A Lily se la comieron los nervios. Anheló miles de veces reunirse en privado con Christopher para que le dijera lo que pensaba de su columna, pero cada vez que encontraba un momento para estar a solas, eran invadidos por importantes rostros del mundo en el que Rossi se desenvolvía.
Las horas se fueron volando y la joven empezó a perder las esperanzas, peor se sintió su corazón cuando Joel apareció para saludarla.
Aun recordaba lo descortés que había sido antes, dejándolo olvidado en la subasta.
—Recibí tu correo —dijo el hombre y con formalidad añadió—: Aprobamos la sesión. Creemos en la armonía producto y exposición.
Lily sonrió agradecida. Se lo estaba haciendo fácil, cuando podría haberle sacado muchas cosas en cara.
Era un caballero.
—Me alegra saber que la han aprobado —le dijo sonriente—. Será un éxito, estoy segura de eso.
Desde la distancia, Christopher los miró interactuar y respiró profundo para no perder la compostura.
—Será un éxito gracias a ti, Lily —reconoció Joel y estiró su mano para cerrar todo con un apacible estrechón.
Lily sonrió y no vaciló en entregarle su mano.
Se estrecharon con un par de sacudidas y risas que hicieron hervir la sangre de Rossi.
Claro, él no sabía cómo aceptar esos sentimientos que lo cegaban. Eran nuevos para él.
No los celos. Los había conocido por primera vez con su hermana, pero los celos que Lilibeth despertaba en él eran como un torbellino de calor que removían todas sus malditas inseguridades.
—Yo solo tuve una idea. Es el producto que representas el que posee todo para ser exitoso —dijo ella, haciéndolo sentir seguro.
Joel sonrió. Adoraba su humildad y sensatez.
Cuando notó que Christopher se acercaba, pasando de los invitados que buscaban hablar con él, se apuró y osado le dijo:
—Entiendo lo de Rossi. Siempre quise que me miraras como lo miras a él, pero cuando quieras, Lily... —La miró a la cara con una sonrisa—. Cuando quieras, estaré aquí para ti.
—Gracias. —Ella alcanzó a responderle.
Christopher se unió a ellos con vigor. Desprendía testosterona y llevaba una cinta métrica imaginaria en la mano. Ya quería medirse la polla y ganarle por un puño al pobre de Joel.
Ego de machos a las seis en punto.
—Joel, que bueno que asististe —dijo Christopher con evidente sarcasmo.
—Moda emergente, nigerianos y cultura naranja... no me lo perdería por nada. —Le sonrió.
Lily percibió la falsedad que había en su charla y tuvo que intervenir antes de que las cosas se desviaran y se pusieran peligrosas.
—Bueno, nosotros tenemos que encontrar al representante de Balenciaga —dijo, recordándole a Chris que tenían trabajo.
Chris sintió su voz como un bálsamo, como una anestesia.
Asintió y antes de partir le ofreció su mano a Joel. Quería estrecharlo y romperle todos los huesos de la mano, solo por atreverse a tocar a Lily.
Su pequeña demonio.
Joel sonrió y le respondió al estrechón, a sabiendas de lo que Chris quería. Aguantó como todo un macho valeroso, aunque tuvo que apretar los dientes cuando el heredero de Revues le estrujó los dedos como si fuera una tortura.
Jefe y asistente se dieron la media vuelta y caminaron con paso veloz para desaparecer.
Lily se apuró para colgarse de su brazo y con un susurró le preguntó:
—¿Qué fue todo eso? —Lo miró con exigencia.
Chris gruñó y la detuvo antes de que volvieran a invadirlos y no los dejaran conversar tranquilos.
—Yo. Celoso. —Fue tajante, firme, inmoderadamente masculino.
De pie frente a él, la jovencita se sintió intimidada por toda esa hombría saliendo a relucir.
Tal vez en el peor momento, o el mejor. Ya ni sabía.
Su mente, cuerpo y corazón eran puro caos.
—No sabía que se ponía celoso —pensó ella con mucha seriedad y luego se rio—. Usted es perfecto, ¿qué podría celarles a otros? —le preguntó mirándolo con firmeza.
Christopher enarcó a una ceja.
—A ti —le contestó con acidez—. Cómo lo miras... no lo sé...
—Qué curioso —susurró ella, acercándose un poco más—. Él dijo lo mismo...
—¿Qué dijo? —insistió Chris, con el ceño y los puños apretados.
Ella le sonrió y se levantó con mucho esfuerzo en la punta de sus pies.
—Joel dijo: “siempre quise que me miraras como lo miras a él” —repitió ella—. Tal vez, si usted cayera en cuenta de cómo yo lo miro, sabría que no tengo ojos para nadie más.
Se atrevió a besarlo en la mejilla, a sabiendas de que estaban rodeados de reporteros que aguardaban impacientes por capturar un momento de intimidad entre ellos.
Ella se los dio, así de fácil, así de rápido.
En minutos, su beso en la mejilla recorrió toda la isla.
Lily logró impresionar al representante de Balenciaga y esa noche se fueron a casa con una victoria.Su padre estaba en el pent-house, esperándolos. Junto a Sasha había preparado la cena y los cuatro comieron hablando de “Tronquitos”.Por supuesto que Chris se reservó sus motivos para nombrar a su mascota así. No quería que su suegro lo viera como un depravado amante de los troncos de su hija.Ya empezaba a mirarlo con otros ojos y quería que así continuara todo. Bebieron vino blanco junto a la chimenea. Mientras el señor L y Sasha admiraban la belleza de la ciudad iluminada en esa noche lluviosa, Lily le pidió a Christopher un favor especial.—¿Crees que mi padre pueda quedarse con nosotros un par de noches? —preguntó y rápido se retractó—: digo, aquí, en tu pent-house.Las mejillas se le pusieron rojas cuando entendió lo que había dicho. Bajó la mirada y trató de apaciguarse.Christopher sonrió. Le había fascinado ese “nosotros” porque significaba que estaban juntos en todos los se
Cuando Christopher regresó a su pent-house, Lily continuaba trabajando. Su padre le ayudaba con los correos que nunca se detenían y, a veces, atendía el teléfono.Él se quedó asombrado mirándolos desde la entrada. Los dos sincronizaban de una forma muy espontánea. Ella pinchaba un tablero organizador con los eventos previos al lanzamiento y él hablaba por teléfono. Confirmaba el catering para la fiesta.Adoró verlos trabajar juntos y supo que él nunca tendría algo así con su familia.Suspiró derrotado por sus sueños de niño y alcanzó a caer apenas un par de metros, cuando Julián lo vio por el rabillo del ojo y entusiasta se levantó para saludarlo con alegría.—¡Señor Rossi, que bueno que llegó! ¡Justo a tiempo! —Caminó hacia él a darle la bienvenida y agarró una taza humeante para ofrecérsela—. Chocolate caliente, la especialidad de mi Lily...Christopher la recibió y lo olió con una sonrisa melancólica. Tuvo que suspirar cuando el aroma del cacao y el dulzor lo tranquilizaron desde ad
Rossi y López viajaron a la imprenta y entregaron el libro justo a tiempo.Quisieron ir a celebrar, pero prefirieron esperar a tener el primer ejemplar de la revista en sus manos.Era una cuestión de desconfianza. Marlene llevaba tantos años trabajando en Revues que, Christopher temía que las lealtades fueran puestas a pruebas y, por supuesto, él no pasaba ninguna prueba.¿Quién le sería leal a un recién llegado? ¿Al hijo de papi?—Yo lo sería —le dijo Lily con dulzura, sentada a su lado y con esa sonrisa bonita que a él lo desestabilizaba.Christopher ya no pudo tener ojos para su primera edición y se tuvo que centrar en Lily. La encontró tan sonriente que tuvo que acariciarla.—Gracias —susurró Christopher al pasar su pulgar por la comisura de sus labios.Ella se rio.—Gracias a usted —le dijo divertida. Él apretó el ceño—. Me dio mi primera oportunidad para escribir algo verdadero.Un fuerte carraspeo los interrumpió. Los dos miraron al frente y se encontraron con Connor Rossi.—Pad
Esa noche, Vicky tuvo acceso al Bath Club en Miami, un exclusivo e icónico club en el que muy pocos lograban una membresía.Lo logró usando el apellido de Rossi y, para su sorpresa, el de su fastidiosa hermana mayor.Lily se había convertido en una m*****a celebridad y, por supuesto, Victoria abusaría de su nombre, más si la ayudaba a llegar a esos estrechos lugares donde tanto anhelaba estar.Se paseó frente a la costa con su atuendo de diez mil dólares. Belleza derrochaba, feminidad también, pero había algo que no sabía cómo conseguir y ni con todo el dinero del mundo la pagaría: clase.A la pobre le faltaba clase y los adinerados hombres que estaban allí esa noche pudieron olerlo solo al verla.Apestaba a interesada, a cazadora hambrienta.Poco pudo sociabilizar; todos estaban en parejas o en grupos de amigos donde ella no era bien recibida.Lo intentó, pero terminó bebiendo champagne sola, en una mesa del fondo.Quiso pasar el trago amargo recordando que tenía la cuenta bancaria co
El lunes a primera hora, Victoria fue trasladada de prisión. Sería juzgada en el estado en el que se habían cometido los delitos, donde Rossi podía jugar al juego que quisiera.Su territorio, sus reglas.Todo se manejó con mucha discreción, hasta que la noticia llegó a los oídos de Nora, la madre de las hermanas López. La mujer no dudó en buscar ayuda. Como su exesposo nunca regresó a casa, no le quedó de otra que buscar a Lily en el único lugar que sabía: su trabajo.Por la tarde y tras recibir un llamado desesperado por parte de Victoria, Nora viajó hasta las instalaciones de Revues, donde sabía que se encontraban las oficinas de Craze.Se atrevió a subir hasta el piso de la revista de moda y buscó a su hija con total seguridad.—La señorita López salió. Puede dejar un mensaje si gusta —le dijo July, la recepcionista.A Nora le sorprendió el trato. Tan frio, distante. La preciosa joven que manejaba un cinto sobre su cabello brillante ni siquiera la miró a los ojos.—Necesito habar c
Jadeó agotado en cuanto supo que la discusión terminó y, aunque se sintió terriblemente mal por haberle hablado así a la madre de la mujer a la que quería, no podía permitir que nadie se atreviera a tocarla, mucho menos a lastimarla.Apenas se dio la media vuelta para regresar, se encontró de frente con Lily.Ella le estaba esperando con los ojos llorosos.No tuvieron que decir nada para entender lo que estaban sintiendo. Ella vio el dolor en su mirada y se arrojó a sus brazos para consolarlo.Podía entender el vacío que sentía respecto a una madre y no quería que sintiera abatimiento por su culpa, menos por los errores de su familia.—Lo lamento mucho —susurró ella escondida en su pecho, aferrándolo fuerte contra su cuerpo.Christopher sonrió y la agarró por la cabeza con su mano. Sus dedos se perdieron en sus cabellos negros. Besó su coronilla con los ojos cerrados, mientras armonizó todos sus sentimientos.Hasta ese momento, Lily había sido la única en entender lo que sentía, pero
Entonces, las primeras reseñas del primer número de la mano de Christopher Rossi, heredero de Revues, llegaron.Los sorprendieron un par de mañanas después.July, la recepcionista, corrió hacia ellos con sus stilettos de diamantes. Intentó no verse grotesca mientras daba grandes zancadas para darles la gran noticia.Lily estaba en su escritorio, luciendo terriblemente profesional mientras redactaba una carta de agradecimiento para todos los pequeños inversionistas que habían confiado en la mano y edición de Christopher.—¡Llegaron! —gritó July y jadeó agotada cuando supo que de nada le servía ser delgada si apenas era capaz de correr un pasillo—. Ya están aquí... —jadeó sobre su escritorio.Lily se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos y miró el sobre alargado con recelo.Los números eran buenísimos, los mejores desde que la madre de Christopher había editado para Craze, aun así, Lily conocía el mundo de la moda desde su perceptiva negativa.La crueldad, los comentarios ofensiv
Él quería ser un romántico y sorprenderla; así que llamó para reservar una mesa en un elegante restaurante no muy lejos de allí.Durante el día recibió en breves reuniones a diferentes equipos que conformaban a Craze. Todos trabajaban en el número nuevo y era importante que todos tuvieran la guía del editor en jefe.Cuando el almuerzo llegó, Lily ya había enviado las cartas, los obsequios a quienes los habían criticado con tanto valor y confirmado las reuniones con los nuevos clientes que ocuparían los anuncios del número nuevo.Tenían una semana agitada y Lily lo agradecía. No quería pensar en sus asuntos personales. El trabajo le ayudaba a desligarse de todo: Romina, su madre, Victoria en la prisión, esperando su juicio. Apagó la computadora y desvió los teléfonos cuando tuvo a Chris frente a ella.—¿Lista?—Para ir a comer, siempre —le respondió ella. El hombre contuvo una sonrisa—. ¿Y dónde quiere comer? —le preguntó agarrando su bolso.Él sonrió. Le gustó estar preparado.Con or