—¿Acaso ese hombre te dijo algo, Romy? ¿Algo que te ofendió? —El señor “L” estaba a la defensiva.
No iba a permitir que lastimaran a su niña otra vez.
Romy le miró asustada. Siempre tenía respuesta para todo, pero no para eso.
Titubeó otra vez.
—¿Romy? —Lily empezó a preocuparse.
Y si Lily se preocupaba, Christopher entraba en alerta.
—Solo... —Los miró a todos con terror y le dio vergüenza reconocer la verdad frente a ellos, pero supo que no era normal y les dijo—: dijo que estaba aquí por... ¿mi? —Fue una pregunta nerviosa, porque ni siquiera ella estaba segura de lo que estaba diciendo.
Rossi arrugó el ceño y su mueca incómoda fue tan evidente que se tuvo que levantar de la mesa.
—¿Christopher? —Lily lo llamó confundida y se tuvo que levantar para ir tras él.
Lo llamó otro par de veces, pero él no respondió. Iba caminando firme a su oficina.
Cuando entraron a la oficina, ella le miró perpleja, pero Chris no le dio tiempo de hacer preguntas cuando levantó el teléfono para llamar a su abogado y averiguar de inmediato qué m****a quería con Romina López.
Lily estuvo tensa admirándolo. Podía apostar que pocas veces lo había visto así, siendo el macho defensivo que toda mujer necesitaba.
—Dubois... —Quiso hablar, pero pronto comprendió que era su contestadora—. Vaya, nunca me había tocado hablar con tu contestadora —dijo sarcástico. Lily le miró con grandes ojos—. Necesito una explicación —requirió—. ¿Por qué Romina dice que viniste a verla? ¿Qué quieres con ella? —Sus preguntas se oyeron determinantes—. Romina es la hermana de mi mujer, así que si te metes con ella... —El pitido del tiempo se oyó y Rossi se apresuró a decir—: Llámame cuando oigas esto. Necesito una m*****a explicación.
La llamada terminó.
Rossi dejó el teléfono en el escritorio y miró a Lily aun con furia por su arrebato. Trató de calmarse.
Ella le sonrió coqueta.
—¿Tu mujer? —preguntó y rodeó el escritorio con paso seductor.
Rossi la miró con los ojos oscurecidos y no se aguantó comerle la boca. La cogió con salvajismo por la nuca y la besó con lengua. Le lamió la comisura de los labios para probar el azúcar molida de su boca mientras la manoseó con tal descaro que, cuando Romy apareció por la puerta, queriendo averiguar qué estaba pasando con el abogado, pegó un grito que asustó a todos.
De fondo, su padre gritó:
—¡Bienvenida!
Todos se rieron y Lily salió a contener a su hermana con la cara roja y toda babeada por su hombre.
Se limpió la comisura de los labios mientras fue tras ella.
—Lamento que vieras eso...
—Oh, no lo lamentes —se rio Romy y la abrazó dulce—. ¿Qué está pasando con el abogado? —preguntó nerviosa.
Lily supo que el tema le estaba causando ansiedad y cogió su mano y la llevó hasta el armario espacioso que tenía. Se metieron entre los colgadores vacíos, cerraron la puerta y se sentaron en el piso para hablar.
Como en los viejos tiempos.
—Nada. —Lily fue natural—. Rossi lo llamó y le dijo que si se metía contigo, se metía con él. —Romy abrió grandes ojos. Ella no quería que la cosa se saliera de control—. Ya sabes, esas típicas peleas en las que los hombres se miden el pene.
Romy se rio, abrazó sus piernas y tuvo que preguntarle:
—¿Qué crees que quería?
Lily no sabía qué responderle. No quería mentirle, porque no tenía idea qué demonios le estaba pasando al pobre señor Dubois.
—Bueno... —Lily pensó en algo sensato—. Tal vez quería decirte algo por la fiesta de ayer. Tengo entendido que él fue el que investigó todo lo relacionado con tu hijo... —La miró con cierta angustia—, tal vez se olvidó de darte algo, no sé.
Romy formó una “o” con sus labios y trató de tranquilizarse.
—Bueno... —se rio—. Eso explica muchas cosas.
Lily vio a su hermana relajarse. La pobre solo necesitaba un poco de seguridad. Ese tipo de ansiedad e incertidumbre la volvían loca y desmejoraban el camino a su recuperación.
—¿Dubois dijo algo más o...? —Lily quiso saber.
Tenía una curiosidad terrible.
Romy apretó el ceño y negó.
—No... —Romy la miró confundida—. ¿Siempre es así de extraño? —preguntó aguantándose una risa—. O torpe... —dijo, tratando de no parecer tan... interesada.
Lily sonrió al percibirla más relajada.
—No, es un monstruo —se rio Lily. Romy retrocedió asustada al escuchar aquello—. Digo... en su trabajo. Chris siempre dice cosas como: Dubois te va a despedazar, va a venderte por partes en el mercado negro o, mi favorita... —Se rio Lily, sintiéndose culpable—: Dubois va a arrancarte la cabeza con los dientes y te dará de comer a sus cocodrilos.
Romy se rio fuerte.
—Dios, cuánta violencia. —Siguió carcajeándose sin control—. ¿En serio tiene cocodrilos?
Lily se carcajeó con ella.
—No me sorprendería si los tuviera y que los alimentara con carne humana —dijo Lily, haciendo referencia a los locos que estaban los hombres.
Las hermanas se rieron sin parar.
Desde afuera, Rossi escuchó eso y se alivió. A su lado, con una mueca de orgullo, Julián estuvo feliz de tener a sus dos niñas de regreso y se llevó al señor Rossi a la mesa, para que continuaran disfrutando de la comida fabulosa que habían preparado.
Christopher era un caballero en formación. Siempre pensaba en todos los detalles y, cuando vio los chocolates calientes de Romy y Lily enfriándose, los acomodó en una bandeja, con algunos pasteles y los panes que no habían terminado de comerse y se los llevó hasta su escondite en el armario.
Puso la bandeja en el piso y dio un par de golpecitos.
Se marchó, a sabiendas de que su prometida estaba feliz con su hermana de regreso.
Las chicas estuvieron felices de tener su desayuno allí y Lily supo que ese acto de amor era de Christopher. Suspiró más enamorada que nunca.
Las hermanas hablaron de la boda, de la terapia, de la venta de la casa, del destino de Vicky. Se pusieron al día mientras disfrutaron del desayuno.
—¿Te diste cuenta de que el papá aún tiene el chaleco que mamá le tejió? —preguntó Romy, acostada en el piso del armario.
La alfombra era cómoda y el armario muy cálido.
Acostada a su lado, Lily puso mueca entristecida.
—El de renos... Sí, se lo vi.
Romy le miró traviesa y se giró para apoyarse sobre su codo y mirar a su hermana a la cara.
—Vamos a comprarle uno nuevo y quemamos ese —dijo Romy con malicia.
Lily se rio porque le encantó esa loca idea de salir a buscarle un nuevo chaleco a su padre.
No se pudo contener y añadió:
—Y uno para Sasha, que no tiene nada navideño... se ve tan... pálida —se rio.
Se emocionaron y se prepararon para salir.
Se cambiaron de ropa y a las diez ya estaban recorriendo las calles nevadas, cogidas por el brazo y disfrutando de ese tiempo juntas.
Dubois se preparaba para viajar a Big Sky, Montana, para pasar la navidad con una de las mujeres que se acostaba de vez en cuando.No tenía familia con la que pasar las fiestas. Acostumbraba a pasarlas solo en su apartamento o a trabajar, pero después de lo que Rossi le había dicho por la mañana, no pensaba trabajar ni un solo día.Eso le había removido algo que creía tener olvidado.Cogió la maleta y su abrigo y le dio una mirada fría a la mujer de la limpieza. Ella se quedaría allí un par de días, vigilando que todo estuviera en orden.La mujer lo vio alistándose para partir y se quedó de pie frente a la televisión, sosteniéndose en la escoba. Estaba mirando un programa de chismes que siempre la acompañaba en sus mañanas de limpieza.Dubois la miró con cierta arrogancia y rodó los ojos antes de llamar el elevador.—Las visitas están prohibidas. Eso incluye la familia —ordenó antes de que el elevador llegara.Sabía que la mujer acostumbraba a llevar a sus hijos y a sus hermanas. Se c
No sé rio en su propia cara porque no quería seguir ofendiéndola, pero la sonrisa socarrona la tuvo hasta que vio el ramo terminado.Solo allí aterrizó y tuvo que enfrentarse a la verdad, a lo que estaba haciendo.¿En serio iba a enviarle flores a Romina? ¿Con que excusa?—Un ramo de rosas julieta. No hay nada más perfecto sobre la tierra —explicó la mujer, ofreciéndole el ramo.Se marchó tras pagar y tuvo que detenerse en una cafetería para pensar con un café en la mano.El hombre más metódico del mundo, convertido en un impulsivo que abandonaba la lógica para comprarle flores a una mujer a la que ni siquiera conocía.El informe que había leído de ella no era ella. Eso era una ilusión. Algo que ya no existía.Volvió a repetirse que todo era lástima, pero la excusa que buscaba no tenía raciocinio cuando recordaba que se había enfrentado a casos más horribles y nunca había sentido nada. Mientras James se debatía y luchaba con lo que Romy había despertado en él, Christopher recibió un
James se quedó de pie frente al edificio en el que Rossi vivía.Desde la acera del frente lo miró con terror y supo que nunca había tenido tanto miedo como en ese momento.Su cliente lo había invitado a subir, con la excusa de “solucionar algunos pendientes”, pero la verdadera intención era que empezara con el pie derecho con Romina y, si todo salía bien, se quedara a cenar con ellos.Era un ganar - ganar, o al menos eso había dicho Rossi.Las dudas lo asaltaron cuando supo que, una vez allí, no tendría escapatoria.Recordó lo sucedido en la mañana y arrepentido se lamentó por haber sido tan cobarde. Se había expuesto frente a Romina como un maldito loco.En esos minutos, mientras se buscaba las pelotas que se le habían escondido por el frío y se armaba de valor para subir al pent-house de Rossi, se dijo a sí mismo que Romina solo era una mujer más a la que conquistaría como a muchas otras, y a la que llevaría a la cama para terminar con esa maldita angustia de una buen vez.Se lo dij
James se adelantó para abrirle la puerta a Romina, quien iba caminando primero y tan apresurada que James supo que lo estaba evitando.—Déjeme ayudarla —dijo, sosteniéndole la puerta.Liada, ella le miró por un instante que para él fue eterno, pero no le dijo nada. Se limitó a escabullirse hasta el elevador.Tras ella, Lily la excusó:—Discúlpela, nunca un hombre fue caballeroso con ella.James se quedó con esa frase pegada en la cabeza. ¿Caballeroso? ¿Acaso él sí?Subieron los tres al elevador sin decir ni una sola palabra.Lily iba sonriente. Sabía que la segunda visita de James no era mera coincidencia.Pero, por otro lado, Romy y Dubois estaban tensos. Ella aun recordaba su extraña visita de la mañana y él sentía que le faltaba el aire.El encierro lo obligaba a conocer el aroma de Romina y no sabía si estaba preparado para hundirse más en lo que una muchacha con estabilidad cero le estaba causando.Lily presionó la tecla de su piso y, apenas las puertas se cerraron, fijó sus ojos
Lily suspiró entristecida al ver la respuesta de su hermana ante la llegada de un nuevo interés romántico y dejó caer los hombros cuando entendió que, pese a que las heridas de la partida de su hijo estaban curándose, las heridas del corazón seguían allí, tan latentes que no había tolerado la idea de aceptar flores de un desconocido.—Si dije algo que la ofendió... —James tuvo que excusarse.Lily sacudió la cabeza para que no dejara de alimentar sus ilusiones.—No, no... —repitió nerviosa y suspiró cuando no supo cómo explicarle las cosas—. Déjeme hablar con ella y...—¡Dubois! —Rossi apareció justo a tiempo para darle la bienvenida—. Amor, por favor, no tortures al pobre señor Dubois, que está en una crisis pre-López y necesita asistencia —bromeó.Lily los miró a los dos con angustia.—Christopher... —Ella quiso advertirle.—¿Y Romina? —preguntó Chris cuando no vio a su cuñada y con la mirada la buscó en la sala. Cuando percibió la tensión, preguntó—: ¿Todo está en orden?Lily levant
A Julián le tomó unos instantes procesarlo. Volvió a mirar al hombre frente a él con agudeza y luego vio las flores que aun sostenía en su mano. No iba a negar que eran hermosas y que era un gesto noble llevarle flores a una dama.Suspiró cuando entendió que no iba a poder proteger a Romina para siempre, además, ella merecía ser feliz, justo como Lily lo era.Tenía miedo, por supuesto. La había soltado una vez para pudiera volar libre, pero se la habían herido y aun no terminaba de curarle las alas. Con los ojos brillantes se plantó frente a él y le habló de hombre a hombre:—Mi Romina ha sufrido mucho y yo no la traje al mundo para que sufriera. —James se quedó paralizado al escucharlo. El dolor de padre no se igualaba a ninguno que hubiese escuchado antes en sus años de carrera—. Quiero verla feliz, y si usted... —Julián bajó la mirada para pensar bien en sus palabras. No podía decirle: si usted “cree” que puede hacerla feliz, porque no quería desfavorecerlo, así que le dijo—: Si u
Algunas semanas atrás...El hombre dejó su oficina temprano ese día.Quería pasar un par de horas en el gimnasio y cumplir a su cita con el médico.Llevaba semanas postergándolo, porque, en el fondo sabía la verdad de sus problemas y no estaba listo para enfrentarse a ellos.Llevó su coche a lavar y esperó dentro del auto para seguir trabajando. Su asistente se había tomado un par de días libres porque su hijo había enfermado por tercera vez en menos de un mes.Encendió la computadora y trabajó mientras le enceraron y pulieron la carrocería de su mercedes.La constante ausencia de
En casa se encontró con la mujer que limpiaba y cocinaba.Apenas salió del elevador, los hijos de su empleada corrieron a saludarlo. Él caminó sin siquiera mirarlos, mientras ellos gritaron a sus pies y le hicieron preguntas que no le interesaba responder:—¿Encerró a mucha gente hoy?—Mi mamá dice que usted siempre gana. ¿Es Dios?—No, mejor que Dios...—Dios era pobre.—No de espíritu.—El espíritu no paga cuentas.Dubois caminó hacia la mujer y con agudeza le repitió:—Te dije que no los quiero aqu&ia