Mientras Lilibeth solucionaba sus problemas familiares fuera de la oficina, Christopher se puso en contacto una vez más con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano.
Le preocupaba la desaparición de la invitación, puesto que temía que el día del gran evento, alguien más se presentara en el lugar de Lily y tratara de humillarla.
Usurpación de identidad.
Fue lo primero que pensó y no vaciló en llamar a su abogado para resolver sus dudas.
El pobre estaba preparándose para el juicio contra Victoria, además, esperando los resultados de las investigaciones de los receptores de órganos y, ahora, le sumaría un nuevo problema a su gran lista de trabajo.
Mientras hablaba con su abogado, pensó en Marlene y en su padre como principales sospechosos. ¿Quién más querría arruinar el gran momento de una escritora anónima?
Tras algunos minutos de debate con su abogado, Rossi llegó a la conclusión que, ni Marlene ni su padre necesitaban alcanzar ese tipo de posición.
Marlene era una respetada editora y diseñadora con una larga trayectoria en el mundo de la moda y la edición; su padre... él ni siquiera necesitaba presentación. Era el maldito fundador de un conglomerado editorial.
Era el poder representativo del mundo editorial hecho persona.
—Piensa en alguien más —le dijo su abogado.
Christopher resopló cansado.
—Te llamo cuando tenga algo —le respondió Rossi y terminó la llamada.
Se paseó en silencio por las oficinas y con mirada acusatoria contempló a todos sus empleados.
La mayoría de ellos eran jóvenes recién graduados que habían matado para tener un puesto allí. Grandes amantes de la moda, la historia y los diseñadores.
Era imposible que uno de ellos se arriesgara a perder el empleo de sus vidas por una m*****a invitación.
Tenía que ser alguien que no tuviera miedo de perderlo todo. Alguien que pudiera levantarse después de la caída, alguien como... París.
—Por supuesto —pensó en voz alta y regresó con paso firme a su oficina.
No se trataba de arruinar el gran momento de Petit Diable, porque nadie conocía su identidad. Se trataba de ocupar su lugar, de disfrutar de toda la atención que la columnista estaba recibiendo.
Por supuesto, colgarse del éxito ajeno.
—Típico de París —se rio Rossi y siguió trabajando en la edición cercana.
Tenían un par de días antes de entregar la copia en la imprenta para su impresión y posterior distribución. Necesitaba concentrarse y pulir cada detalle para que fuera perfecta.
Mejor que la anterior.
Lily llegó arrebatadora como siempre.
Rossi la miró gustoso a través del cristal grueso que separaba sus oficinas.
Le fascinaba advertir cómo había cogido el gustito por la moda. Seguía usando el color negro religiosamente, pero había aprendido a romper los patrones con colores que le favorecían.
Tras acomodar todas sus pertenencias en su escritorio y encender su computadora, ella caminó a su oficina para saludarlo.
Rossi se hinchó de brío cuando la vio acercándose.
—Señor Rossi, buenos días, gracias por darme la mañana libre —lo saludó sonriente—. ¿Ya desayunó?
Rossi sonrió antes de responder.
—Podría desayunar otra vez, dependiendo de lo que trae en esa caja —le dijo y señaló la caja de donas con la que Lily había llegado.
—Coronas francesas y galletas navideñas de jengibre —respondió ella.
—Excelente. Lo tomaré con un chocolate caliente, señorita López —le ordenó.
Ella le ofreció una sonrisa de un hoyuelo.
—¿Alimentando al espíritu navideño, Señor Rossi? —bromeó.
Rossi enarcó una ceja y con tono seductor le respondió:
—No voy a negarlo... —Se miraron divertidos—. ¿Por qué pregunta? ¿Acaso está interesada en alimentar a otro de mis espíritus?
Lily se carcajeó y con gracia le contestó:
—¿Es el espíritu del híbrido salvaje? Porque si no, no me interesa.
Christopher se quedó boquiabierto y se levantó de su escritorio con firmeza.
—¿Y qué pasa con el espíritu romántico? —le preguntó con tono seductor conforme avanzó hacia ella—. Pensé que era una chica de romance y clichés.
Lily sonrió traviesa.
—Pues, estoy ovulando —le respondió directa—. Dejemos el espíritu romántico para una fecha menos... húmeda. —Le guiñó un ojo.
—Dios mío —jadeó Christopher, imaginándose lo que eso significa—. El híbrido la visitará esta noche. —Con sutileza le acarició la barbilla.
Un toque que a ella la hizo vibrar. Ovular era difícil cuando un hombre que sabía follar tan bien estaba cerca.
—Excelente servicio —le respondió ella y se dispuso a marchar.
Rossi también se preparó para regresar a su escritorio.
No alcanzó a salir de la oficina cuando él le preguntó:
—¿Cómo está su hermana?
Lily sonrió calma y regresó para contarle como se habían dado las cosas en su visita.
A Christopher nada le daba más vida que escucharla; era divertida, sabía hilar bien las historias y, lo mejor de todo, amaba cuando sonreía. El maldito hoyuelo era el culpable del hechizo.
—Me alegra que Romy lo comprendiera —dijo Rossi regresando a su asiento—. Y también me alegra saber que su tratamiento va por buen camino. ¿Han tenido tiempo de hablar con su psicólogo?
Lily amaba su preocupación, porque sabía que era real.
—Papá lo ha hecho... —Lily titubeó—. Se acerca el juicio de Vicky y... estoy preocupada.
—¿Crees que a Romy le afecte? —Rossi estaba preocupado.
Sabía que la felicidad de Lily dependía mucho de la felicidad de su familia.
Y él lo entendía, porque había pasado toda su infancia triste, porque su familia estaba triste.
—Creo que podría afectarle lo que Vicky diga... —Los dos se miraron con agudeza—. Ya sabe... que Vicky no es hija de papá.
—Oh, demonios —Rossi pensó en voz alta.
Lily estaba verdaderamente complicada.
—Pensaba que tal vez debería hablar con mamá. —Christopher la miró con alarma—. Digo, pedirle que se sincere, porque conozco a Vicky y sé que es capaz de decir cosas horribles para lastimar a otros. —Rossi asintió, entendiendo su punto—. Y mi padre no merece que le vuelvan a romper el corazón.
Rossi asintió y comprendió lo que Lily tenía en mente. Era comprensible. Solo intentaba proteger a su padre. Y él tenía que protegerla a ella.
Sonrió cuando recordó su charla en el cementerio y supo que era una ecuación de la cual era parte. Se sintió orgulloso de ser parte de algo tan maravilloso y, aunque él no era un buen matemático, entendía que era su deber ayudar a Lily a resolver esa ecuación.
—Puedo enviar a mi abogado para que le haga una visita, si eso te hace sentir más tranquila.
—¿A tu abogado? —Lily estuvo perpleja.
Chris le sonrió malicioso.
—Sí, ya sabes el poder de una amenaza legal... Escuché por ahí que ha sido un divorcio difícil —le dijo y Lily le miró impactada.
No pudo disimular la sorpresa.
—Señor Rossi, no sabía que le gustaba escuchar conversaciones ajenas —le respondió ella, siguiéndole el juego.
Él se carcajeó y con elegancia se arregló el saco.
—Mi amor, tu padre tiene razón. Los muros son de papel... —Negó con la cabeza—. Se puede oír todo desde una habitación a otra.
Lily se puso colorada de golpe y, tras eso, las risitas nerviosas la invadieron.
—No lo puedo creer, que vergüenza, nunca miraré a mi padre de la misma forma —se rio, imaginándose todas las cosas terribles que gritaba mientras Christopher se la follaba.
Ya sabía que le iba a regalar a su padre para navidad: unos tapones para oídos, para que ya no tuviera que sufrir con sus locuras cachondas.
Christopher dejó otra vez su escritorio y con un andar delicioso caminó hacia ella.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca para mirarla bien a los ojos, le dijo:
—Me dijiste que tenía que cuidar tu corazón, Lilibeth.
Ella sonrió y tierna negó.
—Pero es el corazón de mi padre...
—Sí, lo sé, pero si el corazón de tu padre está herido, sé que el tuyo también lo estará —le dijo él, demostrándole lo mucho que había aprendido a leerla y conocerla—. Déjame enviar a mi abogado, un par de amenazas legales la harán salir de la casa y firmar el acuerdo de una buena vez —le dijo, refiriéndose al término del divorcio—. Por favor, déjame usar mi maldito poder, es lo único bueno que tengo...
Lily sonrió y con osadía le pasó la mano por el pantalón. Le rozó el miembro sobresaliente.
—Mi amor, tu poder no es lo único bueno que tienes —le dijo con un suave y seductor susurro, refiriéndose a su polla—. También tienes un gran... corazón.
Le guiñó un ojo y se marchó.
Cuando llegó a su escritorio, sonrió al ver que Christopher continuaba de pie en la puerta de su oficina, boquiabierto y erecto.
Feliz día del padre para todos esos bellos papis, que luchan día a día. Un gran abrazo para los que no pueden abrazar a su papi hoy, fuerzas y amor. C&C
A Nora le había hecho bien regresar a su casa. Claro, nada era como antes.Las risas de sus niñas ya no ocupaban ninguna habitación y los malos chistes de Julián ya no la entretenían en las mañanas aburridas.Confiaba en que el hombre pronto regresaría con Romy. Era cuestión de tiempo antes de que todo regresara a la normalidad. Poco le importaba si Lily volvía. Ella había sido la culpable de romperlo todo.Cuando ellos regresaran, ella estaría en casa, siendo la madre que Romy necesitaba en ese momento crucial en su recuperación.Aunque cada día se esforzaba por convencerse que ese era el lugar al que pertenecía y que debía mostrar arrepentimiento por sus actos, en el fondo bien sabía que solo era una “parada” antes de que su vida regresara a la normalidad.Esa mañana salió a primera hora a comprar pan fresco. En las afueras de la casa advirtió la presencia de un coche elegante de vidrios oscuros. Lo miró con intriga por largo rato y, si bien, quiso convencerse de que era una coincide
Nora se rio y caminó atrevida por su espacio refinado. Miró los detalles con aborrecimiento. Ni siquiera lo disimuló.Muchas cosas le desagradaron. La vista espectacular, los muebles escogidos estratégicamente, la delicada dama en la que su hija se había convertido, su elegancia y, peor aún, su belleza. —Ahora me llamas mamá... —murmuró Nora entre dientes.—¿Disculpa? —preguntó Lily, sorprendida por su palabras. No vaciló en ponerse de pie para enfrentarla—. ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.Por supuesto que intuyó que no estaba allí por una buena causa.—Oh, vamos, Lilibeth, sabes muy bien porqué estoy aquí —le respondió Nora con claro enojo y se plantó frente a ella para encararla.Lily pensó muy bien en los hechos. Se imaginó que estaba allí para persuadirla por el cercano juicio de Victoria. De seguro quería que Christopher retirara los cargos y que la dejaran en libertad.Eso no iba a suceder.—Si estás aquí por Victoria...Lily no pudo continuar. Su madre se rio con tanta
Christopher tuvo que llevar a Lilibeth a los miradores de Revues para que cogiera un poco de aire fresco.Y no solo eso. Quería hablar con ella en donde nadie pudiera escucharlos. Si Lily quería derrumbarse y llorar para soltar todo lo que su madre le había ocasionado, frente al cielo nublado de Manhattan podría hacerlo con total libertad.—Se marchará —le dijo Rossi con seguridad—. Se encargará de que tu padre conozca la verdad y de que Victoria no vuelva a amenazarlas con eso...—Dios mío —hipó Lily, compungida.Estaba reteniendo mucho dentro de su pecho. Los recuerdos de infancia, las navidades, los cumpleaños. Todo se desmoronaba con tanta fuerza que, aunque luchara por mantener los muros de su castillo en pie, ya no le quedaban fuerzas para contenerlos.Era ella sola contra una demolición inminente. —No creo que se atreva a pedir indemnización, pero me preocupa la casa —le informó Christopher con la mente fría.Y le costó hacerlo. Ver a Lily derrumbarse le caló profundo. Nunca p
No le quedó de otra que aceptar sus exigencias y como una niña feliz con juguete nuevo, se fue hasta su escritorio e hizo la reserva de un salón en el restaurante que su jefe le había pedido.No tenía idea de que se trataba la nueva cláusula, así que pasó el resto del día imaginándose alguna exigencia retorcida.Terminaron de trabajar temprano y como alcanzaron el atardecer, aprovecharon de caminar a casa. No había lluvia ni nieve y sintieron libertad para recorrer la ciudad a pie.Se detuvieron en una florería a comprar flores frescas para el salón principal y algunas esencias nuevas para su habitación.Christopher nunca había hecho ese tipo de compras y no pudo negar que se sintió muy completo al verse envuelto en lo que significaba un “hogar”.Cuando llegaron al pent-house, Julián, el padre de Lily, los estaba esperando con una champagne fría, hundida en una cubeta de hielos y copas elegantes para brindar.Lily estuvo confundida. Realmente no sabía que celebraban, así que le siguió
Lily estaba tan impaciente por sentarse en las piernas de Christopher otra vez que, cuidó cada detalle delicado de su cuerpo.Se depiló, se lavó con cuidado y escogió ropa interior muy pequeña.Se rio traviesa cuando se vio en el reflejo del espejo.Jamás, ni en sus más locos sueños se habría imaginado usando algo tan ajustado, transparente y que insinuara tanto.Era un premio especial para Christopher.De su renovado armario escogió un vestido largo que se cerraba con un simple lazo. Lo escogió porque sabía que se lo podría quitar fácil.Y todo para darle en el gusto al hombre del que estaba enamorada.Quiso darse algunos retoques de maquillaje, pero era tan mala para eso que, una vez más, le hizo falta la ayuda de Romina.Cómo la extrañaba. No podía negarlo. Era su otra mitad y ya ansiaba que pudiera cumplir con su recuperación y empezar a vivir después de tanto sufrimiento.Se pintó los labios de un rosa brillante y abandonó su cuarto para encontrarlo a él, el hombre que la hacía t
Lily se sonrojó al verlos. Por supuesto que no podía terminar su oración sin horrorizar al resto de los presentes.Rossi tomó la mano de su compañera para caminar por el primer piso de la torre y sacarla de allí.—Discutiremos el asunto de su “fiebre” en la cena, no se preocupe, señorita López —dijo él con la voz tiritona. Tuvo que carraspear para recomponerse—. Un poco de penecilina le vendría bien...—¿Cómo dijo? —se rio ella mirándolo con curiosidad.Había escuchado bien y no estaba segura si había sido un error o un juego de palabras. Con Rossi todo era posible.—Penicilina —se corrigió Rossi y le guiñó un ojo antes de subir al coche que los esperaba para llevarlos a su destino.Fue un viaje corto, de apenas un par de minutos. Viajaron cogidos de las manos, mirando por la ventana.Rossi no tuvo valor de decir nada. Estaba tan nervioso por su propuesta que, no podía dejar de pensar en ello. No quería cometer ni un solo error.Cuando llegaron a Hutong, no tuvieron que presentarse.
Algunos minutos después, sus platillos llegaron.No estuvieron muy seguros de qué habían pedido, así que les tocó mirar la comida con caras de pocos amigos.Intentaron disimular y actuar con amabilidad, sobre todo después de haber tenido sexo descaradamente en ese lugar público.Estaba delicioso, por supuesto, el lugar merecía todo el reconocimiento del mundo, pero el problema fue que... terminaron como habían llegado: hambrientos.La comida no fue suficiente y no tuvieron ganas de pedir más nada.—Comienzo a sospechar que tengo una adicción a los carbohidratos —reconoció Chris.Lily se rio.—¿Crees que tengan papas fritas en el menú? —Lily preguntó.Christopher se rio más fuerte y apenas pudo reconocerse cuando le dijo:—Pagaré la cuenta y buscaremos una maldita pizzería. —Lily le sonrió—. Nadie me separa de mis malditos carbohidratos —gruñó y se levantó para buscar a la camarera.No quería esperar ni un solo minuto más.Lily se rio y se acordó de la primera vez que había firmado el
Esa noche, cuando regresaron a su pent-house, emocionados por su compromiso y con los corazones más hinchados de amor que nunca, encontraron que todo el lugar estaba en completo silencio.Lily especuló que su padre continuaba visitando a Romy. De seguro la celebración por su divorcio exitoso lo retenían en el hospital y ella no podía sentirse más feliz por él.Por ellos, como familia.—Tengo una sorpresa... —susurró Chris en su oreja en cuanto atravesaron el salón principal.Lily volteó divertida y con mueca simpática le preguntó:—¿Más sorpresas? —Se rio—. Dios mío, no quiero ni imaginar cuando sea mi cumpleaños —bromeó.Chris se sonrojó al escuchar aquello. Él planeaba arduamente un cumpleaños que la muchacha jamás fuese a olvidar, pero no le importaba quedar como un excesivo. Estaba enamorado y los libros de romance le decían que podía gritar su amor a los cuatro vientos.Y así sería.Chris tomó a Lily por los hombros y se acomodó gustoso detrás de ella. Con cuidado la guio por el