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Para la tarde, todos se prepararon para el intercambio de regalos.

Christopher se vistió elegante y esperó a que las hermanas López estuvieran listas.

Si bien, el intercambio familiar solían realizarlo un par de días antes de la navidad, con una cena hogareña hasta la madrugada, Rossi había torcido un poco la tradición López para hacerla más a su estilo.

Para esa ocasión especial, Rossi le pidió al conductor de Revues que los llevara hasta el hotel en el que se celebraría su fiesta privada.

Lily nunca dudó de lo que estaba ocurriendo y, después de una noche de pesadillas, tuvo alivio al saber que Chris si había preparado algo especial.

Pero todo cambió cuando llegaron al hotel y se encontraron con una fiesta infantil.

Una fiesta navideña, pero infantil.

La decoración era preciosa, no iban a negarlo. Un enorme árbol navideño al centro del salón atraía todas las miradas. El lugar estaba repleto de Santas, duendes y muchos obsequios, también mucha comida.

Decenas de mesas bordeaban el salón luminoso. Los villancicos eran ensordecedores, pero no más que las risas y grititos infantiles provenientes de todas partes.

Camas elásticas, puentes colgantes, muros para escalar, cabinas fotográficas. Todo el lugar estaba rebosante de vida juvenil y fresca.

—Creo que no tenemos edad para esas camas elásticas —bromeó Lily, confundida.

—Nos llegó tarde la invitación... como veinte años tarde —se rio Romy, mirando a los niños tan felices que, el corazón se le encogió un poco.

—¿Solo veinte? —Se rio su padre.

Rossi se plantó entre ellas y con sus brazos largos las tomó a las dos, una en cada lado y con diversión les dijo:

—Estamos en el lugar correcto. —Chris apuntó la puerta.

En la entrada, un letrero negro y dorado citaba: “Fiesta navideña de Christopher Rossi”.

Lily lo miró con los ojos entrecerrados. Bien sabía que todo eso no era coincidencia. ¿Por qué Christopher se tomaría tantas molestias con una fiesta infantil? ¿Por qué invitarlos a ellos?

—Christopher... —Ella se puso tensa.

—Es una sorpresa, mi amor —le dijo él y la besó rápido en la mejilla para llevarlos junto al árbol.

Lily reconoció al abogado de Rossi. Estaba de pie bebiendo champagne con esa cara seria que decía: “los odio a todos”. Elegante, como siempre, con ese porte indiscutible que atemorizaba a cualquiera.

En cuanto los vio, sonrió a gusto.

—Señor Rossi —lo saludó cortés y estrechó su mano—. Señorita López. —La besó en la mejilla y miró al resto de los acompañantes con curiosidad.

Fijó sus ojos rápidamente en Romy y esquivó su mirada con ligereza.

—Mi familia —presentó Christopher con orgullo.

El abogado le miró con una ceja enarcada. No iba a negar que estaba sorprendido.

—Interesante...

—No soy el robot que crees que soy —bromeó Chris—. Mi suegro, Julián; Sasha, amiga de la familia; y Romina, la hermana de Lily.

El abogado miró a Romy con agudeza. Supo de inmediato quién era y pensó rápido. La fiesta era para ella. Tragó duro para dejar de lado los sentimientos confusos que lo nublaban.  

—Es un gran honor conocerlos a todos —respondió el abogado, tajante.

Todos le sonrieron con gusto, incluida Romina, quien percibió la intensa mirada del hombre y prefirió evitarlo. No se sentía muy a gusto, puesto que no entendía qué estaba ocurriendo.

El silencio fue tenso. Rossi se le quedó mirando con curiosidad, esperando a que actuara, pero el abogado estaba absorto en Romina.

—¿Y? —Rossi le reclamó—. ¿Qué tienes para mí?

—Sí. —Jadeó tenso y con torpeza se abrió el saco para buscar el sobre que tenía para él—. Todos respondieron y la asistencia es completa.

—¿Todos están aquí? —preguntó Christopher, esperanzado y miró a su alrededor con grandes ojos.

Lily escuchó todo intrigada e imitó a Christopher, mirando a todas partes, pero sin saber qué demonios buscaban. O a quién.

—¿Quiénes? —preguntó Lily, curiosa y confundida.

Christopher sonrió y le agradeció a su abogado por tan minuciosa labor.

—Es una sorpresa, pequeña diablilla curiosa —le dijo Rossi a su prometida y la besó frente al árbol navideño.

Ella se sintió terriblemente tentada de hacerle una escena infantil, pero se acordó que no era una niña malcriada y que amaba las sorpresas.

Cuando terminaron de besarse, descubrieron que Romy y Sasha se habían alejado para tomarse fotografías en las cabinas especiales y registrar ese momento especial.

Julián conversaba con Santa. Le reclamaba por su último regalo con tal convicción que Christopher tuvo que ir a ayudarlo.

—Sí, Santa, él quería una televisión con altavoces incluidos... has bien tu trabajo —le reclamó Christopher, ayudando a su suegro.

Se rieron cómplices y se fueron riéndose como dos críos tontos.

Lily tomó una copa con licor para disfrutar de la fiesta mientras caminó entremedio de todas esas familias que asistían allí con sus hijos.  

Tras algunos minutos, se reunieron otra vez junto al árbol, sonrientes e impacientes por comenzar con su tradición.

Christopher sabía que la familia estaba muy confundida por los evidentes cambios y para dejar la tensión a un lado, les dijo la verdad, el matemático motivo por el que estaban allí:

—Seré el primero, porque sé que mis acciones han causado un poco de confusión en esta tradición en la que me han aceptado —dijo con transparencia.

Todos le sonrieron.

—Cuando leí el nombre de mi amigo secreto, tuve miedo, no voy a negarlo —dijo él y todos le miraron con tanta atención que se dejó llevar con confianza—. Sabía que ningún obsequio material llenaría el vacío ni la haría sentir completa, así que quise hacer algo especial para ella —continuó y fijó sus ojos en Romina.

Ella le miró con pavor y se tensó tanto que, apretó los hombros y empuñó sus manos.

—¿Yo? —preguntó ella, temblorosa.

—Sí, Romina, eres mi amiga secreta y esta fiesta es para ti —le dijo y le ofreció el sobre que el abogado le había entregado antes.

Romina respiró entrecortado, confundida, y aceptó el sobre con el pulso tembloroso.

Lily aplaudió emocionada, pero tan confundida como todos y se acercó a Romy para ver el contenido del sobre.

Romina abrió el sobre tiritando. Encontró un certificado y apenas leyó las primeras dos líneas, empezó a llorar.

Lily leyó también y se quedó perpleja mirando a Christopher. Luego, miró a su alrededor y al ver a todos esos niños felices, llenos de vida, se echó a llorar junto a su hermana.

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