Se rieron maliciosas antes de lanzarlo al fuego. Lo hicieron juntas, quitándole la carga a su padre.
Todos se quedaron boquiabiertos cuando la lana ardió frente a sus ojos y se rieron emocionados cuando terminaron de quemar el pasado.
Literal.
Fue entonces cuando James supo que se había equivocado.
Se levantó con sobresalto, con la cara pálida y con un nudo en la garganta por el terrible error que había cometido; sin dudarlo mucho les dijo:
—Si me disculpan...
Y avergonzado volvió a salir por la puerta que conducía a las escaleras de emergencia.
—Señor Dubois... —Lo llamó liada.
—¡Dubois! —gritó Chris, tan perplejo como el resto de su familia.
Romy se quedó paralizada al verlo partir tan inesperadamente. Le dolió, por supuesto y también se cuestionó, pero no dejó que nada de eso le afectara.
No iba a cargar con ningún sentimiento de culpa. Nunca más.
Lily miró a Christopher de forma desconfiada y el pobre de Rossi no puso qué decir para compensar lo que acababa de ocurrir. Todo pasó tan rápido y de forma tan inopinada que, ninguno supo cómo explicarse los hechos, pero lo dejaron ir.
Era navidad. Debían centrarse en lo bueno.
Cuando los minutos transcurrieron, supieron que James Dubois no regresaría y continuaron con sus celebraciones con normalidad.
Lily buscó a su hermana con discreción en la cocina, mientras bañaba en pavo con jugo de naranjas y con cierta angustia le dijo:
—Tú no hiciste nada mal, es claro que él tiene problemas...
Romy le sonrió para darle alivio. Podía imaginar la angustia de su hermana.
Ella la había alentado y todo había resultado en un fracaso horrible.
—No tienes que...
—Romy... —Su padre dijo con cierto fastidio, interrumpiéndolas—. El señor Dubois regresó y quiere verte... —Rodó los ojos.
Las hermanas López se miraron con lio.
Romy enarcó una ceja y gruñó rabiosa. No iba a tolerar que un hombre, al que apenas conocía y al que no entendía, la subiera a un balancín de emociones.
Ya había atravesado ese camino y no pensaba volver a cruzar ese puente inestable.
Salió con arrebato de la cocina, hecha una furia latina, dispuesta a gritarle unas cuántas cosas que lo pusieran en su lugar.
Su arrebato se ahogó cuando se lo encontró de pie en el salón, y con un nuevo arreglo de flores en las manos.
—Solo le pido que me escuche, por favor —rogó James, alzando su mano para tranquilizarla.
Podía imaginarse que era fuego. Su mirada, su cabello alborotado y su andar seguro se lo decían, aun con esos ridículos calcetines navideños que llevaba a todos lados.
Romy se detuvo cuando él habló primero y le miró con cierto enojo.
—Vaya al grano —ordenó sin mirarlo.
Dubois aceptó ese castigo. Que le quitara la mirada era lo mínimo que merecía por ser tan estúpido.
—Fui un tonto, un egoísta y usted no lo merece... —dijo firme. Romy tuvo que romper su castigo cuando lo escuchó aceptar algo que ella ya había percibido. Lo miró con grandes ojos—. Le compré unas flores que no elegí, porque... —La miró con los ojos brillosos—. Porque no lo entendía... —Los dos se miraron con agudeza—. Me equivoqué y quise revertir mi error. —Le ofreció el nuevo ramo de flores con claro arrepentimiento.
No era perfecto, pero Romy supo que era sincero.
Tras ellos, Lily y Chris estaban escuchando ese nuevo encuentro con atención.
Lily le había apostado a James y Chris a Romy.
—Me trajo flores... ¿otra vez? —preguntó ella, un tanto confundida.
—No son flores corrientes, como las de esta mañana... —Se acercó cauteloso.
—No entiendo —refutó ella—. Eran rosas julietas... ¿acaso no son las flores más románticas del mundo? —preguntó con claro sarcasmo.
Lily bufó de fondo.
A James le volvió loco su sarcasmo y sonrió satisfecho al escucharlo, al sentirlo por primera vez.
—Tal vez lo sean para el resto del mundo —susurró—, pero no para usted —dijo, acercándose paso a paso, con cautela. Sabía que, poco a poco, se la ganaba un poquito más—. Estas flores las escogí para usted, porque todas me hacen pensar en su belleza... —Se las ofreció y ella las aceptó otra vez—. Sé que no es un ramo perfecto...
—No lo es —rio Romina.
Era un desastre de colores y formas.
—La vendedora de la florería dijo que era el ramo más horrible que había visto en su vida —rio él.
Los dos se rieron juntos y se miraron a los ojos cuando entendieron que acababan de compartir su primera sonrisa juntos.
—Cada flor significa algo... —dijo él, de pie frente a ella. Ya no quedaba espacio que los dividiera—. No sería muy decoroso de mi parte decirle en voz alta lo que significan, pero... —suspiró—... sé que es una mujer inteligente y sé que lo descifrará.
Romy frunció los labios para contenerse una sonrisa, pero los hoyuelos dobles aparecieron para cautivarlo. Y claro que lo hicieron. Eran como una m*****a adicción.
—Tal vez podría darme una pista... —pidió ella, con la voz suavizada.
James se ruborizó al escuchar aquella petición y sonrió malicioso.
Romy alzó las cejas al entender lo que el hombre trataba de decirle y se ruborizó también.Tuvo que bajar la mirada unos instantes, porque no podía con tanto.—No es mi intención faltarle el respeto... —James no quería que las cosas empeoraran.Romy le sonrió traviesa y miró a su hermana antes de responderle lo que verdaderamente pensaba.Lily y Chris voltearon sobresaltados al verse descubiertos y disimularon mirando las decoraciones del árbol navideño.Con un susurro ella le dijo:—Hay lugares y momentos en los que sí me gusta que me falten el respeto, señor Dubois.El hombre se quedó perplejo.Tuvo que suspirar para asimilar lo que acababa de escuchar y, aunque pensó que tendría tiempo de responder algo tan inteligente como lo que Romina acababa de revelarle, Julián se hizo presente y tuvieron que aplacar el ardor en el que empezaban a arder.—El pavo está listo —dijo Julián, con cierto fastidio en la voz—. ¿Va a acompañarnos, señor Dubois? —preguntó mirándolo con una ceja enarcada
Tras la comida, el señor López le pidió a Dubois que le ayudara con los platillos sucios.—A la cocina —ordenó Julián con poca flexibilidad.Dubois enarcó una ceja. Él sabía bien que Sasha era la empleada de Rossi, él mismo había redactado su contrato de trabajo y otros asuntos legales, por lo que le costó entender porque ella no hacía su maldito trabajo.James la miró fijamente, queriendo que ella interfiriera y lo salvara en ese momento tan tenso con alguna frase inteligente, pero de fondo vio la cara de Christopher y supo que debía hacer lo que le pedían.Rossi estaba pálido y con disimulo movía la cabeza en negativa. Solo eso le hizo entender que, Sasha no lo salvaría.<
En la cocina, James y Julián organizaron los platillos en el fregadero y los prepararon para llevarlos al lavavajillas.Los primeros minutos solo hablaron de cómo limpiar los restos de comida y de cómo separar los cubiertos y las copas para que todo se pudiera limpiar perfectamente.James siguió las ordenes de Julián al pie de la letra, aunque muy nervioso. No quería cometer ni un solo error y cuidó de no dejar en evidencia que no tenía habilidades para algo tan fácil.—Relájese —dijo Julián cuando cerraron la puerta del lavavajillas—. No voy a castigarlo, si eso cree...—No, yo... —James no supo qué decir.Era difícil.
La joven no supo cómo manejar la situación, porque, claro, no entendía esa nueva amistad que acababa de surgir entre su padre y su supuesto pretendiente.Hasta hacía una comida atrás, su padre le lanzaba miradas como cuchillos y, después de lavar los platos juntos, se lanzaban miradas cómplices que la hacían poner en duda lo que había sucedido detrás de esa puerta.—¿Y tu hermana? —preguntó Julián, terminando de retocar el orden de la cocina, su lugar favorito en toda la casa—. No me digas que ya te dejó sola...Con las mejillas rojas y aún desconcertada por los hechos, Romina miró a su padre y luego a Dubois y no dudó en decir la verdad:—Follando. Por supuesto. &mdas
Pudo sentir el ardor en las mejillas y las cosquillas en la espalda baja. Tal vez sintió otras cosas un poco más abajo, pero prefirió ignorarlas, porque no quería verse tan desesperada.—No soy un experto en la cocina.... —musitó James y miró a padre e hija por igual.—Si no me dice, no me doy cuenta —bromeó Julián.Dubois sonrió.—Pero puedo intentarlo —añadió James y volvió a fijar sus ojos en Romina.A Julián le encantó escuchar algo así. Eso era todo lo que pedía. Que alguien quisiera intentarlo con su hermosa hija.—Ya saben lo que dicen... La intención es lo que cuenta &md
Cuando Lily entró por la puerta del cuarto de su hermana, la encontró hiperventilando y caminando en círculos alrededor de su cama.Lily comprendió que su hermana estaba asustada. Después de más de un año, un hombre se interesaba en ella. Y no era cualquier hombre. Era un hombre decente, respetable y con una carrera.—Vale, vamos a calmarnos. —Lily intentó ser la hermana sensata.Romy paró de caminar como loca y se agarró las sienes para empezar a respirar profundo, una y otra vez.—¿Y si pasamos tiempo juntos y ya no le gusto? —preguntó lo primero que se le cruzó por sus tortuosos pensamientos—. ¿Y si se da cuenta de que soy aburrida, sosa, y que como mucho? —Estaba en pánico—. A los hombres no le gustan las mujeres que comen mucho y no puedo disimular o me pongo de mal humor. —Se puso más nerviosa—. Es un defecto de fábrica.Lily bufó, aunque aguantándose una carcajada. De eso ella bien sabía. No podía tener buen humor si no empezaba el día con pan y café.—Tú no eres aburrida y no
James estaba esperándola, por supuesto, más impaciente que nunca.Sonriente la recibió y, tras despedirse de Rossi y Lily, se marcharon usando el elevador.Al principio fueron en silencio y, aunque quisieron decirse muchas cosas, no encontraron la confianza ni el momento para hacerlo.Él fue cortés desde el primer segundo y le sostuvo la puerta del elevador al subir. El encierro en el elevador fue una tortura, pero los dos trataron de manejar sus emociones de la mejor forma.Por un lado, él no quería verse como un maldito obsesivo y, por otro, ella no quería parecer tan desesperada.Romy le echó miradas poco discretas a través del cristal que recubría el elevador, y él pudo sentir sus ojos oscurecidos sobre él en todo momento; y no pudo negar que le encantó.Ninguno tuvo valor para romper la tensión que sentían. Tampoco pudieron negar que les gustaba sentirla. Los mantenía temblorosos y con el corazón latiéndoles fuerte dentro del pecho.Era la adrenalina que los tenía a mil por hora
De seguro era su castigo por haber sido tan cruel.—¿Qué le hace tanta gracia? —preguntó ella cuando él no supo qué responderle.—Yo —confesó él y la miró con agudeza—. Me rio de mí mismo.Romy enarcó una ceja. No iba a negar que le enloqueció su decisión masculina y su valentía para asumir que podía reírse de sí mismo sin sentir pizca de pena.—Explíquese —exigió y retomó el camino.Él la vio caminar frente a él y dio grandes pasos para alcanzarla. Se plantó a su lado con una sonrisa y le gustó esa sensación que se le metió bajo la piel cuando descubrió que ella lo estaba esperando.Se miraron y conectaron. Fue espontáneo.—Por semanas luché con esto y míreme, perdí... Nunca había perdido. —La miró por largo rato. Ella negó liada—. Siempre creía que lo que sentía por usted era lástima, pero ahora sé que fue una lucha en vano, porque estoy aquí, con usted...—¿Disculpe? —preguntó ella, ofendida.—Usted sabe lo que dicen de mí y no es falso, soy un maldito sin corazón, incapaz de antep