79

Mientras Lilibeth solucionaba sus problemas familiares fuera de la oficina, Christopher se puso en contacto una vez más con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano.

Le preocupaba la desaparición de la invitación, puesto que temía que el día del gran evento, alguien más se presentara en el lugar de Lily y tratara de humillarla.

Usurpación de identidad.

Fue lo primero que pensó y no vaciló en llamar a su abogado para resolver sus dudas.

El pobre estaba preparándose para el juicio contra Victoria, además, esperando los resultados de las investigaciones de los receptores de órganos y, ahora, le sumaría un nuevo problema a su gran lista de trabajo.

Mientras hablaba con su abogado, pensó en Marlene y en su padre como principales sospechosos. ¿Quién más querría arruinar el gran momento de una escritora anónima?

Tras algunos minutos de debate con su abogado, Rossi llegó a la conclusión que, ni Marlene ni su padre necesitaban alcanzar ese tipo de posición.

Marlene era una respetada editora y diseñadora con una larga trayectoria en el mundo de la moda y la edición; su padre... él ni siquiera necesitaba presentación. Era el maldito fundador de un conglomerado editorial.  

Era el poder representativo del mundo editorial hecho persona.

—Piensa en alguien más —le dijo su abogado.

Christopher resopló cansado.

—Te llamo cuando tenga algo —le respondió Rossi y terminó la llamada.

Se paseó en silencio por las oficinas y con mirada acusatoria contempló a todos sus empleados.

La mayoría de ellos eran jóvenes recién graduados que habían matado para tener un puesto allí. Grandes amantes de la moda, la historia y los diseñadores.

Era imposible que uno de ellos se arriesgara a perder el empleo de sus vidas por una m*****a invitación.

Tenía que ser alguien que no tuviera miedo de perderlo todo. Alguien que pudiera levantarse después de la caída, alguien como... París.

—Por supuesto —pensó en voz alta y regresó con paso firme a su oficina.

No se trataba de arruinar el gran momento de Petit Diable, porque nadie conocía su identidad. Se trataba de ocupar su lugar, de disfrutar de toda la atención que la columnista estaba recibiendo.

Por supuesto, colgarse del éxito ajeno.

—Típico de París —se rio Rossi y siguió trabajando en la edición cercana.

Tenían un par de días antes de entregar la copia en la imprenta para su impresión y posterior distribución. Necesitaba concentrarse y pulir cada detalle para que fuera perfecta.

Mejor que la anterior.

Lily llegó arrebatadora como siempre.

Rossi la miró gustoso a través del cristal grueso que separaba sus oficinas.

Le fascinaba advertir cómo había cogido el gustito por la moda. Seguía usando el color negro religiosamente, pero había aprendido a romper los patrones con colores que le favorecían.

Tras acomodar todas sus pertenencias en su escritorio y encender su computadora, ella caminó a su oficina para saludarlo.

Rossi se hinchó de brío cuando la vio acercándose.

—Señor Rossi, buenos días, gracias por darme la mañana libre —lo saludó sonriente—. ¿Ya desayunó?

Rossi sonrió antes de responder.

—Podría desayunar otra vez, dependiendo de lo que trae en esa caja —le dijo y señaló la caja de donas con la que Lily había llegado.

—Coronas francesas y galletas navideñas de jengibre —respondió ella.

—Excelente. Lo tomaré con un chocolate caliente, señorita López —le ordenó.

Ella le ofreció una sonrisa de un hoyuelo.

—¿Alimentando al espíritu navideño, Señor Rossi? —bromeó.

Rossi enarcó una ceja y con tono seductor le respondió:

—No voy a negarlo... —Se miraron divertidos—. ¿Por qué pregunta? ¿Acaso está interesada en alimentar a otro de mis espíritus?

Lily se carcajeó y con gracia le contestó:

—¿Es el espíritu del híbrido salvaje? Porque si no, no me interesa.

Christopher se quedó boquiabierto y se levantó de su escritorio con firmeza.

—¿Y qué pasa con el espíritu romántico? —le preguntó con tono seductor conforme avanzó hacia ella—. Pensé que era una chica de romance y clichés.

Lily sonrió traviesa.

—Pues, estoy ovulando —le respondió directa—. Dejemos el espíritu romántico para una fecha menos... húmeda. —Le guiñó un ojo.

—Dios mío —jadeó Christopher, imaginándose lo que eso significa—. El híbrido la visitará esta noche. —Con sutileza le acarició la barbilla.

Un toque que a ella la hizo vibrar. Ovular era difícil cuando un hombre que sabía follar tan bien estaba cerca.

—Excelente servicio —le respondió ella y se dispuso a marchar.

Rossi también se preparó para regresar a su escritorio.

No alcanzó a salir de la oficina cuando él le preguntó:

—¿Cómo está su hermana?

Lily sonrió calma y regresó para contarle como se habían dado las cosas en su visita.

A Christopher nada le daba más vida que escucharla; era divertida, sabía hilar bien las historias y, lo mejor de todo, amaba cuando sonreía. El maldito hoyuelo era el culpable del hechizo.

—Me alegra que Romy lo comprendiera —dijo Rossi regresando a su asiento—. Y también me alegra saber que su tratamiento va por buen camino. ¿Han tenido tiempo de hablar con su psicólogo?

Lily amaba su preocupación, porque sabía que era real.

—Papá lo ha hecho... —Lily titubeó—. Se acerca el juicio de Vicky y... estoy preocupada.

—¿Crees que a Romy le afecte? —Rossi estaba preocupado.

Sabía que la felicidad de Lily dependía mucho de la felicidad de su familia.

Y él lo entendía, porque había pasado toda su infancia triste, porque su familia estaba triste.

—Creo que podría afectarle lo que Vicky diga... —Los dos se miraron con agudeza—. Ya sabe... que Vicky no es hija de papá.

—Oh, demonios —Rossi pensó en voz alta.

Lily estaba verdaderamente complicada.

—Pensaba que tal vez debería hablar con mamá. —Christopher la miró con alarma—. Digo, pedirle que se sincere, porque conozco a Vicky y sé que es capaz de decir cosas horribles para lastimar a otros. —Rossi asintió, entendiendo su punto—. Y mi padre no merece que le vuelvan a romper el corazón.

Rossi asintió y comprendió lo que Lily tenía en mente. Era comprensible. Solo intentaba proteger a su padre. Y él tenía que protegerla a ella.

Sonrió cuando recordó su charla en el cementerio y supo que era una ecuación de la cual era parte. Se sintió orgulloso de ser parte de algo tan maravilloso y, aunque él no era un buen matemático, entendía que era su deber ayudar a Lily a resolver esa ecuación.

—Puedo enviar a mi abogado para que le haga una visita, si eso te hace sentir más tranquila.

—¿A tu abogado? —Lily estuvo perpleja.

Chris le sonrió malicioso.

—Sí, ya sabes el poder de una amenaza legal... Escuché por ahí que ha sido un divorcio difícil —le dijo y Lily le miró impactada.

No pudo disimular la sorpresa.

—Señor Rossi, no sabía que le gustaba escuchar conversaciones ajenas —le respondió ella, siguiéndole el juego.

Él se carcajeó y con elegancia se arregló el saco.

—Mi amor, tu padre tiene razón. Los muros son de papel... —Negó con la cabeza—. Se puede oír todo desde una habitación a otra.

Lily se puso colorada de golpe y, tras eso, las risitas nerviosas la invadieron.

—No lo puedo creer, que vergüenza, nunca miraré a mi padre de la misma forma —se rio, imaginándose todas las cosas terribles que gritaba mientras Christopher se la follaba.

Ya sabía que le iba a regalar a su padre para navidad: unos tapones para oídos, para que ya no tuviera que sufrir con sus locuras cachondas.

Christopher dejó otra vez su escritorio y con un andar delicioso caminó hacia ella.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca para mirarla bien a los ojos, le dijo:

—Me dijiste que tenía que cuidar tu corazón, Lilibeth.

Ella sonrió y tierna negó.

—Pero es el corazón de mi padre...

—Sí, lo sé, pero si el corazón de tu padre está herido, sé que el tuyo también lo estará —le dijo él, demostrándole lo mucho que había aprendido a leerla y conocerla—. Déjame enviar a mi abogado, un par de amenazas legales la harán salir de la casa y firmar el acuerdo de una buena vez —le dijo, refiriéndose al término del divorcio—. Por favor, déjame usar mi maldito poder, es lo único bueno que tengo...

Lily sonrió y con osadía le pasó la mano por el pantalón. Le rozó el miembro sobresaliente.

—Mi amor, tu poder no es lo único bueno que tienes —le dijo con un suave y seductor susurro, refiriéndose a su polla—. También tienes un gran... corazón.

Le guiñó un ojo y se marchó.

Cuando llegó a su escritorio, sonrió al ver que Christopher continuaba de pie en la puerta de su oficina, boquiabierto y erecto.

Lila Steph

Feliz día del padre para todos esos bellos papis, que luchan día a día. Un gran abrazo para los que no pueden abrazar a su papi hoy, fuerzas y amor. C&C

| 99+
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo