mirada se reflejó una oscuridad inquietante, cargada de furia contenida. Pero Luciana no había terminado.—No lo comprendo, en serio. Tú mismo dijiste que la amabas, así que ahí está tu oportunidad para recuperar lo que tenían. ¿Por qué no la aprovechas?—¡No! —Alejandro negó con firmeza, sin pensarlo un segu
Sin mediar más palabras, le sujetó con fuerza la muñeca a Enzo, apretando los dientes.—¡Suéltala!El aura agresiva de Alejandro puso en guardia a Enzo, quien no quiso soltar a Luciana por temor a que resultara lastimada. Con un español inseguro, le dijo:—¿Quién eres tú? No le hagas daño.Por desgracia, Alejandro no entendió ni una sola palabra. Pero lo que sí captó fue la negativa de aquel hombre a soltar a Luciana.—¿Así que no quieres soltarla, eh? —Alejandro soltó una risa helada—. Entonces, no me culpes por lo que pase.Acto seguido, levantó el puño con clara intención de golpearlo.—¡Alejandro! —exclamó Luciana, sobresaltada, aferrándose a él para detenerlo—. ¿Qué demonios estás haciendo?Con el rostro encendido de ira, Alejandro respondió casi rugiendo:—¿Quién es este tipo? ¿Por qué vino a buscarte?Por supuesto, él ya sabía que ese día era la reunión de excompañeros de Luciana. Aunque ella no se lo hubiera contado, entendía la situación lo bastante bien como para suponer que,
—¿Eh? —murmuró, mirando su celular—. ¿Entonces no es aquí?De pronto, sintió que quizá lo había malinterpretado todo. Enzo le sonrió con cortesía, como si quisiera mostrar que no deseaba problemas, y eso llevó a Alejandro a preguntarse de dónde había salido ese hombre.—¿Será un contacto nuevo de Luciana? ¿Qué relación tienen?En ese momento, Luciana salió con una compañera.—Señor Enzo Hernández, ella es la persona de la que le hablé.—Encantado —respondió Enzo en un francés vacilante, pero suficiente para sostener una pequeña charla. Después de intercambiar unas palabras, él y la estudiante entraron de nuevo al Mirador, mientras Luciana se quedó afuera. Alejandro lo comprendió al fin: Luciana solo estaba haciendo de intermediaria, ayudando a Enzo a contactar a su traductora. Su “misión” había terminado y ahora se disponía a dirigirse a Windy Vista.Sintiendo culpa por su arrebato, Alejandro siguió a Luciana en silencio, esperando encontrar el momento de disculparse. La oportunidad ll
¿Eh? Luciana alzó la vista al fin y vio a Alejandro rodeado, con una copa distinta en cada brindis.—Hmp… —Rosa se giró con expresión algo envidiosa—. Es muy obvio que el señor Guzmán hace esto por ti.Luciana se sorprendió.—¿Por mí? ¿Por qué dices eso?—Pues, ¿no es obvio? —respondió Rosa, con un ligero matiz de envidia—. Él es el presidente de Grupo Guzmán, y aun así se está dejando llevar por un montón de recién graduados… ¡solo para quedar bien frente a ti!Había algo de razón en eso, lo cual inquietaba un poco a Luciana. Ella no quería que Alejandro se esforzara de esa manera; al contrario, le incomodaba.—Oye, quédate aquí sentada un rato —sugirió Rosa—. Yo voy por algo de comer.—No, mejor voy yo…—¡Ni lo pienses! ¿No ves tu estado? Con ese vientre, debes tener cuidado.Rosa partió al buffet antes de que Luciana pudiera objetar más. La reunión ofrecía comida libre, karaoke e incluso mesas de billar. Pocos minutos después, Rosa regresó con un par de platillos.—Gracias —dijo Luc
La cara de Luciana se puso al rojo vivo. Normalmente no se sonrojaba con facilidad, pero esta vez la situación la desbordaba: ¡tenía a todos sus compañeros de clase alrededor!—¡Alejandro! ¿Estás loco o qué? —exclamó, intentando soltarse.—Luciana… —murmuró él, con un aliento que olía intensamente a alcohol. Tal vez era efecto de la bebida, o quizás se trataba de una confesión honesta. Sostenía la mano de Luciana sin soltarla, suplicante—. No me ignores, no me rechaces… ¿sí?Entonces, apoyó la mano de Luciana sobre el lado izquierdo de su pecho.—Toca aquí… me duele como no tienes idea.¡Estaba comportándose como un auténtico borracho descontrolado!—¡Suéltame! —dijo Luciana, sintiendo cómo el calor le subía a la cara. Percibía las miradas de sus compañeros, algunos disimuladas, otros demasiado evidentes.Pero Alejandro se empeñaba en mantener la misma postura, repitiendo:—Luciana, háblame… mírame, ¿sí? Dile algo a este corazón que no deja de doler…Rosa, que acababa de llegar con un
¿O sea, que en verdad iba a besarla aunque Luciana estuviera ahí? Tragando saliva, quiso protestar, pero a la vez sentía una expectación que la desarmaba.—Señor Guzmán… —empezó a decir.—Luciana. —Alejandro la interrumpió para, de pronto, tomar la mano de Luciana—. Tú y yo somos el 6.—¿Qué? —Ella abrió mucho los ojos—. ¡No lo soy! Mi papel dice 9.Le enseñó su número para demostrarlo.—Tonterías —dijo él, echando una ojeada fugaz—. Eso claramente es un 6. Pueden confirmarlo, ¿verdad?Echó el papelito sobre la mesa para que los demás lo vieran. Aunque muchos reconocieron de inmediato que era un 9, nadie se atrevía a contradecir al “señor Guzmán”. Así que todos confirmaron lo que él decía:—Sí, se ve como un 6.—Sí, sí, es un 6.Mientras tanto, Rosa apretó los dientes con frustración y guardó su propio número: también era un 6.—Bueno, pásenme eso —dijo Alejandro, mostrando una ligera sonrisa mientras alzaba la mano.La compañera, entendiendo la señal, le entregó la tablilla cubierta c