«¿La esposa? Qué interesante esta chica», pensó Alberto, esbozando una sonrisa mientras lanzaba una mirada a Alejandro.—Ah, entonces, ¿a qué has venido hoy con Alejandro?Conociendo al nieto de su viejo amigo Miguel, sabía que, aunque Alejandro tenía muchas cualidades, carecía de calidez humana, por lo que esta era una rara oportunidad para divertirse un poco con él.—El abuelo me pidió que viniera con Alejandro para desearle un feliz cumpleaños —respondió Luciana con sinceridad.—Pues te lo agradezco mucho —repuso Alberto con un asentimiento de cabeza y la animó a seguir hablando—: Ya que has venido a felicitarme, ¿qué regalo me has traído?—Alejandro sintió un nudo en el estómago, temiendo lo peor. ¿Qué podría haber preparado Luciana?Alberto no había sido muy cálido con él, y temía que esto empeorara la situación. Sin embargo, para sorpresa de todos, Luciana asintió.—Sí, traje algo.«¿En serio?», pensó Alejandro, arqueando una ceja, y le apretó la mano.—¡No me causes problemas
—¡Por eso mismo! ¡El tiempo es vida!En los tres minutos dorados para la reanimación, cada segundo que se perdiera podría significar la muerte de Alberto, por lo que, desesperada, Luciana insistió:—Incluso si vas a buscar a un médico ahora, ¿cuánto tiempo te tomaría llegar? ¡Dame dos minutos! ¡Te aseguro que estará bien!Un segundo, dos segundos…Luciana estaba empapada en sudor, presa de la desesperación.—¡Rápido! ¡No hay tiempo para pensar!En un momento crucial como aquel, Alejandro decidió confiar en ella, a pesar de no saber por qué.—Está bien —repuso, soltándole la mano.Luciana, con una chispa de alegría en sus ojos, extendió la mano hacia él.—¡Dame un cuchillo! ¡Hay uno en la mesa!—De acuerdo.Alejandro, sin pensarlo dos veces, asumió el rol de su asistente y, tras tomar un cuchillo de la bandeja de frutas, se lo entregó a Luciana.—Alejandro, ¿te has vuelto loco? —preguntó José con el rostro pálido por el susto. Lo agarró del brazo y le dijo—: ¿Sabes quién es el señor D
—Alejandro…El corazón de Luciana latía con nerviosismo mientras se apoyaba en su pecho, tan cerca que podía escuchar el latido de su corazón. Esto la hacía sentir muy incómoda.—Bájame, estoy bien.—¿Estás bien? —Los ojos de Alejandro brillaban con una fría intensidad—. ¿Y dices eso con esa cara de que estás a punto de desmayarte?Luciana esbozó una sonrisa. Ya había comprendido que este hombre tenía un mal temperamento y una lengua afilada… una lástima, considerando lo guapo que era.—De verdad, no pasa nada. Es solo que… tengo hambre, hipoglucemia, y me sentí débil.—¡Entonces vamos a comer!El hospital estaba cerca de Sierra de los Vientos, y regresar a la finca sería demasiado complicado, así que Alejandro encontró un restaurante cercano. Debido a lo apartado del lugar, el restaurante estaba casi vacío, y la comida no era nada del otro mundo.Alejandro parecía ligeramente irritado.—No hay nada bueno aquí, pero nos conformaremos.—A mí todo me viene bien —respondió Luciana, mientr
Luciana no se sintió triste. Era lógico que Alejandro estuviera con su novia. Sin embargo, si Alejandro estaba con Mónica y le había colgado, eso quería decir que no se haría cargo de ella. Por lo que, al parecer, tendría que arreglárselas sola.Sin pensarlo dos veces, Luciana se levantó y salió del restaurante. Sin embargo, al cruzar las puertas del local, se dio cuenta de que estaba completamente desorientada. Era la primera vez que iba a Sierra de los Vientos, y en el trayecto había estado tan absorta que no se había dado cuenta de lo remoto que era aquel lugar. No había paradas de autobús cercanas, ni metro, y la mayoría de las personas que iban hasta allí lo hacían en su propio auto. Por lo tanto, no había ni el más mínimo rastro de taxis.Sin saber qué más hacer, sacó su teléfono para pedir un coche por una aplicación, pero el lugar era tan apartado que nadie le aceptaba la solicitud.—No queda otra que caminar —murmuró y, sin más opciones, Luciana comenzó a caminar con la esper
—¡Suéltame, suéltame! —Luciana gritaba, pero el dolor en su pie era tan agudo que las lágrimas amenazaban con salir. La mano de Alejandro, firme como una tenaza, no cedía.—¡No te muevas tanto! —dijo Alejandro, sin soltarla.Sabía que había actuado mal esa noche, pero una furia irracional lo invadió al verla charlando y sonriendo con un hombre desconocido en un Maserati.¿Por qué le hervía la sangre? ¿Acaso estaba celoso? Quería disculparse, pero las palabras se le atascaban en la garganta.—Lo siento…—¡No quiero hablar contigo! —Luciana no quería escuchar nada. La había dejado tirada, ¿y ahora tenía el descaro de estar enfadado? ¡Qué desfachatez!Con un movimiento brusco, Luciana logró soltarse, pero perdió el equilibrio. Al retroceder, un dolor punzante recorrió la planta de su pie, arrancándole un grito que hizo que Alejandro se detuviera en seco, frunciendo el ceño.—¿Qué truco estás usando ahora? —espetó él, lleno de desconfianza.—¡No soy una estafadora! ¡Y mucho menos para algu
Luciana miró a Alejandro con calma y dijo:—Es un ramen instantáneo, estoy esperando a que se cocine.¿Qué clase de explicación era esa? Alejandro no podía creer lo que escuchaba. ¿Esta mujer estaba buscando problemas a propósito?Intentó contener su irritación. Aunque su relación era tensa, no podía negar que ella le había ayudado mucho últimamente. No podía ignorarla después de verla en esa situación. Le había dado una tarjeta de crédito, pero ella seguía buscando trabajo y comiendo ramen. Decidió que lo mejor sería solucionar lo que tenía frente a él primero.—¡No lo comas! ¿Qué tiene de bueno el ramen? Te voy a comprar otra cosa.—No hace falta, yo… —Luciana intentó protestar, pero Alejandro no le dio oportunidad de terminar.La tomó del brazo y la llevó directamente a la sección de alimentos.—¿Qué quieres comer?Luciana lo miró fríamente, sin decir una palabra.—¿No vas a hablar? —Alejandro frunció el ceño, molesto por el silencio—. Entonces yo decidiré.Sin esperar respuesta, to
—Sí, es correcto. —El doctor respondió con evidente nerviosismo, evitando la oscura mirada de Alejandro—. El embarazo es muy reciente, apenas tiene tres semanas. Ella se desmayó por hipoglucemia, lo que provocó síntomas de embarazo temprano. De lo contrario, en este tiempo, normalmente no se detectaría…Alejandro dejó escapar una risa amarga, sus ojos fríos y oscuros reflejando una mezcla de incredulidad y furia contenida. De repente, se dio la vuelta y corrió la cortina de golpe.—Luciana, ¿escuchaste todo?Luciana, débil y agotada, asintió suavemente.—Sí.—Entonces, ¿qué piensas hacer? —La voz de Alejandro era tranquila, casi indiferente, como si el tema no tuviera ninguna importancia para él.—Yo… —Luciana se aferró al cuello de su camisa, sin poder encontrar las palabras. La verdad es que estaba tan sorprendida como él. ¡Estaba embarazada! ¿De esa noche en el Hotel Real? Aquella noche había estado tan nerviosa que no había prestado atención a si el hombre había usado protección. P
Desde que supo de su embarazo, Luciana se había sumido en un torbellino de pensamientos, sin energía para hacer nada. Incluso para buscar trabajos de medio tiempo, solo revisaba opciones en línea de manera mecánica. Pasaba demasiado tiempo sola, lo que la llevaba a pensar demasiado, así que decidió quedarse la mayor parte del tiempo en casa de Martina.Cuando Martina llegó a casa, Luciana la recibió con un tono de broma:—¡Por fin llegaste! Si tardabas más, tu querida amiga iba a morir de hambre.—Déjame ver. —Martina sonrió mientras le pellizcaba el pecho en broma—. ¡Vaya! ¡Se te ve más delgada por el hambre!—Jajaja… —Luciana se echó a reír, rodando por el sofá—. ¡Marti, qué descarada eres!—¡Levántate! ¡Vamos a comer afuera!—¡Sí, vamos!Las dos amigas se dirigieron a la calle trasera de la UCM, que por la noche se llenaba de vida. Desde asadores al aire libre y carritos de comida hasta restaurantes de lujo, había de todo para elegir. Mientras debatían qué comer, alguien le dio una