Por la tarde regresaron a la oficina y solo para hacer acto de presencia.
Christopher sabía lo que Marlene decía de él en los rincones de Craze y tuvo que seguir su juego antes de que los rumores cobraran vida propia.
No llevaron todos los portafolios, puesto que Christopher no sentía confianza de lo que sucedía en Craze. Creía que sus ideas terminarían en las manos equivocadas, así que escogió proteger parte de su número en su pent-house, bajo la custodia de Sasha y el señor L.
El señor López se quedaría hasta la tarde para hablar con Lily con más calma. Eso significaba más tiempo a solas con Sasha.
Apenas Lily se acomodó detrás de su escritorio, terminó de escribir su primer borrador de su columna y se levantó para correr con Christopher y darle la buena noticia; estaba segura de lo que había hecho, pero, prontamente, la asaltaron miles de dudas.
Recordó entonces que lo mejor era esperar un par de horas para releer lo escrito y encontrar así todos los errores cometidos, así que lo guardó y continuó trabajando.
No pasó mucho para que Christopher apareciera por su puerta. Se acomodó el saco con prisa y avanzó con pasos agigantados hacia la salida.
—Vamos, López, tenemos un desfile... —le dijo sonriente, vivaz y ella le miró con el ceño apretado.
Se señaló liada. No estaba entre sus planes asistir a un desfile. Ni siquiera sabía si las asistentes presenciaban desfiles.
—¿Quiere que vaya o...? —Balbuceó liada.
—Sí, te quiero presente —insistió mirándola desde la altura—. El representante de Balenciaga estará presente y quiero ganarme su confianza —le explicó. Ella asintió sin saber qué intentaba decirle—. Tú generas confianza. —Le sonrió. Ella trató de imitarlo—. Te necesito, Lily.
Eso fue todo lo que ella necesitó para asentir y unirse a él.
Agarró su bolso y guardó su agenda, donde su borrador esperaba entre las páginas blancas a ser leído.
—No regresaremos, así que apaga todo —le ordenó él—. Te espero en el elevador. Es un poco tarde.
Con muecas complejas, Christopher marchó apresurado hasta el elevador. Ella apagó la computadora, desvió los llamados telefónicos y aseguró los cajones con llave, aunque no dejaba nada importante allí.
Todo lo demás lo escondió en su bolso y fue detrás de él, sintiendo los ojos de sus compañeros en su espalda.
Volteó para mirarlos y todos regresaron a sus deberes como por arte de magia.
Se montaron en el elevador, pero no pudieron hablar mucho. Iban rodeados de más empleados. Todos los miraban con agudeza, así que evitaron mirarse, pero no pensarse.
En el primer piso les tocó correr a la limosina que los llevaría hasta el desfile. El lugar estaba atestado de reporteros y los evitaron con habilidad.
Durante el viaje, Christopher estuvo al teléfono tratando de resolver algunos problemas con las columnas. Definitivamente Marlene estaba decidida a arruinarle su primer número, pero él no se lo iba a permitir.
Lily lo escuchó atenta discutir. Le gustó su firmeza, como se imponía ante las ideas de la mujer y estuvo orgullosa de su fuerza.
Lamentablemente llegaron al desfile y tuvieron que relajarse y actuar que todo estaba bien.
Antes de bajar, Lily le arregló la corbata y los accesorios de su puño. A él le fascinó tener sus manos cerca y se agitó por lo excitante que le resultaban sus roces.
Cariñoso, él le acomodó uno de los collares que se envolvían en su cuello y con apetencia la miró de pies a cabeza.
—Señor Rossi... —se rio ella cuando lo vio mirándola así.
—Te ves preciosa.
Lily le regaló una sonrisa de un hoyuelo y la puerta de la limosina se abrió.
Se vieron obligados a bajar y a separarse.
Christopher fue llevado por un camino diferente. Lily se mantuvo junto al resto de asistentes, siendo espectadora de las entrevistas y todas las fotografías que su jefe ofreció a la prensa.
En la recepción pudieron estar juntos. Se mantuvieron tan cercanos que, sus manos se rozaban.
Lily le ayudó a Christopher a identificar a todas las personas que se acercaban a ellos para saludarlos.
—El editor de Wired: Jeff Stone —le dijo cerca de su oreja—. Su esposa dio a luz a mellizos hace un par de semanas. Le enviamos flores.
Chris la miró con el ceño apretado y no pudo sentirse más orgulloso de ella. Siempre tenía todo bajo control.
—¡Rossi! —lo saludó el enérgico hombre. Los dos estrecharon sus manos con alegría—. Ya estoy ansiando leer tu primer número...
—Gracias, yo también —se rio Chris—. ¿Cómo está tu esposa? —preguntó cortés.
El hombre sonrió feliz y le habló un largo rato de la paternidad. En otra vida, Chris habría bostezado en la mitad de la charla, pero tenía nuevas proyecciones y escuchó atento cada cosa que su competencia le reveló.
—Y tú, ¿has pensado en ser padre? —preguntó Jeff.
A Christopher le sorprendió la pregunta, mucho más al ver que provenía de su competencia, pero no vaciló en contestar:
—Por supuesto. Es una nueva meta personal.
El hombre sonrió y le dio un par de palmaditas para despedirse.
Continuaron así un largo rato. En un vacío, Chris recibió otra insistente llamada de Marlene. La mujer le reclamaba por la columna misteriosa que nadie había escrito aun.
Por supuesto, no tenía idea de que la escribiría Lily. Si llegaba a saberlo pondría el grito en el cielo.
—Era Marlene... otra vez —suspiró Chris, cansado de discutir con la mujer—. Ya sabe que nos falta una columna. —Fijó sus ojos en Lily.
—Oh, sí... ya la escribí —le dijo ella, temblorosa y abrió su bolso para agarrar su agenda.
Chris la miró con el ceño apretado mientras ella revisó sus hojas blancas y buscó su borrador.
El comienzo del desfile fue anunciado y tuvieron que moverse junto al resto de los espectadores.
—Dámela, quiero leerla —ordenó él.
—¿Ahora? —preguntó ella, pasmada.
Chris asintió y como ella no reaccionó, él arrancó la hoja de la agenda y se la guardó en el interior del saco con una tentadora sonrisa.
Tuvieron que separarse.
Lily fue situada al frente, junto al resto de los asistentes, mientras que Chris se sentó en primera fila, rodeado de grandes editores, influencers e inspiradores de la moda.
El desfile se retrasó un par de minutos y, aburrido, Christopher se metió la mano en el saco y buscó el borrador de la columna de Lily.
Ella empezó a temblar cuando notó que la estaba leyendo. ¡Allí! ¡Entremedio de todas esas personas importantes!
Pensó que se desmayaba.
Mientras repasaba las líneas, el hombre tenía el ceño apretado y esa mueca de hastío con la que lo había conocido.
Se imaginó todas las cosas que Rossi debía estar pensando al leer sus letras infantiles, plagadas de errores.
Se empezó a masticar la uña cuando los nervios y las inseguridades la dominaron.
Mientras ella se torturaba, Christopher repasaba sus letras con la mente abierta. Por supuesto que pensó en todos los contras que tendrían con su breve, pero significativa columna.
Se adelantó a los hechos, al ataque de Marlene y su padre y, aunque sabía que era atrevido hablar sobre la segunda vida en la moda, pensó en las palabras de Alexander McQueen: “no debe ser políticamente correcto, de lo contrario, no sería revolucionario”.
Sonrió cuando leyó el final y la firma provocadora; cuando levantó los ojos para procesar lo que sentía, porque debía aceptar que la columna tenía sentimientos entrelazados con las palabras, se la encontró a ella, sumida en un mar de angustia.
Con una sonrisa sincera le regaló un asentimiento y, aunque la música se oía fuerte y los murmullos de los invitados también, Lily chilló tan alto por la emoción que atrajo todas las miradas.
—¡Sí! —gritó cuando supo que había cautivado al maldito editor en jefe de una revista de moda.
A Lily se la comieron los nervios. Anheló miles de veces reunirse en privado con Christopher para que le dijera lo que pensaba de su columna, pero cada vez que encontraba un momento para estar a solas, eran invadidos por importantes rostros del mundo en el que Rossi se desenvolvía.Las horas se fueron volando y la joven empezó a perder las esperanzas, peor se sintió su corazón cuando Joel apareció para saludarla.Aun recordaba lo descortés que había sido antes, dejándolo olvidado en la subasta. —Recibí tu correo —dijo el hombre y con formalidad añadió—: Aprobamos la sesión. Creemos en la armonía producto y exposición.Lily sonrió agradecida. Se lo estaba haciendo fácil, cuando podría haberle sacado muchas cosas en cara.Era un caballero.—Me alegra saber que la han aprobado —le dijo sonriente—. Será un éxito, estoy segura de eso.Desde la distancia, Christopher los miró interactuar y respiró profundo para no perder la compostura.—Será un éxito gracias a ti, Lily —reconoció Joel y es
Lily logró impresionar al representante de Balenciaga y esa noche se fueron a casa con una victoria.Su padre estaba en el pent-house, esperándolos. Junto a Sasha había preparado la cena y los cuatro comieron hablando de “Tronquitos”.Por supuesto que Chris se reservó sus motivos para nombrar a su mascota así. No quería que su suegro lo viera como un depravado amante de los troncos de su hija.Ya empezaba a mirarlo con otros ojos y quería que así continuara todo. Bebieron vino blanco junto a la chimenea. Mientras el señor L y Sasha admiraban la belleza de la ciudad iluminada en esa noche lluviosa, Lily le pidió a Christopher un favor especial.—¿Crees que mi padre pueda quedarse con nosotros un par de noches? —preguntó y rápido se retractó—: digo, aquí, en tu pent-house.Las mejillas se le pusieron rojas cuando entendió lo que había dicho. Bajó la mirada y trató de apaciguarse.Christopher sonrió. Le había fascinado ese “nosotros” porque significaba que estaban juntos en todos los se
Cuando Christopher regresó a su pent-house, Lily continuaba trabajando. Su padre le ayudaba con los correos que nunca se detenían y, a veces, atendía el teléfono.Él se quedó asombrado mirándolos desde la entrada. Los dos sincronizaban de una forma muy espontánea. Ella pinchaba un tablero organizador con los eventos previos al lanzamiento y él hablaba por teléfono. Confirmaba el catering para la fiesta.Adoró verlos trabajar juntos y supo que él nunca tendría algo así con su familia.Suspiró derrotado por sus sueños de niño y alcanzó a caer apenas un par de metros, cuando Julián lo vio por el rabillo del ojo y entusiasta se levantó para saludarlo con alegría.—¡Señor Rossi, que bueno que llegó! ¡Justo a tiempo! —Caminó hacia él a darle la bienvenida y agarró una taza humeante para ofrecérsela—. Chocolate caliente, la especialidad de mi Lily...Christopher la recibió y lo olió con una sonrisa melancólica. Tuvo que suspirar cuando el aroma del cacao y el dulzor lo tranquilizaron desde ad
Rossi y López viajaron a la imprenta y entregaron el libro justo a tiempo.Quisieron ir a celebrar, pero prefirieron esperar a tener el primer ejemplar de la revista en sus manos.Era una cuestión de desconfianza. Marlene llevaba tantos años trabajando en Revues que, Christopher temía que las lealtades fueran puestas a pruebas y, por supuesto, él no pasaba ninguna prueba.¿Quién le sería leal a un recién llegado? ¿Al hijo de papi?—Yo lo sería —le dijo Lily con dulzura, sentada a su lado y con esa sonrisa bonita que a él lo desestabilizaba.Christopher ya no pudo tener ojos para su primera edición y se tuvo que centrar en Lily. La encontró tan sonriente que tuvo que acariciarla.—Gracias —susurró Christopher al pasar su pulgar por la comisura de sus labios.Ella se rio.—Gracias a usted —le dijo divertida. Él apretó el ceño—. Me dio mi primera oportunidad para escribir algo verdadero.Un fuerte carraspeo los interrumpió. Los dos miraron al frente y se encontraron con Connor Rossi.—Pad
Esa noche, Vicky tuvo acceso al Bath Club en Miami, un exclusivo e icónico club en el que muy pocos lograban una membresía.Lo logró usando el apellido de Rossi y, para su sorpresa, el de su fastidiosa hermana mayor.Lily se había convertido en una m*****a celebridad y, por supuesto, Victoria abusaría de su nombre, más si la ayudaba a llegar a esos estrechos lugares donde tanto anhelaba estar.Se paseó frente a la costa con su atuendo de diez mil dólares. Belleza derrochaba, feminidad también, pero había algo que no sabía cómo conseguir y ni con todo el dinero del mundo la pagaría: clase.A la pobre le faltaba clase y los adinerados hombres que estaban allí esa noche pudieron olerlo solo al verla.Apestaba a interesada, a cazadora hambrienta.Poco pudo sociabilizar; todos estaban en parejas o en grupos de amigos donde ella no era bien recibida.Lo intentó, pero terminó bebiendo champagne sola, en una mesa del fondo.Quiso pasar el trago amargo recordando que tenía la cuenta bancaria co
El lunes a primera hora, Victoria fue trasladada de prisión. Sería juzgada en el estado en el que se habían cometido los delitos, donde Rossi podía jugar al juego que quisiera.Su territorio, sus reglas.Todo se manejó con mucha discreción, hasta que la noticia llegó a los oídos de Nora, la madre de las hermanas López. La mujer no dudó en buscar ayuda. Como su exesposo nunca regresó a casa, no le quedó de otra que buscar a Lily en el único lugar que sabía: su trabajo.Por la tarde y tras recibir un llamado desesperado por parte de Victoria, Nora viajó hasta las instalaciones de Revues, donde sabía que se encontraban las oficinas de Craze.Se atrevió a subir hasta el piso de la revista de moda y buscó a su hija con total seguridad.—La señorita López salió. Puede dejar un mensaje si gusta —le dijo July, la recepcionista.A Nora le sorprendió el trato. Tan frio, distante. La preciosa joven que manejaba un cinto sobre su cabello brillante ni siquiera la miró a los ojos.—Necesito habar c
Jadeó agotado en cuanto supo que la discusión terminó y, aunque se sintió terriblemente mal por haberle hablado así a la madre de la mujer a la que quería, no podía permitir que nadie se atreviera a tocarla, mucho menos a lastimarla.Apenas se dio la media vuelta para regresar, se encontró de frente con Lily.Ella le estaba esperando con los ojos llorosos.No tuvieron que decir nada para entender lo que estaban sintiendo. Ella vio el dolor en su mirada y se arrojó a sus brazos para consolarlo.Podía entender el vacío que sentía respecto a una madre y no quería que sintiera abatimiento por su culpa, menos por los errores de su familia.—Lo lamento mucho —susurró ella escondida en su pecho, aferrándolo fuerte contra su cuerpo.Christopher sonrió y la agarró por la cabeza con su mano. Sus dedos se perdieron en sus cabellos negros. Besó su coronilla con los ojos cerrados, mientras armonizó todos sus sentimientos.Hasta ese momento, Lily había sido la única en entender lo que sentía, pero
Entonces, las primeras reseñas del primer número de la mano de Christopher Rossi, heredero de Revues, llegaron.Los sorprendieron un par de mañanas después.July, la recepcionista, corrió hacia ellos con sus stilettos de diamantes. Intentó no verse grotesca mientras daba grandes zancadas para darles la gran noticia.Lily estaba en su escritorio, luciendo terriblemente profesional mientras redactaba una carta de agradecimiento para todos los pequeños inversionistas que habían confiado en la mano y edición de Christopher.—¡Llegaron! —gritó July y jadeó agotada cuando supo que de nada le servía ser delgada si apenas era capaz de correr un pasillo—. Ya están aquí... —jadeó sobre su escritorio.Lily se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos y miró el sobre alargado con recelo.Los números eran buenísimos, los mejores desde que la madre de Christopher había editado para Craze, aun así, Lily conocía el mundo de la moda desde su perceptiva negativa.La crueldad, los comentarios ofensiv