James sonrió.
—Secreto profesional —susurró él con tono juguetón. Ella rodó los ojos y quiso decir algo, pero James se le adelantó—: quería que encontrara a los receptores de los órganos de su hijo.
Romina sabía la respuesta, aun así, necesitaba escucharla.
Ella escondió la mirada. Aun le dolía y fue terrible descubrir que la herida seguía allí.
—Ya veo... —susurró abatida—. ¿Y cómo llegó a la clínica?
James se rio.
—Curiosidad —sinceró—. No encontré ninguna foto suya. Quería saber cómo lucía.
Romina se rio. Definitivamente James le hacía olvidar sus pesares.
—¿Y por qué? —insistió.
James se rio fuerte cuando recordó las preguntas insistentes de los gemelos. Todas terminaban con la misma m*****a pregunta, una que lo estaba volviendo loco: ¿y por qué?
—Porque leí su expediente completo. —La miró con agudeza. Ella se sintió desnuda—. Necesitaba conocerla. —Los dos se miraron con sagacidad—. Quería que usted me hablara de lo ocurrido. Pensaba que tal vez podíamos iniciar una demanda o... —Romina sacudió la cabeza—. Una indemnización...
—Ni siquiera todo el dinero del mundo va a devolverme a mi hijo...
—Lo sé —respondió él al escucharla a hipar.
Romina sonrió aliviada y quiso conducir esa conversación a algo que no le doliera.
—¿Y cuando me conoció, le gustó lo que encontró o se decepcionó? —preguntó.
James se rio socarrón. Le fascinaban sus juegos.
—Cariño, no creo que necesite una respuesta para eso. —Él entendió que tenían que continuar—. No estaría como un loco por usted, ¿no cree? —preguntó y le acarició el labio con dulzura—. Comprándole flores, arrancándome como un loco por las escaleras... o actuando como un estúpido.
—Touché —respondió ella en francés.
James pensó que flotaba y le miró la boca con deseo.
—Le queda muy bonito el francés en sus labios —musitó y se acercó para besarla, lenta y profundamente.
—Es la única palabra que conozco —musitó ella, dejándose llevar por su boca que le besaba el cuello—. Oh, y Merci... por supuesto —rio, aferrándose de sus brazos firmes.
James se rio y la estrujó fuerte contra su cuerpo.
Podría haberla tumbado en la cama, pero los gemelos invadieron su privacidad.
Otra vez.
—Llegó su taxi —dijo Noel y miró a Romina vestida por primera vez—. Sí está bien bonita —suspiró encantado.
James rodó los ojos y corrió a buscar su abrigo para cubrirla.
—Ya te dije, búscate la tuya —reclamó James, cerrándole el abrigo hasta el último botón.
Romina se rio y se desabotonó un par porque sentía que se ahogaba.
Los gemelos los acompañaron hasta el elevador, aun cuando James intentó ahuyentarlos como si fueran mosquitos.
—¿Y a dónde van?
—No te incumbe, fotocopia —respondió James, esperando que el elevador llegara.
Y ojalá fuera rápido.
La espera se le hizo eterna, más con las preguntas de los gemelos:
—¿Van a comer?
—¿Van a un hotel?
—No necesitan hotel, tienen este apartamento...
—¿Van a otra ciudad?
—¿Van de compras?
—¡Llévenos!
—Van al caribe.
James refunfuñó. Estaba a dos preguntas de perder los estribos.
—Es sorpresa —dijo Romina para calmar la ansiedad de todos. James la miró con curiosidad. Tenía un maldito don con esas bestias idénticas—. Cuando regrese, les cuento.
Los gemelos abrieron grandes ojos.
—¿Entonces vas a regresar? —Estaban muy ilusionados.
—Por supuesto que sí —rio Romina, feliz.
—Mañana vamos a estar esperándote —dijo Liam con entusiasmo.
James puso mala cara.
—No, claro que no, fotocopia, te quiero lejos de mi mujer —ordenó James con firmeza—. Tu mamá tiene vacaciones y va a llevarlos lejos, ojalá al polo sur...
Romina tuvo que reírse más fuerte.
—Pero los invité a nuestro desayuno navideño —dijo Romina, con una calma que a James lo enloqueció.
—¿Cuál desayuno? —Estaba perdido.
Romina se largó a reír y cogió su mano para que se montara junto a ella en el elevador.
Con un gesto divertido, se despidió de los gemelos y presionó la tecla del elevador.
Cuando estuvieron a solas le dijo:
—El veinticinco... mi padre prepara un gran desayuno en familia. —James apretó el ceño con frustración. Él queria estar con ella a solas eternamente—. Los invité porque nadie tiene que estar solo en navidad —musitó, acariciándole la mejilla.
James contuvo la respiración al escuchar aquello y no pudo negarse a lo que la joven decía.
Él bien sabía lo que significaba aquello. Había enfrentado muchas navidades en total soledad. Borracho, mirando el cielo estrellado, abriendo su propio obsequio, comiendo una cena con una mujer vacía.
El invierno lo había congelado, le había hecho olvidar lo que era una familia y ya era hora de ser parte de una.
Cuando se bajaron del taxi, encontraron las calles totalmente nevadas, pero nada los detuvo de seguir con sus planes.Se cogieron de las manos para caminar sin resbalar y James la condujo hacia un edifico que Romina miró con una ceja enarcada.—¿Una sala de destrucción? —preguntó ella, confundida por esa “salida” no tan “especial”.James sonrió y después se rio.—Una sala de ira —corrigió él con suavidad. No quería que se ofendiera—. Vamos a romper algunas cosas...Ella se sobresaltó aún más al escuchar aquello.—¿Con qué fin? —preguntó un poco negativa.
Rossi ayudó a Lily a terminar con algunas decoraciones navideñas. No estaban muy convencidos con las nuevas guirnaldas, así que las pusieron en todas las ventanas, para ver mejor el panorama.La familia Tronquitos en su jaula de cristal tuvo también sus propias decoraciones. Lily y Sasha habían preparado un árbol diminuto para ellos que decoraba el centro de su casa con elegancia.Sasha estaba ilusionada. Era su primera navidad en tierras americanas y estaba muy sorprendida por todas las tradiciones que los acompañaban, ni hablar de la comida.Con Julián había aprendido tantos platillos nuevos que, no sabía cuál de todos era su favorito.—Ponche, querida. —Julián le ofreció algo para beber.
Mientras Romina se preparaba para tomar un baño con agua caliente, Lily la sometió a un interrogatorio profundo.Romina sabía que eso ocurriría, así que con soltura le habló sobre cada cosa romántica que había hecho junto a James, a donde la había llevado y como se había portado a la altura de un caballero.Tras hablar de su tarde de patinaje, mencionó lo de la lluvia y que para protegerse subieron al apartamento de Dubois.Lily tuvo que interrumpirla:—¿Te acostaste con él?Romina asomó su cabeza por la cortina de baño y con mueca traviesa le dijo:—Un par de veces.Lily chilló
Tras eso, se reunieron los tres en secreto y se dispusieron a salir sin ser vistos.—¿A dónde van? —preguntó Julián cuando vio a sus hijas caminar discretas al elevador.Rossi iba tras ellas, pisando en puntitas para que nadie los oyera.Lily volteó para dar la cara por todos y agitada dijo:—Olvidamos comprar algunas cosas. —Le dio una sonrisa con dientes incluidos.Era pésima mentirosa.Julián enarcó una ceja.—Solo iremos a comprar algunas cosas para mañana —unió Romy con la voz temblorosa.James se levantó de su asiento y no tardó en coger su
Las parejas recorrieron juntas las calles de Nueva York.Se veían adorables en una cita doble, aun cuando no pensaron que estaban atrapados en una.Las chicas se detuvieron a comprar galletas de jengibre porque eran importante para su celebración navideña en familia.Mientras recorrían la dulcería y escogían diversos bastones y caramelos, Romina pensó en un pastel de terciopelo rojo. Sabía que debía comerlo antes de que regresara a la clínica o pasaría una temporada de abstinencia muy dura.Sabía que podía prepararlo ella, puesto que lo había hecho antes, así que compró algunos ingredientes para prepararlo y decorarlo.Tras eso, recorrieron un centro comercial entre el caos navideño.James y Christopher se debatieron qué compararles a los hijos de la empleada de James. No querían pedirles ayuda a las chicas, porque no querían quedar expuestos como un par de inútiles.—Vamos, Rossi, dos cabezas piensan mejor que una —dijo James, mirando las consolas modernas y los videojuegos.—Cuatro c
Los hombres terminaron de comprar sus obsequios y se preocuparon cuando no las vieron cerca, así que Christopher llamó a Lily para reagruparse.El centro comercial estaba caótico, aun así, se encontraron junto al árbol navideño y los villancicos.Regresaron al pent-house algunas horas después. Sasha y Julián estaban limpiando la jaula de los hámsteres y jugando con ellos en sus esferas de plástico.—¿Y cómo les fue? —preguntó Julián cuando los vio llegar cargando cajas con obsequios.Se levantó del piso con un hámster en la mano.—¡Excelente! —exclamó Rossi y vio a Tronca en la mano de su suegro—. Hola, mi dientona... ¿dormiste bien? —preguntó.Julián sonrió, más al ver al hámster reconocer su voz y alzarse en sus dos patas.Chris sintió tanta ternura que quiso estirarse para besarla en los bigotes, pero su suegro lo miró con las cejas alzadas de forma suspicaz.—No puede tener dos mujeres viviendo bajo el mismo techo, señor Rossi —bromeó.Christopher se rio con ganas.—¿Lo dice por e
Cuando James hundió las manos en la harina, las hermanas López gritaron al unísono.—¡Las manos! —reprochó Lily y, tras ella, Romy rio a carcajadas—. ¡Se lavan, por el amor de Dios! —Fingió un sollozo.—Oh... —James se sintió como un niño pequeño atrapado en algo muy, muy malo.—Ay, no importa, hemos comido en la calle y no hemos muerto y no nos hemos intoxicado —bromeó Romy y se acercó a James con dulzura—. Además, el señor Dubois es muy limpio. —Le sonrió dulce tras defenderlo.James se quedó idiotizado unos instantes. Romy era dulce, suave, como un malvavisco. Las ganas de comérsela le fueron en aumento. Lily rodó los ojos y entre dientes murmuró:—Espero que no sean manos con bolas.Romy se rio otra vez. James la tuvo que acompañar.—Las mejores bolas que probarás en tu vida, hermana —respondió ella, traviesa.Lily hizo arcadas y se puso la mano en la boca para simular que vomitaba.Atrapado entre las dos, James no pudo negar que era el mejor sentimiento que había guardado nunca.
Cuando salieron de la cocina, el resto de la familia los estaba esperando.Sasha y Julián terminaban de preparar la mesa, incluyendo nuevos puestos para sus invitados y decorando todo con exageración.Dulces por todas partes, también ponche que, según el criterio de Julián, no podía faltar.Christopher había apilado algunos juegos de mesa junto a la chimenea, a la espera de que los gemelos les hicieran compañía.James y Romina llevaron el pastel al centro de la mesa y Julián se quedó observándolo un largo rato en silencio.—Si sigue mirándolo así, lo va a derretir —bromeó Sasha a su lado.Él sonrió y buscó su mirada con mueca traviesa.—Me lo quiero comer —insinuó él, pero ella no pudo entenderlo.Sus culturas eran muy diferentes.No tardaron en traer el pavo y las papas con mantequilla, conforme Lily escogió algunos villancicos para la cena.Junto al árbol, Rossi miró a todos con una sonrisa torcida. Después de una infancia solitaria y de navidades grises, le dio gusto verse rodeado