Christopher se montó en el taxi, junto a Lily y sintió mucha angustia de verla llorar así. Estaba tan dolida y avergonzada que ni siquiera tuvo el valor para mirarlo a la cara.
Él puso su mano en su espalda y trató de consolarla, pero no tenía palabras para ofrecerle alivio, muy por el contrario, él solo pensaba en venganza.
Aprovechó del desgarrador silencio para enviarle un mensaje a su abogado. Lo citó de forma urgente en Craze.
En cuanto el taxi se acercó al edificio de Revues, Lily se forzó a recomponerse. Se secó las lágrimas con rabia y dejó de llorar. No iba a darle en el gusto a ninguno de sus compañeros de trabajo de verla así, destruida.
Porque así se sentía y no quería que nadie mostrara lástima por ella y sus problemas.
Christopher pagó por el viaje y se bajaron rápido del taxi. Por suerte aún era temprano y toda la zona estaba desierta.
Lily lo agarró por el brazo antes de que se refugiaran en el edifico de Revues y con valentía le dijo:
—Sé que no podremos hablar de esto ahora, pero esta noche iré a casa, hablaré con mi madre y con Vicky y lo solucionaré. Lo prometo. —Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez.
Christopher asintió y con dulzura se estiró para besarla en la mejilla.
Sin decir más nada, pues ninguno sabía cómo abordar la situación, se montaron en el elevador.
Por un lado, Lilibeth suponía que Christopher sí le había creído a su hermana y madre y que la veía como a una ladrona. Y, por otro lado, Christopher pensaba si a Lily le desilusionaría saber que sus planes eran enviar a su hermana a prisión.
En cuanto llegaron a su oficina, separadas apenas por un cristal grueso, Christopher le preguntó:
—¿Has pensado en tu columna?
Ella apretó el ceño y cabizbaja le confesó:
—Esta noche trabajaré en ella.
—Bien. Mañana a las nueve espero una copia. —Fue duro y eso empeoró lo que Lily sentía.
Pero no era duro con ella por la situación del cheque, sino, porque Lily había estado postergando redactar su columna por miedo a escribir.
En el fondo, Christopher lo sabía, como también percibía que la muchacha poseía talento. Creía que, presionándola un poco, sacaría lo mejor de ella.
Sus caminos se separaron. Christopher agarró los informes que tenía sobre el escritorio y Lily supo que trabajarían sin descanso.
Corrió a encender su computadora y separó la correspondencia.
Un hombre elegante apareció frente a ella. Lily lo miró con el ceño apretado y se levantó para recibirlo cuando fijó sus ojos en Rossi a través del cristal.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo? —preguntó Lily, amable.
El hombre estiró su mano para saludarla y presentarse.
—Soy el abogado del Señor Rossi. Tenemos una reunión urgente.
Lily pudo intuir porque el hombre estaba allí y temió lo peor.
Vencida, asintió y fue a anunciarlo.
—Señor Rossi, su abogado está aquí, dice que tiene una cita —dijo nerviosa.
Christopher asintió y cerró los informes que revisaba. Puso sus manos sobre el escritorio y le pidió que lo dejara pasar.
Los hombres se saludaron cortésmente y empezaron a conversar con seriedad. Todo a puerta cerrada.
Lily caminó de lado a lado frente a Christopher, dejando entrever su nerviosismo. Intentó en innumerables veces leer sus labios, pero Christopher estaba atento a cada uno de sus movimientos.
Lily creyó que estaban hablando de ella.
Pensó que la enviarían a prisión. Que la demandarían por robar un cheque.
Supo que estaba acababa. Después de ese escándalo, nadie la contrataría otra vez en ninguna editorial. Ni siquiera en las clásicas ya olvidadas.
—Lily, por favor, puedes venir —le ordenó Christopher, sorprendiéndola.
Ella le miró con los ojos llorosos y asintió valiente.
Entró en su oficina temblando. Chris la invitó a ponerse cómoda en uno de los muchos sofás.
Con temor se sentó y fijó sus ojos en el abogado. Él la miraba simpático.
Christopher rodeó su escritorio y se sentó en su silla de dos millones de dólares. Pensó muy bien en sus palabras y con firmeza le habló:
—Solo necesito preguntarte una cosa y quiero seas muy sincera.
—Yo nunca le robaría, señor Rossi, nunca —respondió ella, aun cuando él no había hecho su pregunta.
Cristopher se rio y el abogado también. Eso alivianó la tensión con la que la joven cargaba.
—Lily, eso ya lo sé —le dijo Rossi y ella le miró incrédula—. Solo necesito saber si... —carraspeó—... si te desilusionaría la idea de enviar a tu hermana a prisión por un par de meses.
Lily le miró con espanto.
—¿Desilusionarme? —preguntó ella, tiritando.
Christopher asintió.
—De mí —le confirmó él su mayor miedo—. Necesito saber si te vas a desilusionar de mí. —La miró con agudeza, con los ojos azules más imperturbables que nunca.
Ella apretó el ceño y recostó su espalda en el sofá.
Hasta ese momento había estado tan tensa que, cuando supo que no la estaban acusando, se tuvo que relajar.
Lily no pudo responderle con tanta facilidad, así que Christopher le confesó:
—Podría llamar ahora a mi asesora de cuenta e invalidar el cheque, pero creo que no sería justo, además, no creo que vaya a detenerse.
Lily se frotó las manos con angustia.
—Es mi hermana —pensó Lily en voz alta.
—Romina también lo es —le dijo Rossi y ella le miró con los ojos llorosos.
Un tenso silencio invadió la oficina privada del editor en jefe.
En vista de que la joven no tomaba una decisión, el abogado le informó todo lo que sucedería.
—Dejaremos que ella tome el dinero. Esperaremos cuarenta y ocho horas para denunciar la irregularidad. En cuestión de horas estará en prisión y podemos exigir que se quede un par de temporadas extras. —Le guiñó un ojo—. Dejaremos ganar al juez en el juego de golf del domingo y caso cerrado.
—¿Pueden hacer eso? —preguntó Lily, desconocedora del mundo de Christopher.
—Oh, cariño —le dijo Christopher, sonriente—. En el golf puedes conseguir muchas cosas. —Le miró embelesado.
Lily lo escuchó atenta, pero rápidamente sus pensamientos se desviaron al lado doloroso de la historia.
—Ni siquiera le importó saber que era para Romina... —sollozó compungida—. Y mamá la apoyó... —Dejó entrever lo mucho que le dolía la traición de su madre.
—Usted es la jefa, señorita López —le dijo el abogado y ella le miró con los ojos brillosos.
Sabía que Christopher era parte de todo. Sonrió cuando se imaginó las cosas bonitas que de seguro le había dicho de ella al abogado. El hombre de piel morena la miraba con ilusión, con una de las sonrisas más lindas que le habían dedicado nunca.
—Nunca me desilusionaría de ti, Christopher —le dijo dulce—. Que vaya a prisión —susurró—. Es lo justo, ¿no?
—¡Por supuesto que sí! —exclamó el abogado y se puso de pie cuando supo que ya todo estaba solucionado. Le ofreció otra vez su mano a Lily—. Muchas gracias por su valioso tiempo, Señorita López, nos vemos en un par de semanas.
Ella sonrió y se quedó de pie en ese lugar, aturdida por lo que había sucedido.
Christopher acompañó a su abogado hasta la puerta para despedirlo y cuando regresó, ella se le abalanzó encima para abrazarlo fuerte.
Él la recibió gustoso y la besó en la frente.
—Gracias —hipó ella escondida en su pecho.
—No es nada. Hay que darle trabajo a ese abogado, cobra su honorario mensual con trabajo o sin trabajo —pensó riéndose.
Ella se rio al escucharlo y separó de él para buscar su mirada; se aferró firme de sus brazos y con los ojos brillantes le dijo:
—Gracias por creer en mí.
—Cariño... —murmuró él tomándola por las mejillas. Con sus pulgares la acarició dulce—. Gracias a ti...
Ella apretó el ceño.
—Yo no hice nada —se rio dulce, con su hoyuelo único.
—Por supuesto que sí —se rio él con los ojos verdes suavizados—. Creíste en mí, cuando ni siquiera yo lo hacía —le dijo él sin liberarla.
Lily se sonrojó.
—Alguien tenía que hacerlo, ¿no? —le dijo coqueta, con esa frescura que a él le fascinaba.
—Y me alegra que fueras tú. —Se acercó para besarla. Lo hizo lenta y profundamente. No se aguantó y con desvergüenza le agarró una nalga—. Ahora ve a trabajar en tu columna. —Le dio una nalgueada descarada.
Ella se rio y se escabulló de regreso a su escritorio.
Para ese entonces, el resto de los empleados de Craze ya ocupaban sus lugares de trabajo y estaban todos atentos a sus muestras de cariño en público.
El señor López llegó al hospital temblando por los nervios y no se tranquilizó hasta que logró pagar todo el tratamiento de Romina.Solo allí, con el recibo de pago en sus manos, el hombre pudo respirar aliviado y, adormecido por todo lo sucedido buscó un lugar en la sala de espera para descansar y esperar.Las piernas le temblaban.El doctor nunca estuvo disponible para hablar con él. Tenía demasiados pacientes a los que atender y el señor López fue comprensivo y paciente.Al mediodía, un hombre llegó al hospital a recogerlo. Julián López supo que se trataba de la acción del Señor Rossi y no dudó en subirse al coche de vidrios oscuros que esperaba a por él.El conductor le ofreció agua fresca y una charla divertida. Julián estuvo tenso durante todo el camino. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Vicky y su exmujer.Aun intentaba recordar los hechos y, por algunos instantes dudó de sus propios recuerdos.Se regañó mentalmente cuando se dio cuenta que estaba poniendo en
(Recuerdas todas las veces...) No, no.(Cuando era niña...) Ay, no, que cliché.(Quisiera no hablarles de moda, porque ya tienen doscientas paginad e lo mismo y porque además Wintour me mataría...) No puedes poner eso, Lilibeth. Te matarían de verdad.Nunca he sido asidua en la moda, pero, aquí entre chicas, debo (decirles) confesarles que me (imaginé) fantaseé vistiendo la chaqueta de cuero negra de Bershka con sus letras coloridas y su épica frase: “tener vibraciones radicales”.Por supuesto, en ese momento, no comprendía (entendía) del todo cómo esa frase (repercutiría) vibraría en mi vida.“En la moda hay un mensaje y es nuestro deber descifrarlo”. Pensé un día mientras visitaba una tienda de segunda mano, con cientos de prendas clásicas, pero tristemente olvidadas. ¿Cómo pueden olvidar lo clásico? Pensé con desazón y, aunque no estaba muy segura de lo que hacía, me compré mi primer “clutch” de Saint Laurent. Con orgullo lo llevé a casa; lo limpié, lo reparé y le di una segunda vid
Por la tarde regresaron a la oficina y solo para hacer acto de presencia.Christopher sabía lo que Marlene decía de él en los rincones de Craze y tuvo que seguir su juego antes de que los rumores cobraran vida propia.No llevaron todos los portafolios, puesto que Christopher no sentía confianza de lo que sucedía en Craze. Creía que sus ideas terminarían en las manos equivocadas, así que escogió proteger parte de su número en su pent-house, bajo la custodia de Sasha y el señor L.El señor López se quedaría hasta la tarde para hablar con Lily con más calma. Eso significaba más tiempo a solas con Sasha.Apenas Lily se acomodó detrás de su escritorio, terminó de escribir su primer borrador de su columna y se levantó para correr con Christopher y darle la buena noticia; estaba segura de lo que había hecho, pero, prontamente, la asaltaron miles de dudas.Recordó entonces que lo mejor era esperar un par de horas para releer lo escrito y encontrar así todos los errores cometidos, así que lo g
A Lily se la comieron los nervios. Anheló miles de veces reunirse en privado con Christopher para que le dijera lo que pensaba de su columna, pero cada vez que encontraba un momento para estar a solas, eran invadidos por importantes rostros del mundo en el que Rossi se desenvolvía.Las horas se fueron volando y la joven empezó a perder las esperanzas, peor se sintió su corazón cuando Joel apareció para saludarla.Aun recordaba lo descortés que había sido antes, dejándolo olvidado en la subasta. —Recibí tu correo —dijo el hombre y con formalidad añadió—: Aprobamos la sesión. Creemos en la armonía producto y exposición.Lily sonrió agradecida. Se lo estaba haciendo fácil, cuando podría haberle sacado muchas cosas en cara.Era un caballero.—Me alegra saber que la han aprobado —le dijo sonriente—. Será un éxito, estoy segura de eso.Desde la distancia, Christopher los miró interactuar y respiró profundo para no perder la compostura.—Será un éxito gracias a ti, Lily —reconoció Joel y es
Lily logró impresionar al representante de Balenciaga y esa noche se fueron a casa con una victoria.Su padre estaba en el pent-house, esperándolos. Junto a Sasha había preparado la cena y los cuatro comieron hablando de “Tronquitos”.Por supuesto que Chris se reservó sus motivos para nombrar a su mascota así. No quería que su suegro lo viera como un depravado amante de los troncos de su hija.Ya empezaba a mirarlo con otros ojos y quería que así continuara todo. Bebieron vino blanco junto a la chimenea. Mientras el señor L y Sasha admiraban la belleza de la ciudad iluminada en esa noche lluviosa, Lily le pidió a Christopher un favor especial.—¿Crees que mi padre pueda quedarse con nosotros un par de noches? —preguntó y rápido se retractó—: digo, aquí, en tu pent-house.Las mejillas se le pusieron rojas cuando entendió lo que había dicho. Bajó la mirada y trató de apaciguarse.Christopher sonrió. Le había fascinado ese “nosotros” porque significaba que estaban juntos en todos los se
Cuando Christopher regresó a su pent-house, Lily continuaba trabajando. Su padre le ayudaba con los correos que nunca se detenían y, a veces, atendía el teléfono.Él se quedó asombrado mirándolos desde la entrada. Los dos sincronizaban de una forma muy espontánea. Ella pinchaba un tablero organizador con los eventos previos al lanzamiento y él hablaba por teléfono. Confirmaba el catering para la fiesta.Adoró verlos trabajar juntos y supo que él nunca tendría algo así con su familia.Suspiró derrotado por sus sueños de niño y alcanzó a caer apenas un par de metros, cuando Julián lo vio por el rabillo del ojo y entusiasta se levantó para saludarlo con alegría.—¡Señor Rossi, que bueno que llegó! ¡Justo a tiempo! —Caminó hacia él a darle la bienvenida y agarró una taza humeante para ofrecérsela—. Chocolate caliente, la especialidad de mi Lily...Christopher la recibió y lo olió con una sonrisa melancólica. Tuvo que suspirar cuando el aroma del cacao y el dulzor lo tranquilizaron desde ad
Rossi y López viajaron a la imprenta y entregaron el libro justo a tiempo.Quisieron ir a celebrar, pero prefirieron esperar a tener el primer ejemplar de la revista en sus manos.Era una cuestión de desconfianza. Marlene llevaba tantos años trabajando en Revues que, Christopher temía que las lealtades fueran puestas a pruebas y, por supuesto, él no pasaba ninguna prueba.¿Quién le sería leal a un recién llegado? ¿Al hijo de papi?—Yo lo sería —le dijo Lily con dulzura, sentada a su lado y con esa sonrisa bonita que a él lo desestabilizaba.Christopher ya no pudo tener ojos para su primera edición y se tuvo que centrar en Lily. La encontró tan sonriente que tuvo que acariciarla.—Gracias —susurró Christopher al pasar su pulgar por la comisura de sus labios.Ella se rio.—Gracias a usted —le dijo divertida. Él apretó el ceño—. Me dio mi primera oportunidad para escribir algo verdadero.Un fuerte carraspeo los interrumpió. Los dos miraron al frente y se encontraron con Connor Rossi.—Pad
Esa noche, Vicky tuvo acceso al Bath Club en Miami, un exclusivo e icónico club en el que muy pocos lograban una membresía.Lo logró usando el apellido de Rossi y, para su sorpresa, el de su fastidiosa hermana mayor.Lily se había convertido en una m*****a celebridad y, por supuesto, Victoria abusaría de su nombre, más si la ayudaba a llegar a esos estrechos lugares donde tanto anhelaba estar.Se paseó frente a la costa con su atuendo de diez mil dólares. Belleza derrochaba, feminidad también, pero había algo que no sabía cómo conseguir y ni con todo el dinero del mundo la pagaría: clase.A la pobre le faltaba clase y los adinerados hombres que estaban allí esa noche pudieron olerlo solo al verla.Apestaba a interesada, a cazadora hambrienta.Poco pudo sociabilizar; todos estaban en parejas o en grupos de amigos donde ella no era bien recibida.Lo intentó, pero terminó bebiendo champagne sola, en una mesa del fondo.Quiso pasar el trago amargo recordando que tenía la cuenta bancaria co