El lunes a primera hora, Victoria fue trasladada de prisión. Sería juzgada en el estado en el que se habían cometido los delitos, donde Rossi podía jugar al juego que quisiera.
Su territorio, sus reglas.
Todo se manejó con mucha discreción, hasta que la noticia llegó a los oídos de Nora, la madre de las hermanas López.
La mujer no dudó en buscar ayuda. Como su exesposo nunca regresó a casa, no le quedó de otra que buscar a Lily en el único lugar que sabía: su trabajo.
Por la tarde y tras recibir un llamado desesperado por parte de Victoria, Nora viajó hasta las instalaciones de Revues, donde sabía que se encontraban las oficinas de Craze.
Se atrevió a subir hasta el piso de la revista de moda y buscó a su hija con total seguridad.
—La señorita López salió. Puede dejar un mensaje si gusta —le dijo July, la recepcionista.
A Nora le sorprendió el trato. Tan frio, distante. La preciosa joven que manejaba un cinto sobre su cabello brillante ni siquiera la miró a los ojos.
—Necesito habar con ella, es urgente —dijo Nora, con evidente angustia—. ¿Sabe dónde puedo comunicarme con ella?
July meneó con su lengua la goma de mascar y a través de sus largas pestañas azules la miró con fastidio.
—Envíele un correo —le dijo y le entregó una tarjeta dorada.
Nora la cogió con cierto recelo y con muecas de horror volvió a fijar sus ojos en July.
—Pero...
—Sí ella considera que es importante, le responderá. —July se oyó tan sarcástica que Nora explotó.
—¡Necesito hablar con mi hija, por el amor de Dios! —gritó furiosa.
July alzó las cejas al escucharla. Más le sorprendió saber que la madre de la Chica del momento los visitaba.
Tras disculparse, le explicó dónde encontrarla.
Nora cogió un taxi y viajó hasta la dirección que le habían entregado.
Maravillada se quedó de pie frente a la infinita torres de cristales azulados que reflejaban el cielo. Tuvo que recordarse el motivo de su visita para recomponerse y dirigirse a la entrada.
En el elevador viajó impaciente, repitiéndose una y otra vez las palabras que pensaba dedicarle a Lily.
Pensaba manipularla, como siempre, victimizándose para que ayudara a su hermana a salir de prisión. Sabía que podía conseguir algo a través de Christopher.
Cuando llegó a su destino dejó el elevador atrás caminando con paso inseguro.
La recepción del pent-house era rimbombante. La elegancia la dejó atónita. También las vistas. Los cristales que envolvían todo el lugar le dejaban ver toda la ciudad y el cielo teñido de gris.
Avanzó más segura cuando reconoció la voz de su exesposo y con el ceño arrugado lo buscó, deseosa de verlo otra vez.
Lo encontró frente a una chimenea y envuelto en una colcha gruesa. Se reía de una película navideña mientras sostenía un gran pocillo con palomitas de maíz.
Dio grandes zancadas para saludarlo. Iba con una sonrisa en el rostro, esperanzada de que pudieran darse una segunda oportunidad, más al saber que la vida de Lily había cambiado, pero se detuvo en seco en cuanto vio a una mujer acostada en sus piernas.
La sonrisa se le esfumó en cuanto vio a una hermosa joven de cabellos dorados.
—Julián... —Lo llamó ahogada.
Sentía que el pecho le quemaba. Apenas si tuvo el valor de llamarlo por su nombre.
Julián la miró y, claro, se sorprendió de verla allí, más la mueca de dolor y decepción con la que lo miraba.
—Nora, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó él y dejó las palomitas de maíz a un lado para levantarse del piso.
La mujer le miró con furia, peor ardió al ver la cortesía con la que su exesposo trataba a la desconocida.
Tras eso, Nora dirigió toda su furia a la rubia que la contemplaba con sus bonitos y grandes ojos verdes. Estaba sentada en la alfombra, delicada y pendiente de cada cosa que su exesposo hacía.
Furiosa, Nora gritó:
—¡Vine aquí porque nuestra hija está en prisión y te encuentro revolcándote con una cualquiera! —Los gritos se oyeron por todo el pent-house—. ¡¿Cómo puedes hacerme esto?!
Julián se rio y sacudió la cabeza en negativa.
—¡¿Cómo puedo hacerte yo esto?! —exclamó él y decidido avanzó hacia ella para enfrentarla—. ¡Te recuerdo que fuiste tú la que se fue con un joven! ¡Tú me abandonaste y te dejé ser libre, Nora! ¡Dejé que buscaras el camino que tanto decías que te arrebaté! —gritó él con rabia.
Lily y Christopher estaban en un pequeño cuarto oscuro que habían improvisado para trabajar más a gusto y en cuanto oyeron los gritos salieron corriendo para ver qué estaba sucediendo.
—¡Me fui porque ya no me hacías feliz! —gritó Nora, llorando—. ¡Pero ya veo que el problema era yo! Bien a gusto que estás con esta mujerzuela...
—¡Basta! —gritó Julián y sacudió las manos en el aire—. ¡No trates de dar vuelta las cosas, Nora! ¡Tú no eras feliz! ¡Yo era el imbécil más feliz del mundo! —lloró destrozado.
Sasha se levantó cuidadosa del piso. No quería estar allí, atrapada en una discusión que no le incumbía.
Se encontró de frente con Lilibeth, quien había avanzado hacia el centro de la discusión con paso cauteloso.
No podía creer que los que gritaban así eran sus padres.
Christopher caminó detrás de ella sin decir ni una sola palabra.
—¿Qué está pasando? —preguntó Lily con un nudo en la garganta.
Nada le dolía más que verlos discutir. Regresaba al pasado, a las peleas nocturnas en casa, los gritos de cada mañana, las noches sin dormir y el miedo de perder a uno de sus padres.
Julián jadeó cuando escuchó la voz de Lily. No sabía si se sentía aliviado o más preocupado. No quería que sus hijas se involucraran en sus problemas de pareja.
No les correspondía.
—Tu madre nos visita —dijo, tratando de ser cortés.
De reojo miró a Christopher y a Sasha.
Nora se echó a llorar y con desespero le dijo:
—Tu hermana está en prisión, hija. Tenemos que hacer algo para ayudarla.
La noticia no sorprendió a Lilibeth y su madre pudo advertirlo. Su ceño se arrugó y con un extraño presentimiento le preguntó:
—¿Por qué no estás sorprendida?
—Porque ya lo sabía —le comunicó Lily y se cruzó de brazos sobre el pecho.
Nora abrió grandes ojos al sentir su desdén, su poco interés y su horrible frialdad y sintió que el mundo se le venía encima.
—¡Y si ya lo sabías, ¿por qué no hiciste nada?! —le gritó enloquecida—. ¡Ni siquiera me llamaste!
Lily enarcó una ceja y esperó a que la mujer se tranquilizara.
Había repasado esa escena miles de veces en su cabeza. La había sobre pensado tanto que, tenía todos los posibles escenarios resueltos.
—¿Habría cambiado algo? —le preguntó Lily, tan fría que hasta su padre se sorprendió de su madurez para manejar el asunto—. No, no habría cambiado nada porque no soy juez y no tengo poder para hacer algo al respecto.
Nora estuvo perpleja, adormecida por lo horrible que todo sonaba.
—Pero Christopher sí —dijo convencida de que iban a ayudarla.
Lily se largó a reír y no pudo disimular su sorpresa. El chiste era tan bueno que tuvo que buscar la mirada de su novio para que él se uniera a ella.
—Mamá, Christopher fue el que interpuso la denuncia —le reveló firme, sin titubear ni una sola palabra—. ¿Crees que Christopher quiere ayudarla? —le preguntó con sarcasmo elevado—. Por supuesto que no, por favor, madre.
Nora se heló completa al escuchar aquello.
—Pero es tu hermana... —hipó dramática.
Lily le sonrió y recordó con exactitud las palabras de Christopher.
—Romina también es mi hermana, madre, pero Victoria no tuvo consideración y se robó el dinero que era para su tratamiento —le aclaró, solo por gusto, para que supiera que no era una estúpida a la que podía seguir engañando—. ¿Qué esperabas? ¿Qué apoyara a una ladrona? —la encaró y avanzó un par de pasos hacia ella.
—¡Retráctate inmediatamente, Lilibeth! No puedes decir eso de tu hermana —refutó su madre con enojo.
Lily sintió que ardió más y no se calló:
—Es una ladrona. Y las ladronas tienen que estar tras...
No pudo continuar. Su madre la abofeteó fuerte en la mejilla.
Christopher explotó cuando oyó a Lily gemir por el dolor del golpe de su madre e intervino de inmediato y de forma violenta.
Agarró por el brazo a la madre de Lilibeth y la empujó hacia la salida, aun cuando ella gritó y peleó con locura.
Sin liberarla, presionó la tecla del elevador y con los ojos oscurecidos le advirtió:
—No puedes venir a mi casa a gritar a mi mujer, ni a mi suegro, mucho menos a mis empleados.
Nora se paralizó al sentirlo tan inflexible. Ese no era el Christopher que ella creía conocer.
—Una próxima vez llamaré a la policía. —Respiró para calmarse—. Respecto a tu hija, ni siquiera pienses en conseguirle un abogado, porque todo abogado de esta ciudad me pertenece. Todo abogado de este maldito país responde ante mí. Ahora lárgate.
La empujó dentro del elevador y no le quitó sus ojos azules fríos de encima hasta que las puertas se cerraron otra vez.
Mis queridos lectores, es lunes y empezamos con actualización de Rossi y su querida Lilibeth. Les envío abrazos a todos.
Jadeó agotado en cuanto supo que la discusión terminó y, aunque se sintió terriblemente mal por haberle hablado así a la madre de la mujer a la que quería, no podía permitir que nadie se atreviera a tocarla, mucho menos a lastimarla.Apenas se dio la media vuelta para regresar, se encontró de frente con Lily.Ella le estaba esperando con los ojos llorosos.No tuvieron que decir nada para entender lo que estaban sintiendo. Ella vio el dolor en su mirada y se arrojó a sus brazos para consolarlo.Podía entender el vacío que sentía respecto a una madre y no quería que sintiera abatimiento por su culpa, menos por los errores de su familia.—Lo lamento mucho —susurró ella escondida en su pecho, aferrándolo fuerte contra su cuerpo.Christopher sonrió y la agarró por la cabeza con su mano. Sus dedos se perdieron en sus cabellos negros. Besó su coronilla con los ojos cerrados, mientras armonizó todos sus sentimientos.Hasta ese momento, Lily había sido la única en entender lo que sentía, pero
Entonces, las primeras reseñas del primer número de la mano de Christopher Rossi, heredero de Revues, llegaron.Los sorprendieron un par de mañanas después.July, la recepcionista, corrió hacia ellos con sus stilettos de diamantes. Intentó no verse grotesca mientras daba grandes zancadas para darles la gran noticia.Lily estaba en su escritorio, luciendo terriblemente profesional mientras redactaba una carta de agradecimiento para todos los pequeños inversionistas que habían confiado en la mano y edición de Christopher.—¡Llegaron! —gritó July y jadeó agotada cuando supo que de nada le servía ser delgada si apenas era capaz de correr un pasillo—. Ya están aquí... —jadeó sobre su escritorio.Lily se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos y miró el sobre alargado con recelo.Los números eran buenísimos, los mejores desde que la madre de Christopher había editado para Craze, aun así, Lily conocía el mundo de la moda desde su perceptiva negativa.La crueldad, los comentarios ofensiv
Él quería ser un romántico y sorprenderla; así que llamó para reservar una mesa en un elegante restaurante no muy lejos de allí.Durante el día recibió en breves reuniones a diferentes equipos que conformaban a Craze. Todos trabajaban en el número nuevo y era importante que todos tuvieran la guía del editor en jefe.Cuando el almuerzo llegó, Lily ya había enviado las cartas, los obsequios a quienes los habían criticado con tanto valor y confirmado las reuniones con los nuevos clientes que ocuparían los anuncios del número nuevo.Tenían una semana agitada y Lily lo agradecía. No quería pensar en sus asuntos personales. El trabajo le ayudaba a desligarse de todo: Romina, su madre, Victoria en la prisión, esperando su juicio. Apagó la computadora y desvió los teléfonos cuando tuvo a Chris frente a ella.—¿Lista?—Para ir a comer, siempre —le respondió ella. El hombre contuvo una sonrisa—. ¿Y dónde quiere comer? —le preguntó agarrando su bolso.Él sonrió. Le gustó estar preparado.Con or
Salieron de allí muertos de la risa. Lily podía sentir un chichón en la coronilla de su cabeza, pero le dijo a Chris que sería el recordatorio de ese almuerzo tan especial.Prometieron volver y al camarero les dijo que los estaría esperando con todo gusto.Llegaron a la torre de Revues con el tiempo a su favor. En el elevador ya entraron en sus papeles de jefe editor y asistente.Lily le leyó su agenda; detalló cada reunión que tenía por la tarde, pero todos sus planes se cancelaron cuando July les anunció que un abogado los estaba esperando.Lily se tensó cuando oyó que era el representante de Victoria, su hermana y palideció al imaginar lo que estaban planeando. Sus sentimientos afloraron cuando la recordó en prisión, en invierno, en vísperas de navidad. Christopher rápido comprendió lo que estaba ocurriendo y tuvo que actuar antes de que Lily cediera. Rossi lo invitó a pasar a su oficina de forma cortés y cerró la puerta para hablar con Lily.—Necesito que vayas a por un café,
Christopher estaba esperándola con toda la calma del mundo.En cuanto ella apareció por la puerta, escoltada por dos policías, respiró aliviado y caminó para recibirla.—Estoy bien —le dijo ella para calmarlo.También le regaló una sonrisa sincera.Christopher asintió y tomó su mano para acompañarla, para mostrarle su apoyo.Un coche privado los esperaba afuera.Solo cuando estuvieron a solas, ella le dijo todo lo que había sucedido.Christopher se quedó consternado escuchando su historia. Se hallaba perplejo, pensando en el peso de las confesiones de Vicky.—¿Crees que dice la verdad? —preguntó Chris, rompiendo el silencio.Era tenso.Lily suspiró cansada.—La verdad, no lo sé. —Estaba complicada. Solo podía pensar en su padre, en su corazón herido—. No quiero ocultarle algo así de grave a papá, pero tampoco sé si me corresponde a mí, como hija, decirle esto...Christopher sacudió la cabeza de forma negativa.—La única que puede hacerlo es tu madre —le dijo Chris, liberándola de toda
Lily acompañó durante todo el día a su jefe en múltiples reuniones de negocios.En las de la mañana cabeceó porque estaba muerta del cansancio y para cuando las de la tarde llegaron, tuvo que abusar del café.El trabajo lo sintió doble; por supuesto que así era, si trabajaban arduamente en dos ediciones.Las más importantes del año: Edición navideña y la Edición de final de año, la que debía ser inolvidable.Christopher se había reunido a almorzar con el embajador ruso, quien prometía solucionar el problema de Sasha, pero, hasta ese momento, Rossi no había dicho ni una sola palabra respecto a ese tema.Lily estaba preocupada; se imaginaba que tal vez las cosas no habían resultado bien y temía tener que decirle adiós a Sasha para siempre.—En veinte minutos tenemos una cena con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano —le dijo Rossi, caminando apresurado hasta su oficina.Lily tuvo que correr detrás de él para poder seguirle el paso.—Cierto —recordó ella
Llegaron retrasados a la reunión con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano, pero Christopher arregló la mala cara pidiendo una botella de vino de una cosecha del setenta y dos, algo que cambió la tensión de la reunión.Pero también lo hizo la presencia de Lily, quien parecía ajena a todo ese mundo, pero que, sin saberlo, había causado una revolución entre los diseñadores ingleses. El organizador estuvo sorprendido de ver a la muchacha allí.—Señorita López, que honor conocerla por fin y qué gran coincidencia —dijo el inglés y se levantó de su asiento para estrechar su mano y besarla en la mejilla—. Sí el señor Rossi me hubiera dicho que estaría presente, mi esposa nos hubiera acompañado. Ella es su admiradora.—Muchas gracias. Qué gran honor —respondió Lily, emocionada y asintió humilde.El hombre sonrió y buscaron sus lugares en la mesa. Chris ayudó caballerosamente a Lily a sentarse.—Se enamoró de su estilo cuando leyó su artículo en Craze en el
El organizador entrevió en Lily la humildad de una muchacha con grandes sueños, pero también con temor de cumplirlos. Se imaginó que no había vivido una vida fácil y que los sueños llamando a su puerta desestabilizaban todo su mundo.Lo ponían en caos.—Nunca he ocultado un secreto tan grande —siseó ella y miró a Chris y al organizador del evento con pánico—. ¿Cómo voy a decirle al mundo qué...? —No supo cómo continuar, porque ni siquiera ella se lo creía. —¿Qué? —Chris trató de que continuara hablando.Lily se tomó el agua con hielo de golpe.—¿Cómo voy a decirle al mundo que “La chica del momento” y “Petit Diable” son la misma persona? —Se tocó las mejillas con las manos.Chris se rio y puso su mano en su hombro para darle consuelo.—¿Lo dices por qué el mundo no está preparado para tanta grandeza? —le preguntó enamorado.Ella se rio y negó.—No, tonto —se rio más calma y cuando entendió lo que el hombre trataba de decirle, lo miró con enamoramiento—. ¿Eso crees? —Le miró con los