Antes de las siete de la mañana, Lily y Chris tomaron un taxi para viajar hasta la casa de la muchacha.
El plan era coger el sobre con el cheque, tomar camino al hospital y pagar la deuda del tratamiento de su hermana para regresar a las nueve a Craze y no tener problemas con nadie.
En el taxi hablaron sobre los pendientes que tenían para con el número. Tenían apenas unos días a su favor para que la fecha del primer borrador llegara.
—Tienes que enviarle a Joel las fotografías de sus productos. No queremos que solicite cambios, porque no tenemos tiempo para repetir la sesión, así que es importante enfocarnos en los puntos positivos del anuncio —le dijo Christopher a Lily, refiriéndose al representante de la marca nueva con la que trabajaban.
Su voz se oyó tensa. Lily pudo sentirlo.
Y no era para menos. Christopher sabía que algo sucedía entre ella y Joel. Sabía que habían tenido una cita, también lo había visto poniendo sus manos sobre Lily en la subasta y su intuición masculina le decía que las cosas no habían terminado bien.
—Claro, yo le enviaré un correo —respondió ella, tratando de ser lo más profesional posible.
Después de eso se quedaron callados. Christopher no sabía cómo tocar el tema. Nunca le había reclamado celos a nadie y no sabía cómo exigir algo si no había ofrecido nada a cambio.
Ni seguridad, ni estabilidad. Mucho menos limites, lealtad, protección.
—Mierda... —reclamó con los dientes apretados.
Lily apenas lo oyó y dejó de mirar la pantalla de su teléfono para enfocarse en él.
—¿Todo está en orden? —preguntó ella.
Chris asintió sonriente. Ella trabajaba arduamente. Respondía correos y llevaba la agenda apoyada en sus piernas. Apuntaba en sus páginas en blanco con una mano mientras sostenía su teléfono con la otra.
Sintió pena de interrumpirla por sus arrebatos de inseguridad. Se suponía que era un macho seguro, capaz de tener a la mujer que se le antojaba. ¿Cómo era posible que una jovencita inexperta desestabilizara tanto su mundo?
Pensó otra vez en lo que no le estaba entregando. Ni seguridad, ni estabilidad. Mucho menos limites, lealtad o protección.
¿Acaso todo eso se entregaba en una relación? Pensó para sus adentros y le faltó viaje para profundizar más en esos descubrimientos que realizaba de la mano de Lily.
Ella era la única que había hecho florecer esos intereses románticos en él.
Cuando llegaron a su destino, Lily se preparó para pagar. Christopher parecía perdido en sus pensamientos, pero en cuanto la vio sacar su tarjeta le agarró la mano para detenerla.
Negó con el ceño apretado y pagó por el viaje.
Ella agradeció con su bonita sonrisa y se bajaron para ir a buscar el cheque y saludar a su familia.
Lily caminó segura hasta el pórtico de su casa. Christopher era un lio. Un revoltijo de sentimientos y no tenía idea de cómo desanudarlos para entender lo que le estaba sucediendo.
Lo que estaba sintiendo. Sentía opresión, ganas de gritar, incluso ganas de llorar.
Se estaba enamorando tan tenazmente que, todos los sentimientos le caían de golpe y eran demasiados para un corazón tan inexperto.
Lily buscó sus llaves en su bolso para entrar. Él supo que no podía dejarla avanzar, no sin antes decirle lo que le estaba pasando. Bien sabía que después estarían rodeados de trabajadores y de problemas y que no tendría otra oportunidad así hasta la noche.
Pero su corazón no quería esperar hasta la noche.
Su corazón lo quería en ese momento. Quería a Lily. Suya.
—Lily, espera —la llamó y ella volteó sin dejar de escarbar en su bolso.
Ella le miró cuando él jadeó alterado y se preocupó de que algo malo le estuviera ocurriendo.
Puso su mano en su mejilla cuando lo notó pálido y tembloroso.
—¿Se siente bien? —le preguntó atemorizada.
Él negó. Sacudió la cabeza y escondió la mirada.
»¿Quiere que entremos? Puedo prepararle un té de manzanilla o... —Ella pensó rápido, pero Christopher se abalanzó encima de ella para besarla con efusión.
La agarró bien por las mejillas y se perdió en su boca con un vehemente beso.
—Quiero que seas mía —le dijo con poco tacto.
Ella apretó los labios por la sorpresa.
—Pensé que ya era suya por contrato —le respondió hábil.
Christopher se rio. Por supuesto que era suya por contrato. Esa era la única forma que había encontrado de retenerla.
Apenas descubría que podía tenerla de otra forma. No se trataba de retener contra su voluntad, sino, que fuera su deseo estar con él.
—Sí, pero me refiero a otra cosa —musitó él sobre sus labios. Ella le miró con lio—. Mi novia, por ejemplo —suspiró cuando descubrió lo difícil que era decirlo en voz alta.
—¿Su novia? —preguntó ella, descolocada—. ¿Quiere que sea su novia? —insistió.
Christopher frunció los labios.
—Mierda, pensé que sería más fácil —dijo complicado y la liberó para calmarse un poco. Estaba muy alterado—. En mi cabeza parecía más fácil. Nunca había hecho esto...
—Sí, ya me di cuenta —se rio ella y buscó su mano para tranquilizarlo—. Pero lo estaba haciendo muy bien... —Lo alentó con su bonita sonrisa.
—¿Sí? —preguntó él, optimista.
Los ojos le brillaron cuando saboreó las ilusiones.
—Bueno, excepto la parte en la que quiere poseerme —le respondió ella y se rieron juntos despacito para no despertar a su familia. Era muy temprano aun—. Si entiende que las relaciones no se tratan de poseer, ¿verdad? —le preguntó dulce, paciente. Él no supo cómo responderle—. Yo voy a ser suya, de todas las maneras posibles, incluso algunas que ni se imagina, pero es porque yo así lo deseo —le dijo suave, mirándolo a los ojos—. Aun así, eso no significa que vaya a ser mi dueño.
—Eso es lo que quiero, quiero... —balbuceó—, quiero que seas mía, pero quiero que tú quieras ser mía.
Ella sonrió feliz. Comenzaba a vislumbrar que, por fin, el hombre se esforzaba por entenderlo.
—Y yo sí quiero —susurró ella en respuesta y Christopher supo que ese “sí quiero” aplicaba para todo.
Se rio cuando las cosas se suavizaron y su corazón se apaciguó.
Halló calma cuando entendió que era más fácil hablar que guardarse todo.
Le habría encantado decirle lo de Joel, sus celos y lo mucho que le enloquecía verlo cerca de ella, pero el padre de Lily abrió la puerta y se cruzó de brazos cuando se los encontró allí, de pie bajo el frío.
—Ni siquiera quiero preguntar —dijo el señor López y pasó entre ellos para agarrar su periódico—. ¿Desayuno? —preguntó.
—Nos encantaría —respondió Christopher, a quien le cautivaban los platillos de su suegro.
—No, no, tenemos que irnos al hospital y luego a Craze, solo vengo a buscar el cheque —dijo Lily y entró en su casa cogida de la mano de su bonito novio.
Su padre volteó con el ceño apretado cuando la oyó hablar de un cheque, pero en cuanto los vio cogidos de las manos, toda su atención se desvió allí.
Su cara lo dijo todo y la pareja se separó riéndose y ruborizándose.
—Tampoco quiero saber eso, no estoy preparado —les informó.
Tenía cosas más pesadas en las que enfocarse en ese momento. En la insistencia de su exmujer, por ejemplo.
—¿Mamá ya se levantó? —preguntó Lily.
—Sí, está en la cocina —le respondió su padre.
El señor López se quedó de pie frente a Rossi cuando la jovencita se encaminó hasta la cocina para buscar a su madre.
El hombre le sostuvo la mirada con agudeza. Chris supo que no podía rendirse ante ese desafío y le sonrió con timidez cuando supo que el hombre le diría algo rudo.
Lily entró a la cocina y saludó a su madre y a su hermana con alegría. Estaba tan feliz que no pudo ocultarlo ni un poquito. Ahora era la novia de Christopher Rossi y era absolutamente perfecto.Vicky estaba con mala cara sentada en el mesón, bebiendo su batido energético de la mañana.—Mamá, vine a recoger lo que Christopher me dejó ayer —le dijo Lily.Su madre tragó duro y dejó lo que hacía para enfrentarla.—Pero si ya te lo entregué —le dijo la mujer en cuanto volteó y tuvo el descaro de decírselo mirándola a los ojos.Lily apretó el ceño e inclinó la cabeza.Su madre estaba tan seria que, Lily tuvo que reírse nerviosa por su respuesta.—Pero si ayer... —Balbuceó confundida—. No, mamá, no me has entregado nada.—Sí, Lily —le dijo su madre con tanta firmeza que, por breves segundos, la muchacha dudó—. Viniste ayer, te lo entregué y te marchaste.Lily se tensó y miró a su hermana de reojo. Ella actuaba tan bien que Lily no pudo notar nada extraño.—No, imposible… —pensó Lily y empezó
Christopher se montó en el taxi, junto a Lily y sintió mucha angustia de verla llorar así. Estaba tan dolida y avergonzada que ni siquiera tuvo el valor para mirarlo a la cara.Él puso su mano en su espalda y trató de consolarla, pero no tenía palabras para ofrecerle alivio, muy por el contrario, él solo pensaba en venganza.Aprovechó del desgarrador silencio para enviarle un mensaje a su abogado. Lo citó de forma urgente en Craze.En cuanto el taxi se acercó al edificio de Revues, Lily se forzó a recomponerse. Se secó las lágrimas con rabia y dejó de llorar. No iba a darle en el gusto a ninguno de sus compañeros de trabajo de verla así, destruida.Porque así se sentía y no quería que nadie mostrara lástima por ella y sus problemas.Christopher pagó por el viaje y se bajaron rápido del taxi. Por suerte aún era temprano y toda la zona estaba desierta.Lily lo agarró por el brazo antes de que se refugiaran en el edifico de Revues y con valentía le dijo:—Sé que no podremos hablar de est
El señor López llegó al hospital temblando por los nervios y no se tranquilizó hasta que logró pagar todo el tratamiento de Romina.Solo allí, con el recibo de pago en sus manos, el hombre pudo respirar aliviado y, adormecido por todo lo sucedido buscó un lugar en la sala de espera para descansar y esperar.Las piernas le temblaban.El doctor nunca estuvo disponible para hablar con él. Tenía demasiados pacientes a los que atender y el señor López fue comprensivo y paciente.Al mediodía, un hombre llegó al hospital a recogerlo. Julián López supo que se trataba de la acción del Señor Rossi y no dudó en subirse al coche de vidrios oscuros que esperaba a por él.El conductor le ofreció agua fresca y una charla divertida. Julián estuvo tenso durante todo el camino. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Vicky y su exmujer.Aun intentaba recordar los hechos y, por algunos instantes dudó de sus propios recuerdos.Se regañó mentalmente cuando se dio cuenta que estaba poniendo en
(Recuerdas todas las veces...) No, no.(Cuando era niña...) Ay, no, que cliché.(Quisiera no hablarles de moda, porque ya tienen doscientas paginad e lo mismo y porque además Wintour me mataría...) No puedes poner eso, Lilibeth. Te matarían de verdad.Nunca he sido asidua en la moda, pero, aquí entre chicas, debo (decirles) confesarles que me (imaginé) fantaseé vistiendo la chaqueta de cuero negra de Bershka con sus letras coloridas y su épica frase: “tener vibraciones radicales”.Por supuesto, en ese momento, no comprendía (entendía) del todo cómo esa frase (repercutiría) vibraría en mi vida.“En la moda hay un mensaje y es nuestro deber descifrarlo”. Pensé un día mientras visitaba una tienda de segunda mano, con cientos de prendas clásicas, pero tristemente olvidadas. ¿Cómo pueden olvidar lo clásico? Pensé con desazón y, aunque no estaba muy segura de lo que hacía, me compré mi primer “clutch” de Saint Laurent. Con orgullo lo llevé a casa; lo limpié, lo reparé y le di una segunda vid
Por la tarde regresaron a la oficina y solo para hacer acto de presencia.Christopher sabía lo que Marlene decía de él en los rincones de Craze y tuvo que seguir su juego antes de que los rumores cobraran vida propia.No llevaron todos los portafolios, puesto que Christopher no sentía confianza de lo que sucedía en Craze. Creía que sus ideas terminarían en las manos equivocadas, así que escogió proteger parte de su número en su pent-house, bajo la custodia de Sasha y el señor L.El señor López se quedaría hasta la tarde para hablar con Lily con más calma. Eso significaba más tiempo a solas con Sasha.Apenas Lily se acomodó detrás de su escritorio, terminó de escribir su primer borrador de su columna y se levantó para correr con Christopher y darle la buena noticia; estaba segura de lo que había hecho, pero, prontamente, la asaltaron miles de dudas.Recordó entonces que lo mejor era esperar un par de horas para releer lo escrito y encontrar así todos los errores cometidos, así que lo g
A Lily se la comieron los nervios. Anheló miles de veces reunirse en privado con Christopher para que le dijera lo que pensaba de su columna, pero cada vez que encontraba un momento para estar a solas, eran invadidos por importantes rostros del mundo en el que Rossi se desenvolvía.Las horas se fueron volando y la joven empezó a perder las esperanzas, peor se sintió su corazón cuando Joel apareció para saludarla.Aun recordaba lo descortés que había sido antes, dejándolo olvidado en la subasta. —Recibí tu correo —dijo el hombre y con formalidad añadió—: Aprobamos la sesión. Creemos en la armonía producto y exposición.Lily sonrió agradecida. Se lo estaba haciendo fácil, cuando podría haberle sacado muchas cosas en cara.Era un caballero.—Me alegra saber que la han aprobado —le dijo sonriente—. Será un éxito, estoy segura de eso.Desde la distancia, Christopher los miró interactuar y respiró profundo para no perder la compostura.—Será un éxito gracias a ti, Lily —reconoció Joel y es
Lily logró impresionar al representante de Balenciaga y esa noche se fueron a casa con una victoria.Su padre estaba en el pent-house, esperándolos. Junto a Sasha había preparado la cena y los cuatro comieron hablando de “Tronquitos”.Por supuesto que Chris se reservó sus motivos para nombrar a su mascota así. No quería que su suegro lo viera como un depravado amante de los troncos de su hija.Ya empezaba a mirarlo con otros ojos y quería que así continuara todo. Bebieron vino blanco junto a la chimenea. Mientras el señor L y Sasha admiraban la belleza de la ciudad iluminada en esa noche lluviosa, Lily le pidió a Christopher un favor especial.—¿Crees que mi padre pueda quedarse con nosotros un par de noches? —preguntó y rápido se retractó—: digo, aquí, en tu pent-house.Las mejillas se le pusieron rojas cuando entendió lo que había dicho. Bajó la mirada y trató de apaciguarse.Christopher sonrió. Le había fascinado ese “nosotros” porque significaba que estaban juntos en todos los se
Cuando Christopher regresó a su pent-house, Lily continuaba trabajando. Su padre le ayudaba con los correos que nunca se detenían y, a veces, atendía el teléfono.Él se quedó asombrado mirándolos desde la entrada. Los dos sincronizaban de una forma muy espontánea. Ella pinchaba un tablero organizador con los eventos previos al lanzamiento y él hablaba por teléfono. Confirmaba el catering para la fiesta.Adoró verlos trabajar juntos y supo que él nunca tendría algo así con su familia.Suspiró derrotado por sus sueños de niño y alcanzó a caer apenas un par de metros, cuando Julián lo vio por el rabillo del ojo y entusiasta se levantó para saludarlo con alegría.—¡Señor Rossi, que bueno que llegó! ¡Justo a tiempo! —Caminó hacia él a darle la bienvenida y agarró una taza humeante para ofrecérsela—. Chocolate caliente, la especialidad de mi Lily...Christopher la recibió y lo olió con una sonrisa melancólica. Tuvo que suspirar cuando el aroma del cacao y el dulzor lo tranquilizaron desde ad