77

Christopher se despertó un par de horas después.

No pasaba de la media noche. Supo que su suegro no tardaría en regresar cuando revisó su teléfono móvil y vio las compras que había realizado con su tarjeta.

Sonrió satisfecho al ver que su suegro había tenido una velada maravillosa junto a una bonita mujer rusa y adormilado por la intensa noche, se levantó para llevar a Lily a la cama.

No quería que su padre la encontrara desnuda en el sofá de la sala.

Con mucho cuidado la llevó entre sus brazos. Se preocupó de que no se despertara.

La arrulló en la cama con suavidad y se puso un batín en la espalda para organizar todo el lugar.

Buscó papel para limpiar el piso del salón. Arregló los cojines del sofá y recogió todas las prendas despedazadas de la alfombra.

Guardó la camisa de Lily para pedirle a su estilista que buscara el mismo modelo. Sabía lo mucho que le gustaba y pensaba comprarle una docena de todos los colores existentes.

Tras eso, botó la lampara despedazada a la basura y revisó la nevera por largo rato, mientras pensó para sus adentros en el desayuno.

Antes de irse a la cama, navegó en la internet y buscó una tienda que grabara placas. Escribió un correo, pidiendo una placa especial.

Después de eso, se quedó profundamente dormido junto a Lily.

Al otro día, cuando Chris se despertó, Lily estaba sentada a su lado, escribiendo en sus notas. La miró de reojo y la encontró tan concentrada, natural, desnuda y perdida en las letras que le fue inevitable no suspirar enamorado. Se veía perfecta.

Se la imaginó desnuda, natural, pero sentada en Italia, en una villa en el sur y la costa. También se la imaginó sobre su nuevo yate, al que llamaría “fiducia”.

—¿Dormiste bien? —le preguntó él y volteó parar mirarla mejor.

Era perfecta.,

—Maravillosamente bien, ¿y tú? —le preguntó ella, sin dejar de escribir.

—Dormí a tu lado... —le dijo él y ella le miró divertida.

Lo encontró con los ojos azules brillantes. Iba a invitarlo a la ducha. Siempre tenían tiempo para un poco de sexo matutino, pero un chillido femenino los tensó por igual.

Rossi se levantó de la cama de un brinco y cuando las voces indistintas de Sasha y su padre se oyeron desde el salón principal, Lily se levantó también preocupada.

Él le puso un batín en los hombros y tras cubrirse bien, salieron marchando apurados.

Sasha lloraba con desconsuelo de pie frente a los amplios cristales que mostraban toda la ciudad luminosa a esa hora de la mañana.

No pasaban de las siete.

—Se murió... —hipó Sasha con desconsuelo.

El señor López estaba junto a ella, horrorizado y aun consternado.

—¡¿Quién murió?! —gritó Lily, asustada y descalza corrió a comprobar la verdad.

Tomó a Sasha por los brazos, imaginándose que su padre o algún familiar había fallecido en su país natal.

—¡Tronquitos! —gritó Sasha y todos se quedaron tiesos—. ¡Tronquitos está muerto! —lloró desgarradoramente.

El señor López puso su mano sobre el hombro de la sensible mujer y le dio cariñosas palmaditas para calmarla.

—Pero... —Lily se acercó a su casa de cristal. Estaba tieso con los ojos abiertos—. Anoche estaba bien... —Especuló liada y cuando recordó la última vez que lo había visto, se puso roja de golpe.

Su padre la miró con una ceja enarcada.

Christopher se rascó la frente y no supo qué decir. Solo se acercó a mirar al hámster muerto. Estaba tieso. Su mueca de horror decía mucho.

Christopher supo que había muerto por su culpa.

Era la misma mueca con la que lo había visto la noche anterior.

Cuando Rossi levantó la vista, se encontró con la mirada acusatoria de su suegro.

El señor López tenía una mano sobre su boca y barbilla. La sostenía de forma sospechosa y su mirada intrigante lo decía todo.

Cuando sus miradas se encontraron, el señor López llevó sus ojos hasta el vidrio trizado.

—Tal vez algo lo asustó —dijo Christopher cuando entendió lo que las miradas de su suegro trataban de decirle.

—¿Asustarlo? —preguntó Lily entristecida y tomó entre sus manos su cuerpo sólido.

—Son muy asustadizos —dijo el señor López para tranquilizar a Sasha—. Cualquier ruido extraño, grito o... —carraspeó mirando de reojo a su hija y a su novio—... cualquier sorpresa los espanta.

—¿Habrá muerto triste? —preguntó Sasha, acariciándole la panza con la punta de su dedo.

—No, definitivamente murió feliz —bromeó Christopher y todos lo miraron con intriga—. Digo... tuvo una buena vida, era un gran pensador, compañero y amigo —se corrigió rápido.

El señor López intentó contenerse, pero, en el fondo, él sabía la verdad. El hámster se había muerto por la impresión de su follada loca.

El cristal roto explicaba muchas cosas.

Lily se tuvo que reír cuando escuchó a su padre carcajearse fuerte. Christopher se ruborizó tanto que, Sasha se enterneció y lo abrazó por la cintura con gesto maternal.

Se quedaron los cuatro recordando a Tronquitos, un gran pensador.

Lily decidió que debían tener a Tronquitos Jr.

Pronto se asearon, se vistieron y regresaron a la tienda de mascotas.

Cuando la dependienta los vio otra vez, puso los ojos en blanco. Los recordaba muy bien.

—Déjenme adivinar... —dijo sarcástica—... ya se murió.

Lily le sonrió y la dependienta la llevó a donde decenas de hámsteres corrían por todos lados.

Chris y Lily los miraron un largo rato, mientras escogieron al heredero de Tronquitos.

—¿Podríamos llevarle una compañera? —preguntó Chris con seriedad—. Tal vez necesita un poco de sexo hamsterino.

Lily se rio y aceptó su propuesta.

Le escogieron a una compañera. La llamarían “Tronca”, porque tendría personalidad fuerte y autoritaria. La señora de la casa de cristal. Tronquitos Jr. Sería su leal compañero.

—¿Y si es gay? —preguntó Christopher totalmente preocupado.  

Lily se rio fuerte.

La dependienta de la tienda los miró con una ceja enarcada.

—Ya veremos...

—Prueben un par de semanas —les dijo la dependienta de la tienda—. Si nacen críos, ya saben la respuesta.

Estuvieron de acuerdo y decidieron llevar a casa a dos nuevos integrantes.

Cuando se preparaban para partir, la dependienta de la tienda les pidió una fotografía.

—Quiero ponerla ahí —le dijo, mostrándole un muro con otros famosos—. La “It Girl” adopta, eso es chévere, más gente debería saberlo para que sigan tu ejemplo —le dijo y le guiñó un ojo.

Lily y Christopher se hicieron una foto con sus nuevos hámsteres y, tras compartir un par de minutos con la dependienta, regresaron a casa.

Sasha estuvo feliz con los nuevos integrantes de la familia.

Lily envolvió a Tronquitos en una tela blanca, lo metió en una caja pequeña y le pidió a Christopher que la acompañara hasta el mismo parque en el que antes habían enterrado al primer hámster.

Juntos le dieron sepultura.

Christopher le dedicó un par de palabras y cogidos de las manos regresaron a casa.

Romina había mostrado diversos avances en su tratamiento.

El psicólogo y la terapeuta con la que trabajaba a diario les habían ofrecido mayor libertad gracias a sus avances.

Sus heridas físicas habían sanado, las del corazón aun no. Esas requerían un poco más de tiempo, pero bien le habían explicado que solo cicatrizarían y que era importante que aprendiera a curarlas cada vez que se abrieran otra vez.

Romy estaba aprendiendo a lidiar con el dolor, la partida y el duelo.

Como ya la dejaban salir al jardín de la clínica sin supervisión, en las tardes se acostaba en la hierba fresca y miraba el cielo y las nubes. Había dejado de pensar en: “que hubiera pasado”; porque había entendido que, con eso, no podía cambiar el pasado, pero tampoco podía vivir el presente.

No vivir la estaba matando. El pasado la estaba matando.

Si su hijo hubiera estado allí, habría querido que viviera.

Cada vez que se levantaba, se repetía esa frase.

Esa mañana cuando se despertó, no fue diferente y tras asearse y vestirse bonita con su ropa nueva, la que Lily le había obsequiado, se preparó para desayunar en la cafetería.

Le encantaba ese lugar. Había conocido a muchos abuelos sabios con los que jugaba a los naipes en las noches.

Habían reorganizado su vida de una manera tan armoniosa que, por fin, Romy empezaba a encontrarle sentido a la sabiduría de la vida y del universo.

Cogió un periódico y se sentó frente al televisor con una taza de leche descremada, un bollo de crema blanca y un tazón de frutas frescas. Las enfermeras caminaban a su alrededor, atendiendo a los pacientes más desprovistos.

Hojeó el periódico con poco interés. Leyó la columna de humor y la sección de farándula.

Todo estuvo bien hasta que escuchó algo en la televisión que la hizo escupir la leche que tenía en la boca.

—Y, en otras noticias, esta mañana se confirmó la fecha del juicio oral contra Victoria López, hermana de la nueva “It Girl”. —Romy se levantó de sobresalto y corrió hacia la televisión para subirle el volumen—. Se le acusa de fraude, robo, falsificación y difamación. El editor en jefe de la revista de moda más mediática de los últimos años, Christopher Rossi, no ha entregado declaraciones a los medios y su novia tampoco. Ambos se han reservado hasta el día del juicio. —Romy se quedó perpleja mirando las imágenes del arresto de su hermana menor en un lujoso Club en Miami.  

Cuando la noticia concluyó, la joven se puso de pie y, consternada, pidió una llamada.

Quería hablar con su hermana, Lilibeth López.

Y era urgente.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo