Christopher estaba esperándola con toda la calma del mundo.
En cuanto ella apareció por la puerta, escoltada por dos policías, respiró aliviado y caminó para recibirla.
—Estoy bien —le dijo ella para calmarlo.
También le regaló una sonrisa sincera.
Christopher asintió y tomó su mano para acompañarla, para mostrarle su apoyo.
Un coche privado los esperaba afuera.
Solo cuando estuvieron a solas, ella le dijo todo lo que había sucedido.
Christopher se quedó consternado escuchando su historia. Se hallaba perplejo, pensando en el peso de las confesiones de Vicky.
—¿Crees que dice la verdad? —preguntó Chris, rompiendo el silencio.
Era tenso.
Lily suspiró cansada.
—La verdad, no lo sé. —Estaba complicada. Solo podía pensar en su padre, en su corazón herido—. No quiero ocultarle algo así de grave a papá, pero tampoco sé si me corresponde a mí, como hija, decirle esto...
Christopher sacudió la cabeza de forma negativa.
—La única que puede hacerlo es tu madre —le dijo Chris, liberándola de toda culpa—. Ella es la única que conoce la verdad.
Lily sonrió y se apegó a él. La verdad era que, anhelaba una respuesta así, que la liberara de una carga y una culpa que no le correspondían.
Con dulzura se aferró de su brazo y se acomodó en su hombro para descansar.
Con un susurro suave le agradeció.
—Gracias por estar siempre para mí.
—Un placer, Lilibeth.
Él la besó en la frente y la dejó descansar hasta que llegaron al pent-house.
El señor López los estaba esperando. Sasha se había marchado temprano; tenía algunos asuntos privados que resolver y el padre de Lily había pasado la tarde decorando el pent-house.
La víspera de navidad oficialmente había llegado.
—Me tomé el atrevimiento. Me disculpo si fui muy lejos —comunicó en cuanto Lily y Chris aparecieron por las puertas del elevador—. Si no le gusta, puedo quitarlo de inmediato y...
—Me encanta —balbuceó Christopher con los ojos brillantes.
Nunca había celebrado la navidad. Sus padres nunca conseguían ponerse de acuerdo para la cena, ni para el árbol y esas luces que encendían sus noches oscuras.
Todas sus navidades las había pasado en hoteles en Francia o Italia, persiguiendo a su madre en sus amoríos navideños, los que nunca duraban más de dos semanas y los que siempre terminaban el veinticinco en la noche.
Nunca estaba en casa, porque no tenía una.
El único árbol de navidad que recordaba y con gran ilusión, era el de un aeropuerto en Grecia. Su vuelo se había retrasado y terminó pasando la noche en un salón exclusivo, cenando solo junto a un gran árbol luminoso que lo acompañó hasta el amanecer.
—Es perfecto —susurró y se tuvo que reír cuando vio que Tronquitos tenía sus propias decoraciones—. Es perfecto —repitió firme en cuanto se recuperó.
Lily le miró con los ojos brillantes y tomó su manos entre las suyas con dulzura.
—Aún no he pensado en la cena, pero podríamos preparar un platillo especial de nuestras culturas —dijo el señor López con clara emoción.
Chris sonrió.
—Me parece perfecto —pensó en voz alta.
Poco podía decir. Las emociones no lo dejaban hablar.
Lily se acercó a su padre para besarlo en la mejilla como agradecimiento. Fue en ese breve espacio que Chris caminó taciturno hasta el árbol de navidad iluminado.
Se quedó de pie frente a sus ramas llenas de colores.
Desde la distancia, Lily lo miró con congoja. Estaba de pie frente a al árbol, cabizbajo, con los hombros caídos.
—Los dejo a solas —susurró el señor L para ofrecerles privacidad.
—Descansa, papito —le dijo Lily para despedirlo, aun con el pesar de lo sucedido en la prisión con Vicky.
Cuando su padre se marchó, Lily se quitó el abrigo largo y apagó todas las luces del gran salón.
Solo las luces brillantes y coloridas del árbol iluminaron el rostro de Chris.
Él giró un poco para mirar sobre su hombro y se encontró con la bonita sonrisa de Lily.
Ella caminó hacia él y lo abrazó por detrás. Pasó sus manos por su abdomen y lo estrechó contra su cuerpo con fuerza. Descansó su rostro en su espalda ancha y lo sintió derrumbándose entre sus brazos.
En silencio Christopher peleaba tantas batallas.
A Lily se le llenaron los ojos de lágrimas cuando lo oyó sollozar como un niño desconsolado.
—Estoy aquí —murmuró ella con la voz rota, abrazándolo más fuerte y anhelando quitarle todo padecimiento que lo atormentaba—. Siempre voy a estar aquí.
Chris sonrió aliviado al escucharla, más cuando sintió sus brazos fuertes conteniéndolo. Sabía que podía derrumbarse allí una y otra vez y que ella siempre estaría para él para contenerlo.
—¿Tienes hambre? —le preguntó ella y con alegría le dijo—: Sé preparar un arroz con leche y canela increíble.
—¿Arroz con leche? —preguntó él y tuvo que buscar su mirada por encima de su hombro.
La encontró, por supuesto; ella estaba ahí, esperándole, con su bonita sonrisa de un hoyuelo.
—Arroz con leche —repitió ella, riéndose tierna—. Y con canela.
—Qué carajos —se rio él y entre sus brazos volteó para tomarla por las mejillas y besarla—. ¿Cómo es posible que tengas la capacidad de hacerme tan feliz? —le preguntó llenándola de besos.
Ella se rio. Sintió las cosquillas de sus besos y se erizó completa.
—¿Te hago feliz? —le preguntó Lily y se colgó de su cuello.
—Jodidamente feliz.
Ella se rio emocionada y se colgó de su brazo para llevarlo hasta la cocina.
Prepararon juntos arroz con leche y canela.
Aunque Christopher consideraba que era imposible mezclar el arroz con la leche, terminó sorprendido cuando Lily le dio a probar una primera bocanada. El dulzor calmó su corazón y la canela le dio abrigo.
Ella agarró la olla y volvieron a la sala, donde las luces del alto árbol continuaban iluminando con sus colores vivos todo el salón.
Se pusieron cómodos en los sofás y disfrutaron cucharada tras cucharada del arroz con leche y ese intenso sabor a canela que a Rossi le encantó.
Lily se carcajeó fuerte cuando lo vio raspando la olla con la cuchara. Buscaba comerse hasta el último grano de arroz dulce. Lo había disfrutado tanto que, acababa de convertirse en uno de sus recuerdos y postres favoritos.
Dejaron todo en la alfombra y se estiraron en el sofá para admirar las luces tintineantes iluminando todo su hogar.
Christopher se recostó encima de ella, entre sus piernas.
Ella le acarició el cabello con los dedos. Lo cepilló delicadamente mientras escuchó paciente a su niño triste.
—Esta será mi primera navidad.
Lily apretó el ceño.
—¿Cómo? —preguntó liada—. No entiendo... —Buscó su rostro para entender las cosas.
—Con la familia, en casa, con una cena... —confesó él y desde su lugar le sonrió con melancolía.
Lily separó los labios mientras entendió sus palabras.
Quiso ser optimista. No quería que Chris se sumergiera en recuerdos dolorosos, anhelaba que viviera su presente.
—A mi padre le encanta la navidad, es una de sus épocas favoritas del año, así que vamos a preparar una cena inolvidable y Santa te traerá tantos regalos que...
—Santa no existe —le refutó él con juicio.
Ella se rio y con sus piernas lo estrechó fuerte.
—Pensé que creías en su existencia —bromeó ella, aguantándose las carcajadas.
Chris bufó.
—Por favor, no soy tan iluso —respondió y Lily se rio fuerte.
Él la agarró por las piernas y se quedó atrapado en su cuerpo femenino hasta que se quedó profundamente dormido.
Lily se rindió a su lado también, pero unas cuantas horas después.
Ella se quedó con la carga de lo sucedido en la prisión, las palabras hirientes de Vicky y como hasta el final había buscado llenarla de inseguridades.
Pensó en sus gritos malévolos: “Me follé a Rossi”, una y otra vez y, aunque no pudo negar que su corazón se llenó de incertidumbre y miedo, tuvo que ser valiente y entender que, el pasado de Christopher no lo definía.
No quería saber si eso era cierto. La verdad era que ni siquiera le interesaba. Ya no quería ser la tonta masoquista que se quitaba el parche sin tener herida.
Lo mejor para ella, para su corazón y para su relación, era dejar el pasado atrás, porque su relación no se estaba edificando sobre el pasado, sino, sobre el presente que juntos creaban.
Se despertó otra vez cuando oyó unos tacones de fondo.
Los sentía sutiles y a la distancia.
Un llanto femenino vino después.
La voz de su padre, la de Christopher. Una extraña discusión.
Cabeceó porque estaba agotada, pero cuando sintió a Chris removerse entre sus piernas, abrió los ojos de golpe.
Suspiró cansada. Poco había dormido. Se había pasado la madrugada tomando decisiones. Razonando con el corazón.
Cuando se levantó, encontró a Sasha llorando en los brazos de su padre. Christopher estaba la teléfono y discutía en otro idioma, algo que la sorprendió.
—¿Qué pasó? —preguntó rascándose los ojos.
Su padre la miró con tristeza mientras le dio palmaditas delicadas en la espalda a la joven mujer.
—A Sasha le negaron su visa, van a deportarla —susurró su padre para ponerla al corriente de los hechos.
Lily apretó el ceño.
—Pero... ¿Cómo? —Estaba apenas despertando, no entendía nada.
—Le negaron presentar una petición y el Señor Rossi está peleando con el embajador ruso —cuchicheó el Señor L.
Lily abrió grandes ojos y miró a Chris con admiración. Suspiró enamorada, aturdida.
—Habla ruso —anheló fascinada y con una boba sonrisa en sus labios.
Su padre enarcó una ceja y la miró divertido.
Lily despertó de su letargo hormonal a la fuerza y se acercó a su padre y Sasha para darles consuelo.
—Tranquila, Sasha, vamos a solucionarlo —le dijo para alentarla, para que no perdiera las esperanzas.
La mujer lloró y reclamó en su idioma. Ellos no entendieron nada. Se miraron entre sí con lio. Solo supieron que estaba enojada.
Chris terminó su llamada y soltó un gran rugido de rabia. Con el teléfono empuñado en su mano caminó hacia ellos.
Lily le miraba con sus ojos negros brillantes.
—Es complicado —comunicó Rossi y todos le miraron expectantes—. Al parecer los registros que Sasha presentó en su entrevista no coinciden...
—Estaba muy nerviosa, ¡son terroríficos! —peleó ella con desconsuelo.
Lily sintió tristeza, más al ver a su padre tan preocupado.
Claro era que había forjado una bonita relación de amistad con Sasha. No se podía negar que tenía un interés romántico en ella, pero hasta ese momento no se había atrevido a ir más lejos. No quería irrespetarla de ninguna forma.
—¿Y qué podemos hacer? —preguntó Lily, sin saber cómo solucionar algo tan delicado.
Sentía que era algo que se le salía de las manos.
Pero no a Chris.
Él sabía que podía manejarlo, aunque el costo podía ser alto.
—Voy a almorzar con el embajador. Veré cuáles son sus exigencias —dijo con los puños apretados y, aunque esperó que todos se lo tomaran con normalidad, todos chillaron felices y se abalanzaron encima de él para celebrar.
Rossi se quedó tieso cuando tuvo a los tres a su lado, dando brinquitos por la alegría.
Lily lo abrazó fuerte y se levantó en la punta de sus pies para besarlo en la barbilla.
Hasta ese momento, todo le había parecido insuficiente y aunque poseía el mundo entero, seguía sintiéndose miserable.
Todo cambió cuando vio sus sonrisas y sus ojos brillantes atiborrados de esperanza.
Allí supo que, por fin, lo tenía todo en el mundo.
Lily acompañó durante todo el día a su jefe en múltiples reuniones de negocios.En las de la mañana cabeceó porque estaba muerta del cansancio y para cuando las de la tarde llegaron, tuvo que abusar del café.El trabajo lo sintió doble; por supuesto que así era, si trabajaban arduamente en dos ediciones.Las más importantes del año: Edición navideña y la Edición de final de año, la que debía ser inolvidable.Christopher se había reunido a almorzar con el embajador ruso, quien prometía solucionar el problema de Sasha, pero, hasta ese momento, Rossi no había dicho ni una sola palabra respecto a ese tema.Lily estaba preocupada; se imaginaba que tal vez las cosas no habían resultado bien y temía tener que decirle adiós a Sasha para siempre.—En veinte minutos tenemos una cena con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano —le dijo Rossi, caminando apresurado hasta su oficina.Lily tuvo que correr detrás de él para poder seguirle el paso.—Cierto —recordó ella
Llegaron retrasados a la reunión con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano, pero Christopher arregló la mala cara pidiendo una botella de vino de una cosecha del setenta y dos, algo que cambió la tensión de la reunión.Pero también lo hizo la presencia de Lily, quien parecía ajena a todo ese mundo, pero que, sin saberlo, había causado una revolución entre los diseñadores ingleses. El organizador estuvo sorprendido de ver a la muchacha allí.—Señorita López, que honor conocerla por fin y qué gran coincidencia —dijo el inglés y se levantó de su asiento para estrechar su mano y besarla en la mejilla—. Sí el señor Rossi me hubiera dicho que estaría presente, mi esposa nos hubiera acompañado. Ella es su admiradora.—Muchas gracias. Qué gran honor —respondió Lily, emocionada y asintió humilde.El hombre sonrió y buscaron sus lugares en la mesa. Chris ayudó caballerosamente a Lily a sentarse.—Se enamoró de su estilo cuando leyó su artículo en Craze en el
El organizador entrevió en Lily la humildad de una muchacha con grandes sueños, pero también con temor de cumplirlos. Se imaginó que no había vivido una vida fácil y que los sueños llamando a su puerta desestabilizaban todo su mundo.Lo ponían en caos.—Nunca he ocultado un secreto tan grande —siseó ella y miró a Chris y al organizador del evento con pánico—. ¿Cómo voy a decirle al mundo qué...? —No supo cómo continuar, porque ni siquiera ella se lo creía. —¿Qué? —Chris trató de que continuara hablando.Lily se tomó el agua con hielo de golpe.—¿Cómo voy a decirle al mundo que “La chica del momento” y “Petit Diable” son la misma persona? —Se tocó las mejillas con las manos.Chris se rio y puso su mano en su hombro para darle consuelo.—¿Lo dices por qué el mundo no está preparado para tanta grandeza? —le preguntó enamorado.Ella se rio y negó.—No, tonto —se rio más calma y cuando entendió lo que el hombre trataba de decirle, lo miró con enamoramiento—. ¿Eso crees? —Le miró con los
Algunos días después, Lily visitó a Romina en el hospital psiquiátrico; le llevó algunos obsequios que sabía que la harían feliz: ropa nueva, libros y golosinas navideñas; Romy sintió un poco de congoja al entender que la Navidad estaba cerca y que no la pasaría con su familia como cada año.Lily supo de inmediato lo que la estaba atormentando.—Sabes que estaremos aquí... —Lily le dijo con una dulce sonrisa—. Nunca te abandonaríamos...—¿Vendrías con un pavo? —se rio Romy.Lily se carcajeó.—No me subestimes, Romina —dijo Lily con firmeza—. Con un pavo y ponche de huevo; incluso secuestraría al maldito santa con tal de verte feliz.Romina se carcajeó. Podía sentir que su hermana hablaba en serio. No pudo evitar imaginándosela, secuestrando a Santa.—Sabes que ya dejé de creer en esas cosas...—¿Por fin? —bromeó Lily—. Dios, ya era hora... tienes como treinta años y crees en santa, el maldito ratón de los dientes y el coco...Romy se carcajeó.Se hizo un ovillo y se recostó en el rega
Los días siguientes, Christopher y Lily trabajaron arduamente en los números que debían lanzar. Tenían una sobrecarga de trabajo que les imposibilitó dejar las dependencias de Craze.Trabajaron de sol a sol y, unas cuantas veces, el señor “L” los visitó para llevarles el almuerzo.Al señor López no le gustaba la idea de que su hija y el señor Rossi se la pasaran comiendo comida envasada, así que, en casa y con la ayuda de Sasha, les preparaban la famosa “vianda”.Ese día, no fue la excepción. El padre de Lily llegó y sin pizca de vergüenza, con arroz, frijoles y pollo; una limonada casera de sandía y un postre de natilla dulce que Rossi miró con curiosidad.Christopher pudo apostar que nunca había visto una comida tan contundente, pero, apenas la tuvo en frente, la boca se le hizo agua.Llevaba unos cuantos días comiendo frituras, comida china aceitosa y ensalada césar.Un poco de comida casera le venía bien.Partió a lavarse las manos para comer más a gusto el pollo y cuando regresó,
Cuando las labores terminaron al final del día y a medida que los trabajadores fueron retirándose al caer la noche, Christopher le pidió a July en registro de la correspondencia. Necesitaba saber dónde estaba la invitación y la carta que el Chambre Syndicale de la Couture había enviado para su escritora anónima. Para la sorpresa de todos, July descubrió que el registro había sido adulterado. Le habían arrancado una página completa al libro de recepción y las sospechas del editor en jefe se prendieron con fuerza. —¿Quién pudo hacerlo? —preguntó Lily, tensa.A Christopher le pasaron muchas ideas por la cabeza, pero no quiso arriesgarse a realizar acusaciones sin tener pruebas sólidas con las que respaldar sus inculpaciones.—Es un delito, así que no pudo ser cualquiera... —razonó Chris.Lily le miró con lio.—¿A qué te refieres? —Tuvo una extraña sensación.Chris le dedicó una mueca.—Se arriesgó, aun sabiendo que podríamos denunciarlo. —Hizo una pausa y señaló las cámaras de segurida
Llegar al pent-house fue caótico.El elevador les trajo recuerdos vivaces de lo que había ocurrido en los inicios de su tensa relación y, por supuesto, se agitaron aún más.Aunque se esforzaron por mantener las manos quietas, les fue difícil no tocarse.Cuando Chris vio que estaban llegando a su piso, se volvió loco y rasgó la falda de tela roja que Lily vestía.Ella chilló excitada por la locura del hombre. No podía negar que sus arrebatos de animal la estaban volviendo loca.Con el culo al aire, Chris se la cargó en el hombro otra vez.Le propinó una gran nalgueada antes de que las puertas se abrieran y, para su mala suerte, apenas atravesaron la recepción de su hogar, se encontraron de frente con el Señor “L”.Chris se paralizó cuando vio a Sasha y al padre de su novia compartiendo la cena. Lo peor era que los estaban esperando.Su única reacción fue taparle el culo a Lily con su gran mano.Todos compartieron una sonrisa incómoda, excepto Lily, quien colgaba por la espalda del fuert
Christopher se terminó de desnudar. Estaba erecto desde que habían salido de las dependencias de Revues. Puso su polla entre sus manos atadas y se masturbó entre ellas sin dejar de mirarla a los ojos.A Lily le encantaba lo imaginativo que era. Siempre encontraba una forma de masturbarse con cualquier parte de su cuerpo. Todas le resultaban seductoras cuando se trataba de ella.Su piel era suave y su carne siempre lo recibía con gusto.Si alguien le hubiera hablado a Christopher Rossi de los placeres de la carne, se habría declarado carnívoro mucho antes.Sentía que, hasta ese momento solo había vivido de las sobras, pasando hambre con mujeres delgadas, pero no bonitas.Lily no era delgada, pero, m****a, era hermosísima.Le metió un dedo en la panti negra que vestía y la rasgó lentamente, sintiendo como el hilo se rompía al jalarla más y más.Lily sonrió traviesa cuando supo lo que estaba haciendo. No tuvo que mirar, solo sentir. Sus dedos despedazaron los hilos de sus pantis elegantes