A Nora le había hecho bien regresar a su casa. Claro, nada era como antes.
Las risas de sus niñas ya no ocupaban ninguna habitación y los malos chistes de Julián ya no la entretenían en las mañanas aburridas.
Confiaba en que el hombre pronto regresaría con Romy. Era cuestión de tiempo antes de que todo regresara a la normalidad. Poco le importaba si Lily volvía. Ella había sido la culpable de romperlo todo.
Cuando ellos regresaran, ella estaría en casa, siendo la madre que Romy necesitaba en ese momento crucial en su recuperación.
Aunque cada día se esforzaba por convencerse que ese era el lugar al que pertenecía y que debía mostrar arrepentimiento por sus actos, en el fondo bien sabía que solo era una “parada” antes de que su vida regresara a la normalidad.
Esa mañana salió a primera hora a comprar pan fresco. En las afueras de la casa advirtió la presencia de un coche elegante de vidrios oscuros. Lo miró con intriga por largo rato y, si bien, quiso convencerse de que era una coincidencia, en su regreso, el coche seguía allí.
Desayunó mirando por la ventana. Tenía miedo. No sabía en que problemas la había metido Vicky o su novio universitario, y le preocupaba que fueran a por ella.
A las diez salió a limpiar la nieve que se estancaba en su puerta, pero lo usó como excusa para mirar mejor.
Mientras empujaba la nieve lejos de su cobertizo, vio como una de las ventanas del coche se bajó y un hombre misterioso la miró desde el interior.
Cansada de ese hostigamiento, se acercó valiente, decidida a comprobar qué era lo que estaba ocurriendo.
No alcanzó a llegar a la puerta cuando un hombre bien parecido y refinado se bajó para enfrentarla.
—Señorita Ortiz —la saludó el hombre.
Nora le miró con espanto y no alcanzó a reaccionar cuando el hombre le entregó una carta sellada. Rápido se dispuso a partir.
Ella gruñó con angustia al entrever que acababa de recibir una notificación.
—No lo quiero —refutó y persiguió al hombre hasta su coche para devolverle la carta que le había entregado, pero el hombre le cerró la puerta en la cara de un solo golpe—. No, lléveselo, no voy a leerlo... —Le golpeó el vidrio de forma insistente.
Otra de las puertas del coche se abrió. Otro hombre apareció.
—Ya fue notificada —le dijo el otro hombre y Nora le miró con consternación—. Si no quiere que nuestro cliente proceda, retire sus exigencias en el acuerdo de divorcio y abandone el inmueble cuanto antes...
Nora abrió grandes ojos cuando escuchó aquello.
Estuvo impresionada porque Julián no había enviado a un solo abogado, había enviado a dos.
—No pienso retirar nada y no pienso irme, esta es mi casa, ¡mi casa! —refutó atrevida.
Se negaba a perder.
Los abogados no dijeron nada. Realmente preferían llevar a Nora a una mediación o a juicio, sabían que ganarían; lo que Rossi les dijera, ellos acatarían sus órdenes con todo gusto.
Como los abogados no insistieron y se prepararon para partir, Nora sospechó que algo más estaba ocurriendo y con desesperación abrió la carta que sostenía entre las manos.
Rompió el sello y con el pulso tembloroso la desenrolló.
Adulterio.
Fue la única palabra que pudo entender con claridad y supo que todo se había ido a la m****a al recordar que, en el país en el que residía, la infidelidad en el matrimonio era un delito.
Se escondió en la casa como una cobarde y trató de pensar, pero sus pecados eran tantos que, realmente no supo sí los abogados de Julián sabían más.
Todas su mentiras caerían como si se tratase de un maldito efecto dominó. Solo era cuestión de tiempo para que la primera pieza cayera.
Rápido perdió la cabeza, porque estaba sola. No tenía a nadie de su lado que pudiera escucharla y apoyarla. No tenía a nadie a quien manipular para ponerla de su lado. Lily se los había arrebatado a todos.
Se enfureció más al entrever los hechos desde su perspectiva egoísta y recelosa. Culpó a Lily, por supuesto que sí, porque todos sus malditos problemas habían empezado con ella trabajando en esa estúpida revista.
No vaciló en cambiarse por algo más sofisticado y cogió el metro para hacerle una visita en su trabajo.
De seguro, a sus compañeros de trabajo, esos que tanto la idolatraban, les defraudaría saber la clase de hija que era.
Para su suerte, la recepcionista la recordaba y se alegró tanto de verla que, Nora se aprovechó de eso para llegar más lejos.
—Su hija llegó recién —le dijo July, emocionada de hablar con la madre de Lily—. Se ve increíble con ese abrigo que Collina Strada le envió para adelantar su lanzamiento navideño —le cuchicheó—. Todos están hablando de eso... las redes están que explotan...
Nora más la aborreció. Saber que su hija recibía abrigos especiales de los diseñadores, la hizo tener un sentimiento negativo que no correspondía al de una madre sana.
—Me está esperando —mintió Nora.
July la miró con cierta desconfianza. Era normal que Lily le notificara sobre sus visitas en la oficina, pero como se trataba de su madre, consideró que tal vez era un asunto más privado.
La dejó pasar, a sabiendas de que la mujer ya conocía el lugar y de que no daría problemas.
Lily estaba en su escritorio. Intentaba organizar de forma estratégica todas las reuniones que su jefe tenía programadas para el resto de la semana.
La semana de la moda estaba cerca y los preparativos parecían eternos.
Su jefe se hallaba reunido con la gente de publicidad. Estaba en la mitad de una presentación de planificación para el nuevo número, el que estaba a unos días de lanzarse.
De fondo escuchó un par de tacones y pensó que se trataba de la asistente de Marlene, así que agarró el registro fotográfico para el nuevo número y se dispuso a ofrecérselo.
Solo allí descubrió que no se trataba de la asistente de Marlene, sino, de su madre.
—Mamá... —hipó sorprendida.
No esperaba encontrársela allí.
A Nora le había hecho bien regresar a su casa. Claro, nada era como antes.
Las risas de sus niñas ya no ocupaban ninguna habitación y los malos chistes de Julián ya no la entretenían en las mañanas aburridas.
Confiaba en que el hombre pronto regresaría con Romy. Era cuestión de tiempo antes de que todo regresara a la normalidad. Poco le importaba si Lily volvía. Ella había sido la culpable de romperlo todo.
Cuando ellos regresaran, ella estaría en casa, siendo la madre que Romy necesitaba en ese momento crucial en su recuperación.
Aunque cada día se esforzaba por convencerse que ese era el lugar al que pertenecía y que debía mostrar arrepentimiento por sus actos, en el fondo bien sabía que solo era una “parada” antes de que su vida regresara a la normalidad.
Esa mañana salió a primera hora a comprar pan fresco. En las afueras de la casa advirtió la presencia de un coche elegante de vidrios oscuros. Lo miró con intriga por largo rato y, si bien, quiso convencerse de que era una coincidencia, en su regreso, el coche seguía allí.
Desayunó mirando por la ventana. Tenía miedo. No sabía en que problemas la había metido Vicky o su novio universitario, y le preocupaba que fueran a por ella.
A las diez salió a limpiar la nieve que se estancaba en su puerta, pero lo usó como excusa para mirar mejor.
Mientras empujaba la nieve lejos de su cobertizo, vio como una de las ventanas del coche se bajó y un hombre misterioso la miró desde el interior.
Cansada de ese hostigamiento, se acercó valiente, decidida a comprobar qué era lo que estaba ocurriendo.
No alcanzó a llegar a la puerta cuando un hombre bien parecido y refinado se bajó para enfrentarla.
—Señorita Ortiz —la saludó el hombre.
Nora le miró con espanto y no alcanzó a reaccionar cuando el hombre le entregó una carta sellada. Rápido se dispuso a partir.
Ella gruñó con angustia al entrever que acababa de recibir una notificación.
—No lo quiero —refutó y persiguió al hombre hasta su coche para devolverle la carta que le había entregado, pero el hombre le cerró la puerta en la cara de un solo golpe—. No, lléveselo, no voy a leerlo... —Le golpeó el vidrio de forma insistente.
Otra de las puertas del coche se abrió. Otro hombre apareció.
—Ya fue notificada —le dijo el otro hombre y Nora le miró con consternación—. Si no quiere que nuestro cliente proceda, retire sus exigencias en el acuerdo de divorcio y abandone el inmueble cuanto antes...
Nora abrió grandes ojos cuando escuchó aquello.
Estuvo impresionada porque Julián no había enviado a un solo abogado, había enviado a dos.
—No pienso retirar nada y no pienso irme, esta es mi casa, ¡mi casa! —refutó atrevida.
Se negaba a perder.
Los abogados no dijeron nada. Realmente preferían llevar a Nora a una mediación o a juicio, sabían que ganarían; lo que Rossi les dijera, ellos acatarían sus órdenes con todo gusto.
Como los abogados no insistieron y se prepararon para partir, Nora sospechó que algo más estaba ocurriendo y con desesperación abrió la carta que sostenía entre las manos.
Rompió el sello y con el pulso tembloroso la desenrolló.
Adulterio.
Fue la única palabra que pudo entender con claridad y supo que todo se había ido a la m****a al recordar que, en el país en el que residía, la infidelidad en el matrimonio era un delito.
Se escondió en la casa como una cobarde y trató de pensar, pero sus pecados eran tantos que, realmente no supo sí los abogados de Julián sabían más.
Todas su mentiras caerían como si se tratase de un maldito efecto dominó. Solo era cuestión de tiempo para que la primera pieza cayera.
Rápido perdió la cabeza, porque estaba sola. No tenía a nadie de su lado que pudiera escucharla y apoyarla. No tenía a nadie a quien manipular para ponerla de su lado. Lily se los había arrebatado a todos.
Se enfureció más al entrever los hechos desde su perspectiva egoísta y recelosa. Culpó a Lily, por supuesto que sí, porque todos sus malditos problemas habían empezado con ella trabajando en esa estúpida revista.
No vaciló en cambiarse por algo más sofisticado y cogió el metro para hacerle una visita en su trabajo.
De seguro, a sus compañeros de trabajo, esos que tanto la idolatraban, les defraudaría saber la clase de hija que era.
Para su suerte, la recepcionista la recordaba y se alegró tanto de verla que, Nora se aprovechó de eso para llegar más lejos.
—Su hija llegó recién —le dijo July, emocionada de hablar con la madre de Lily—. Se ve increíble con ese abrigo que Collina Strada le envió para adelantar su lanzamiento navideño —le cuchicheó—. Todos están hablando de eso... las redes están que explotan...
Nora más la aborreció. Saber que su hija recibía abrigos especiales de los diseñadores, la hizo tener un sentimiento negativo que no correspondía al de una madre sana.
—Me está esperando —mintió Nora.
July la miró con cierta desconfianza. Era normal que Lily le notificara sobre sus visitas en la oficina, pero como se trataba de su madre, consideró que tal vez era un asunto más privado.
La dejó pasar, a sabiendas de que la mujer ya conocía el lugar y de que no daría problemas.
Lily estaba en su escritorio. Intentaba organizar de forma estratégica todas las reuniones que su jefe tenía programadas para el resto de la semana.
La semana de la moda estaba cerca y los preparativos parecían eternos.
Su jefe se hallaba reunido con la gente de publicidad. Estaba en la mitad de una presentación de planificación para el nuevo número, el que estaba a unos días de lanzarse.
De fondo escuchó un par de tacones y pensó que se trataba de la asistente de Marlene, así que agarró el registro fotográfico para el nuevo número y se dispuso a ofrecérselo.
Solo allí descubrió que no se trataba de la asistente de Marlene, sino, de su madre.
—Mamá... —hipó sorprendida.
No esperaba encontrársela allí.
Tuve una semana realmente complicada, pero voy a dejarles una maratón para compensar mi ausencia. Cariños para todos.
Nora se rio y caminó atrevida por su espacio refinado. Miró los detalles con aborrecimiento. Ni siquiera lo disimuló.Muchas cosas le desagradaron. La vista espectacular, los muebles escogidos estratégicamente, la delicada dama en la que su hija se había convertido, su elegancia y, peor aún, su belleza. —Ahora me llamas mamá... —murmuró Nora entre dientes.—¿Disculpa? —preguntó Lily, sorprendida por su palabras. No vaciló en ponerse de pie para enfrentarla—. ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.Por supuesto que intuyó que no estaba allí por una buena causa.—Oh, vamos, Lilibeth, sabes muy bien porqué estoy aquí —le respondió Nora con claro enojo y se plantó frente a ella para encararla.Lily pensó muy bien en los hechos. Se imaginó que estaba allí para persuadirla por el cercano juicio de Victoria. De seguro quería que Christopher retirara los cargos y que la dejaran en libertad.Eso no iba a suceder.—Si estás aquí por Victoria...Lily no pudo continuar. Su madre se rio con tanta
Christopher tuvo que llevar a Lilibeth a los miradores de Revues para que cogiera un poco de aire fresco.Y no solo eso. Quería hablar con ella en donde nadie pudiera escucharlos. Si Lily quería derrumbarse y llorar para soltar todo lo que su madre le había ocasionado, frente al cielo nublado de Manhattan podría hacerlo con total libertad.—Se marchará —le dijo Rossi con seguridad—. Se encargará de que tu padre conozca la verdad y de que Victoria no vuelva a amenazarlas con eso...—Dios mío —hipó Lily, compungida.Estaba reteniendo mucho dentro de su pecho. Los recuerdos de infancia, las navidades, los cumpleaños. Todo se desmoronaba con tanta fuerza que, aunque luchara por mantener los muros de su castillo en pie, ya no le quedaban fuerzas para contenerlos.Era ella sola contra una demolición inminente. —No creo que se atreva a pedir indemnización, pero me preocupa la casa —le informó Christopher con la mente fría.Y le costó hacerlo. Ver a Lily derrumbarse le caló profundo. Nunca p
No le quedó de otra que aceptar sus exigencias y como una niña feliz con juguete nuevo, se fue hasta su escritorio e hizo la reserva de un salón en el restaurante que su jefe le había pedido.No tenía idea de que se trataba la nueva cláusula, así que pasó el resto del día imaginándose alguna exigencia retorcida.Terminaron de trabajar temprano y como alcanzaron el atardecer, aprovecharon de caminar a casa. No había lluvia ni nieve y sintieron libertad para recorrer la ciudad a pie.Se detuvieron en una florería a comprar flores frescas para el salón principal y algunas esencias nuevas para su habitación.Christopher nunca había hecho ese tipo de compras y no pudo negar que se sintió muy completo al verse envuelto en lo que significaba un “hogar”.Cuando llegaron al pent-house, Julián, el padre de Lily, los estaba esperando con una champagne fría, hundida en una cubeta de hielos y copas elegantes para brindar.Lily estuvo confundida. Realmente no sabía que celebraban, así que le siguió
Lily estaba tan impaciente por sentarse en las piernas de Christopher otra vez que, cuidó cada detalle delicado de su cuerpo.Se depiló, se lavó con cuidado y escogió ropa interior muy pequeña.Se rio traviesa cuando se vio en el reflejo del espejo.Jamás, ni en sus más locos sueños se habría imaginado usando algo tan ajustado, transparente y que insinuara tanto.Era un premio especial para Christopher.De su renovado armario escogió un vestido largo que se cerraba con un simple lazo. Lo escogió porque sabía que se lo podría quitar fácil.Y todo para darle en el gusto al hombre del que estaba enamorada.Quiso darse algunos retoques de maquillaje, pero era tan mala para eso que, una vez más, le hizo falta la ayuda de Romina.Cómo la extrañaba. No podía negarlo. Era su otra mitad y ya ansiaba que pudiera cumplir con su recuperación y empezar a vivir después de tanto sufrimiento.Se pintó los labios de un rosa brillante y abandonó su cuarto para encontrarlo a él, el hombre que la hacía t
Lily se sonrojó al verlos. Por supuesto que no podía terminar su oración sin horrorizar al resto de los presentes.Rossi tomó la mano de su compañera para caminar por el primer piso de la torre y sacarla de allí.—Discutiremos el asunto de su “fiebre” en la cena, no se preocupe, señorita López —dijo él con la voz tiritona. Tuvo que carraspear para recomponerse—. Un poco de penecilina le vendría bien...—¿Cómo dijo? —se rio ella mirándolo con curiosidad.Había escuchado bien y no estaba segura si había sido un error o un juego de palabras. Con Rossi todo era posible.—Penicilina —se corrigió Rossi y le guiñó un ojo antes de subir al coche que los esperaba para llevarlos a su destino.Fue un viaje corto, de apenas un par de minutos. Viajaron cogidos de las manos, mirando por la ventana.Rossi no tuvo valor de decir nada. Estaba tan nervioso por su propuesta que, no podía dejar de pensar en ello. No quería cometer ni un solo error.Cuando llegaron a Hutong, no tuvieron que presentarse.
Algunos minutos después, sus platillos llegaron.No estuvieron muy seguros de qué habían pedido, así que les tocó mirar la comida con caras de pocos amigos.Intentaron disimular y actuar con amabilidad, sobre todo después de haber tenido sexo descaradamente en ese lugar público.Estaba delicioso, por supuesto, el lugar merecía todo el reconocimiento del mundo, pero el problema fue que... terminaron como habían llegado: hambrientos.La comida no fue suficiente y no tuvieron ganas de pedir más nada.—Comienzo a sospechar que tengo una adicción a los carbohidratos —reconoció Chris.Lily se rio.—¿Crees que tengan papas fritas en el menú? —Lily preguntó.Christopher se rio más fuerte y apenas pudo reconocerse cuando le dijo:—Pagaré la cuenta y buscaremos una maldita pizzería. —Lily le sonrió—. Nadie me separa de mis malditos carbohidratos —gruñó y se levantó para buscar a la camarera.No quería esperar ni un solo minuto más.Lily se rio y se acordó de la primera vez que había firmado el
Esa noche, cuando regresaron a su pent-house, emocionados por su compromiso y con los corazones más hinchados de amor que nunca, encontraron que todo el lugar estaba en completo silencio.Lily especuló que su padre continuaba visitando a Romy. De seguro la celebración por su divorcio exitoso lo retenían en el hospital y ella no podía sentirse más feliz por él.Por ellos, como familia.—Tengo una sorpresa... —susurró Chris en su oreja en cuanto atravesaron el salón principal.Lily volteó divertida y con mueca simpática le preguntó:—¿Más sorpresas? —Se rio—. Dios mío, no quiero ni imaginar cuando sea mi cumpleaños —bromeó.Chris se sonrojó al escuchar aquello. Él planeaba arduamente un cumpleaños que la muchacha jamás fuese a olvidar, pero no le importaba quedar como un excesivo. Estaba enamorado y los libros de romance le decían que podía gritar su amor a los cuatro vientos.Y así sería.Chris tomó a Lily por los hombros y se acomodó gustoso detrás de ella. Con cuidado la guio por el
Un par de días después y sin dejar de trabajar arduamente en el nuevo número de Craze, el día del juicio llegó. Ni siquiera tuvieron tiempo de pensar en ello. Estaban tan agobiados con el trabajo, los fotógrafos y nuevos catálogos de venta que, apenas pudieron recordar a Vicky o Nora. La pareja sentía calma al saber que los abogados tenían todo bajo control. Para ese entonces, los medios ya especulaban y ardorosamente, sobre el compromiso entre Lily y Rossi.La entrada del edificio en el que vivían y la entrada del conglomerado de Revues estaban atestadas de reporteros todo el tiempo. El que consiguiera la exclusiva sobre su compromiso, se llevaría el premio dorado.Los titulares de los periódicos no cesaban con especulaciones sobre su matrimonio. Algunos incluso se atrevían a inventar reuniones a las que Lily jamás asistía. Esa mañana se prepararon para el juicio. Christopher pidió un traje especial para su suegro. Negro, elegante y hecho a la medida. Aunque el señor Lopez no qu