61

Rossi y López viajaron a la imprenta y entregaron el libro justo a tiempo.

Quisieron ir a celebrar, pero prefirieron esperar a tener el primer ejemplar de la revista en sus manos.

Era una cuestión de desconfianza. Marlene llevaba tantos años trabajando en Revues que, Christopher temía que las lealtades fueran puestas a pruebas y, por supuesto, él no pasaba ninguna prueba.

¿Quién le sería leal a un recién llegado? ¿Al hijo de papi?

—Yo lo sería —le dijo Lily con dulzura, sentada a su lado y con esa sonrisa bonita que a él lo desestabilizaba.

Christopher ya no pudo tener ojos para su primera edición y se tuvo que centrar en Lily. La encontró tan sonriente que tuvo que acariciarla.

—Gracias —susurró Christopher al pasar su pulgar por la comisura de sus labios.

Ella se rio.

—Gracias a usted —le dijo divertida. Él apretó el ceño—. Me dio mi primera oportunidad para escribir algo verdadero.

Un fuerte carraspeo los interrumpió. Los dos miraron al frente y se encontraron con Connor Rossi.

—Padre —resopló Chris y se levantó de golpe para recibirlo.

Lily lo imitó. Se estiró la falda y se arregló el cabello con los dedos. Estaba nerviosa. Connor Rossi tenía ese poder, al igual que su hijo, además, desde que habían pactado su acuerdo secreto, no lo había vuelto a ver.

—Escuché que ya salió el primer ejemplar —dijo Connor con seriedad.

Chris asintió y le ofreció la primera copia.

El hombre la recibió con el ceño apretado. Era una edición previa a la navidad. Los colores rojos y verdes saltaban a la vista, anticipando así al lector a la gran celebración.

—La leeré esta noche —dijo Connor y tras fijar sus ojos por dos segundos en Lily y de forma despectiva, se marchó.

Christopher se quedó de pie esperando un estrechón de manos, un abrazo, una felicitación o palabras de aliento, pero solo obtuvo un latigazo de frialdad, de indiferencia.

Tragó duro. Le dolió tanto que hasta Lily pudo sentirlo.

Delicada se plantó frente a él y con sus ojos oscuros lo miró con agonía.

Sus ojos azules se habían tornado fríos otra vez, defensivos.

—No tiene que impresionarlo a él, Señor Rossi —susurró Lily y con los ojos llorosos tomó su mano para consolarlo.

Chris apretó el ceño y se contuvo las lágrimas. Reclamó negando y valiente le preguntó:

—¿Y entonces a quién? —Había tanto resentimiento en su voz.

Lily le sonrió y estiró su brazo para tocarle el mentón. En su mirada fría, vacía, encontró al niño que tanto esperaba consuelo.

—A nadie más que a usted mismo —le dijo ella y la cara del hombre cambió a sorpresa.

Él se rio y agradeció tenerla a su lado en ese momento de debilidad.

La indiferencia y frialdad de su padre se sentían como golpes detrás de las rodillas. Lo hacían caer duro y estrellarse con un pasado que lo atormentaba, pero tener a Lily a su lado le ayudaba a levantarse rápido.

—Es que soy muy difícil de impresionar —bromeó él.

Ella se rio.

—Entonces tiene que trabajar más duro. —Ella se dio la vuelta y se dispuso a salir, pero desde la puerta lo miró y le coqueteó—: vamos a celebrar y a buscar otro mueble que romper.

Christopher se carcajeó y tras despedirse del encargado de la imprenta, llevó a su novia a cenar.

Tenían que celebrar.

Oficialmente, estaban a menos de doce horas de que el primer número editado por Christopher Rossi saliera a la venta.

Christopher no consiguió dormir nada esa noche.

Era la noche previa al lanzamiento y todas las dudas e inseguridades lo asaltaron en la madrugada.

Deambuló por todo el cuarto y luego se fue a la sala. Se refugió en la cocina y escarbó todos los cajones para tranquilizarse un poco.

Lily lo escuchó levantarse y dar vueltas por todos lados y no dudó en acompañarlo. No le gustaba imaginarlo solo, triste, perdido.

Llevó su cartera llena de cosas aburridas y cuando entró en la cocina, se la ofreció con una sonrisa.

—¿Tu cartera? —preguntó él con la mirada cristalina.

Lily supo que ese era su niño luchando por hallar armonía. Se acordó de la historia que él le había contado en su casa. En las noches dejaba su cama para deambular, para calmarse de alguna forma.

—¿No tienes curiosidad por saber qué guardo en mi cartera? —preguntó traviesa.

Chris apretó los labios.

—Mucha —confesó.

Ella asintió conforme y estiró su mano para llevarlo con ella.  

Él no se negó y caminó silencioso a su lado; ella lo llevó de regreso a la cama. Hacía frio. No quería que cogiera un resfriado.

En la cama le entregó su cartera con total confianza.

Se acomodaron los dos frente al otro. Ella nunca dejó de mirarlo.

Él registró su cartera con una sonrisa de emoción. Lily no pudo sentirse mejor, aun sin dormir, con frío y con hambre, pudo decir que fue la mejor noche de su vida.

El hombre revisó todos los bolsillos y halló cosas diversas, pero lo que más le sorprendió, fue hallar un recambio de bragas.

Lily las llevaba en un bolsillo secreto, selladas en una bolsa transparente.

—“Bragas limpias” —leyó él y, aunque era de madrugada, se carcajeó fuerte—. ¿Por qué? —preguntó terriblemente intrigado.

Ella se puso roja como tomate. Las mejillas también le quemaron.

—¿Por qué crees? —Le alzó una ceja.

Él formó una “o” con sus labios.

—¿Te las cagas? —preguntó para fastidiarla.

Ella se rio más fuerte y negó, revolviendo todo su cabello negro sobre su rostro.

—Por favor, ¡no puedo creer que dijeras eso! —le respondió sin poder dejar de reírse—. Es porque se me mojan —le confesó ruborizada.

Él se puso serio de golpe y la miró con agudeza cuando se imaginó lo que aquello significaba.

—¿Es mi culpa? —quiso saber.

No pudo negar que escuchar su respuesta le emocionó de sobremanera.

—Totalmente tu culpa. —Se miraron con intensidad.

Él se sintió victorioso.

Tras eso, besó la bolsa con la braga y la regresó a su lugar.

—Un besito para la suerte —dijo divertido.

Ella se rio y se acurrucó sobre su pecho.

Christopher se quedó quieto, sintiendo a Lily a su lado; cuando supo que no estaba solo, se quedó profundamente dormido.   

El día del lanzamiento, la pareja evitó revisar las redes sociales o encender la televisión. No querían leer o escuchar reseñas negativas sobre ese primer número.

Querían reservarse para los números.

Esa noche, Craze ofrecía una cena de Acción de Gracias para todos sus trabajadores. Por supuesto que ellos debían asistir, más con la insistencia de la prensa en ver otra vez a la nueva “Chica del momento”.

Lily aceptó la ayuda del asesor de Christopher, pero aportó también sus propias ideas para su atuendo de esa noche.

Mientras se preparaban con los nervios a flor de piel, Christopher recibió una llamada de su abogado.

La atendió, pese a que no quería malas noticias en esa noche tan importante.

—Ya podemos dar la autorización para arrestar a la señorita López —le informó su abogado.

Christopher alzó las cejas por la sorpresa. No se esperaba que fuera tan pronto.

—Tan pronto —susurró inquieto—. Pensé que esperaríamos a que gastara más del cincuenta... —Dejó de hablar cuando entendió el motivo del arresto—. ¿Ya gastó tanto?

—Ya, señor Rossi —le respondió su abogado—. Pasó toda la tarde de compras...

Christopher suspiró y se sobó la frente con los dedos.

—¿Puedo saber en qué gastó el dinero? —preguntó.

No podía negar que tenía esperanzas. Se había imaginado que tal vez compraría algo útil para su padre, o para Romina.   

—Ropa...

—Desgraciada —masculló Rossi con los dientes apretados.

Desde el otro extremo de la habitación, Lily le miraba con grandes ojos. Lucía un bonito vestido de Óscar de la renta, pero de un par de temporadas pasadas.

Ella lo había llamado un “clásico que merecía una segunda oportunidad”. Él no podía estar más de acuerdo con su pensamiento.

—Señor Rossi —lo llamó su abogado. Claro era que se había distraído—. Necesito su aprobación...

Él balbuceó, pero cuando vio la intranquilidad de Lily, se armó de valor y respondió:

—Que la arresten, pero evita que la noticia sea pública. No quiero que interfiera con el lanzamiento.

—No se preocupe por eso, Señor —respondió su abogado y la llamada terminó.

Christopher se guardó el teléfono en el interior del saco y rodeó la cama para acercarse a Lily.

No podía ocultarle la verdad.

—Esta noche arrestarán a Vicky —le dijo y las muecas de Lily se llenaron de angustia.

—Pensé que pasaría más tiempo —susurró ella.

—Yo igual —unió él y luchó grandemente por leer su mente.

La muchacha escondió la mirada y se avergonzó por lo que su familia estaba causándole. Los ojos se le llenaron de lágrimas y se esforzó grandemente por no llorar y no arruinar su maquillaje.

—Acción de Gracias en prisión, ¿puedes imaginarlo? —hipó angustiada.

Christopher supo que la noche de Acción de Gracias significaba algo importante para ella y su familia, y con arrepentimiento le dijo:

—Puedo pedirle a mi abogado que lo hagamos otro día o...

—No —le interrumpió ella con firmeza—. A Vicky nunca le gustaron estas celebraciones en familia. Ni Acción de Gracias, ni navidad. De seguro no le importa —respondió sarcástica—. Más me preocupa Romina. Cenará en un hospital, sola. —Sus ojos brillaron por su dolor.

Christopher sonrió.

—Podemos cenar en Craze y visitarla después, si gustas —le dijo y ella se iluminó completa.

—¿Podemos hacer eso? —preguntó sonriente, terriblemente inocente.

Para ese entonces, aun desconocía los alcances de su novio.

—Cariño, soy el maldito Christopher Rossi, puedo hacer lo que se me dé la gana —respondió él y la agarró por la nuca para besarla con vehemencia.

Lila Steph

Mini maratón de tres capítulos. 2/3 Espero que los disfruten mucho.

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