53

Antes de las siete de la mañana, Lily y Chris tomaron un taxi para viajar hasta la casa de la muchacha.

El plan era coger el sobre con el cheque, tomar camino al hospital y pagar la deuda del tratamiento de su hermana para regresar a las nueve a Craze y no tener problemas con nadie.

En el taxi hablaron sobre los pendientes que tenían para con el número. Tenían apenas unos días a su favor para que la fecha del primer borrador llegara.

—Tienes que enviarle a Joel las fotografías de sus productos. No queremos que solicite cambios, porque no tenemos tiempo para repetir la sesión, así que es importante enfocarnos en los puntos positivos del anuncio —le dijo Christopher a Lily, refiriéndose al representante de la marca nueva con la que trabajaban.

Su voz se oyó tensa. Lily pudo sentirlo.

Y no era para menos. Christopher sabía que algo sucedía entre ella y Joel. Sabía que habían tenido una cita, también lo había visto poniendo sus manos sobre Lily en la subasta y su intuición masculina le decía que las cosas no habían terminado bien.

—Claro, yo le enviaré un correo —respondió ella, tratando de ser lo más profesional posible.

Después de eso se quedaron callados. Christopher no sabía cómo tocar el tema. Nunca le había reclamado celos a nadie y no sabía cómo exigir algo si no había ofrecido nada a cambio.

Ni seguridad, ni estabilidad. Mucho menos limites, lealtad, protección.

—Mierda... —reclamó con los dientes apretados.

Lily apenas lo oyó y dejó de mirar la pantalla de su teléfono para enfocarse en él.

—¿Todo está en orden? —preguntó ella.

Chris asintió sonriente. Ella trabajaba arduamente. Respondía correos y llevaba la agenda apoyada en sus piernas. Apuntaba en sus páginas en blanco con una mano mientras sostenía su teléfono con la otra.

Sintió pena de interrumpirla por sus arrebatos de inseguridad. Se suponía que era un macho seguro, capaz de tener a la mujer que se le antojaba. ¿Cómo era posible que una jovencita inexperta desestabilizara tanto su mundo?

Pensó otra vez en lo que no le estaba entregando. Ni seguridad, ni estabilidad. Mucho menos limites, lealtad o protección.

¿Acaso todo eso se entregaba en una relación? Pensó para sus adentros y le faltó viaje para profundizar más en esos descubrimientos que realizaba de la mano de Lily.

Ella era la única que había hecho florecer esos intereses románticos en él.

Cuando llegaron a su destino, Lily se preparó para pagar. Christopher parecía perdido en sus pensamientos, pero en cuanto la vio sacar su tarjeta le agarró la mano para detenerla.

Negó con el ceño apretado y pagó por el viaje.  

Ella agradeció con su bonita sonrisa y se bajaron para ir a buscar el cheque y saludar a su familia.

Lily caminó segura hasta el pórtico de su casa. Christopher era un lio. Un revoltijo de sentimientos y no tenía idea de cómo desanudarlos para entender lo que le estaba sucediendo.

Lo que estaba sintiendo. Sentía opresión, ganas de gritar, incluso ganas de llorar.

Se estaba enamorando tan tenazmente que, todos los sentimientos le caían de golpe y eran demasiados para un corazón tan inexperto.

Lily buscó sus llaves en su bolso para entrar. Él supo que no podía dejarla avanzar, no sin antes decirle lo que le estaba pasando. Bien sabía que después estarían rodeados de trabajadores y de problemas y que no tendría otra oportunidad así hasta la noche.

Pero su corazón no quería esperar hasta la noche.

Su corazón lo quería en ese momento. Quería a Lily. Suya.

—Lily, espera —la llamó y ella volteó sin dejar de escarbar en su bolso.

Ella le miró cuando él jadeó alterado y se preocupó de que algo malo le estuviera ocurriendo.

Puso su mano en su mejilla cuando lo notó pálido y tembloroso.

—¿Se siente bien? —le preguntó atemorizada.

Él negó. Sacudió la cabeza y escondió la mirada.

»¿Quiere que entremos? Puedo prepararle un té de manzanilla o... —Ella pensó rápido, pero Christopher se abalanzó encima de ella para besarla con efusión.

La agarró bien por las mejillas y se perdió en su boca con un vehemente beso.

—Quiero que seas mía —le dijo con poco tacto.

Ella apretó los labios por la sorpresa.

—Pensé que ya era suya por contrato —le respondió hábil.

Christopher se rio. Por supuesto que era suya por contrato. Esa era la única forma que había encontrado de retenerla.

Apenas descubría que podía tenerla de otra forma. No se trataba de retener contra su voluntad, sino, que fuera su deseo estar con él.

—Sí, pero me refiero a otra cosa —musitó él sobre sus labios. Ella le miró con lio—. Mi novia, por ejemplo —suspiró cuando descubrió lo difícil que era decirlo en voz alta.

—¿Su novia? —preguntó ella, descolocada—. ¿Quiere que sea su novia? —insistió.

Christopher frunció los labios.

—Mierda, pensé que sería más fácil —dijo complicado y la liberó para calmarse un poco. Estaba muy alterado—. En mi cabeza parecía más fácil. Nunca había hecho esto...

—Sí, ya me di cuenta —se rio ella y buscó su mano para tranquilizarlo—. Pero lo estaba haciendo muy bien... —Lo alentó con su bonita sonrisa.

—¿Sí? —preguntó él, optimista.

Los ojos le brillaron cuando saboreó las ilusiones.  

—Bueno, excepto la parte en la que quiere poseerme —le respondió ella y se rieron juntos despacito para no despertar a su familia. Era muy temprano aun—. Si entiende que las relaciones no se tratan de poseer, ¿verdad? —le preguntó dulce, paciente. Él no supo cómo responderle—. Yo voy a ser suya, de todas las maneras posibles, incluso algunas que ni se imagina, pero es porque yo así lo deseo —le dijo suave, mirándolo a los ojos—. Aun así, eso no significa que vaya a ser mi dueño.

—Eso es lo que quiero, quiero... —balbuceó—, quiero que seas mía, pero quiero que tú quieras ser mía.

Ella sonrió feliz. Comenzaba a vislumbrar que, por fin, el hombre se esforzaba por entenderlo.

—Y yo sí quiero —susurró ella en respuesta y Christopher supo que ese “sí quiero” aplicaba para todo.

Se rio cuando las cosas se suavizaron y su corazón se apaciguó.

Halló calma cuando entendió que era más fácil hablar que guardarse todo.

Le habría encantado decirle lo de Joel, sus celos y lo mucho que le enloquecía verlo cerca de ella, pero el padre de Lily abrió la puerta y se cruzó de brazos cuando se los encontró allí, de pie bajo el frío.

—Ni siquiera quiero preguntar —dijo el señor López y pasó entre ellos para agarrar su periódico—. ¿Desayuno? —preguntó.

—Nos encantaría —respondió Christopher, a quien le cautivaban los platillos de su suegro.

—No, no, tenemos que irnos al hospital y luego a Craze, solo vengo a buscar el cheque —dijo Lily y entró en su casa cogida de la mano de su bonito novio.

Su padre volteó con el ceño apretado cuando la oyó hablar de un cheque, pero en cuanto los vio cogidos de las manos, toda su atención se desvió allí.

Su cara lo dijo todo y la pareja se separó riéndose y ruborizándose.

—Tampoco quiero saber eso, no estoy preparado —les informó.

Tenía cosas más pesadas en las que enfocarse en ese momento. En la insistencia de su exmujer, por ejemplo.

—¿Mamá ya se levantó? —preguntó Lily.

—Sí, está en la cocina —le respondió su padre.

El señor López se quedó de pie frente a Rossi cuando la jovencita se encaminó hasta la cocina para buscar a su madre.

El hombre le sostuvo la mirada con agudeza. Chris supo que no podía rendirse ante ese desafío y le sonrió con timidez cuando supo que el hombre le diría algo rudo.

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