102

No sé rio en su propia cara porque no quería seguir ofendiéndola, pero la sonrisa socarrona la tuvo hasta que vio el ramo terminado.

Solo allí aterrizó y tuvo que enfrentarse a la verdad, a lo que estaba haciendo.

¿En serio iba a enviarle flores a Romina? ¿Con que excusa?

—Un ramo de rosas julieta. No hay nada más perfecto sobre la tierra —explicó la mujer, ofreciéndole el ramo.

Se marchó tras pagar y tuvo que detenerse en una cafetería para pensar con un café en la mano.

El hombre más metódico del mundo, convertido en un impulsivo que abandonaba la lógica para comprarle flores a una mujer a la que ni siquiera conocía.

El informe que había leído de ella no era ella. Eso era una ilusión. Algo que ya no existía.

Volvió a repetirse que todo era lástima, pero la excusa que buscaba no tenía raciocinio cuando recordaba que se había enfrentado a casos más horribles y nunca había sentido nada. 

Mientras James se debatía y luchaba con lo que Romy había despertado en él, Christopher recibió un llamado privado proveniente de la clínica en la que Romina se recuperaba.  

Sasha le informó cuidadosa y él salió a atender el llamado sin preocupar a su suegro.

—Rossi, lamento arruinar tus vacaciones... —Era el psicólogo de Romina, su viejo conocido.

—No, tranquilo —respondió Rossi, preocupado por su sorpresiva llamada—. ¿Todo está en orden? —preguntó liado.

—La verdad, no lo sé —se rio el psicólogo de Romina—. No sé qué está pasando... tu abogado nos llamó... dijo que iba a desmembrarnos y...

—¿Qué? —Chris lo interrumpió.

Pudo sentir la respiración entrecortándosele. No sabía qué estaba ocurriendo.

—Tu abogado —confirmó—. Nos llamó hace una hora.

—No entiendo... —Chris estaba en el limbo, atrapado en una situación que no comprendía.

—Se filtró información de la señorita López —explicó el psicólogo con la voz afligida—. Investigaremos quien lo hizo y tomaremos cartas en el asunto, pero creo que la demanda no es necesaria... —Trató de persuadir a Rossi, creyendo que él estaba detrás de todo.

Rossi lo comprendió todo. No le quedó de otra que mentir.

—Hablaré con mi abogado. Solo fue una amenaza... —dijo Rossi, sin saber qué más decir—. Que tengas una buena navidad.

Se despidieron corteses y, al terminar, Rossi cogió su teléfono y lo encendió para llamar a Dubois.

En la cafetería, Dubois se metió al cuarto de baño para refrescarse.

Se miró en el espejo buscando entenderse, pero no sabía que buscaba, así que no obtuvo ninguna respuesta que fuera clara, directa.

Abandonó la cafetería llevando el ramo en la mano.

Atendió una llamada. Era la mujer con la que viajaría a Montana. La pobre lo estaba esperando en el aeropuerto, impaciente porque llegara y nerviosa porque la hora del vuelo estaba cerca.

Se le dificultó decirle que no iría, porque no tenía ninguna excusa válida para quitársela de encima, así que le mintió:

—Tengo que trabajar, pero ve tú y...

—No quiero ir sin ti —refutó ella, al teléfono—. Voy a quedarme para acompañarte y...

—No, no te quedes por mí —insistió él. No quería que la mujer arruinara sus fiestas por él, puesto que él no había pensado en ella. Nunca lo hacía—. Yo estaré bien.

—Pero... —La mujer quiso refutar.

Pero él terminó la llamada. No tenía tiempo para eso, además, tenía una segunda llamada entrante: Christopher Rossi.

—Mierda. —James apretó los dientes al contestar—. Rossi... —dijo con su tono serio.

—Por fin te dignas a atender... —dijo Rossi con la voz cargada de fastidio—. Acaban de llamarme de la clínica y...

James apretó los ojos y pensó, pensó muy bien en lo que iba a decirle.

Regresó a escuchar a Rossi de fondo:

—¡Maldita sea! ¿Qué fue todo eso? Ellos tratan de ayudar a Romina y tú los amenazas... esto podría tener consecuencias sobre su tratamiento.

James explotó también:

—¡Ellos filtraron información de un paciente! ¡Y no es cualquier paciente! ¡No es legal lo que hicieron!

—No me digas —respondió Rossi, sarcástico—. Necesito que me digas qué m****a está ocurriendo, Dubois.

—No sé de qué hablas. —James se mantuvo firme.

Rossi estaba furioso, pero trató de mantenerse calmo.

—Romina... —insinuó Chris.

—¿Qué ocurre con ella? —preguntó James, con la voz temblorosa.  

—No sé, tú dime. Vienes a mi pent-house, acutas como el maldito señor Darcy, huyes, ahora la defiendes sin que nadie te lo pidiera... usas mi maldito nombre y...

—No sé quién m****a es el señor Darcy, pero yo no usé tu nombre —peleó James—. Fue mi amenaza.

Rossi se rio. Eso era todo lo que necesitaba saber.

—Lo sabía, maldito... —Se rio Chris.

James se puso pálido cuando se vio atrapado en el engaño de un cliente.

Lo había subestimado.

—Mierda. —James jadeó al verse expuesto. Los dos se quedaron callados unos segundos por la línea. A James no le quedó de otra que aceptar la verdad—: no sé qué m****a me pasa, ¿sí? ¡Le compré flores! ¡Flores de cuatrocientos dólares!

Christopher se carcajeó fuerte, tan burlesco que se ahogó con su propia saliva.

Se tuvo que calmar cuando escuchó los reclamos de Dubois a través de la línea y supo que no estaba siendo un buen amigo.

Bueno, la verdad era que no sabía si él y su abogado eran amigos, pero si a Dubois le atraía Romina, la hermana de su prometida, el pobre necesitaría un guía en ese camino a la perdición.

Porque eso eran las hermanas López...

Una m*****a y bendita perdición.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo