Ese era el último día de trabajo antes de que comenzaran las vacaciones navideñas.
Lily tenía que terminar antes de las cinco, así que empacó todos los artículos, “El Libro”, las sesiones de fotografía pendientes de registro y las computadoras y las envió al pent-house en el que vivía con su prometido.
Envió a July, porque era la única en la que confiaba y quien amaba a “Craze” con su vida. Siempre protegería el tesoro, costase lo que costase, en ese caso... El Libro.
Si bien, tendrían dos semanas de descanso, en casa seguirían trabajando. Con pijamas navideños estampados, junto a la chimenea y muchas tazas de chocolate caliente y trozos de tarta, pero seguirían escribiendo, editando y preparando el número navideño.
Christopher seguía encerrado en la sala de juntas, con su padre y Marlene. Discutían sobre la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano, la que se acercaba con fiereza.
Los eventos eran tan rápidos y las exigencias de los organizadores tantas que, debían aclarar cuanto antes los presupuestos y las nuevas contrataciones que realizarían para cubrir toda la demanda.
Lily preparó café y se los llevó sin decir ni una sola palabra.
No quería ser causal de interrupción, así que entró tan silenciosa que apenas notaron su presencia.
Dejó las tazas con café y se retiró. De reojo miró la pizarra en la que apuntaban sus avances y supo que sería una noche larga.
Podía apostar que no saldrían del edificio de Revues hasta que terminaran de cerrar cada pendiente. Y, de seguro nadie quería llevarle la contraria a Connor Rossi.
Tenía que ir a comprar el regalo del intercambio antes de que las tiendas cerraran, pero no quería interrumpir a Christopher para decirle algo así.
De seguro Marlene le daría un discurso ofensivo sobre separar el trabajo y la vida privada, así que tuvo que conformarse con enviarle un mensaje privado, confiando que lo leería en cuanto tuviera un momento.
“Señor Rossi, saldré a por la cena y a buscar el regalo para el intercambio de amigo secreto”.
Lily se quedó mirando por los cristales. Por dentro rogó que Chris mirara su teléfono, pero eso no fue necesario, porque el hombre recibió la notificación en su reloj de pulsera.
Sonrió y asintió; la miró de reojo para que supiera que estaba al tanto de sus movimientos.
Lily le lanzó su beso y salió corriendo del edificio. Apenas dejó el elevador, llamó a su padre:
—Papito, envié a July a casa...
—Sí, ya está aquí —le dijo su padre en cuanto recibió su llamada—. ¿Estás bien? ¿Estás corriendo? —preguntó preocupado.
—Sí, sí —jadeó ella, corriendo por la calle congelada y sintiendo los copos de nieve cayéndole en la punta de la nariz—. Contra el tiempo...
—Lily, está nevando... por qué no pides un taxi o puedo ir a buscarte en el Rolls del señor “R”... —le dijo su padre, preocupado de que se enfriara y se resfriara.
No era época para resfríos. Era una época de fiestas, comida deliciosa y engordar.
—Papito, estoy bien... créeme, corriendo no siento pizca de frio —jadeó al llegar a una esquina y agradeció que el semáforo estuviera en rojo para poder respirar—. ¿July llegó bien? —preguntó queriendo cambiar de tema.
El señor “L” se rio.
—Llegó congelada, así que le serví chocolate caliente y un trozo de tarta de manzana... —le respondió su padre con cierto orgullo—. Que niña tan flaca —le cuchicheó por la línea—. ¿Le pagarán lo suficiente para que coma bien? —Estaba verdaderamente preocupado—. Tal vez tenga que hablar con el señor “R”...
—Papá... —Lily le interrumpió y se rio—. Le pagan lo suficiente, pero comer es una elección no prioritaria para ella. Su elección es vestir bien.
El señor “L” miró a July con intriga. Puso cara de espanto.
—Mija... ¿a eso le llaman vestir bien ustedes, los jóvenes? —Pensó en voz alta sin dejar de mirarla.
Vestía un minivestido de estampado de revista, con tela sobrante que le colgaba al lado de los muslos.
Aunque el señor López estaba seguro de que no debían ser llamados muslos, sino, patas de gallina. Huesos sin carne. Chupar sin masticar.
—Su vestido está roto...
Lily se carcajeó.
—Es un Versace, papá, de cuatrocientos dólares —le explicó ella.
—Dios mío, que mal gusto —respondió su padre y Lily se carcajeó fuerte mientras corrió por la calle sin perder ni un solo segundo.
Padre e hija se despidieron unos minutos después. Lily se preocupó de que las cosas que había enviado de Revues estuvieran a salvo bajo la protección de los suyos.
Tras eso, sintió alivio para continuar con sus deberes.
Buscó el regalo para su amigo secreto y escogió un envoltorio especial; después pasó por un restaurante para recoger la cena y, tras eso, regresó a Craze completamente congelada.
Lo hizo justo a tiempo. Agradeció la calefacción que rápidamente la hizo sentir mucho mejor y no vaciló en correr al comedor para preparar café y la cena para quienes seguían en la reunión.
Llevó la cena otra vez sin decir nada. Supo que estaban hambrientos cuando dejaron de hablar y prestaron atención a los platillos que ella había escogido.
Connor miró el pavo con curiosidad y quiso montarse un sándwich, pero no tenía muchas habilidades.
A Lily le nació natural preguntarle:
—¿Quiere ayuda?
El hombre la miró con poca cortesía y aceptó su ayuda sin decir nada.
Lily le montó un sándwich con clara habilidad. Le puso capas de todo lo que él le pidió y, al terminar, le puso un chorro de mostaza especiada y aros de cebolla.
Connor sonrió y no dijo nada para corresponderle su gratitud de prepararle el mejor sándwich de su vida, pero a su hijo le desagradó su irreverencia hacia su prometida.
—Podrías agradecerle... —le dijo, insinuándole que era un descortés malagradecido.
Connor le miró con fastidio y con cierta arrogancia le contestó:
—¿Agradecerle...? —investigó con tono desconcertado—. ¿Por qué? —insistió—. ¿Por hacer su trabajo?
Lily se paralizó al ver que eso no terminaría bien. Era una guerra de dos grandes.
Y, tal vez, Connor seguía creyendo que su hijo era una m*****a hormiga a la que podía aplastar con el pie, pero Lily sabía que las cosas habían cambiado.
—No es su trabajo —le refutó Chris con firmeza—. Es mi asistente, no tuya...
Connor se carcajeó.
—Por favor, quieres que le agradezca a una m*****a asistente... ¿Te estás escuchando, niño? —La última palabra se oyó cruel.
Christopher respiró calmado. No quería hacer una escena, no cuando Marlene estaba cooperando de su lado y, por fin, después de meses de roces, trabajaban a la par.
—Sí, me estoy oyendo. —Fue firme—. ¿Te estás escuchando tú, padre? —le preguntó con claro martirio—. Por si no estás enterado... —Se levantó de su puesto con esa hombría que Lily adoraba—... la dictadura que quisiste imponer durante tu periodo se terminó. Ahora retribuimos el trabajo de otros, decimos gracias y comemos carbohidratos.
Le sonrió cruel.
Lily tragó duro.
—No pienso agradecerle a una asistente que solo hace su trabajo. Le pago para eso.—Yo le pago y te exijo que le agradezcas. Ya no eres el editor en jefe y...—¡Soy el maldito dueño! —bramó Connor, fuera de sí.—Por favor, vamos a terminar, tengo un vuelo en la madrugada a París y quisiera poder llegar a tiempo —dijo Marlene, queriendo calmar los ánimos.Se estaban poniendo calientes, pero de muy mala forma.Christopher sonrió pacífico.—Por supuesto, padre, todos sabemos que eres el dueño. —Le sonrió Chris—. No necesitas gritar —le dijo—. Ser el dueño no te convierte en Dios. Puedes agradecer... No te vas a morir por decir “gracias”.Connor refunfuñó. Se levantó de su puesto y con mueca asqueada, dejó caer el sándwich que Lily le había preparado en el cesto de la basura.Lily se impresionó tanto que, se quedó boquiabierta. Recordaba algo similar en el inicio de su relación con Chris.Pudo entender entonces de donde Christopher había heredado tanto desdén y rabia.Sintió lástima por C
Chris y Lily acompañaron a Marlene hasta el aeropuerto a las tres de la madrugada.Cuando llegaron a su pent-house, encontraron al padre de la joven esperándolos nervioso en la sala, junto a la chimenea y la pareja de hámsteres.—Dios, estaba muy nervioso —les comunicó el señor López en cuanto los vio llegar.A Christopher le encantó saber que, por muy tarde que fuera, siempre habría alguien en casa esperándolos.—Papito, le dije que llegaríamos tarde —le dijo Lily para consolarlo y se acercó para abrazarlo.—Sí, pero estaba muy preocupado.El señor López se aproximó para saludar a Christopher.—Lamentamos la hora, pero teníamos que terminar todo antes de las vacaciones navideñas —le informó él.El señor López suspiró y los miró con orgullo. Se esforzaban tanto por cumplir con cada exigencia en su trabajo que, no podía sentirse más orgulloso de ellos.Eran la pareja perfecta. No solo románticamente, en lo laboral destacaban más cuando estaban juntos.—¿Y ya comieron? —les preguntó pre
Para la tarde, todos se prepararon para el intercambio de regalos.Christopher se vistió elegante y esperó a que las hermanas López estuvieran listas.Si bien, el intercambio familiar solían realizarlo un par de días antes de la navidad, con una cena hogareña hasta la madrugada, Rossi había torcido un poco la tradición López para hacerla más a su estilo.Para esa ocasión especial, Rossi le pidió al conductor de Revues que los llevara hasta el hotel en el que se celebraría su fiesta privada.Lily nunca dudó de lo que estaba ocurriendo y, después de una noche de pesadillas, tuvo alivio al saber que Chris si había preparado algo especial.Pero todo cambió cuando llegaron al hotel y se encontraron con una fiesta infantil.Una fiesta navideña, pero infantil.La decoración era preciosa, no iban a negarlo. Un enorme árbol navideño al centro del salón atraía todas las miradas. El lugar estaba repleto de Santas, duendes y muchos obsequios, también mucha comida.Decenas de mesas bordeaban el sa
Christopher se plantó frente a Romina, con cariño tomó su barbilla y le dijo:—Sé qué crees que tu hijo murió ese día, pero no es así, él está aquí, con nosotros. Contigo. —Los ojos se le llenaron de lágrimas.—Christopher... —sollozó ella.Rossi pensó que sería fácil, pero pronto se vio enmarañado en todas esas conmociones punzantes que lo llevaron hasta las lágrimas.Julián se aferró de su hija cuando escuchó lo que el señor Rossi había hecho y con valentía se contuvo sus lágrimas. Tenía que ser fuerte para sostener a su hija.—Organicé esta fiesta para que vieras toda la vida que tu hijo entregó... —susurró Rossi frente a ella—. Tu acto de amor llenó de esperanza a todas estas familias y les dio una segunda oportunidad para ser feliz. —Le secó las mejillas humedecidas con cariño—. Y sé que tú perdiste tus esperanzas, y que un pedazo de tu corazón se fue con tu hijo... pero ahora todos sus fragmentos están aquí... y es momento de que los unas y entiendas que él vivirá para siempre...
Les fue difícil dormir esa noche.Les fue difícil sobreponerse a todas las emociones a las que se habían enfrentado durante la fiesta de intercambios.Dormir fue una hazaña que terminó uniéndolos en la sala.Lily y Romy se levantaron y se encontraron con Christopher sentado junto al árbol navideño con sus luces brillantes encendidas.Parecía encandilado, perdido en sus pensamientos.—¿Amor, estás bien? —Lily lo llamó preocupada.Chris sonrió al verlas y, si bien, quiso levantarse del piso para recibirlas, ellas no lo dejaron cuando se unieron a él.La alfombra se sentía cómoda y abrigada; la chimenea encendida ayudaba y el árbol navideño con sus luces tintineantes les recordó la magia de la navidad.—No podía dormir...—Nosotras tampoco —dijo Lily y se acunó entre sus piernas con dulzura.Romy cogió un par de cojines y se tumbó junto a ellos para mirar a los hámsteres dentro de su jaula de cristal.—Creo que comí demasiados dulces —se rio Romy, sobándose la barriga y con la punta de l
Tragó duro para coger valor. —Yo... —titubeó y suspiró acomplejado.Romy enarcó una ceja, queriendo que dijera jamás.Era un hombre de porte indiscutible, con una presencia fuerte, pero sin lengua.—Me imagino que busca al señor Rossi —especuló Romy al entender que el hombre no sabía qué decir—. Está en la cocina, puedo...—No, yo... —James Dubois titubeó.Romy dio un par de pasos hacia él, buscando entender qué estaba ocurriendo.Apenas James la vio acercándose, su cuerpo la sintió como una amenaza y su voz se convirtió en un susurro que ella ya no pudo escuchar.Toda ella, con esa mirada tímida y sus labios tentadores, se lo absorbió.Lo consumió. —Si gusta, puedo ir a buscarlo y...—No —refutó James con firmeza. Romy dejó de moverse. Tenía una voz gruesa, imponente—. Estoy aquí por usted, señorita —dijo con valentía y Romy se quedó atónita unos instantes. Cuando entendió que, tal vez, corría peligro, retrocedió desconfiada y respiró fuerte cuando tuvo su mirada verde encima—. Señ
El señor López se despertó por las voces indistintas que se oían a los lejos y, curioso se levantó para ver qué estaba ocurriendo afuera.Como era semana navideña, época que él amaba, pero la que también le traía recuerdos amargos de su familia rota, se vistió con su viejo chaleco de renos, un chaleco que usaba cada año, como parte de una tradición familiar.Apenas salió de su cuarto, se encontró de frente con Sasha.—Buenos días. —Se saludaron al unísono y se rieron nerviosos.Con cierta tensión se acercaron para besarse en las mejillas.Ella vestía de blanco, muy ajena a la celebración en la que se encontraban.—¿También se despertó por los ruidos? —preguntó Julián al verla en pie tan temprano.Sasha se rio coqueta.—¿Usted también escuchó los gritos? —Ella le miró divertida—. Algo estaba pasando, pero... —Los interrumpieron mientras se preparaban para entrar al chisme.—¡Señor L, ya se despertó! —gritó Rossi al verlo en pie y lo saludó cariñoso—. Sasha, buenos días... —La besó tamb
—¿Acaso ese hombre te dijo algo, Romy? ¿Algo que te ofendió? —El señor “L” estaba a la defensiva.No iba a permitir que lastimaran a su niña otra vez.Romy le miró asustada. Siempre tenía respuesta para todo, pero no para eso.Titubeó otra vez.—¿Romy? —Lily empezó a preocuparse.Y si Lily se preocupaba, Christopher entraba en alerta.—Solo... —Los miró a todos con terror y le dio vergüenza reconocer la verdad frente a ellos, pero supo que no era normal y les dijo—: dijo que estaba aquí por... ¿mi? —Fue una pregunta nerviosa, porque ni siquiera ella estaba segura de lo que estaba diciendo.Rossi arrugó el ceño y su mueca incómoda fue tan evidente que se tuvo que levantar de la mesa.—¿Christopher? —Lily lo llamó confundida y se tuvo que levantar para ir tras él.Lo llamó otro par de veces, pero él no respondió. Iba caminando firme a su oficina.Cuando entraron a la oficina, ella le miró perpleja, pero Chris no le dio tiempo de hacer preguntas cuando levantó el teléfono para llamar a s