60

Cuando Christopher regresó a su pent-house, Lily continuaba trabajando. Su padre le ayudaba con los correos que nunca se detenían y, a veces, atendía el teléfono.

Él se quedó asombrado mirándolos desde la entrada. Los dos sincronizaban de una forma muy espontánea. Ella pinchaba un tablero organizador con los eventos previos al lanzamiento y él hablaba por teléfono. Confirmaba el catering para la fiesta.

Adoró verlos trabajar juntos y supo que él nunca tendría algo así con su familia.

Suspiró derrotado por sus sueños de niño y alcanzó a caer apenas un par de metros, cuando Julián lo vio por el rabillo del ojo y entusiasta se levantó para saludarlo con alegría.

—¡Señor Rossi, que bueno que llegó! ¡Justo a tiempo! —Caminó hacia él a darle la bienvenida y agarró una taza humeante para ofrecérsela—. Chocolate caliente, la especialidad de mi Lily...

Christopher la recibió y lo olió con una sonrisa melancólica. Tuvo que suspirar cuando el aroma del cacao y el dulzor lo tranquilizaron desde adentro.

Podía apostar que nadie le había preparado chocolate caliente. Podía apostar que nunca lo habían recibido de esa manera al llegar a un lugar, mucho menos a su propio pent-house.

Su propio hogar.

—Con malvaviscos... —susurró él con una sonrisa juguetona y de fondo se encontró con la mirada dulce de Lily.

Se percibía su nerviosismo por la denuncia en contra de su hermana, aun así, lo premió con su bonita sonrisa. Él se sintió en el paraíso.  

—Cuando la tormenta empezó, ella corrió a la cocina y le preparó esto... —reveló el señor L, muy motivado—. Quería que cuando usted llegara, se abrigara con su chocolatito bien espeso. —Le sonrió demasiado feliz—. ¿Le gustó? —le preguntó cuando Chris le dio el primer sorbo.

Él sonrió.

Se había visto caer antes al descubrir que nunca tendría lo que la familia de Lily poseía: unión, amor, lealtad; pero cuando tuvo a Lily y a su suegro esperándole en esa tarde lluviosa, recibiéndolo con la calidez que siempre había añorado, supo que por fin era parte de una familia.

Supo también que no lo dejarían caer otra vez.

Un nudo amargo se le acentuó en la garganta, pero lo pasó bebiéndose el chocolate caliente de Lily.

—Es perfecto —dijo, refiriéndose no solo al chocolate, sino a todo lo que estaba viviendo.

Claro, tenían sus bajos, como el robo de Vicky y la desgracia de tener que trabajar con Marlene, pero no dejó que aquello le arruinara ese momento tan perfecto.  

Lily le ayudó a quitarse el abrigo largo que lo protegía de la lluvia y el señor L le habló de las citas que su hija le había programado para el resto de la semana.

Se sentó junto a ellos y los escuchó hablar con seriedad, pero sus pensamientos y sentimientos se quedaron atascados en la bonita sensación que tenía dentro del pecho.

—Marlene escribió y solicitó el informe completo de las columnas. Se lo envíe y respondió: “aprobado” —le comunicó ella, sonriente y Christopher suspiró aliviado—. Mañana es el plazo para entregar el libro en la imprenta. 

—¿Nerviosos? —preguntó Julián, a sabiendas de que el gran día había llegado.

Solo faltaban algunas horas antes de la gran verdad.

Christopher apretó el ceño y con decisión negó.

—No... —Pensó en profundidad—. No tenemos que estar nerviosos. Hemos trabajado mucho por esto.

—Yo no sé mucho de moda o revistas, pero es perfecto. Leí todos los artículos y son muy originales —dijo Julián, ofreciéndoles optimismo.

—Lo es —unió Lily y cómplice le miró.

—Lo sé —respondió él, asegurando todo su trabajo y apostando a por él.

Tras eso, regresaron al trabajo. Lily tenía en espera todos los detalles que aguardaban a por la aprobación de su jefe.

Rossi los revisó uno a uno hasta la madrugada. Julián y Sasha los acompañaron en todo momento, conforme los departamentos de Craze trabajaban en conjunto con ellos, preparando el lanzamiento y los eventos correspondientes.

A las dos de la madrugada, Sasha llevó champagne y copas para un brindis. Era importante que celebraran el término de la edición.

Aplaudieron y con palabras llenas de orgullo, Rossi les agradeció a todos por su labor. Al terminar añadió:

—Ustedes creyeron en mí, y me enseñaron a creer en mí. Sin ustedes no lo habría logrado. —Alzó su copa y todos brindaron con él.  

Con un par de copas encima, Lily y Christopher se sentaron frente a la computadora y entre risas juguetonas escribieron un correo de agradecimiento para todos los trabajadores de Craze:

«Familia de Craze,

Por fin el primer número de Craze, bajo la edición de Christopher Rossi ha llegado a su fin.

Cinco secretarias tuvieron que ser sacrificadas para que Christopher Rossi se pusiera a trabajar en serio. Ningún fotógrafo fue maltratado en este número.

Gracias a todos por su labor fiel a Craze, Revues y el mandato Rossi.

Gracias a finanzas por soportar nuestros excesivos gastos y a Marlene por llamarnos aun a las tres de la madrugada.

¡Lo hicimos!, y sin ustedes nada habría sido posible.

Firma: Rossi Jr.».

Sasha se retiró al saber que ya todo estaba en orden. El señor L la acompañó hasta el elevador. Le sostuvo su cartera, su abrigo y la despidió con calidez.

—¿Nos vemos mañana? —le preguntó ella, ilusionada de verlo otra vez.

No podía negar lo mucho que le placía su compañía.

—Eso espero —se rio él.

—Me prometió que prepararíamos Pelmeni juntos —le recordó ella, haciendo honor a sus raíces rusas.

Él le sonrió. Le gustó saber que tenía en consideración sus promesas.

No iba a fallarle.

—Pelmeni juntos, ¿qué podría ser mejor que eso? —bromeó él y ella se marchó con una sonrisa tan grande que, se la contagió a él.

Cuando Julián regresó a la sala vio a su hija sentada en las piernas de Christopher. Él la abrazaba fuerte. Se reían mientras hablaban y celebraban su primer lanzamiento junto a la botella de champagne.

Quiso escabullirse sin que ellos advirtieran de su presencia, pero no quería ser descortés, además, quería darle libertad a su hija para que viviera su romance.

—Ya me voy a dormir...

—¡Papá! —Se exaltó ella y se levantó de rebote de las piernas de su novio—. Ah... yo... —balbuceó nerviosa.

—Tranquila, sé acostarme solo y ya estoy grande, no necesito que me arropes o me cuentes cuentos —le dijo divertido—. Disfruta de tu noche, yo estaré bien —insistió cuando vio sus muecas preocupadas.

—Buenas noches, Señor L —se despidió Christopher, con el culo de Lily en la cara.

«La mejor vista de todas» pensó, mientras le pasó las manos por los muslos gruesos y por debajo de la falda.

—Descansa, papito —se despidió ella, sintiendo las manos del hombre entre sus piernas.

Lily se quedó de pie, viendo a su padre partir.

Apenas oyó la puerta de su cuarto cerrándose, Christopher la agarró por las caderas y la sentó sobre su regazo otra vez.

Ella se rio cuando rebotó encima de él y se recostó sobre su pecho para besarlo.

—Aquí es donde perteneces —le dijo él, besándola con lengua.

Ella respondió a sus juguetones besos.

Él le pellizcó un pezón mientras se perdió en su boca y poco a poco descendió por su abdomen y se fundió con su muslo desnudo.

La intensidad de sus besos se acrecentó. Lily no pudo soportarlo y se dejó llevar por todo lo que deseaba experimentar con él.

Se levantó de sus piernas y con valentía se arrodilló frente a él. No le dio tiempo de reaccionar cuando metió sus manos en sus pantalones.

Su cara fue un poema cuando supo lo que ella le haría. Tuvo el atrevimiento hasta de acomodarse bien en la silla para recibirla.

Lily temblaba por los nervios. Nunca había hecho algo así, tan osado, aun así, pese a que no sabía muy bien cómo proceder, no se detuvo. Se moría de ganas por probarlo también.

Liberó su erección y lo acarició con suavidad con sus manos.

Él quiso preguntarle si estaba segura de lo que harían, ahí, en la sala, con su padre durmiendo en un cuarto tan cerca, pero ella se lo engulló completo y sus pensamientos quedaron en blanco.

Vacíos, confusos; el placer lo invadió después y despertó de su letargo de colores.

La sostuvo por la nuca y le mostró como lo quería.

La miró a la cara y tuvo mucho que procesar. Era ella, engulléndose su polla de forma placentera. Se la había imaginado así unas cuantas veces y vivirlo era mejor de lo que había soñado.

Sus miradas se encontraron y le bastaron apenas unas lamidas para sentirse al borde del orgasmo. Tuvo que detenerla antes de que fuera demasiado tarde.

—Espera, Lily... —rugió separándola de su erección—. Aun no, por favor... —clamó con los ojos apretados y se esforzó por controlar su respiración para apaciguarse.

Estaba en una revolución absoluta. Ella lo llevaba a ese estado y necesitaba acostumbrarse a toda ella para poder follársela como tanto había soñado.

Traviesa y un poco embriagada por el champagne, Lily se abrió un par de botones de la camisa rosa que vestía. Él se quedó embelesado mirándola.

Lo mejor vino después.

Con habilidad, ella se quitó las bragas sin deshacerse de la falda y las dejó caer al piso para avanzar hacia él dispuesta a una sola cosa. Agradeció sus periodos menstruales cortos porque no aguantaba más la idea de tenerlo con ella sin poder probarlo.

Era como estar a dieta en una fiesta navideña.

Se montó encima de él con cuidado. La falda se le apretó en los muslos, pero nada la detuvo.

Se acomodaron los dos mirándose a los ojos. Ella se deslizó lento a su alrededor y gimió profundo cuando lo tuvo completo en su interior.

La llenó completa, invadiéndola con su tibieza y grosor.

Él se rio repitiendo su nombre cuando se vio comprimido entre sus paredes mullidas, humedecidas. Le fascinó hallarla así. Sabía que él era el causante.

Echó la cabeza hacia atrás y se quedó quieto para disfrutar de sus movimientos.

Encajada en su polla, ella se abrió más la blusa y se bajó el sujetador de encaje que cubrían sus senos. Los liberó para él y Chris no vaciló en meterse uno en la boca.

Supo que no podía quedarse quieto disfrutando. Él nada deseaba más que participar, que perderse en su cuerpo y sucumbir en el goce que ella le provocaba.

La agarró firme por el culo y disfrutó de cada roce profundo perdido en sus gemidos, en sus senos y pezones endurecidos que respondían a sus besos.

Lily gimió suave sobre su boca. Se contenía, a sabiendas de que su padre se hallaba cerca.

Cuando supo que lo necesitaba más profundo, se levantó la falda completa y se sostuvo de sus piernas para rozarse sobre su pelvis adelante y atrás.

Ondeó las caderas. Él se aferró de su cintura. Gimieron y resoplaron cuando las sensaciones diversas se incrementaron.

Lily apuró los movimientos y descubrió el orgasmo que tanto había deseado.

Él se contuvo con todas sus fuerzas. Aguantó y resistió como ese macho que sabía que era. La dejó a ella disfrutar hasta el último roce húmedo y cuando su momento llegó, se levantó con ella entre sus brazos y la recostó sobre la nueva mesa.

Le abrió bien las piernas y se la folló encima de la nueva edición de Craze hasta que el coño se le congestionó por todos sus estímulos repetitivos.

Embestidas duras, profundas que Lily saboreó con los ojos cerrados. Podía sentir los dedos largos de Christopher enterrándose en las carnes de sus muslos. La apretaba sin compasión y le encantaba.

Acabó cuando abrió los ojos y la vio bajo él, perdida en el placer que le estaba causando. Acabó cuando supo que era suya, completa e incuestionablemente.

Se recostó sobre ella para besarla y, claro, disfrutó de sus besos húmedos con los ojos cerrados, hasta que el cristal de la mesa cedió y estalló tan fuerte que los dos gritaron horrorizados.

Christopher alcanzó a agarrar a Lily antes de que se lastimara. Se cubrieron rápido cuando oyeron ruido y recordaron que no estaban solos.

Julián apareció corriendo por la puerta de su cuarto, asustado también por gran estallido.

Cuando los vio a los dos de pie, con las caras rojas y las ropas desordenadas, suspiró profundo, puso los ojos en blanco y dijo:

—Se rompen muchos muebles al principio de una relación... mientras no rompan sus corazones, todo está bien. —Se dio la vuelta para regresar a dormir.

Lily se quedó pasmada mirando el caos que habían causado. Había cristales rotos por todos lados. Las páginas del nuevo número de Craze estaban todas tiradas por el piso. La champagne derramada.

Christopher vio el lado divertido de las cosas. El arrebato había sido tanto que, habían destrozado otra mesa.

Se rio y tuvo que besarla con dulzura para sacarla de su pasmo.

—Necesitamos una mesa nueva, que no sea tan frágil... tal vez de madera —pensó Chris en la estética de su pent-house.

—Mejor de acero —se rio ella.

Christopher se carcajeó también y la levantó en el aire para montarla en su hombro y llevarla a la cama.

Lila Steph

Mini maratón de tres capis: 1/3 Que lo disfruten y que tengan un bonito fin de semana.

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