Esa noche, Vicky tuvo acceso al Bath Club en Miami, un exclusivo e icónico club en el que muy pocos lograban una membresía.
Lo logró usando el apellido de Rossi y, para su sorpresa, el de su fastidiosa hermana mayor.
Lily se había convertido en una m*****a celebridad y, por supuesto, Victoria abusaría de su nombre, más si la ayudaba a llegar a esos estrechos lugares donde tanto anhelaba estar.
Se paseó frente a la costa con su atuendo de diez mil dólares. Belleza derrochaba, feminidad también, pero había algo que no sabía cómo conseguir y ni con todo el dinero del mundo la pagaría: clase.
A la pobre le faltaba clase y los adinerados hombres que estaban allí esa noche pudieron olerlo solo al verla.
Apestaba a interesada, a cazadora hambrienta.
Poco pudo sociabilizar; todos estaban en parejas o en grupos de amigos donde ella no era bien recibida.
Lo intentó, pero terminó bebiendo champagne sola, en una mesa del fondo.
Quiso pasar el trago amargo recordando que tenía la cuenta bancaria con muchos ceros aun por gastar, pero, para sorpresa de todos, las cosas se pusieron tensas cuando la policía entró al lugar en compañía del manager del club.
El manager miró a su alrededor de forma cautelosa y cuando la vio, no vaciló en levantar su mano y señalarla:
—Ahí está —la delató—. Ella es...
Los policías rápido se movieron a su mesa hasta rodearla.
Victoria se quedó perpleja al verse rodeada por tres uniformados.
—¿Victoria López? —le preguntó uno de ellos.
La joven tartamudeó asustada.
—Sí, yo...
—Tenemos una orden de arresto en su contra por los delitos de fraude, robo, falsificación y difamación —le informó el hombre y la tomó por el hombro para girarla y esposarla.
Vicky se quedó en trance y solo reaccionó cuando sintió el metal de las esposas raspándole la piel de la muñeca.
Cuando el uniformado la agarró para que caminara con ellos, vio las miradas acusatorias de todos esos millonarios con los que había intentado relacionarse. Las mujeres elegantes las miraron de pies a cabeza y cuchichearon en su propia cara.
—No, yo no fui —lloró Vicky angustiada cuando la sacaron del Club como a una verdadera criminal.
—Tiene derecho a permanecer en silencio, cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en un tribunal.
—No, por favor, comenten un error —lloró con angustia y trató de forcejear con el policía, pero no hubo caso.
Entre dos la sostenían con fuerza por cada brazo, mientras la encaminaban a una patrulla.
—Tendrá la asistencia de un abogado durante su interrogatorio. Si no puede pagarlo, se le asignara uno de oficio —le dijo el tercer policía—. ¿Entiende usted sus derechos?
Vicky no pudo contestar. Solo lloró con más rabia y pensó en librarse con mentiras.
—Yo soy Lily López, se equivocaban —imploró—. Por favor, tengo mi documento en mi cartera... —Se sacudió para que pudieran tomar su cartera—. Lilibeth López —repitió jadeante.
Los policías se detuvieron y agarraron su cartera para registrarla y comprobar la verdad. Hasta ese momento, todo estaba a su favor, podría haberse liberado fácil, pero una policía se acercó y con diversión la miró a la cara.
—Tú no eres Lilibeth López —le dijo con seguridad—. Mi hija la adora y he visto todas sus fotografías... Lily López está en Manhattan, en una cena en Craze, con su novio... —Le miró con arrogancia—. A menos que tenga una gemela... —La miró de pies a cabeza.
El policía sacó el documento de Lily, el mismo que había usado en el banco para tomar el dinero de Rossi.
—Es evidencia —dijo el otro policía y rápido la forzaron a entrar en la patrulla policial.
Vicky lloró con desconsuelo cuando se vio tras las rejas, como una criminal. Gritó hasta la madrugada, implorando que la liberaran, pero nadie la escuchó.
Pasó su noche de Acción de Gracias sola, pagando las consecuencias de sus actos egoístas.
Mientras ella se congelaba en prisión, Lily disfrutaba de una maravillosa cena en compañía de su novio.
Cenaron juntos, uno al lado del otro, pero no pudieron hablar ni una sola vez. Chris tenía tanta demanda que, pasó toda la noche sociabilizando con sus invitados.
Eso no lo alejó de su caballerosidad. La atendió cada vez que pudo, mostrándole que ella era su prioridad. Le acomodó la servilleta en las piernas, le consiguió el postre que ella quería y se encargó de que siempre tuviera vino blanco en su copa.
Las mujeres en las otras mesas suspiraban al ver su romanticismo y se preguntaban qué tenía de especial Lilibeth López para que Christopher la tratara así.
—Un coño latino, eso es lo que tiene —dijo una de las chicas de contabilidad mientras trozaba su carne.
—Qué carajos —respondió la telefonista.
Todos en la mesa se rieron.
—Sí, como los coños japoneses... dicen que son diferentes —dijo la chica del contabilidad con total seguridad.
Todas la miraron con grandes ojos.
—Tiene que ser una puta broma —resopló la chica de marketing—. No me puedo comprar uno de esos... —Estaba desilusionada.
—Adiós a nuestro sueño de enamorar a Christopher Rossi —dijo la telefonista con sonrisa débil.
La chica de contabilidad negó con la boca llena y tragó rápido para decirles:
—Olvídenlo, los coños latinos hacen brujería...
Todas la miraron con impresión.
—¿Brujería? —Se rio la telefonista.
—Le dicen “agüita de calzón” —susurró bajito, para que nadie la oyera.
Todas voltearon poco discretas para mirar a Lily y se quedaron largo rato estudiándola. Parecía tan fresca, risueña y tan... bonita.
Lily por supuesto lo advirtió y fijó sus ojos en todas esas curiosas mujeres que la admiraban desde la distancia.
Cuando sus miradas se encontraron, gritaron asustadas y regresaron a sus platillos, atemorizadas de la brujería de la latina.
Desde el fondo del lugar, Connor Rossi nunca les quitó los ojos de encima. Tenía una copia del número de su hijo junto a él. No tuvo que investigar nada para intuir que: Petit Diable era Lilibeth López.
Sentimental y de segunda mano. Así la veía él, como su columna.
Marlene se acomodó a su lado.
—Pensé que no te vería aquí —le dijo Wintour.
El hombre suspiró.
—Dijiste que leíste todas las columnas... —reclamó Connor—. ¿Petit Diable? ¿Es en serio?
—Y las leí —le confirmó ella—. Me resultó interesante el enfoque. —Marlene fue sincera.
A Connor no le gustó su respuesta.
—Creí que estabas ayudándome con París —le recordó rabioso, refiriéndose a su hija.
La mujer suspiró cansada.
—Si, lo intentó, pero Christopher tiene talento. —Fue sincera otra vez.
Connor se carcajeó ácido.
—¿Talento? —Se oyó furioso—. Ni siquiera es mi hijo... ¿de qué maldito talento hablas?
—No dije que tu talento. —Marlene le guiñó un ojo, recordándole que la madre de Christopher también había sido una exitosa editora y se puso de pie para terminar esa conversación incómoda—. Revisa los números. Son preciosos.
Se acomodó el vestido y caminó directo hacia la mesa de Christopher.
Iba a felicitarlo, aun cuando sabía que podría tener a Connor en su contra. Iba a correr el riesgo.
Christopher y Lily se levantaron en cuanto Marlene llegó ante ellos, con su actitud altiva y con una copia de ese primer número en la mano.
Lily se puso tensa, esperando que les abatiera con toda su artillería pesada, pero, para sorpresa de los dos, la mujer les sonrió gustosa.
—Felicidades, editor en jefe. Ha sido un primer número exitoso —le dijo sonriente. Chris abrió grandes ojos—. Felicidades a los dos. —Miró a Lily brevemente—. Sé que no me corresponde, pero los números ya triplican el lanzamiento del mes pasado.
—Muchas gracias —respondió Christopher apenas.
Estaba estupefacto. No podía negar que le asombraba el cambio de la mujer. También escuchar la palabra: .”triplican”.
—Mañana comenzamos con el nuevo número. No podemos descansar —les dijo Marlene—. Si me disculpan, iré a descansar. Gracias por la cena.
—Gracias, Marlene, ha sido un honor trabajar contigo.
Ella sonrió y se marchó.
Christopher y Lily se quedaron mirando perplejos y se rieron emocionados al saber que habían conseguido lo imposible: la atención de Wintour.
Regresaron a sus lugares y con prisa Christopher buscó su teléfono para revisar las estadísticas de venta.
Notó que tenía un mensaje de su abogado e intuyó que se trataba de la detención de Victoria, pero no quiso leerlo. No quería que nada le arruinara ese momento ni esa noche perfecta.
—Mierda... —jadeó al leer que el número de suscriptores había triplicado las ventas del número anterior y en solo doce horas—. Triplicamos... —susurró incrédulo—. Triplicamos... —repitió pálido.
—¿En menos de veinticuatro horas? —preguntó Lily, tan incrédula como él. Chris asintió desorientado—. ¡Triplicamos! —chilló Lily y se abalanzó encima de él para celebrar.
Connor no pudo soportar su patética celebración y dejó la cena en ese momento, cuando supo que su hijo había reventado las estadísticas y sus expectativas.
El orgullo herido no lo dejó avanzar.
Todo Craze brindó junto a ellos y, aunque la cena terminó después de las ocho, la pareja escogió algunos de los platillos que se habían servido esa noche y tras empaquetarlos, los llevaron hasta el hospital.
Romina cenaba puré de patatas y pavo en su habitación; su padre le había horneado un delicioso pan de maíz y esperaba poder entregárselo.
Cuando Chris y Lily llegaron, se encontraron con el Señor L en la sala de espera y, junto a él, Sasha.
Él rápido se excusó cuando se vio sorprendido:
—La familia de Sasha no vive aquí. La invité a cenar para que no estuviera sola en esta noche familiar.
Lily sonrió.
Chris los dejó a solas para que hablaran y buscó a su amigo para solicitar autorización para ver a Romina.
—Ya, papá —dijo Lily y se recostó en su hombro—. No tiene que darme excusas. —Le sonrió gustosa.
—¿No? —preguntó él con un nudo en la garganta. Lily negó. Él se emocionó—. No quiero que sientas que te hago a un lado. Ustedes son mis niñas, y siempre serán lo más importante y... —Se emocionó completamente.
Ella lo consoló aferrándose fuerte de su brazo.
—Lo sé, papito; y sé que mereces empezar de nuevo —le dijo para darle paz y libertad—. Ella empezó de nuevo. Tú también puedes —lo alentó.
El hombre sonrió y de reojo miró a Sasha.
Las mejillas se le pusieron rojas.
Christopher se unió a ellos con buenas noticias. Tenían una hora para acompañar a Romina en esa noche de Acción de Gracias.
Todos entraron en la habitación con sonrisas sinceras. Cuando Romina los vio se impresionó tanto que, las palabras no le salieron. Solo lágrimas de agradecimiento.
Se sentía tan sola.
—No lo puedo creer —sollozó la joven, aun con las muñecas envueltas en tela quirúrgica.
—Hermanita, no te dejaríamos sola —le dijo Lily, abrazándola fuerte—. Tenemos que cenar todos juntos. Es la tradición López.
Christopher la saludó con un beso en la mejilla y rápido buscó una de las mesas para acomodar los platillos que habían escogido.
Los desempaquetó y preparó todo mientras Romina habló con su hermana y su padre.
En la puerta, Sasha esperaba respetuosa.
—Dios mío, que descorteses somos —dijo Lily, secándose las lágrimas—. Ella es Sasha —la presentó—. Es una amiga de la familia.
Sasha escuchó aquello y alzó las cejas por la sorpresa. Le tocó, por supuesto, en lo profundo de su solitario corazón.
No la identificaban como a una empleada o una extranjera, sino como a una amiga.
—Hola, Sasha, mucho gusto. Soy Romina —saludó ella, sonriente.
—Sí, lo sé —dijo Sasha, emocionada y se acercó a su cama—. Tu padre me ha hablado tanto de ti. —Se sentó a su lado y con timidez la miró a los ojos.
—Y la cena está servida —dijo Chris.
Romy sonrió al ver todos los platillos que habían llevado para compartir con ella.
Se alegró al ver el pie de calabazas y lo reclamó como suyo.
Aunque Chris y Lily ya habían cenado, se sentaron junto a ella y comieron del pan que el señor L había horneado, mientras todos hablaron y rieron.
Chris le llevó una copia de su primer número y, por supuesto, alardeó de la columna de Lily.
Todos celebraron al saber que Lily había escrito para una revista por primera vez.
Romy se vio rodeada de las personas que más amaba, incluso Christopher, que era un nuevo integrante en su familia y un polla dulce en rehabilitación y no pudo sentirse más completa.
Estuvo una hora entera son las mejillas tirantes por todas las sonrisas que le provocaron.
Cuando todos se fueron y Romina volvió a la soledad, no dejó que el silencio de la habitación la abatiera. Cerró los ojos y recordó sus voces, sus risas alegres.
Se levantó a oscuras y sacó su libreta y apuntó su nuevo motivo para quedarse, para luchar:
"Su familia”.
Mini maratón de tres capítulos. 3/3 Espero que los disfrutaran mucho. Les envío un abrazo grande. CaroYimes
El lunes a primera hora, Victoria fue trasladada de prisión. Sería juzgada en el estado en el que se habían cometido los delitos, donde Rossi podía jugar al juego que quisiera.Su territorio, sus reglas.Todo se manejó con mucha discreción, hasta que la noticia llegó a los oídos de Nora, la madre de las hermanas López. La mujer no dudó en buscar ayuda. Como su exesposo nunca regresó a casa, no le quedó de otra que buscar a Lily en el único lugar que sabía: su trabajo.Por la tarde y tras recibir un llamado desesperado por parte de Victoria, Nora viajó hasta las instalaciones de Revues, donde sabía que se encontraban las oficinas de Craze.Se atrevió a subir hasta el piso de la revista de moda y buscó a su hija con total seguridad.—La señorita López salió. Puede dejar un mensaje si gusta —le dijo July, la recepcionista.A Nora le sorprendió el trato. Tan frio, distante. La preciosa joven que manejaba un cinto sobre su cabello brillante ni siquiera la miró a los ojos.—Necesito habar c
Jadeó agotado en cuanto supo que la discusión terminó y, aunque se sintió terriblemente mal por haberle hablado así a la madre de la mujer a la que quería, no podía permitir que nadie se atreviera a tocarla, mucho menos a lastimarla.Apenas se dio la media vuelta para regresar, se encontró de frente con Lily.Ella le estaba esperando con los ojos llorosos.No tuvieron que decir nada para entender lo que estaban sintiendo. Ella vio el dolor en su mirada y se arrojó a sus brazos para consolarlo.Podía entender el vacío que sentía respecto a una madre y no quería que sintiera abatimiento por su culpa, menos por los errores de su familia.—Lo lamento mucho —susurró ella escondida en su pecho, aferrándolo fuerte contra su cuerpo.Christopher sonrió y la agarró por la cabeza con su mano. Sus dedos se perdieron en sus cabellos negros. Besó su coronilla con los ojos cerrados, mientras armonizó todos sus sentimientos.Hasta ese momento, Lily había sido la única en entender lo que sentía, pero
Entonces, las primeras reseñas del primer número de la mano de Christopher Rossi, heredero de Revues, llegaron.Los sorprendieron un par de mañanas después.July, la recepcionista, corrió hacia ellos con sus stilettos de diamantes. Intentó no verse grotesca mientras daba grandes zancadas para darles la gran noticia.Lily estaba en su escritorio, luciendo terriblemente profesional mientras redactaba una carta de agradecimiento para todos los pequeños inversionistas que habían confiado en la mano y edición de Christopher.—¡Llegaron! —gritó July y jadeó agotada cuando supo que de nada le servía ser delgada si apenas era capaz de correr un pasillo—. Ya están aquí... —jadeó sobre su escritorio.Lily se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos y miró el sobre alargado con recelo.Los números eran buenísimos, los mejores desde que la madre de Christopher había editado para Craze, aun así, Lily conocía el mundo de la moda desde su perceptiva negativa.La crueldad, los comentarios ofensiv
Él quería ser un romántico y sorprenderla; así que llamó para reservar una mesa en un elegante restaurante no muy lejos de allí.Durante el día recibió en breves reuniones a diferentes equipos que conformaban a Craze. Todos trabajaban en el número nuevo y era importante que todos tuvieran la guía del editor en jefe.Cuando el almuerzo llegó, Lily ya había enviado las cartas, los obsequios a quienes los habían criticado con tanto valor y confirmado las reuniones con los nuevos clientes que ocuparían los anuncios del número nuevo.Tenían una semana agitada y Lily lo agradecía. No quería pensar en sus asuntos personales. El trabajo le ayudaba a desligarse de todo: Romina, su madre, Victoria en la prisión, esperando su juicio. Apagó la computadora y desvió los teléfonos cuando tuvo a Chris frente a ella.—¿Lista?—Para ir a comer, siempre —le respondió ella. El hombre contuvo una sonrisa—. ¿Y dónde quiere comer? —le preguntó agarrando su bolso.Él sonrió. Le gustó estar preparado.Con or
Salieron de allí muertos de la risa. Lily podía sentir un chichón en la coronilla de su cabeza, pero le dijo a Chris que sería el recordatorio de ese almuerzo tan especial.Prometieron volver y al camarero les dijo que los estaría esperando con todo gusto.Llegaron a la torre de Revues con el tiempo a su favor. En el elevador ya entraron en sus papeles de jefe editor y asistente.Lily le leyó su agenda; detalló cada reunión que tenía por la tarde, pero todos sus planes se cancelaron cuando July les anunció que un abogado los estaba esperando.Lily se tensó cuando oyó que era el representante de Victoria, su hermana y palideció al imaginar lo que estaban planeando. Sus sentimientos afloraron cuando la recordó en prisión, en invierno, en vísperas de navidad. Christopher rápido comprendió lo que estaba ocurriendo y tuvo que actuar antes de que Lily cediera. Rossi lo invitó a pasar a su oficina de forma cortés y cerró la puerta para hablar con Lily.—Necesito que vayas a por un café,
Christopher estaba esperándola con toda la calma del mundo.En cuanto ella apareció por la puerta, escoltada por dos policías, respiró aliviado y caminó para recibirla.—Estoy bien —le dijo ella para calmarlo.También le regaló una sonrisa sincera.Christopher asintió y tomó su mano para acompañarla, para mostrarle su apoyo.Un coche privado los esperaba afuera.Solo cuando estuvieron a solas, ella le dijo todo lo que había sucedido.Christopher se quedó consternado escuchando su historia. Se hallaba perplejo, pensando en el peso de las confesiones de Vicky.—¿Crees que dice la verdad? —preguntó Chris, rompiendo el silencio.Era tenso.Lily suspiró cansada.—La verdad, no lo sé. —Estaba complicada. Solo podía pensar en su padre, en su corazón herido—. No quiero ocultarle algo así de grave a papá, pero tampoco sé si me corresponde a mí, como hija, decirle esto...Christopher sacudió la cabeza de forma negativa.—La única que puede hacerlo es tu madre —le dijo Chris, liberándola de toda
Lily acompañó durante todo el día a su jefe en múltiples reuniones de negocios.En las de la mañana cabeceó porque estaba muerta del cansancio y para cuando las de la tarde llegaron, tuvo que abusar del café.El trabajo lo sintió doble; por supuesto que así era, si trabajaban arduamente en dos ediciones.Las más importantes del año: Edición navideña y la Edición de final de año, la que debía ser inolvidable.Christopher se había reunido a almorzar con el embajador ruso, quien prometía solucionar el problema de Sasha, pero, hasta ese momento, Rossi no había dicho ni una sola palabra respecto a ese tema.Lily estaba preocupada; se imaginaba que tal vez las cosas no habían resultado bien y temía tener que decirle adiós a Sasha para siempre.—En veinte minutos tenemos una cena con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano —le dijo Rossi, caminando apresurado hasta su oficina.Lily tuvo que correr detrás de él para poder seguirle el paso.—Cierto —recordó ella
Llegaron retrasados a la reunión con el organizador de la Semana de la moda de Alta Costura Primavera-Verano, pero Christopher arregló la mala cara pidiendo una botella de vino de una cosecha del setenta y dos, algo que cambió la tensión de la reunión.Pero también lo hizo la presencia de Lily, quien parecía ajena a todo ese mundo, pero que, sin saberlo, había causado una revolución entre los diseñadores ingleses. El organizador estuvo sorprendido de ver a la muchacha allí.—Señorita López, que honor conocerla por fin y qué gran coincidencia —dijo el inglés y se levantó de su asiento para estrechar su mano y besarla en la mejilla—. Sí el señor Rossi me hubiera dicho que estaría presente, mi esposa nos hubiera acompañado. Ella es su admiradora.—Muchas gracias. Qué gran honor —respondió Lily, emocionada y asintió humilde.El hombre sonrió y buscaron sus lugares en la mesa. Chris ayudó caballerosamente a Lily a sentarse.—Se enamoró de su estilo cuando leyó su artículo en Craze en el