68

Lily acompañó durante todo el día a su jefe en múltiples reuniones de negocios.

En las de la mañana cabeceó porque estaba muerta del cansancio y para cuando las de la tarde llegaron, tuvo que abusar del café.

El trabajo lo sintió doble; por supuesto que así era, si trabajaban arduamente en dos ediciones.

Las más importantes del año: Edición navideña y la Edición de final de año, la que debía ser inolvidable.

Christopher se había reunido a almorzar con el embajador ruso, quien prometía solucionar el problema de Sasha, pero, hasta ese momento, Rossi no había dicho ni una sola palabra respecto a ese tema.

Lily estaba preocupada; se imaginaba que tal vez las cosas no habían resultado bien y temía tener que decirle adiós a Sasha para siempre.

—En veinte minutos tenemos una cena con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano —le dijo Rossi, caminando apresurado hasta su oficina.

Lily tuvo que correr detrás de él para poder seguirle el paso.

—Cierto —recordó ella—. París... —pensó en voz alta.

No sabía si estaba lista para País. Ni siquiera sabía si sería incluida en algo tan masivo e importante.

Rossi se detuvo y volteó a mirarla.

—Vendrás conmigo —le ordenó—. Solicité un cambio de vestuario. Tienes diez minutos.

Ella se puso pálida y retrocedió cuando se sintió avasallada por sus órdenes.

Frunció los labios cuando Chris le ofreció una alargada caja blanca. Lily tocó las letras de Burberry y sonrió cuando tuvo que alabar el ingenio de Christopher.

—Elegancia británica —susurró y aceptó la caja—. Muy astuto, señor Rossi... El organizador es Británico.

—Por eso te amo —le respondió él con soltura y le guiñó un ojo antes de regresar a su escritorio para avanzar con su trabajo.

Apenas eran diez minutos, pero él bien sabía que podía aprovecharlos bien.

Lily se quedó perpleja frente a él.

La frase que le había dedicado la había desacomodado y no sabía cómo interpretarla.

¿La amaba de verdad o solo era un juego de palabras por su astucia?

Se preguntó mientras se cambió de ropa encerrada en un cubículo en el cuarto de baño. Lo hizo tan apresurada que poco tiempo tuvo de detallar el vestido y de pensar en profundidad en lo que Christopher le había dicho.

Se cambió los tacones y apresurada salió para terminar de arreglarse frente a un espejo.

Debía acomodarse un par de aretes en las orejas y arreglarse el cabello. Ni siquiera sabía cómo llevarlo. Recogido, suelto.

July estaba allí, terminando de arreglarse para partir a casa. Se retocaba el labial en cuanto se encontró con Lily.

Se quedó boquiabierta. A cualquiera le habría sucedido. Era una reacción natural a la que Lily aún no se acostumbraba. 

—Dios mío... —suspiró y sin contenerse la miró de pies a cabeza—. ¿Es el vestido Corrine de Burberry? —preguntó anonadada.

Lily tragó duro y no supo qué responder. Solo volteó para mirarse en el espejo. El vestido era negro, largo y la manga le alcanzaba incluso la mano, pero con diferentes escotes circulares sobre el pecho.

La elegancia se definía allí, en ese corte que mostraba incluso su ombligo, pero que no atribuía vulgaridad.  

Se puso la mano en la barriga cuando se sintió incómoda. No tenía una piel perfecta, ni un abdomen plano.

Su espalda era otro caso.

—Debes recogerlo —le dijo July con una sonrisa dulce, refiriéndose a su cabello—. El corte en la espalda es bellísimo y merece toda la pena ser visto...

Se calló cuando notó lo incómoda que Lily estaba.

Como July no había podido olvidar su última conversación, en la que se había sentido segura de comer algo delicioso después de mucho tiempo, le dijo:

—Te ves preciosa, Lily. —Se mostró dulce—. Muchas chicas mataríamos por llevar un vestido de Burberry, más esta edición de seis mil dólares...

—¡¿Qué?! —preguntó Lily y volvió a mirarse al espejo—. No puedo creer que cueste seis mil dólares —se rio nerviosa.

July se rio.

—Déjame ayudarte —le pidió y con suavidad le cepilló el cabello negro para alzarlo en una coleta.

La coleta definió su rostro. July usó un poco de maquillaje para profundizar su mirada. Los labios llevaron un tono más natural que complementó perfecto.

Cuando salió del cuarto de baño acompañada de July, Rossi estaba esperándola.

Estaba de pie frente al elevador, discutiendo con Marlene. Ella insistía en fotografiar a sus modelos en una guardería; por otro lado, Christopher rebatía su idea con estabilidad.

—Es una m*****a revista para aficionados de la moda, no para pedófilos.

Marlene se reía y trataba de convencerlo.

La primera en ver a Lily fue la asistente de Wintour. La señaló con su mirada y todos voltearon para encontrarla resplandeciente.

Christopher se rio sarcástico en cuanto la vio. Tenía qué ser una m*****a broma. Su pequeño demonio tenía la magnitud de convertir algo aburrido en algo increíble, algo brillante.

Wintour alzó las cejas al recorrerla completa. De pies a cabeza. No encontró ni un solo detalle que criticar. Tal vez el esmaltado de sus uñas o sus cejas gruesas, pero prefirió ignorar esos detalles para enfocarse en lo que verdaderamente era importante.

Su cambio. Y no era un cambio grande. Solo la ropa adecuada. La elegancia y la feminidad eran propias de ella.

—Felicidades, López. —La rodeó con paso lento—. Ascendiste de burro a águila elegante.

—¿Gracias? —Lily preguntó liada.

No sabía si era un halago o un insulto.

Chris la miró con fastidio.

—No llames a mi asistente burro ni águila, por Dios —le reclamó furioso.

—Es un cumplido —respondió Marlene y le guiñó un ojo para partir.

July se vio incómoda atrapada entre esos dos enamorados y rápido se montó en uno de los elevadores para desaparecer.

Christopher se quedó sonriente mirando a Lily. Estaba embelesado.

Ella caminó tímida para plantarse a su lado y partir.

Él le ofreció su brazo para escoltarla.

—Te ves bellísima, Lily —le dijo y juguetón le robó un beso.

Ella sintió las mejillas llenándosele de calor y tuvo que carraspear antes de hablar.

—¿No cree que es demasiado? —preguntó. Rossi no entendió a qué se refería—. Esto... —Ella señaló los escotes circulares sobre su pecho, senos y abdomen.

Rossi suspiró y con dulzura le dijo:

—Son perfectos.

Aunque Lily se rio coqueta, no se mostró muy convencida. Había un asunto no resulto que no la dejaba en paz.

Él cogió su mentón para que le mirara a los ojos y con dulzura la besó en los labios.

—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó él, leyendo su mirada—. Será una cena breve. Nos dirá sus demandas y tendremos la exclusividad de la dirección... prometo que iremos a casa cuanto antes y...

—No es eso lo que me preocupa —le dijo ella y soltó un gran suspiro. Él apretó el ceño. Ella se rio cuando se sintió como una de esas novias desesperadas—. No, no es nada... olvídelo.  

Él supo que ese “no es nada”, era algo importante.  

El elevador se abrió y ella se armó de firmeza para bajar, pero Christopher la agarró por la muñeca y la forzó a regresar.

Se estrellaron sus cuerpos y rápido él presionó la tecla para cerrar las puertas.

—Christopher —se rio Lily—. El organizador nos está esperando —le recordó divertida.

Él estaba serio.

—A la m****a el organizador. No se morirá por esperar un par de minutos —dijo firme y sin soltar su muñeca le dijo—: no nos iremos hasta que me digas que te preocupa.

—No estoy lista para decírselo —se defendió ella—. Digo, usted lo dijo primero, pero... pero... pero no sé si fue real o fue un juego de palabras.

Él alzó una ceja y se mostró más confundido aun.

Pensó detalladamente.

M****a. ¿Qué había dicho?

—Ha sido un día intenso, he dicho muchas cosas —dijo midiendo cada palabra—. ¿Acaso dije algo que te ofendió?

—No, no... —Ella sacudió la cabeza—. Más bien, algo que me hizo perder el equilibrio, pero no es nada, de seguro eran los tacones y ya sabe... —habló rápido—. Los tacones y yo no nos llevamos bien. —Se rio nerviosa.

Christopher entrecerró los ojos.

Lily supo que él no cedería. No saldrían de ese encierro hasta que le dijera la verdad.

Y el bendito encierro se hacía peor con cada respiración pesada que salía de los dos.

Decidió que debía dejar de ser cobarde. ¡Era una mujer, por el amor de Dios! Era fortaleza, viveza, feminidad.

Si su padre la hubiera visto en ese momento, acobardada por un juego de palabras, se habría sentido muy decepcionado.

Lo mejor era que fuera directa y que dejara a su pobre mente revoltosa en paz.

—Dijiste que me amabas —lo dijo con valentía y apretó los labios—. No directamente así, pero...

—Sí. Dije “por eso te amo” —unió él. Lo recordaba muy bien—. Sí —aseguró sin vacilar—. ¿Cuál es el problema?

Ella se quedó boquiabierta y balbuceó tonterías.

—Pero ¿qué significa? —preguntó liada.  

Christopher se rio cuando pensó que era una broma.

—¿Qué podría significar, Lily? —bromeó—. Que te amo, joder. —Fue determinante.

Ella le miró con desconfianza.

—¿Así, nada más? —preguntó ella y no dudó en continuar—: ¿Está seguro? Si entiende lo que significa, ¿verdad? —Le miró con los ojos llenos de ilusión.

Christopher se rio.

—Solo tiene un significado, Lilibeth y sí, lo entiendo muy bien. —La miró con agudeza, con tanta hombría que la pobre muchacha tuvo que pasar saliva para no babearse—. Creo que te amo desde la primera vez que te vi sonreír.  

Ella se rio cuando comprobó que le estaba diciendo la verdad y ese bonito hoyuelo único que lo seducía apareció para acabar con toda la tensión que sentían.

—Esa m*****a sonrisa —repitió él y la tomó por la nuca para besarla con ferocidad.

La aprisionó con su cuerpo. Sus manos hábiles se metieron por su cintura y mientras la besó la estrujó entre sus manos, sintiéndola tan suya que Lily tuvo que gemir en respuesta a sus apretones salvajes.

Cuando llegó a su espalda desnuda gimió en su boca. Su piel suave alteró todavía más cada uno de sus sentidos y deseó quitarle el maldito vestido para tenerla en su cama.

Se rio cuando no logró entender cómo era posible que continuara deseándola con el mismo ímpetu de la primera vez.

Las puertas del elevador se abrieron otra vez y con mucho recato se separaron. Ella se ajustó el vestido por los muslos y se acomodó la larga cola de cabello en la espalda.

Él se arregló el saco elegante y volvió a ofrecerle su brazo para escoltarla.

Temblorosa, Lily encontró apoyo en su novio y caminó a su lado con elegancia.

Mientras caminaron al coche que los llevaría al restaurante en el que cenarían, Lily le preguntó:

—¿No le preocupa que esas “dos palabras” me ilusionen?

—¿Debería? —preguntó él.

Ella frunció los labios. Era una pregunta trampa, muy del estilo travieso de Rossi.

—No, pero...

Christopher se detuvo cuando entrevió lo que le estaba pasando a la insegura muchachita.

Se plantó frente a ella y con firmeza le preguntó:

—¿Por qué no quieres que te ame?

Ella se puso pálida de golpe y rápido negó.

—Sí quiero que me ame, es solo que... no estaba preparada para esto —jadeó al confesar la verdad—. Me ha pillado de sorpresa.

—¿Sorpresa buena o mala? —preguntó él con una traviesa sonrisa.

Ella se rio y movió los ojos de forma juguetona.

—Usted sabe que buena —se rio ella—. La mejor en toda mi vida —se rio de nuevo con aires de timidez. Rossi encontró que era adorable—. Es mi primer “te amo”. —Se agarró la barriga por los nervios.

—El mío también —respondió él.

Ella cambió aún más. Sus ojos se abrieron más grandes y se llenaron aun de más ilusión. Tuvo que dejar salir todo el aire que había retenido. Lo hizo lento para no verse tan tosca.

No pudo ocultar su sorpresa y sin guardarse nada le preguntó:

—¿Soy la primera mujer a la que ama?

Su cara lo decía todo. Estaba consternada.

Él sonrió y la tomó por las mejillas.

El coche había llegado, pero el conductor respetaba su privacidad.

—Hubo una chica una vez, en el jardín de niños, pero creo que no cuenta —le dijo él con su encantador humor. Ella se rio y fue en ese momento de atracción que él la cogió afanoso por la cintura para apegarla a él y besarla otra vez—. La primera, Lilibeth.

Lily se colgó de su cuello y respiró su perfume masculino con los ojos cerrados.

—Christopher, tú también eres mi primera vez —le dijo y se separó ligeramente de él para mirarlo a la cara. Sus mejillas estaban sonrosadas y los ojos le brillaban con ímpetu—. Yo también te amo. —Se tocó el pecho y volvió a mirarlo a los ojos—. Es algo nuevo y está aquí, puedo sentirlo, aunque todavía no sé cómo entenderlo.

Él se rio y se sintió terriblemente aliviado de conocer sus sentimientos, más al saber que le correspondían.

—Tranquila, ya lo entenderás —le dijo él y se rio cuando añadió—: Yo lo busqué en G****e.

Ella se carcajeó y se acostó sobre su pecho para escuchar su corazón.

Aun en el caos de la ciudad, sintió esos latidos agitados y sonrió con los ojos cerrados cuando supo que ella era la causante de esa irregularidad.

Christopher le acarició la espalda y hundió su rostro en su cabello. Cerró los ojos cuando recordó a todas las mujeres con las qué se había acostado antes de Lily.

Muchas de ellas les habían declarado su amor a los cuatro vientos, pero nunca le había tomado el peso a esas palabras hasta que las había sentido.

Lily había despertado sus ganas de amar.

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