Luciana sabía que tenía fuerza de voluntad, pero desconfiaba de las reacciones de Alejandro. Cuando él se proponía algo, no la dejaba en paz.—No… no… —susurró, sacudiendo la cabeza con angustia.Se suponía que solo deseaba saber quién era el padre biológico del niño, nada más. ¿Por qué, de repente, todo tenía que cambiar solo porque era Alejandro? ¿Debía reconocerlo y darle el lugar que tal vez reclamara?—Pero… es distinto, porque… es Alejandro.¿No tenía él derecho a saber que era el papá? Una batalla interna se libraba en su mente. Además, ¿quién era el “distorsionador” que le había revelado la verdad? ¿Tenía un motivo oculto? ¿Estaba aliándose con ella o quería perjudicar a Alejandro?Luciana sentía un dolor de cabeza punzante. Siguió de pie, inmóvil, en medio del viento frío que le helaba las mejillas. Era pleno invierno y ya se oscurecía antes de las cinco y media. Las luces de la ciudad se encendían una a una.Finalmente, se movió un poco en dirección al estacionamiento subterr
Simón bajó al vestíbulo con la cabeza llena de dudas y marcó el número de Alejandro.—Aló, Alex.Él estaba cenando cuando contestó, pensando que tal vez se trataba de algo urgente sobre Luciana.—¿Le pasó algo a Luciana?—No, no, ella está bien —aclaró Simón.—Entonces… —Alejandro curvó los labios en una mueca—. ¿Te pidió otra vez que no le llevaras más comida?—Tampoco. —Simón estaba igual de sorprendido—. Esta temporada, como me indicaste, he estado llevándole comida a su departamento en cada comida, pero, normalmente, Luciana me dice: “Ya no vengas mañana.” Lo raro es que hoy no lo mencionó.—¿De veras? —Alejandro se quedó un segundo en silencio, intrigado.—Sí —confirmó Simón, y añadió—: Además, Luciana preguntó por ti.La noticia sacudió a Alejandro. De inmediato, dejó los palillos en la mesa.—¿Qué dijo?—Quería saber si hoy tenías algún compromiso.El ceño de Alejandro se frunció en cuestión de segundos. ¿Por qué Luciana se interesaba en eso? ¿Acaso se preocupaba por él… o tendr
En realidad, Luciana sí lo había leído. Pero, desde que descubrió que Alejandro era en realidad el padre biológico de su bebé, no sabía cómo tratarlo. En ese instante no supo qué contestar y luego se le juntaron los pendientes.La razón más apremiante era que Pedro ingresaría al hospital. Ricardo se comunicó para avisar que ya tenía todo listo para su internación, de modo que Luciana solo debía encargarse de llevar a Pedro.Llegó a la Estancia Bosque del Verano para ayudar a empacar sus cosas; después de la cirugía, Pedro tendría que quedarse un tiempo hospitalizado, así que requería todo tipo de artículos para su estancia. Además, era la primera vez que Pedro entraba al quirófano, y Luciana quería estar a su lado para tranquilizarlo.Balma se encargó de reunir el equipaje.—Señora Guzmán, revíselo por favor.—Claro. —Luciana corroboró con atención y añadió o quitó lo necesario—. Listo, con esto alcanza.—De acuerdo.Balma y uno de los cuidadores de la estancia cargaron las maletas al
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los había maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrastra
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p
Luciana entendió, pero para ella el matrimonio no era un juego, por lo que dudó, mientras negaba con la cabeza.—No es necesario, ¿por qué no intentas hablar con tu abuelo…?Sin embargo, no pudo terminar su frase, cuando él la interrumpió.—Como condición, te daré una compensación económica. —El semblante de Alejandro no cambió en lo más mínimo, su tono era tranquilo y sin emociones.¿Compensación económica? Luciana se quedó atónita, y no fue capaz de pronunciar las palabras con las que pensaba rechazarlo. Después de todo, todavía necesitaba el dinero para el tratamiento de su hermano y ella había acudido a la familia Guzmán por ese motivo.—Solo tienes que aceptar, y te daré el dinero que necesites —añadió Alejandro, al notar que ella vacilaba.Luciana permaneció en silencio unos segundos, antes de asentir.—Está bien, acepto.Alejandro bajó la mirada, ocultando el frío desprecio que asomaba en sus ojos. ¡Qué barata había resultado! No tenía problema en venderse por dinero. Sin em
Luciana se tambaleó y casi perdió el equilibrio.—Señor, ya está aquí. Su abuelo está estable, solo un poco débil, necesita descansar y cuidarse bien —dijo el médico, quien acababa de revisar a Miguel, al ver a Alejandro—. Presta atención a su dieta y, sobre todo, asegúrate de que esté de buen ánimo. Lo más importante es que esté feliz y sin preocupaciones.Acto seguido, salió de la habitación, dejándolos a los tres a solas. Miguel, medio recostado, les hizo una señal para que se acercaran.—Alex, Luci, hoy se casaron, ¿no te dije, Alex, que debían disfrutar de su luna de miel y no venir a verme?—Señor Guzmán —dijo Luciana, y tragó saliva con nerviosismo—, lo siento…—¿Aún no cambias la forma de dirigirte a mí? Además, ¿por qué te disculpas? —preguntó Miguel, desconcertado.—Yo… —comenzó a responder, pero Alejandro la interrumpió con un leve tirón de su muñeca. —Luciana quiere decir que, dado que aún está hospitalizado, no podíamos concentrarnos en nuestra luna de miel, así que de