32

Para no caer en el arrepentimiento, Rossi le dejó un dulce beso en la frente y se marchó.

Se encerró en su cuarto y bajo llave. Se alejó cuanto pudo de la puerta y, asustado por lo que sentía, se metió al cuarto de baño y bajo el chorro de agua fría.

Fue la decisión más difícil que tomó nunca, porque el deseo que sentía por ella lo abrumaba, lo cegaba, pero no quería convertir a Lily en ese juego del que pronto se cansaba.

Sentía que no era mujer para unirse a su larga lista de amantes casuales, sino, para comenzar y encabezar esa lista que nunca se había atrevido a iniciar.

Con ella había encontrado calma.

Ella le transmitía la sensación de seguridad más grande que había saboreado nunca y que le recordaba terriblemente a su fallecida madre.

Si lo pensaba de ese modo, era grotesco comparar a Lily con su madre, pero la verdad era que, no veía a Lily con ojos de madre, muy por el contrario, la veía como la presa más deliciosa y carnosa que había sazonado nunca.

Y se la iba a comer cuando el momento perfecto llegara.

Quiso quitarse la calentura con el agua fría, pero estaba tan duro y ansioso que supo que no iba a poder dormir tranquilo, no con esa fiebre.

La fiebre de Lilibeth.

Se agarró el glande inflamado y cerró los ojos al recordar la manoseada de Lily. Suspiró largo, dejando salir todo el fuego que lo quemaba por dentro.

—Tiene buen agarre, la m*****a —se rio pensando en cómo la muchacha lo había agarrado firme, aún por encima de la ropa.

Suspiró excitado y se masturbó arduamente, pero, por más que insistió, no pudo correrse, así que se vistió con ropa ligera y con una erección se fue a la cama.

Mientras él calmaba a su demonio interior, Lily se quedó consternada por su juego cruel y, aunque se quedó esperando en la sala a que se arrepintiera, tuvo que irse a su cuarto, vestida, alborotada y terriblemente excitada.

Mareada por todo lo que había bebido, se quedó sentada en el borde de la cama, recapacitando sobre lo que había sucedido.

Cuando le vinieron las ganas de calmar el fuego interior que la consumía, se acordó de su hermana, la fanática sexual y entendió que podía serenarse de otra forma, una que nunca había probado.

Se había tocado como toda chica hacía, pero nunca hasta llegar al orgasmo. Bueno, si lo pensaba bien, nunca había tenido un orgasmo, así que, más decidida que nunca, se quitó las bragas y se acostó en la cama con las piernas abiertas.

Primero se tocó por fuera. Palpó sus labios inflamados y se deslizó con timidez con su dedo entre ellos. La humedad le nació del centro y la usó para resbalarse en círculos alrededor de su clítoris.

Supo entonces que sí era capaz de tener diversas sensaciones y cuando las cosquillas empezaron, no pudo detenerse.

Quiso más.

Por supuesto que pensó en el desgraciado que había empezado todo eso.

Christopher llenó sus pensamientos de forma lujuriosa. Los recuerdos de trabajo se convirtieron en escenarios placenteros que le hicieron notar cosas que había pasado por alto, porque era demasiado niña buena como para fijarse en eso.

El bulto en su pantalón, el culo bien marcado por debajo de la chaqueta elegante. Los hombros pronunciados, esa espalda ancha. Ojos azules fríos, pero terriblemente tentadores. Su mentón, su olor, sus manos, sus dedos largos.

—Oh, Dios mío —gimió tiritando sobre la cama—. Christopher… —susurró con los ojos cerrados, la respiración entrecortada y las piernas apretadas.

Como no podía dormir, Christopher fue a la cocina por un poco de agua y la escuchó llamándolo.

Se quedó de pie en la entrada de la cocina, pasmado por lo que escuchaba y con los ojos bien abiertos.

Quiso convencerse de que estaba alucinando, de que la fiebre de Lilibeth lo hacía alucinar cosas, pero tuvo que aceptar que eran gemidos y que era Lily la que estaba llenando su pent-house de suspiros impetuosos.

Tragó duro y se desvió de su camino, a sabiendas de que, si se osaba a entrar a ese cuarto, no habría vuelta atrás.

Puso su mano en la manija de la puerta y se tomó unos instantes para decidir.

—Mierda… —suspiró rendido cuando la jovencita gimió repitiendo su nombre.

Abrió la puerta lentamente y se dijo a sí mismo que solo quería ver un poco de la “acción” de Lily, pero se la encontró tumbada en la cama, con las piernas abiertas y la mejor vista de su coño.

La muchacha se sobresaltó en cuanto lo vio de pie frente a ella. Se levantó en sus codos y se cubrió su centro con timidez y, por lo borracha y mareada que estaba, pensó que estaba soñando o alucinando.

Tal vez las dos cosas.

—Estabas gritando —le dijo él con la voz ronca. Ella negó con la cabeza, con una mueca de espanto terrible—. Estabas gritando mi nombre mientras te masturbabas.

Lily sintió la cara roja cuando se vio sorprendida y no tuvo fundamentos para refutar lo que su alucinación perfecta le decía.

Estaba tumbada en la cama, con las piernas abiertas y el coño mojado. La escena era incuestionable.

—Tal vez… —suspiró temblando y apretó las piernas cuando lo vio acercándose lenta y tentadoramente.

Christopher sonrió. Lily se desarmó en la cama cuando lo vio sonreír así. Era el mismísimo diablo haciéndola caer en la tentación.

—¿Y te resultó? —preguntó él de pie entre sus piernas.

Le habría gustado mirarla a la cara, pero tenía un coño bonito que se robó toda su atención.

—¿Qué cosa? —respondió ella, liada por su pregunta.

Christopher sonrió otra vez. Lily palideció un poquito más. Todo su ritmo cardiaco se disparaba cada vez que él le daba una de esas sonrisas.

—Masturbarte pensando en mi… —especuló él lo que era claro. Lily asintió, pero arrepentida negó y se agitó más de la cuenta—. ¿Sí o no? —insistió con firmeza y clavó sus ojos en los suyos.

La joven se sobresaltó al verlo así.

Era diferente. El hombre que tenía frente a ella era otro.

Se había transformado en una bestia que ansiaba devorarla.

Ese era el diablo haciéndola que se revolcara en la tentación.

—Un poco, pero… —Pasó saliva antes de reconocer la verdad—: no puedo llegar a… —Bajó la mirada.

Christopher sonrió gustoso por tercera vez.

—Me pasa lo mismo —admitió él con mueca divertida y, atrevido se arrodilló a sus pies—. Tal vez si me dejas ayudarte un poco… —susurró y con cautela puso sus manos en sus rodillas.

Lily se tensó al sentirlo. Como no reaccionó a ese primer contacto, Christopher deslizó sus manos abiertas por entremedio de sus muslos hasta llegar a ese centro perfecto que esperaba y ansiaba a por todo él.

Con los pulgares le rozó los labios congestionados y Lily se dejó caer en la cama, rendida ante ese primer roce.

El hombre buscó su clítoris con habilidad y sus labios no tardaron en irrumpirlo con un apasionado beso que forzó a la muchacha a levantarse sobre sus codos para mirar.

Regresó rápido a su lugar, espantada por lo que había visto. A su jefe metido entre sus piernas y comiéndole el coño.

Eso superaba todas sus expectativas sexuales.

Él se divirtió con su centro con deleite. Lo lamió de arriba abajo, probando su néctar a gusto. Le plació lo húmeda y sensible que era. Se retorcía de goce por cada lamida y se escabullía cuando una sensación nueva la abrumaba.

A Christopher se le dio fácil controlarla. La cogió por las caderas, la arrastró a la orilla de la cama y puso sus pies en sus hombros.

Se agarró firme de sus caderas para que no se le escapara y se perdió por largos minutos en su vagina.

Muchas veces se vio tentado a penetrarla y follársela hasta perder el conocimiento, pero sabía que Lily continuaba fuertemente afectada por todo el licor que había bebido en la subasta.

Tal vez recordaría el placer, pero no a su artista.

Cuando la chica estuvo más mansa y a su merced, le hundió dos dedos con lentitud en el centro. Lo hizo lento, acariciando su estrechez y la forma en que ella lo recibía, con esos aprietos que solo comprobaban su apetencia de placer.

La masturbó con sus dedos y por fuera con su lengua. La muchacha arqueó la espalda cuando el placer se acrecentó y propagó por todo su cuerpo.     

—No puedo… —gimió despavorida, abriendo por primera vez la puerta al orgasmo.

Con la cara hundida en su coño, Christopher la miró a los ojos y siguió estimulando su clítoris con su lengua.

Lily lo miró brevemente y se aferró de su brazo, el que aun la sostenía para que no se le escapara y cuando eso no fue suficiente, le metió los dedos en el cabello.

Sentirlo parte del juego fue su detonante. Él lo sabía, así que dejó de agarrarla por la cadera y entrelazó sus dedos con los suyos.

Lily se entregó entonces y tuvo su primer orgasmo entre los brazos de su jefe. Fue enérgico, prolongado y todo mejoró cuando el hombre se levantó y con su polla firme, se rozó por sus labios congestionados.

Estaban tan inflamados por todo el estímulo que lo recibieron y envolvieron con tibieza, humedad y pálpitos que le orillaron a su orgasmo.

Lily se levantó sobre sus codos para mirar otra vez.

Le hipnotizó lo que veía, como sus cuerpos se mimetizaban y se satisfacían de formas muy interesantes. Le magnetizó escucharlo gemir, cómo se estimulaba usándola a ella.

Le hechizó todo.

Christopher se levantó cuando sintió que eyacularía. No quería ensuciarla, pero ella lo detuvo.

—No… —Los dos se miraron con agudeza. Los dos respiraban fuerte. Ella pasó saliva y le dijo—: Continua…

Con el ceño arrugado, Christopher se metió otra vez entre sus piernas, con la polla brillante por sus líquidos preseminales y los de Lily empapándolo.

Se deslizó otra vez con lentitud, con el glande inflamado abriendo sus labios hasta alcanzar su clítoris. Ella gimió y echó la cabeza hacia atrás y separó más las piernas para recibirlo a gusto.

Christopher gruñó al verla así, tan dispuesta que se masturbó entre sus labios con arrebato, atrapado en ese juego seductor excitante que, lo arrastró a un impetuoso orgasmo.

La empapó entera con su esencia blanquecina y tibia. Se meneó lento entre sus labios, atrás y adelante, disfrutando del placer con los ojos cerrados.

Respiró profundo y se dejó arrastrar por la marea tibia, calmosa en la que ella le hacía sumirse.

Regresó algunos minutos después, con los músculos doloridos y las piernas tiritonas.

—¿Lily? —la llamó con la voz rasposa.

Ella no respondió y se levantó para descubrir que se había quedado profundamente dormida.

Lila Steph

Hola, chicas, he estado leyendo sus comentarios y he visto que quieren un maratón... Voy a darles en el gusto, porque me alegra mucho saber que están disfrutando la historia de amor entre Lily y Rossi. No sé mucho de maratones, por eso les pregunto... Con cinco capítulos estaría bien? Leeré sus opiniones en los comentarios. Recuerden seguirme y comentar, eso me ayuda mucho y a Lily también. Les envío un gran abrazo... y espero que disfrutaran de este pequeño adelanto erótico entre el jefe y su asistente *-* Solo el comienzo.

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