Mientras ella lidiaba con su complicada vida familiar, Roux le pidió a Christopher ver el avance de su trabajo. El lanzamiento de su número estaba cerca y él era el fotógrafo que trabajaba para Revues.
Rossi no se negó a trabajar un poco. Tal vez así se quitaba el mal sabor de boca que le había quedado tras la partida de Lily.
Los primeros minutos lo hicieron con relajo.
Sasha estuvo atendiéndolos en todo momento. Roux exigía demasiado y a la pobre de Sasha le tocó correr para satisfacer sus extravagantes gustos.
El verdadero problema llegó cuando Roux vio un apartado especial en una esquina de la revista.
Una columna destacada. Voz femenina. Narración en primera persona. Relación moda y vida personal.
—¿Qué basura es esta? —preguntó Roux, cuestionando la nueva decisión de Christopher, el editor en jefe.
Esa era la columna de Lily.
Ella aun no la había escrito, pero él ya había reservado un lugar especial para ella.
—Es una columna destacada, escrita por…
—Sí, ya leí todo eso —se le adelantó Roux con mala cara—. Pero ¿quién va a escribirla? —preguntó—. ¿Pensaste en alguna modelo o qué? Porque no encontrarás actividad cerebral en ninguna.
Christopher sonrió, pero, esa sonrisa se vio nublada por un extraño pesar que tenía atascado en el pecho. Lo tenía desde que había visto a Lily marcharse sin mirar atrás.
Desde que eso había ocurrido, se había pasado los minutos cuestionándose muchas cosas. ¿Por qué no había corrido detrás de ella? ¿Por qué no había callado a Roux? ¿Qué lo detenía? ¿Su amistad o su rechazo? ¿Qué lo cuestionara por defender a alguien que no encajaba en su mundo?
—Lily.
Roux le miró con espanto.
—¿Tu asistente anti-moda? —cuestionó. Rossi asintió sin mirarlo—. Hermano… ¿Te volviste loco? —insistió burlesco—. ¿La gorda te lanzó esporas de cebo y te bloqueó el cerebro o qué? —desairó.
Christopher inhaló calmo y trató de no perder los estribos. Estaban trabajando.
—A diferencia de muchos columnistas, la señorita Lopez se graduó y…
—¿Señorita López? —Roux se mostró confundido.
Él aun recordaba lo mal que Christopher la había tratado. Como la había humillado y menospreciado. ¿Qué había cambiado desde entonces?
—Creo que nos vendría bien una visión diferente de lo que ya conocemos del sentido de la moda. Algo fresco, innovador, que posea una voz propia y creo que ella la tiene. —Christopher dijo con seguridad.
Su amigo le miró con una jocosa sonrisa.
—Hermano, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo? —preguntó y Rossi asintió—. Vas a hundir el negocio —le dijo Roux al escucharlo.
Christopher se mostró intacto. No permitió que sus palabras le afectaran.
—Entonces estoy dispuesto a hundirme con el.
Roux separó los labios y no vaciló en lanzar su veneno.
—Sí todo esto es para follar con ella, hermano, te puedo conseguir las gordas que quieras —dijo Roux, queriendo ayudarlo.
Christopher perdió la paciencia en ese momento.
—Retráctate —ordenó serio desde su lugar.
Los dos estaban de pie alrededor de la mesa de cristal, la que tenía esparcido todo el material de trabajo de la revista y del nuevo número.
El fotógrafo no supo qué decir. Desconocía tanto a ese Christopher que, se quedó entumecido.
—¡Retráctate! —gritó Christopher y dio un par de pasos violentos hacia él.
—¿Qué quieres que diga? ¿Qué la gorda no es gorda? —preguntó Roux con temor.
Christopher no lo aguantó y le lanzó un puñetazo en la cara. Sintió los nudillos doloridos y Roux escupió la sangre con enojo.
Rossi lo empujó sobre la mesa de cristal y como el fotógrafo no se detuvo y siguió burlándose de Lily, Christopher se abalanzó encima de él con todo su cuerpo.
Los dos cayeron sobre la mesa.
El cristal explotó y, encima de todos esos vidrios, se molieron a puñetazos.
Christopher se había contenido tanto que cuando estuvo encima de él, lo golpeó hasta que el fotógrafo terminó aturdido.
Con arrebato, lo agarró por las piernas, lo arrastró hasta el elevador y lo echó de su casa. No quería volver a verlo en su vida. Ni siquiera le importaba perderlo como fotógrafo.
Sasha estuvo mirando la pelea con horror y cuando el elevador se fue con el moribundo de Roux en su interior, la empleada corrió a contener las heridas de sus puños con sus manteles blancos.
Frente a él y desde su casa de cristal, Tronquitos estaba alzado en sus dos patas traseras. Lo miraba con sus ojos unicolor y movía los bigotes sin saber qué estaba ocurriendo.
—Está asustado —musitó Sasha.
Christopher caminó hacia él tambaleándose por lo cansado que había terminado tras pelear con su amigo y con suavidad metió su mano en la jaula para sacar a Tronquitos.
Se rio cuando lo tuvo entre sus dedos. Su textura de nube lo hizo hallar alivio a todo lo que sentía. Las revoluciones dentro de su cuerpo se aplacaron con cada caricia.
Se sentó en un sofá para descansar y acarició a su mascota con los ojos llorosos, mientras recapacitó en todo lo que había hecho en las últimas dos horas.
Todo estaba mal.
—Le prometí que cuidaría su corazón… ¿Qué hago, Tronquitos?
Un largo silencio se quedó entre ellos.
Sasha tuvo que contestarle:
—Es un animal, un ratón… no le va a contestar.
Christopher la miró con el ceño apretado y se largó a reír.
Besó al hámster en su cuerpo peludo y lo regresó a su zona segura; tras eso, agarró su gabardina y se mandó a cambiar.
Viajó hasta la casa de Lily pensando en las palabras que le dedicaría cuando estuviera con ella. Quería ir al grano y cómo sabía que ella pelearía, tenía que aceptar que se había equivocado.
Se bajó del taxi y llamó a su puerta con una sonrisa esperanzadora en todo su rostro, pero una mujer a la que no conocía le abrió la puerta.
—Ah…
—¿Lo puedo ayudar en algo? —preguntó la madre de Lily y lo miró de pies a cabeza.
Él apretó el ceño y estuvo seguro de que esos ojos ya los había visto antes.
—Busco a Lily. —Carraspeó—. Lilibeth López.
—Oh, sí, Lily… —se rio la mujer—. Ya está por llegar. —Los dos se miraron con lio. Christopher no supo qué decir en ese momento extraño—. ¿Gusta esperarla aquí? —le preguntó.
Christopher suspiró aliviado y agradeció. Entró a la casa y se puso cómodo en la sala.
Solo allí se percató de que tenía los nudillos destrozados y con sangre ya seca. Parecía un matón, así que se quitó la gabardina y se cubrió las manos.
La madre de Lily le ofreció algo para beber, pero el pobre estaba tan nervioso que no pudo aceptar nada.
Algunos minutos después, el resto de la familia llegó. El padre entró por la puerta y se sorprendió cuando vio a Christopher allí.
Lily fue la siguiente en entrar y se paralizó cuando sus miradas opuestas se encontraron.
—Señor Rossi… —susurró ella con un nudo en la garganta.
—Espero que su hermana esté bien —dijo él y caminó hacia ella con los ojos brillantes.
El Señor López supo de inmediato que allí algo había ocurrido y se alejó un par de pasos para mirar de lejos.
—Nos dijeron que mañana podríamos verla, así que vinimos a descansar y… —Ella trató de explicarle, pero se quedó callada y le miró con embelesamiento—. ¿Qué está haciendo aquí?
—Fui un estúpido, Lily —jadeó él sobre su rostro y se impacientó por tocarla, pero podía sentir los ojos intensos de su padre sobre él—. Actué como un cobarde y debí defenderte. Lamento no haberlo hecho, me equivoqué y…
—Dios mío… —hipó ella al ver sus puño y lo sostuvo entre sus manos con desespero.
Nunca se imaginó que le dolería tanto verlo herido.
—Peleamos —reconoció él y se rio cuando se preparó para decirle el motivo de su pelea.
Lily sostuvo su mano herida entre las suyas y con desconsuelo lo miró a los ojos.
Podría haberle dicho tantas cosas en ese momento, pero su hermana menor entró por la puerta y desestabilizó todo lo que estaban sintiendo.
—¿Christopher? —preguntó Vicky al verlo y cuando el aludido levantó sus ojos para mirarla, la reconoció de inmediato.
Victoria, le hermana menor de Lily, se alegró en demasía en cuanto lo vio y risueña y coqueta, se lanzó a sus brazos.
—¡Tanto tiempo, pensé que nunca te volvería a ver! —exclamó eufórica y dio saltitos con los brazos enrollados en su cuello.
Lily sintió que se quedó en segundo plano, opacada por la belleza, alegría y espontaneidad de su hermana menor.
Y, por supuesto, los celos no tardaron en hacerse presentes.
Más cuando lo escuchó llamarlo: “Christopher”.
Ni siquiera ella se atrevía a llamarlo por su nombre.
Hola, mis queridas, al final les dejé un capi más de regalo. Recuerden seguirme aquí y apoyar mis otros libros. Pronto subiré nuevos. Ahora vamos entrando al drama familiar, que no deja de ser importante y muy hermoso. Es super importante para el crecimiento de Rossi, no quiero hacerles "spoiler" pero él hará todo por proteger a su pequeño demonio. Disfruten, lloren, rían. Es un libro y prometo que lo disfrutaran. Besos, CaroYimes
Christopher se hizo a un lado para quitarse a la jovial muchachita de encima, la que le había saltado encima sin aviso, pero ella tenía agilidad y lo siguió con facilidad.Estaba incómodo, no iba a negarlo y peor se puso todo cuando sus ojos azules fríos se encontraron con los de Lily.Su mueca dolorida le dejó en claro todo lo que estaba sintiendo y se armó de valor para coger a Victoria por los brazos y quitársela de encima de una forma más brusca.Esa era su primera vez deshaciéndose de una mujer. Era normal que se le colgaran del cuello, lo llenaran de besos y propuestas indecorosas. Estaba acostumbrado, pero por alguna extraña razón, su cercanía le causaba picor.Como una alergia que debía calmar con distanc
Christopher se tomó unos instantes para entrar al cuarto de Lily.Quiso llamar a la puerta y esperar cortés a que ella le dejara pasar, pero presentía que las cosas no se darían así.Tuvo que ser un poco más invasivo.Sí, llamó a la puerta, pero entró de inmediato y con paso lento.Cerró la puerta detrás de él y se quedó mirando la imagen de Lily con un nudo amargo en la garganta.A pesar de que la reconocía como una joven vivaz, brava y feliz, en ese segundo conoció su lado sensible, su lado más roto.Ella estaba acostada en la mitad de la cama, hecha un ovillo y aguantándose los sollozos con gran esfuerzo.
Lily se levantó enérgica de la cama y se calzó un par de converse negras y todo para salir a buscar un postre.Rossi alzó las cejas al verla.Aunque era contradictorio, considerando que usaba un vestido Dolce negro, por primera vez, Christopher halló la perfección en una mujer.Ni siquiera entendía cómo, pero la combinación de vestido y las zapatillas era deliciosa; natural y fresca.—Vamos a caminar y a buscar un postre —le dijo ella y agarró un pequeño bolsito negro que había comprado en una tienda de ropa usada.Christopher se quedó mirándola con la boca abierta y sin vacilar se puso sus zapatos elegantes y la acompañó por las escaleras.
Regresaron a la casa de Lily corriendo, aun con los dulces en las cajas individuales.El resto de la familia los estaban esperando. El taxi ya estaba allí y se las ingeniaron para viajar todos juntos en un coche y no separarse.Christopher se llevó a Lily sentada en su regazo, aun cuando Vicky insistió que ella pesaba veinte kilos menos.Lily nada dijo para defenderse. Christopher notó que era algo habitual hablar de su peso con tanta confianza y la alegría que habían sentido en la confitería se desvaneció por el egoísmo de su hermana.Lily escogió mirar por la ventana durante todo el viaje. Viajó tiesa, sintiéndose incómoda sobre las piernas del hombre y no podía dejar de repetirse lo que su hermana había
Vicky se rehusó a marcharse del hospital.Su madre se quedó con ella, sentada en el fondo de la sala de espera.—Puedes ir a casa. Te puedo pedir un taxi si quieres —le dijo Vicky a su madre.Su madre negó con mueca entristecida.—En esa casa me amargo —le respondió la mujer con orgullo—. Me acuerdo de la dueña de casa desarreglada que era y me deprimo.Vicky asintió y se levantó para conseguir un par de cafés.Compró también unas galletas que compartieron sin dejar de hablar sobre lo ofensivo que les resultaba lo que el psicólogo había hecho con ellas.Las había excluido de tan importante lista y las habían sacado a la calle irrespetándolas por entero.Aburrida de esperar, Vicky navegó en su teléfono. Primero revisó sus redes sociales. Era una chica popular, codeándose con ricachones de su edad. Siempre tenía citas, invitaciones y una larga lista de amigos de la que solía alardear.Cuando recordó la situación de Christopher y su hermana se metió al navegador y buscó el nombre del edit
Cuando Lily se levantó esa mañana, caminó descalza directo hasta la casa de “Don Tronquitos”. Quería saludarlo y ofrecerle agua fresca, pero se encontró a Sasha frente a la televisión, sosteniendo un limpiador en una mano y una botella con desinfectante en la otra, mientras se ponía al corriente con las noticias y la chica del momento.—Buenos días —la saludó Lily y Sasha la miró con los ojos bien abiertos.—Buenos días, señorita... —Se rio tímida.Lily metió su mano y acarició el pelaje suave de Tronquitos y de reojo miró la pantalla de la televisión. Se puso pálida cuando se vio a sí misma en las imágenes repetitivas.—¿Qué estás...? —Fue lo único que alcanzó a preguntar y con prisa se plantó frente a la pantalla colorida para mirar la verdad—. Dios mío, no... —Jadeó nerviosa y pensó que se desmayaba.—¡Usted es la chica del momento! —le gritó Sasha, emocionada.—¡No! —exclamó Lily, sin entender nada.Rápido leyó los titulares en rojo y sus imágenes en la pantalla. A eso se sumaron
Lily se echó a correr escandalizada cuando supo que el periodo le había hecho la visita del mes en el momento más incorrecto e inesperado de todos.¡¿Acaso podía ser más condenada?!Sintió tanta vergüenza que quiso enterrarse cien metros bajo tierra, pero Christopher la alcanzó con una embobada sonrisa en los labios y el pene enrojecido por toda ella.No sabía cómo explicarlo, pero se sentía especial.Había compartido la cama con unas cuantas decenas de chicas, pero ninguna lo había marcado así.Encontró que era lo más íntimo del mundo y se sintió suyo.—¡Qué vergüenza! —e
Lily llegó al hospital en el que su hermana se encontraba. Su padre seguía allí y ella corrió a estrecharlo en un apretado abrazo.El hombre lucía cansado. Las ojeras y los hombros caídos decían mucho sobre lo que había sucedido en las últimas horas.—No pude venir antes, yo... —Lily jadeó antes de hablar.No podía confesarle a su padre sus pecados, sus motivos para no haber estado allí a primera hora de la mañana.Su padre le sonrió dulce y le besó la mejilla.—No es tu responsabilidad, hija —la consoló él—. Los padres somos responsables de nuestros hijos, a cualquier edad.Lily se sintió peor cuando no encontró a su madre allí. Por supuesto que ella no aceptaba esa responsabilidad, al menos no como su padre, que sufría el mismo dolor de Romina.—Veré si consigo hablar con el psicólogo —dijo Lily, mirando a todos lados.—Ya vendrá —le comunicó su padre—. Vino a las seis y me dijo que Romina había despertado bien y que desayunara con ella.—¿Ya viste a Romy? —preguntó Lily con los ojos