61

Esa noche, Vicky tuvo acceso al Bath Club en Miami, un exclusivo e icónico club en el que muy pocos lograban una membresía.

Lo logró usando el apellido de Rossi y, para su sorpresa, el de su fastidiosa hermana mayor.

Lily se había convertido en una m*****a celebridad y, por supuesto, Victoria abusaría de su nombre, más si la ayudaba a llegar a esos estrechos lugares donde tanto anhelaba estar.

Se paseó frente a la costa con su atuendo de diez mil dólares. Belleza derrochaba, feminidad también, pero había algo que no sabía cómo conseguir y ni con todo el dinero del mundo la pagaría: clase.

A la pobre le faltaba clase y los adinerados hombres que estaban allí esa noche pudieron olerlo solo al verla.

Apestaba a interesada, a cazadora hambrienta.

Poco pudo sociabilizar; todos estaban en parejas o en grupos de amigos donde ella no era bien recibida.

Lo intentó, pero terminó bebiendo champagne sola, en una mesa del fondo.

Quiso pasar el trago amargo recordando que tenía la cuenta bancaria con muchos ceros aun por gastar, pero, para sorpresa de todos, las cosas se pusieron tensas cuando la policía entró al lugar en compañía del manager del club.

El manager miró a su alrededor de forma cautelosa y cuando la vio, no vaciló en levantar su mano y señalarla:

—Ahí está —la delató—. Ella es...

Los policías rápido se movieron a su mesa hasta rodearla.

Victoria se quedó perpleja al verse rodeada por tres uniformados.

—¿Victoria López? —le preguntó uno de ellos.

La joven tartamudeó asustada.

—Sí, yo...

—Tenemos una orden de arresto en su contra por los delitos de fraude, robo, falsificación y difamación —le informó el hombre y la tomó por el hombro para girarla y esposarla.

Vicky se quedó en trance y solo reaccionó cuando sintió el metal de las esposas raspándole la piel de la muñeca.

Cuando el uniformado la agarró para que caminara con ellos, vio las miradas acusatorias de todos esos millonarios con los que había intentado relacionarse. Las mujeres elegantes las miraron de pies a cabeza y cuchichearon en su propia cara. 

—No, yo no fui —lloró Vicky angustiada cuando la sacaron del Club como a una verdadera criminal.

—Tiene derecho a permanecer en silencio, cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en un tribunal.

—No, por favor, comenten un error —lloró con angustia y trató de forcejear con el policía, pero no hubo caso.

Entre dos la sostenían con fuerza por cada brazo, mientras la encaminaban a una patrulla.

—Tendrá la asistencia de un abogado durante su interrogatorio. Si no puede pagarlo, se le asignara uno de oficio —le dijo el tercer policía—. ¿Entiende usted sus derechos?

Vicky no pudo contestar. Solo lloró con más rabia y pensó en librarse con mentiras.

—Yo soy Lily López, se equivocaban —imploró—. Por favor, tengo mi documento en mi cartera... —Se sacudió para que pudieran tomar su cartera—. Lilibeth López —repitió jadeante.

Los policías se detuvieron y agarraron su cartera para registrarla y comprobar la verdad. Hasta ese momento, todo estaba a su favor, podría haberse liberado fácil, pero una policía se acercó y con diversión la miró a la cara.

—Tú no eres Lilibeth López —le dijo con seguridad—. Mi hija la adora y he visto todas sus fotografías... Lily López está en Manhattan, en una cena en Craze, con su novio... —Le miró con arrogancia—. A menos que tenga una gemela... —La miró de pies a cabeza.

El policía sacó el documento de Lily, el mismo que había usado en el banco para tomar el dinero de Rossi.

—Es evidencia —dijo el otro policía y rápido la forzaron a entrar en la patrulla policial.

Vicky lloró con desconsuelo cuando se vio tras las rejas, como una criminal. Gritó hasta la madrugada, implorando que la liberaran, pero nadie la escuchó.

Pasó su noche de Acción de Gracias sola, pagando las consecuencias de sus actos egoístas.

Mientras ella se congelaba en prisión, Lily disfrutaba de una maravillosa cena en compañía de su novio.

Cenaron juntos, uno al lado del otro, pero no pudieron hablar ni una sola vez. Chris tenía tanta demanda que, pasó toda la noche sociabilizando con sus invitados.

Eso no lo alejó de su caballerosidad. La atendió cada vez que pudo, mostrándole que ella era su prioridad. Le acomodó la servilleta en las piernas, le consiguió el postre que ella quería y se encargó de que siempre tuviera vino blanco en su copa.

Las mujeres en las otras mesas suspiraban al ver su romanticismo y se preguntaban qué tenía de especial Lilibeth López para que Christopher la tratara así.

—Un coño latino, eso es lo que tiene —dijo una de las chicas de contabilidad mientras trozaba su carne.

—Qué carajos —respondió la telefonista.

Todos en la mesa se rieron.

—Sí, como los coños japoneses... dicen que son diferentes —dijo la chica del contabilidad con total seguridad.

Todas la miraron con grandes ojos.

—Tiene que ser una puta broma —resopló la chica de marketing—. No me puedo comprar uno de esos... —Estaba desilusionada.

—Adiós a nuestro sueño de enamorar a Christopher Rossi —dijo la telefonista con sonrisa débil.

La chica de contabilidad negó con la boca llena y tragó rápido para decirles:

—Olvídenlo, los coños latinos hacen brujería...

Todas la miraron con impresión.

—¿Brujería? —Se rio la telefonista.

—Le dicen “agüita de calzón” —susurró bajito, para que nadie la oyera.

Todas voltearon poco discretas para mirar a Lily y se quedaron largo rato estudiándola. Parecía tan fresca, risueña y tan... bonita.

Lily por supuesto lo advirtió y fijó sus ojos en todas esas curiosas mujeres que la admiraban desde la distancia.

Cuando sus miradas se encontraron, gritaron asustadas y regresaron a sus platillos, atemorizadas de la brujería de la latina.

Desde el fondo del lugar, Connor Rossi nunca les quitó los ojos de encima. Tenía una copia del número de su hijo junto a él. No tuvo que investigar nada para intuir que: Petit Diable era Lilibeth López.

Sentimental y de segunda mano. Así la veía él, como su columna.

Marlene se acomodó a su lado.

—Pensé que no te vería aquí —le dijo Wintour.

El hombre suspiró.

—Dijiste que leíste todas las columnas... —reclamó Connor—. ¿Petit Diable? ¿Es en serio?

—Y las leí —le confirmó ella—. Me resultó interesante el enfoque. —Marlene fue sincera.

A Connor no le gustó su respuesta.

—Creí que estabas ayudándome con París —le recordó rabioso, refiriéndose a su hija.

La mujer suspiró cansada. 

—Si, lo intentó, pero Christopher tiene talento. —Fue sincera otra vez.

Connor se carcajeó ácido.

—¿Talento? —Se oyó furioso—. Ni siquiera es mi hijo... ¿de qué maldito talento hablas?

—No dije que tu talento. —Marlene le guiñó un ojo, recordándole que la madre de Christopher también había sido una exitosa editora y se puso de pie para terminar esa conversación incómoda—. Revisa los números. Son preciosos.

Se acomodó el vestido y caminó directo hacia la mesa de Christopher.

Iba a felicitarlo, aun cuando sabía que podría tener a Connor en su contra. Iba a correr el riesgo.

Christopher y Lily se levantaron en cuanto Marlene llegó ante ellos, con su actitud altiva y con una copia de ese primer número en la mano.

Lily se puso tensa, esperando que les abatiera con toda su artillería pesada, pero, para sorpresa de los dos, la mujer les sonrió gustosa.

—Felicidades, editor en jefe. Ha sido un primer número exitoso —le dijo sonriente. Chris abrió grandes ojos—. Felicidades a los dos. —Miró a Lily brevemente—. Sé que no me corresponde, pero los números ya triplican el lanzamiento del mes pasado.

—Muchas gracias —respondió Christopher apenas.

Estaba estupefacto. No podía negar que le asombraba el cambio de la mujer. También escuchar la palabra: .”triplican”.

—Mañana comenzamos con el nuevo número. No podemos descansar —les dijo Marlene—. Si me disculpan, iré a descansar. Gracias por la cena.

—Gracias, Marlene, ha sido un honor trabajar contigo.

Ella sonrió y se marchó.

Christopher y Lily se quedaron mirando perplejos y se rieron emocionados al saber que habían conseguido lo imposible: la atención de Wintour.

Regresaron a sus lugares y con prisa Christopher buscó su teléfono para revisar las estadísticas de venta.

Notó que tenía un mensaje de su abogado e intuyó que se trataba de la detención de Victoria, pero no quiso leerlo. No quería que nada le arruinara ese momento ni esa noche perfecta.

—Mierda... —jadeó al leer que el número de suscriptores había triplicado las ventas del número anterior y en solo doce horas—. Triplicamos... —susurró incrédulo—. Triplicamos... —repitió pálido.

—¿En menos de veinticuatro horas? —preguntó Lily, tan incrédula como él. Chris asintió desorientado—. ¡Triplicamos! —chilló Lily y se abalanzó encima de él para celebrar.

Connor no pudo soportar su patética celebración y dejó la cena en ese momento, cuando supo que su hijo había reventado las estadísticas y sus expectativas.

El orgullo herido no lo dejó avanzar.

Todo Craze brindó junto a ellos y, aunque la cena terminó después de las ocho, la pareja escogió algunos de los platillos que se habían servido esa noche y tras empaquetarlos, los llevaron hasta el hospital.

Romina cenaba puré de patatas y pavo en su habitación; su padre le había horneado un delicioso pan de maíz y esperaba poder entregárselo.

Cuando Chris y Lily llegaron, se encontraron con el Señor L en la sala de espera y, junto a él, Sasha.

Él rápido se excusó cuando se vio sorprendido:

—La familia de Sasha no vive aquí. La invité a cenar para que no estuviera sola en esta noche familiar.

Lily sonrió.

Chris los dejó a solas para que hablaran y buscó a su amigo para solicitar autorización para ver a Romina.

—Ya, papá —dijo Lily y se recostó en su hombro—. No tiene que darme excusas. —Le sonrió gustosa.

—¿No? —preguntó él con un nudo en la garganta. Lily negó. Él se emocionó—. No quiero que sientas que te hago a un lado. Ustedes son mis niñas, y siempre serán lo más importante y... —Se emocionó completamente.

Ella lo consoló aferrándose fuerte de su brazo.

—Lo sé, papito; y sé que mereces empezar de nuevo —le dijo para darle paz y libertad—. Ella empezó de nuevo. Tú también puedes —lo alentó.

El hombre sonrió y de reojo miró a Sasha.

Las mejillas se le pusieron rojas.

Christopher se unió a ellos con buenas noticias. Tenían una hora para acompañar a Romina en esa noche de Acción de Gracias.

Todos entraron en la habitación con sonrisas sinceras. Cuando Romina los vio se impresionó tanto que, las palabras no le salieron. Solo lágrimas de agradecimiento.

Se sentía tan sola.

—No lo puedo creer —sollozó la joven, aun con las muñecas envueltas en tela quirúrgica. 

—Hermanita, no te dejaríamos sola —le dijo Lily, abrazándola fuerte—. Tenemos que cenar todos juntos. Es la tradición López.

Christopher la saludó con un beso en la mejilla y rápido buscó una de las mesas para acomodar los platillos que habían escogido.

Los desempaquetó y preparó todo mientras Romina habló con su hermana y su padre.

En la puerta, Sasha esperaba respetuosa.

—Dios mío, que descorteses somos —dijo Lily, secándose las lágrimas—. Ella es Sasha —la presentó—. Es una amiga de la familia.

Sasha escuchó aquello y alzó las cejas por la sorpresa. Le tocó, por supuesto, en lo profundo de su solitario corazón.

No la identificaban como a una empleada o una extranjera, sino como a una amiga.

—Hola, Sasha, mucho gusto. Soy Romina —saludó ella, sonriente.

—Sí, lo sé —dijo Sasha, emocionada y se acercó a su cama—. Tu padre me ha hablado tanto de ti. —Se sentó a su lado y con timidez la miró a los ojos.

—Y la cena está servida —dijo Chris.

Romy sonrió al ver todos los platillos que habían llevado para compartir con ella.

Se alegró al ver el pie de calabazas y lo reclamó como suyo.

Aunque Chris y Lily ya habían cenado, se sentaron junto a ella y comieron del pan que el señor L había horneado, mientras todos hablaron y rieron.

Chris le llevó una copia de su primer número y, por supuesto, alardeó de la columna de Lily.

Todos celebraron al saber que Lily había escrito para una revista por primera vez.

Romy se vio rodeada de las personas que más amaba, incluso Christopher, que era un nuevo integrante en su familia y un polla dulce en rehabilitación y no pudo sentirse más completa.

Estuvo una hora entera son las mejillas tirantes por todas las sonrisas que le provocaron.

Cuando todos se fueron y Romina volvió a la soledad, no dejó que el silencio de la habitación la abatiera. Cerró los ojos y recordó sus voces, sus risas alegres.

Se levantó a oscuras y sacó su libreta y apuntó su nuevo motivo para quedarse, para luchar:

"Su familia”.

Lila Steph

Mini maratón de tres capítulos. 3/3 Espero que los disfrutaran mucho. Les envío un abrazo grande. CaroYimes

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