Lily viajó hasta el hospital en el que su hermana se recuperaba en cuanto recibió su llamada.
Consideró que no era prudente hablarle de algo tan delicado por teléfono, así que le prometió una charla abierta entre hermanas.
Pasó por algunos pastelitos para no llegar con las manos vacías y llamó a su padre para ponerlo en alerta.
Padre e hijas se reunieron en ese lugar que se había convertido en su segundo hogar.
Romy estaba esperándolos. Deambulaba por el cuarto con ansias, aunque había hecho grandes esfuerzos por controlar sus crisis.
Había preparado su cuarto amplio para ellos. Eso les dio gusto a sus familiares. Cada vez sentían que su recuperación avanzaba.
Cuando se pusieron todos cómodos alrededor de la mesa, Lily sirvió los pastelitos y preparó chocolate caliente. Romy repartió los malvaviscos.
—¿Te sientes traicionada por qué Lily no te contó la verdad? —le preguntó su padre.
La dinámica entre las hermanas era muy profunda. Su padre creía que, tal vez, Romy se sentía traicionada por su hermana, por no haber confiado en ella y haberle escondido la verdad.
—No, por supuesto que no —musitó Romy—. Pero quisiera entender un poco las cosas, digo...
—No quise decírtelo porque no quería que te culparas —dijo Lily con firmeza.
—¿Culparme? —preguntó Romy y estuvo aún más liada.
Lily y su padre se miraron compungidos. No sabían por dónde comenzar.
—El cheque que Vicky se robó... —Lily no sabía cómo unir todo.
Conocía bien a Romy. No le gustaba ser el centro de atención, o que la gente se preocupara por ella. Esos mismos sentimientos la habían aislado de la realidad, la habían distanciado de las verdaderas personas que se preocupaban por ella.
Poco a poco empezaba a entender que, no era malo sentir la preocupación de un padre o de una hermana. Era normal, era parte de la vida.
—A ver, mija, sin rodeos —dijo su padre—. No teníamos como pagar tu tratamiento, aunque podíamos haber usado el dinero del fondo...
—No —refutó Romy.
Ella odiaba que su padre tocara el dinero de su fondo de retiro. Eso era para su vejez y ella siempre se había negado a aceptarlo.
Pero, en el fondo sabía que no lo aceptaba porque temía enfrentarse a sus demonios.
Tenía miedo de domarlos. Creía que sus demonios la domarían a ella.
—Terca siempre —se rio Lily.
—El señor Rossi nos dio el dinero... —Pensó unos instantes—. Bueno, a Lily... y tu hermana se robó ese cheque.
Fue tan directo y tajante que, aunque Romy estuvo consternada, en el fondo se lo agradeció.
—¿El cheque de mi tratamiento? —preguntó Romy, descolocada y cuando terminó de entender la primera parte de los hechos, continuó—: ¿El señor Rossi lo pagó? Dios mío, no lo puedo creer...
—Le dije que le pagaría cada centavo... —Lily fue sincera.
—En carne —bromeó Romy.
Lily se rio y adoró saber que conservaba su sentido del humor. El señor López las miró con fastidio. Bien sabía él de los pagos de la carne.
De seguro la deuda era muy grande porque Rossi cobraba muy bien todos los días.
—Vicky quiso culpar a Lily. Fue una situación muy fea —dijo el padre de ambas.
Romy miró a Lily con horror. Apenas sí podía creer todo lo que le estaban diciendo. Ella asintió y le contó lo que había sentido ese día:
—Christopher me dijo que le había entregado el cheque a mamá y cuando fui a buscarlo, las dos actuaron como si yo estuviera loca... Quisieron hacerme creer que yo lo tenía... y quisieron hacer creer a Christopher que yo me lo había robado.
—Malditas víboras. —Romy estaba furiosa.
—Fue vergonzoso... el señor Rossi estaba ahí y escuchó todo —dijo el señor “L” y añadió—: ese hombre se merece el cielo...
—¿Y cómo la atraparon? —Romy estaba ávida de chisme—. Cuéntenme bien el chisme, que aquí el único chisme que me mantiene entretenida son los encuentros nocturnos de una enfermera y un doctor.
Su padre se rio y estuvo emocionado de ver que Romy seguía siendo Romy.
Chismosa siempre.
Lily se emocionó. Ella era la que mejor conocía esa parte de la historia y no vaciló en contarle cada detalle jugoso a su hermana.
La familia pasó toda la mañana hablando sobre lo que sucedería en el juicio de Vicky. De seguro a Victoria le ardió la oreja, porque el chisme se extendió por largo rato.
Lily recordó lo que Vicky le había dicho en su último encuentro en prisión. Aun no sabía si la historia era real y no tenía ni la menor idea de cómo comprobarlo.
Tampoco tenía el valor para enfrentar a su padre y romperle el corazón en mil pedazos, pero si tenía el valor para enfrentarse a su madre y exigirle la m*****a verdad.
Mientras Lilibeth solucionaba sus problemas familiares fuera de la oficina, Christopher se puso en contacto una vez más con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano.Le preocupaba la desaparición de la invitación, puesto que temía que el día del gran evento, alguien más se presentara en el lugar de Lily y tratara de humillarla.Usurpación de identidad. Fue lo primero que pensó y no vaciló en llamar a su abogado para resolver sus dudas.El pobre estaba preparándose para el juicio contra Victoria, además, esperando los resultados de las investigaciones de los receptores de órganos y, ahora, le sumaría un nuevo problema a su gran lista de trabajo.Mientras hablaba con su abogado, pensó en Marlene y en su padre como principales sospechosos. ¿Quién más querría arruinar el gran momento de una escritora anónima? Tras algunos minutos de debate con su abogado, Rossi llegó a la conclusión que, ni Marlene ni su padre necesitaban alcanzar ese tipo de posición.Marl
A Nora le había hecho bien regresar a su casa. Claro, nada era como antes.Las risas de sus niñas ya no ocupaban ninguna habitación y los malos chistes de Julián ya no la entretenían en las mañanas aburridas.Confiaba en que el hombre pronto regresaría con Romy. Era cuestión de tiempo antes de que todo regresara a la normalidad. Poco le importaba si Lily volvía. Ella había sido la culpable de romperlo todo.Cuando ellos regresaran, ella estaría en casa, siendo la madre que Romy necesitaba en ese momento crucial en su recuperación.Aunque cada día se esforzaba por convencerse que ese era el lugar al que pertenecía y que debía mostrar arrepentimiento por sus actos, en el fondo bien sabía que solo era una “parada” antes de que su vida regresara a la normalidad.Esa mañana salió a primera hora a comprar pan fresco. En las afueras de la casa advirtió la presencia de un coche elegante de vidrios oscuros. Lo miró con intriga por largo rato y, si bien, quiso convencerse de que era una coincide
Nora se rio y caminó atrevida por su espacio refinado. Miró los detalles con aborrecimiento. Ni siquiera lo disimuló.Muchas cosas le desagradaron. La vista espectacular, los muebles escogidos estratégicamente, la delicada dama en la que su hija se había convertido, su elegancia y, peor aún, su belleza. —Ahora me llamas mamá... —murmuró Nora entre dientes.—¿Disculpa? —preguntó Lily, sorprendida por su palabras. No vaciló en ponerse de pie para enfrentarla—. ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.Por supuesto que intuyó que no estaba allí por una buena causa.—Oh, vamos, Lilibeth, sabes muy bien porqué estoy aquí —le respondió Nora con claro enojo y se plantó frente a ella para encararla.Lily pensó muy bien en los hechos. Se imaginó que estaba allí para persuadirla por el cercano juicio de Victoria. De seguro quería que Christopher retirara los cargos y que la dejaran en libertad.Eso no iba a suceder.—Si estás aquí por Victoria...Lily no pudo continuar. Su madre se rio con tanta
Christopher tuvo que llevar a Lilibeth a los miradores de Revues para que cogiera un poco de aire fresco.Y no solo eso. Quería hablar con ella en donde nadie pudiera escucharlos. Si Lily quería derrumbarse y llorar para soltar todo lo que su madre le había ocasionado, frente al cielo nublado de Manhattan podría hacerlo con total libertad.—Se marchará —le dijo Rossi con seguridad—. Se encargará de que tu padre conozca la verdad y de que Victoria no vuelva a amenazarlas con eso...—Dios mío —hipó Lily, compungida.Estaba reteniendo mucho dentro de su pecho. Los recuerdos de infancia, las navidades, los cumpleaños. Todo se desmoronaba con tanta fuerza que, aunque luchara por mantener los muros de su castillo en pie, ya no le quedaban fuerzas para contenerlos.Era ella sola contra una demolición inminente. —No creo que se atreva a pedir indemnización, pero me preocupa la casa —le informó Christopher con la mente fría.Y le costó hacerlo. Ver a Lily derrumbarse le caló profundo. Nunca p
No le quedó de otra que aceptar sus exigencias y como una niña feliz con juguete nuevo, se fue hasta su escritorio e hizo la reserva de un salón en el restaurante que su jefe le había pedido.No tenía idea de que se trataba la nueva cláusula, así que pasó el resto del día imaginándose alguna exigencia retorcida.Terminaron de trabajar temprano y como alcanzaron el atardecer, aprovecharon de caminar a casa. No había lluvia ni nieve y sintieron libertad para recorrer la ciudad a pie.Se detuvieron en una florería a comprar flores frescas para el salón principal y algunas esencias nuevas para su habitación.Christopher nunca había hecho ese tipo de compras y no pudo negar que se sintió muy completo al verse envuelto en lo que significaba un “hogar”.Cuando llegaron al pent-house, Julián, el padre de Lily, los estaba esperando con una champagne fría, hundida en una cubeta de hielos y copas elegantes para brindar.Lily estuvo confundida. Realmente no sabía que celebraban, así que le siguió
Lily estaba tan impaciente por sentarse en las piernas de Christopher otra vez que, cuidó cada detalle delicado de su cuerpo.Se depiló, se lavó con cuidado y escogió ropa interior muy pequeña.Se rio traviesa cuando se vio en el reflejo del espejo.Jamás, ni en sus más locos sueños se habría imaginado usando algo tan ajustado, transparente y que insinuara tanto.Era un premio especial para Christopher.De su renovado armario escogió un vestido largo que se cerraba con un simple lazo. Lo escogió porque sabía que se lo podría quitar fácil.Y todo para darle en el gusto al hombre del que estaba enamorada.Quiso darse algunos retoques de maquillaje, pero era tan mala para eso que, una vez más, le hizo falta la ayuda de Romina.Cómo la extrañaba. No podía negarlo. Era su otra mitad y ya ansiaba que pudiera cumplir con su recuperación y empezar a vivir después de tanto sufrimiento.Se pintó los labios de un rosa brillante y abandonó su cuarto para encontrarlo a él, el hombre que la hacía t
Lily se sonrojó al verlos. Por supuesto que no podía terminar su oración sin horrorizar al resto de los presentes.Rossi tomó la mano de su compañera para caminar por el primer piso de la torre y sacarla de allí.—Discutiremos el asunto de su “fiebre” en la cena, no se preocupe, señorita López —dijo él con la voz tiritona. Tuvo que carraspear para recomponerse—. Un poco de penecilina le vendría bien...—¿Cómo dijo? —se rio ella mirándolo con curiosidad.Había escuchado bien y no estaba segura si había sido un error o un juego de palabras. Con Rossi todo era posible.—Penicilina —se corrigió Rossi y le guiñó un ojo antes de subir al coche que los esperaba para llevarlos a su destino.Fue un viaje corto, de apenas un par de minutos. Viajaron cogidos de las manos, mirando por la ventana.Rossi no tuvo valor de decir nada. Estaba tan nervioso por su propuesta que, no podía dejar de pensar en ello. No quería cometer ni un solo error.Cuando llegaron a Hutong, no tuvieron que presentarse.
Algunos minutos después, sus platillos llegaron.No estuvieron muy seguros de qué habían pedido, así que les tocó mirar la comida con caras de pocos amigos.Intentaron disimular y actuar con amabilidad, sobre todo después de haber tenido sexo descaradamente en ese lugar público.Estaba delicioso, por supuesto, el lugar merecía todo el reconocimiento del mundo, pero el problema fue que... terminaron como habían llegado: hambrientos.La comida no fue suficiente y no tuvieron ganas de pedir más nada.—Comienzo a sospechar que tengo una adicción a los carbohidratos —reconoció Chris.Lily se rio.—¿Crees que tengan papas fritas en el menú? —Lily preguntó.Christopher se rio más fuerte y apenas pudo reconocerse cuando le dijo:—Pagaré la cuenta y buscaremos una maldita pizzería. —Lily le sonrió—. Nadie me separa de mis malditos carbohidratos —gruñó y se levantó para buscar a la camarera.No quería esperar ni un solo minuto más.Lily se rio y se acordó de la primera vez que había firmado el