Capítulo 14
—¡Por eso mismo! ¡El tiempo es vida!

En los tres minutos dorados para la reanimación, cada segundo que se perdiera podría significar la muerte de Alberto, por lo que, desesperada, Luciana insistió:

—Incluso si vas a buscar a un médico ahora, ¿cuánto tiempo te tomaría llegar? ¡Dame dos minutos! ¡Te aseguro que estará bien!

Un segundo, dos segundos…

Luciana estaba empapada en sudor, presa de la desesperación.

—¡Rápido! ¡No hay tiempo para pensar!

En un momento crucial como aquel, Alejandro decidió confiar en ella, a pesar de no saber por qué.

—Está bien —repuso, soltándole la mano.

Luciana, con una chispa de alegría en sus ojos, extendió la mano hacia él.

—¡Dame un cuchillo! ¡Hay uno en la mesa!

—De acuerdo.

Alejandro, sin pensarlo dos veces, asumió el rol de su asistente y, tras tomar un cuchillo de la bandeja de frutas, se lo entregó a Luciana.

—Alejandro, ¿te has vuelto loco? —preguntó José con el rostro pálido por el susto. Lo agarró del brazo y le dijo—: ¿Sabes quién es el señor D
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