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James se adelantó para abrirle la puerta a Romina, quien iba caminando primero y tan apresurada que James supo que lo estaba evitando.

—Déjeme ayudarla —dijo, sosteniéndole la puerta.

Liada, ella le miró por un instante que para él fue eterno, pero no le dijo nada. Se limitó a escabullirse hasta el elevador.

Tras ella, Lily la excusó:

—Discúlpela, nunca un hombre fue caballeroso con ella.

James se quedó con esa frase pegada en la cabeza. ¿Caballeroso? ¿Acaso él sí?

Subieron los tres al elevador sin decir ni una sola palabra.

Lily iba sonriente. Sabía que la segunda visita de James no era mera coincidencia.

Pero, por otro lado, Romy y Dubois estaban tensos. Ella aun recordaba su extraña visita de la mañana y él sentía que le faltaba el aire.

El encierro lo obligaba a conocer el aroma de Romina y no sabía si estaba preparado para hundirse más en lo que una muchacha con estabilidad cero le estaba causando.

Lily presionó la tecla de su piso y, apenas las puertas se cerraron, fijó sus ojos en James y le preguntó:

—¿A qué piso va, señor Dubois?

En una esquina del elevador, Romy miró a su hermana con los ojos entrecerrados. Aunque se esforzaba, no sabía que buscaba Lily en Dubois.

James se puso colorado.

—Al mismo —respondió.

Lily enarcó una ceja y la mueca incómoda no se la quitó con nada.

Con tono sarcástico lo encaró:

—Supongo que esas flores no son para mi prometido.

Romina se rio. James la miró directo y ella se sintió tan acorralada bajo su mirada verde que es escondió detrás de su crecido y ondulado cabello.

Era la risita más adorable que había escuchado, natural, delicada. Y con premio doble: dos hoyuelos en vez de uno.

Su m*****a risita burlesca le dio valor para enfrentarse a su hostigosa hermana.

—¿Qué está insinuando, señorita López? —preguntó tajante.

—Nada, señor Dubois —se rio Lily—. Solo me preocupa que intente coquetear con mi prometido...

—¿Insinúa que soy...?

Romina volvió a reírse y tuvo que sacudir la cabeza para quitarse las ocurrencias de su hermana.

Como tenía poca paciencia y también quería saber qué hacia ese hombre ahí, otra vez, fue directo al grano:

—Lily solo quiere saber porque está aquí... —Romy lo miró a la cara—... otra vez —dijo firme con tono ácido y Dubois se quedó paralizado—. Y con esas flores... —Rodó los ojos. El hombre se quedó boquiabierto—. La está haciendo dudar de la masculinidad de su prometido... —se rio.

—¡Oye! —peleó Lily, pero riéndose—. Mi hombre no tiene masculinidad frágil, si eso estás insinuando. —Lo defendió orgullosa.

Romy volvió a rodar los ojos.

Las hermanas siguieron discutiendo sobre la masculinidad frágil, conforme James las escuchó de fondo y supo que no podía quedar expuesto como un cobarde de masculinidad frágil que escondía sus emociones, débil e inseguro.

Se armó de valor y buscando la mirada de Romina, le dijo:

—No son para Rossi... —Las interrumpió en la mitad de su pelea—. Estas flores son para usted, señorita López.

Romy y Lily lo miraron al mismo tiempo y con grandes ojos. Las muecas de horror fueron evidentes.

—Giro en la trama —se rio Romy, pensando que eran para Lily y miró a su hermana con mueca divertida.

Confundida, y tal vez adulada por alguien inadecuado, Lily se señaló a sí misma con la mano, queriendo entender sí le estaba hablando a ella.

A James le tocó aceptar la verdad en voz alta:

—Con todo respeto, Lilibeth —suspiró tenso. Lily se paralizó cuando creyó que se iba a declarar y que nunca más iba a poder mirarlo a la cara—... me parece una mujer muy afín, pero no es usted la dueña de mis pensamientos, sino, su hermana... —Miró a Romina complicado.

Lily encargó las cejas mostrando clara sorpresa. Se cruzó de brazos sobre el pecho con una divertida mueca en la cara le dijo a su hermana:

—Este si es un giro en la trama...

Romy se quedó paralizada, sin saber qué decir y por inseguridad se tocó el pecho, puesto que no se convencía de que el hombre le llevara flores tan hermosas y dijera que ella era la dueña de sus pensamientos.

Eso no tenía lógica.

—Sí, para usted. —James susurró calmo, porque ya no quería asustarla y dio un paso cerrado hacia ella.

Romy retrocedió timorata cuando lo tuvo cerca y, apenas las puertas del elevador se abrieron, se bajó corriendo, asustada por la cercanía masculina.

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