James se rio travieso detrás de ella, conforme masajeó su culo redondo a gusto. Los labios inflamados le brillaban por la excitación que la dominaba y ansioso por saborearla y conocer su aroma, acercó todo su rostro a su centro.
A Romina la exaltó la tibieza de su respiración, su lengua degustándola y sus besos apasionados. Se tuvo que inclinar buscando respirar mejor, porque pensó que iba a desmayarse, pero James bien supo manejar su cuerpo femenino y de rodillas a sus pies, le comió el coño en la cocina.
Empapado y satisfecho de toda ella, se levantó para volver a su culo, el culpable de su sufrimiento de las últimas horas.
Se arrancó los pantalones holgados y se agarró el miembro duro por la base para frotarse entre sus nalgas con los ojos cerrados. Se encontró el glande humedecido.
La excitación que Romina le causaba había ido en aumento y ya no podía contenerse.
—Ah, m*****a sea —gruñó cuando se deslizó entre sus nalgas con suavidad y halló tanto placer que no pudo parar.
Adelante y atrás; una y otra vez; más rápido y fuerte, sintiendo la fricción que su humedad le provocaba.
Jadeó excitado detrás de ella, masturbándose con sus glúteos perfectos. Los apretujó alrededor de su polla gruesa para incrementar el placer que saboreaba sin poder detenerse.
Cuando fue consciente de que Romina se moría de los nervios, dejó de masturbarse para atenderla. Deslizó sus manos suavemente por su espalda y hombros, ofreciéndole caricias que la repletaron de escalofríos y que la hicieron sentir contenida y deseada de otra forma.
Una forma que nunca pensó experimentar.
Dubois se inclinó sobre su espalda para repletarla de besos tiernos. La rodeó con sus brazos y encontró sus manos temblorosas. La tomó entre las suyas y la besó mirándola a los ojos.
—Somos adultos, puede rechazarme cuando quiera y yo entenderé —susurró él tocándole las mejillas con dulzura.
Romina y sus mejillas rojas le resultaron cautivadoras, aun así, pese a que estaba tentado y enloquecido por follársela, también estaba dispuesto a seguir esperando todo el tiempo que ella necesitara.
La joven le miró liada y solo pudo pronunciar una pregunta:
—¿Qué?
James le sonrió tierno.
—Puedo esperarla todo el tiempo que quiera. Sé que vale la pena y...
—¡No! —exclamó ella, ofendidísima y se levantó del mesón en el que descansaba para enfrentarlo—. ¡No puede hacerme esto! —Lo miró desafiante.
Estaba tan estimulada, más después de sus besos húmedos que, si James tenía el atrevimiento de dejarla así, se iba a volver loca.
James le ofreció una sonrisa ladina y con los ojos entrecerrados disfrutó de su arrebato.
M****a, esos eran los que más le gustaban.
—¿No? —preguntó y volvió a cogerla con firmeza por la garganta para tenerla a su merced—. ¿Por qué no? —insistió con la voz ronca pasando sus labios gruesos por su barbilla.
Romina gimió cuando se vio acorralada otra vez por todo él, por esa masculinidad que la hacía elevarse del suelo y perder su norte.
Perdía muchas cosas cuando estaba entre sus brazos: el pudor, la compostura, las bragas, la cabeza, pero no la dignidad y eso le gustaba.
Le gustaba sentirse segura entre sus brazos.
—No —susurró ella con la voz temblorosa y cerró los ojos cuando sintió su miembro deslizándose entre sus labios inflamados y luego encajándose lentamente en su abertura—. Porque te deseo... y sé que usted también...
James le besó el cuello, detrás de la oreja y luego su boca, conforme y, lentamente, se deslizó en su estrecho coño.
Con su mano libre le cogió un pezón con fuerza.
Lo estrujó entre sus dedos, mientras ella lo recibió con gemidos que subieron la temperatura de todo ese frio y gris apartamento.
James respiró fuerte, obligándose a ir lento. Los gemidos femeninos le dijeron lo que ella estaba sintiendo y fue cuidadoso conforme abrió centímetro a centímetro su estrechez.
Él sabía muy bien todo el tiempo que Romina había estado sin una pareja y nada le provocó más placer que saber que era el primero después de tanto tiempo.
Se hundió hasta la mitad y lentamente retrocedió para no lastimarla. Romina gimió ruidosa y se rindió sobre el mesón frente a ella. Podía sentir la frente empapada en sudor, la espalda helándosele y las piernas tiritándole.
James la cogió por las caderas y volvió a embestirla lentamente, entrando un poco más. Un par de movimientos le bastaron para saber que no sería su mejor noche.
Abandonó su coño estrecho respirando fuerte y rápido, buscando frenar el orgasmo antes de que fuera demasiado tarde. Romina se levantó y lo miró preocupada, pensando que ella era el problema.
James lo supo en cuanto vio sus ojos atiborrados de miedo e inseguridad.
La cogió por la barbilla para besarla y sin miedo a poner en duda su hombría, le dijo:
—Joder, Romina, no tienes idea de lo que me has hecho...
—¿Yo? —Su voz estaba atestada de inocencia.
James tenía la garganta seca. No pudo decir mucho. El corazón le marchaba a toda prisa y se veía incapaz de controlar las emociones que lo golpeaban.
—Me vuelves loco, no puedo controlarme y... —Escondió la mirada.
Sentía que había fallado.
Romina se rio dulce.
—No quiero que te controles, James —susurró ella mirándolo a los ojos.
A él le fascinó escucharla decir su nombre por primera vez y supo que ya no había vuelta atrás.
Las formalidades podían irse a la m****a.
James la tomó por las mejillas para besarla con dulzura y se dejaron llevar por caricas atrevidas.
Romina no pudo aguantarse. Quería tener su polla entre sus manos y deleitarse con su tacto lo que iba a devorarse.
Hola, la semana pasada les dejé muchos capis programados porque no iba a tener tiempo por trabajo, y no quería abandonarlas; y hoy vine a leer comentarios y todo eso y sorpresa, encontré que estaban muy ansiosas con la historia, así que les adelanté el capi 125, 126, 127, 128, 129 y 130. Espero que disfruten mucho de este momento de pareja entre Romy y James. Se vienen muchas sorpresas hermosas. Besos, Caro.
Le fascinó su tamaño, su largor, tanto que terminó sonriendo entre sus labios.Romina se armó de valor y tomó la iniciativa. Supo que tenía que hacerlo. James ya había derrumbado el primer muro que los separaba y le tocaba contribuir con la causa.Además, había promedio ser sujeto de prueba y necesitaba experimentar para obtener resultados positivos.Llevó a James a la sala. Él la siguió idiotizado entre la oscuridad. Caminó a su lado agarrándose la polla erecta, masturbándose para calmar la angustia que sentía.Cuando estuvieron frente a frente, Romina lo empujó suavemente por el pecho y sin palabras le pidió que se recostara en el amplio sofá.James obedeció sin chistar y gustoso la recibió cuando ella se montó a horcajadas, pero al revés.—Maldita sea, Romina... —reclamó él cuando tuvo su culo sobre su abdomen—. Quieres matarme, ¿verdad? —jadeó excitado.Romina se rio mirándolo por encima de su hombro y con su mano guio su polla endurecida a su abertura humedecida.Se lo engulló co
A Romina siempre le pesaban las decisiones impetuosas que tomaba.Era como una condena.Lo sabía, por supuesto que sí, llevaba lidiando consigo misma por casi tres décadas. Se suponía que era tiempo suficiente como para aprender a hacer las cosas bien, o al menos intentarlo, pero ahí estaba, otra vez, con las mejillas rojas y las voces de su cabeza diciéndole que sus acciones acarrearían consecuencias.La tortuosa voz mental que le hacía creer que, sus arrebatos, la conducían por el camino de la humillación: Salté sobre él en nuestra primera cita. No volverá a llamarme. Regresará a Francia con la peor opinión de las latinas. Una vergüenza al apellido López. Al menos Lily se hizo de rogar un poquito. Incluso Vicky sabría darse más valor.Eso de sobrepensar las cosas era un tema de familia y así como Lily se ponía en miles de escenarios que nunca iban a ocurrir, Romina también llegaba a esos extremos.Por suerte James supo ver las señales de humo a tiempo y acudió a ella sin que Romina
—¿No lo dice para hacerme sentir mejor? —preguntó divertida, con ese tono juguetón con Dubois empezaba a adorar.El hombre bufó.—¿Qué quiere qué haga para que me crea? —bromeó él—. Puedo colgar unos de esos anuncios en la ciudad para que sepa lo mucho que me interesa...—¿Anuncios? —rio Romy y empezó a soltarse otra vez.Dubois sabía cómo apagar las estúpidas voces que no la dejaban en paz y las que la castigaban por ser quién era.—Sí, ya sabe... “Te amo, culona” o “Nunca te olvidaré, culona. Vuelve, te extraño” —dijo él con tanta seriedad que Romina se ahogó con una risotada—. Tengo un cliente que podría ayudarme.Dubois se unió a sus carcajadas atiborradas de alegría y se asió de sus muslos con fuerza masculina, justo la contención que ella necesitaba en ese momento de duda y miedo.—Le creo —dijo ella, sonriente—, y quisiera decirle que no necesito uno de esos anuncios para saber cuánto le intereso, pero nunca nadie ha hecho algo romántico para impresionarme —susurró dejándole ve
James se rio masculino y lentamente la besó en la mejilla. Romina cerró los ojos al sentir sus labios tibios sobre su piel. Tuvo el impulso de besarlo en los labios, pero se arrepintió rápido.—¿Y cuál es el problema? —Él fue directo. Ella no supo qué responderle—. Créame, si no tuviera que regresar a la clínica, la subiría a un avión con destino a Las Vegas, para hacerla mi esposa y luego la secuestraría para llevarla a alguna isla desierta donde nadie me la pueda quitar... —¡No puede hacer eso! —chilló ella, riéndose por las locuras del hombre—. ¡No es legal! —exclamó sorprendida.James se carcajeó sarcástico y la cogió por el mentón con los dedos de forma posesiva.—¿Quiere ponerme a prueba? ¿Quiere saber de lo que soy capaz? —preguntó desafiante, y con tono arrogante le dijo—: Puedo hacerlo legal si quiero...Romina exclamó sorprendida, puesto que le fascinó lo posesivo que era y sintió que le entraba calor por todas partes.—No se casaría conmigo —respondió ella, traviesa, sabie
Julián miró la hora en el reloj de la cocina y suspiró por milésima vez.Con mueca entristecida sacó el pavo del horno y lo llevó a la mesa, para que todos cenaran en familia. Con congoja miró el puesto vacío de Romina y volvió a suspirar.—Ya, papito —Lily intentó consolarlo—. Ella está bien.—Dubois la está tratando bien —dijo Rossi para calmar los aires.—Sí, lo sé... —Julián dijo y acomodó el pavo en el centro de la mesa—. Solo me preocupa... ¿Habrá comido? Ella no se perdería este pavo por nada del mundo.Chris miró a su prometida sin saber qué decir. No quería que fuera una cena triste. Él había hecho un gran esfuerzo para que Romy pudiera acompañarlos en esa semana navideña. No quería que las ilusiones de su suegro se hicieran añicos.—Papito, Romy no va a pasar hambre, si eso piensas —refutó Lily, ofreciéndole un cuchillo largo a Rossi para que cortara el pavo—. Se pone de mal humor y tú lo sabes.—Cierto. —Julián se oyó más calmo.Rossi puso atención a sus palabras.—¿Es algo
A la mañana siguiente, un alarido femenino histérico sobresaltó a Romina, no así a James, quien dormía tan profundamente que no supo qué estaba ocurriendo.Apabullada, Romina brincó de la cama; agarró un almohadón para esconderse, para no dejar que la vieran con tan poca ropa y se encontró frente a frente con la empleada de James.La mujer debía cuidar el apartamento y limpiar lo que ya estaba limpio para complacerlo.En vísperas de navidad.Las dos mujeres latinas se miraron con sobresalto. Romina fácil entendió quién era. Por el susto había soltado las escobas y productos de limpieza por el aire.Para la empleada también fue fácil saber quién era ella. La había visto en televisión, pero no salía de su impresión.Romina cobr
James le dio una mirada a su empleada y ahogó un suspiro antes de decirle:—Te espero en mi oficina.La mujer agachó la cabeza y asintió obediente.Los gemelos se espantaron al escuchar esas palabras y se alejaron asustados. No pensaron que sus ocurrencias arruinarían todo ese día.—James... —Romina lo llamó preocupada y lo miró con pavor—. ¿Qué va a hacer? —preguntó con voz suavizada, más al ver a la empleada caminar hacia una habitación al final del recorrido.James suspiró y con mueca entristecida le acarició los labios y la barbilla. No quería que ella lo viera como a un monstruo. Sabía que podía ser mejor que eso.
Cuando James y su empleada dejaron atrás la oficina en la que habían hecho las “paces”, encontraron el apartamento en completo silencio.Romina y los gemelos ya no estaban en ninguna parte.James y su empleada se miraron liados y recorrieron el lugar sin decir mucho.—Qué extraño... —murmuró James con el ceño apretado y buscó a Romina en los cuartos que aún no estaban terminados.Encontró cajas con expedientes de sus casos, apiladas una sobre otra, hasta el techo.—Mis gemelos —jadeó su empleada cuando, con el pasar de los minutos, no los encontró en ninguna parte; empezó a registrar otra vez todas las habitaciones con desesperación—. ¡Mis gemelos! —chilló histérica y corrió a los brazos de Dubois a clamar por su ayuda.Dubois se quedó paralizado. Le costó reaccionar. Realmente no sabía qué decir, ni cómo actuar. No entendía qué demonios estaba ocurriendo. Muchas cosas se cruzaron por su cabeza.Muchas ideas contradictorias: ¿por qué Romina huiría y con gemelos? ¿Por qué se llevaría a