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Llegaron retrasados a la reunión con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano, pero Christopher arregló la mala cara pidiendo una botella de vino de una cosecha del setenta y dos, algo que cambió la tensión de la reunión.

Pero también lo hizo la presencia de Lily, quien parecía ajena a todo ese mundo, pero que, sin saberlo, había causado una revolución entre los diseñadores ingleses.  

El organizador estuvo sorprendido de ver a la muchacha allí.

—Señorita López, que honor conocerla por fin y qué gran coincidencia —dijo el inglés y se levantó de su asiento para estrechar su mano y besarla en la mejilla—. Sí el señor Rossi me hubiera dicho que estaría presente, mi esposa nos hubiera acompañado. Ella es su admiradora.

—Muchas gracias. Qué gran honor —respondió Lily, emocionada y asintió humilde.

El hombre sonrió y buscaron sus lugares en la mesa. Chris ayudó caballerosamente a Lily a sentarse.

—Se enamoró de su estilo cuando leyó su artículo en Craze en el número pasado —le dijo el hombre con total confianza—. Segundas vidas en la moda, una m*****a obra de arte.

Christopher escupió el vino que bebía y con sobresalto miró al británico.

El organizador se rio y los miró a los dos a las caras. Parecían tan cariacontecidos que, se carcajeó más fuerte.

—¿Dije algo malo? —preguntó liado.

Christopher carraspeó y cuando Lily le miró con lio, tuvo que hablar:

—La verdad es que... —Miró a Lily otra vez, sin saber qué decir.

—Yo no escribí ese artículo, Señor Roberts —unió Lily al ver a Chris tan complicado.

El británico enarcó una ceja y suspiró antes de usar la servilleta para limpiarse los labios y hablarles con franqueza.

—Señorita López, toda usted grita cada palabra extendida en ese artículo. Mi esposa lo supo de inmediato. Asidua lectora, licenciada en lingüística y literatura inglesa; ha trabajado por años con importantes literatos y dice que usted tiene un futuro brillante —le dijo el hombre con manejo—. Si le preocupa que el mundo sepa que usted es Petit Diable, no tiene de qué preocuparse... —Le dio una sonrisa—. Su secreto está a salvo conmigo y con mi esposa.

Lily le miró con los ojos brillantes y no pudo responderle nada coherente. Estaba muy emocionada. Si decía algo, iría acompañado de lágrimas y sollozos.

—Muchas gracias, Señor Roberts —dijo Chris—. No solo por su estimación a nuestra ensayista anónima, sino, por proteger su secreto.

El hombre sonrió y volvió a mirar a Lily.

Ella seguía nadando en un mar de emociones.

—Tengo curiosidad —dijo y volvió a mirarlos a los dos de forma divertida—. La “Chica del momento” de esta temporada tiene un lugar en la primera fila del desfile, pero también “Petit Diable”... ¿cómo espera ocupar dos asientos al mismo tiempo? —le preguntó.

Los dos se quedaron boquiabiertos.

—Oh, no —suspiró Lily y con pánico miró a Chris.

Él sonrió y no pudo disimular la sorpresa.

—¿Invitaron a Petit Diable? —investigó Rossi riéndose atónito.

Lily estaba pálida, tiesa. El corazón era lo único que le funcionaba en ese segundo. Latía a toda prisa, encargándose de mantenerla con vida.

El organizador se rio con tono amable y puso sus codos en la mesa para hablarles con consistencia.

—Por eso dije que es una gran coincidencia tenerla aquí, señorita López —le dijo el hombre.

Lily parecía perdida.

—¿Coincidencia? —Rossi intervino.

—¿Acaso no saben que el artículo de Petit Diable llegó a la Federación de la Alta costura y Moda? —les preguntó el organizador. Los dos negaron desconcertados—. Que extraño... enviaron una carta y...

—No hemos recibido nada —jadeó Chris con el ceño apretado.

Era un gran logro. Jamás, en todos sus años de carrera, Revues había conseguido atraer la atención de la “Chambre Syndicale de la Couture”, mucho menos Craze. En las tierras Europeas era considerada como un mal chiste a la Alta Costura.

El hombre sacó su teléfono disculpándose por su acción descortés y con prisa tecleó. Le tomó apenas unos segundos notificar al Sindicato de que la carta que habían enviado no había llegado a su destinatario.

—El artículo de la señorita López causó gran revuelo entre sus sindicalistas. —Lily y Chris se miraron con ansia—. Más de un siglo y medio de Alta costura y nunca nadie alabó los clásicos. Petit Diable despertó el amor a las segundas vidas, las segundas oportunidades.

—Dios santo. —Lily tuvo que levantarse de su asiento cuando sintió que se quedaba sin aire.

Los hombres, corteses, se levantaron con ella. El británico levantó su mano para pedir la atención de los camareros.

—Por favor, agua con hielo y un café negro —solicitó.

Lily jadeó. El aire le faltaba.

—Lily, cariño... —Chris la contuvo entre sus brazos y con suavidad le sopló el rostro para que se despejara y respirara—. Respira, respira.

—¿Es real? —preguntó asustada.

—Joder, sí —se rio Chris y suave la ayudó a sentarse otra vez.

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