Claro que le importaba, incluso más que su propia vida.
Le fue difícil definir esa línea imaginaria en su cabeza. No sabía hacerlo. No tenía equilibrio emocional y quería estar a su lado, posesivo, como el macho cavernícola que era, pero, a su vez, no quería asustarla con sus demonios oscuros.
Escuchó algunas de las palabras de Lily y estudió sus reacciones de sorpresa con el estómago revuelto. Se imaginó muchas cosas terribles y, cuando se preparó para abordarla y saber que estaba ocurriendo, las puertas del elevador se abrieron y uno de sus amigos entró por las puertas de su nuevo pent-house.
—¡Así que aquí te escondes, m*****a rata! —gritó Roux feliz, el fotógrafo con el que Christopher solía pasar el rato.
—Roux… —murmuró Christopher al verlo allí, en su nueva intimidad, con Lily y Tronquitos.
Se quedó paralizado, incluso cuando su amigo caminó campante hacia él y le ofreció su mano para un estrechón de amigos.
Reaccionó algunos segundo después y le ofreció su mano con coño de Lily, olvidándose de las maravillosas sensaciones que había vivido antes.
—¿Tenías crema? —preguntó el hombre al sentir la humedad de su mano y se olió la mano con curiosidad, pero no pudo reconocer el aroma a vagina.
Christopher ardió en celos al saber que ahora Roux conocía también el aroma del coño de su Lily y quiso estrangularlo hasta la muerte.
No pudo responderle nada, porque si lo hacía, sabía que diría algo incorrecto, pero fue su amigo el que continuó hablando estupideces:
—No puedo creer que no te has deshecho de ella. —Sus muecas fueron de horror—. M****a, ni siquiera deberían permitirle ponerse un vestido. En Francia, eso sería ilegal, pero aquí en tu país, amigo mío… —se rio—… ¿cómo le dicen ustedes, los americanos? ¿Libre expresión? —Se carcajeó burlesco con su acento—. Libre expresión mis pelotas —añadió sarcástico, refiriéndose al estilo de Lily y sus curvas.
A Christopher no le gustaron sus palabras, mucho menos la forma en que la miraba.
No se pudo contener y trató de ponerle un alto a su amigo:
—Es una mujer, respétala.
Roux lo escuchó incrédulo y se quedó boquiabierto y, tras entender lo que le decía, explotó en una carcajada exagerada.
Christopher jadeó y podría haberle pedido que se callara y que se fuera a la m****a, pero Lily los interrumpió.
Por supuesto que ella había visto las miradas que Roux le había lanzado, siempre tan despreciativas y burlescas.
Se imaginaba lo que estaban diciendo de ella y le dolía. Por supuesto que sí, más al imaginar a Christopher allí, sin defenderla, después de haber buceado en su coño con su dedos y haberle prometido cuidar su corazón.
—Señor Rossi, tengo que atender una urgencia familiar —dijo ella, cabizbaja, con las lágrimas atascadas en la garganta.
—¿Todo está bien o…? —Trató de acercársele, pero ella se mantuvo firme y sin mirarlo.
—Es mi hermana, señor —musitó ella, dolida—. Intentó quitarse la vida —añadió dolida, cabizbaja.
Christopher separó los labios y no tuvo las palabras correctas en ese momento. Jamás se habría imaginado algo así de grave.
Fue Roux el que tomó el control.
—Genial, tómate la tarde libre, Piggy… Nosotros iremos a cazar rubias —le dijo displicente y le dio un par de palmadas a su gran amigo en el hombro.
Empujó a Christopher por el lugar, alejándolo de Lily y solo eso le bastó a ella para entender que todo era una ilusión.
Furiosa se asió de su bolso y su abrigo y salió corriendo hasta el elevador, sintiendo como el corazón le dolía en el centro del pecho.
—Espera, Lily… —llamó Christopher, pero la muchacha se marchó sin siquiera mirar atrás.
Lily esperó a que las puertas del elevador se cerraran para soltar todo el llanto que había retenido hasta ese momento.
Lloró con angustia y rabia. Intentó explicarse porqué su hermana no quería continuar con su vida e incluso se culpó por no haber estado con ella en ese momento.
Cogió un taxi tan rápido que, solo supo calmarse cuando se vio camino al hospital en el que su hermana se encontraba hospitalizada. Revisó su teléfono mil veces, angustiada por tener noticias, pero no recibió ni un solo mensaje que le ayudara a calmar a sus pobres nervios.
Disimulado detrás ese dolor familiar, se escondía también el dolor que Christopher acababa de causarle. Ni siquiera sabía cómo decirle al tonto de su corazón que no podía permitirse algo así.
No podía permitirse sufrir por un hombre que tenía el cártel de “peligro” adherido en la frente y con letras luminosas.
Se enojó consigo misma por haberle permitido al estúpido fotógrafo tratarla así y al estúpido de Christopher por haberla manoseado.
La peor parte era que, su gran oyente y consejera era Romy y aunque en ese momento la necesitaba más que nunca, no podía agobiarla con sus problemas románticos —o lo que fuese que le estuviese ocurriendo con su jefe— si ella acababa de atentar contra su vida.
—No seas egoístas, Lily —se reprochó a sí misma.
Atrajo la atención del conductor del taxi, quien se imaginó que estaba loca y aceleró para dejarla en su destino lo más rápido posible.
Llegó al hospital tras cuarenta minutos de atascos y con una ansiedad que le hizo masticarse todas las uñas.
Corrió por los pasillos de la sala de urgencias y llamó a su padre insistentemente para saber en qué sala estaban.
Para su infortunio, Romy aún se encontraba bajo observaciones y el psicólogo no le había permitido visitas.
—Esto es ilegal —reclamó ella, ofendida—. No pueden prohibirnos verla —peleó con la recepcionista, quien la escuchó con tedio.
—Señorita, por favor, solo díganos si ella está bien —rogó el padre de Lily, tan angustiado como su hija.
La mujer tras el mesón inhaló profundo, armándose de paciencia y les contestó:
—Como les dije antes, el doctor vendrá cuanto antes para hablar con ustedes. —Una sonrisa falsa que Lily odió—. Ahora, si me permiten, tengo pacientes que ingresar. —Con la mano les hizo un gesto para que se hicieran a un lado.
El señor López agarró del brazo a su hija y la sacó del mesón para hablar en privado. Con toda la paciencia que tenía le pidió que lo mejor era que esperaran tranquilos y que no causaran problemas. A Lily no le quedó de otra que aceptar lo que su padre decía y de mala gana se sentó en la sala de espera.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Lily cuando estuvieron más tranquilos.
Cabizbajo, su padre le recordó las fechas.
—Hoy era su cumpleaños —musitó, refiriéndose al hijo fallecido de Romina.
Lily se cubrió la cara con las dos manos y ahogó un sollozo dolorido.
—Soy una pésima hermana, tenía que estar con ella, llevarla al cementerio y…
—No es tu culpa, hija —la consoló su padre y agarró su mano—. Intenté llevarla al cementerio, pero se negó a salir de la casa y se encerró en el cuarto de baño. —El hombre se puso triste—. Pasó un largo rato, se me hizo sospechoso y cuando la llamé para saber si todo estaba bien, no me respondió… —Negó con la cabeza—. Me preocupé. La encontré sentada en la bañera.
—Dios mío —suspiró Lily y a lo lejos vio una silueta que se le hizo familiar.
Entrecerró los ojos y se puso de pie cuando, entre el gentío, logró identificar a su hermana menor.
Victoria los vio también y no vaciló en correr a reunirse con ellos.
Se abrazaron los tres y se lamentaron por no haber estado allí para Romy, como su familia y sus pilares.
—No sabíamos a dónde ir o qué hacer para ayudar, así que le dije a la mamá que fuera a la casa a cocinar y que yo le daría noticias.
—¿Trajiste a tu madre? —preguntó el Señor Lopez, quien llevaba algunos meses sin ver a su exesposa.
Y, claro, no estaba listo para ese reencuentro.
Vicky le miró horrorizada.
—Por supuesto, Romy también en su hija y está muy preocupada —le reprochó Vicky con enojo.
Lily rodó los ojos.
—Ahora le preocupa. —No pudo quedarse callada—. Han pasado seis meses y…
—Ya hablamos de esto. —Vicky interrumpió sus quejas respecto a la frialdad que su madre mostraba con ellas—. La mamá tiene derecho a rehacer su vida.
Lily hipó por la sorpresa. Hasta se rio con cierto tono ácido.
—¡Y nadie está diciendo lo contrario! Tiene todo el derecho del mundo de rehacer su vida, pero se olvidó de que tiene dos hijas más —peleó defendiendo a su hermana y a sí misma.
No iba a negar que su madre las tenía abandonadas y, no obstante, eran muchachas crecidas, maduras y que obraban bien, de vez en cuando necesitaban el consejo o la caricia de una madre.
—Ya te pusiste celosa —la atacó Vicky—. Por favor, Lily, ya madura.
—Niñas, por favor —rogó su padre—. Estamos aquí por Romy…
Lily gruñó. Detestaba quedarse con la contestación en la punta de la lengua, pero por el respeto y amor que le tenía a su hermana mayor, prefirió cerrar la m*****a boca.
Se sentó en su lugar sin decir ni una sola palabra y esperó impaciente a que el doctor les permitiera ver a su hermana.
Mientras ella lidiaba con su complicada vida familiar, Roux le pidió a Christopher ver el avance de su trabajo. El lanzamiento de su número estaba cerca y él era el fotógrafo que trabajaba para Revues.Rossi no se negó a trabajar un poco. Tal vez así se quitaba el mal sabor de boca que le había quedado tras la partida de Lily.Los primeros minutos lo hicieron con relajo.Sasha estuvo atendiéndolos en todo momento. Roux exigía demasiado y a la pobre de Sasha le tocó correr para satisfacer sus extravagantes gustos.El verdadero problema llegó cuando Roux vio un apartado especial en una esquina de la revista.Una columna destacada. Voz femenina. Narración en primera persona. Relación moda y vida personal.—¿Qué basura es esta? —preguntó Roux, cuestionando la nueva decisión de Christopher, el editor en jefe.Esa era la columna de Lily.Ella aun no la había escrito, pero él ya había reservado un lugar especial para ella.—Es una columna destacada, escrita por…—Sí, ya leí todo eso —se le ad
Christopher se hizo a un lado para quitarse a la jovial muchachita de encima, la que le había saltado encima sin aviso, pero ella tenía agilidad y lo siguió con facilidad.Estaba incómodo, no iba a negarlo y peor se puso todo cuando sus ojos azules fríos se encontraron con los de Lily.Su mueca dolorida le dejó en claro todo lo que estaba sintiendo y se armó de valor para coger a Victoria por los brazos y quitársela de encima de una forma más brusca.Esa era su primera vez deshaciéndose de una mujer. Era normal que se le colgaran del cuello, lo llenaran de besos y propuestas indecorosas. Estaba acostumbrado, pero por alguna extraña razón, su cercanía le causaba picor.Como una alergia que debía calmar con distanc
Christopher se tomó unos instantes para entrar al cuarto de Lily.Quiso llamar a la puerta y esperar cortés a que ella le dejara pasar, pero presentía que las cosas no se darían así.Tuvo que ser un poco más invasivo.Sí, llamó a la puerta, pero entró de inmediato y con paso lento.Cerró la puerta detrás de él y se quedó mirando la imagen de Lily con un nudo amargo en la garganta.A pesar de que la reconocía como una joven vivaz, brava y feliz, en ese segundo conoció su lado sensible, su lado más roto.Ella estaba acostada en la mitad de la cama, hecha un ovillo y aguantándose los sollozos con gran esfuerzo.
Lily se levantó enérgica de la cama y se calzó un par de converse negras y todo para salir a buscar un postre.Rossi alzó las cejas al verla.Aunque era contradictorio, considerando que usaba un vestido Dolce negro, por primera vez, Christopher halló la perfección en una mujer.Ni siquiera entendía cómo, pero la combinación de vestido y las zapatillas era deliciosa; natural y fresca.—Vamos a caminar y a buscar un postre —le dijo ella y agarró un pequeño bolsito negro que había comprado en una tienda de ropa usada.Christopher se quedó mirándola con la boca abierta y sin vacilar se puso sus zapatos elegantes y la acompañó por las escaleras.
Regresaron a la casa de Lily corriendo, aun con los dulces en las cajas individuales.El resto de la familia los estaban esperando. El taxi ya estaba allí y se las ingeniaron para viajar todos juntos en un coche y no separarse.Christopher se llevó a Lily sentada en su regazo, aun cuando Vicky insistió que ella pesaba veinte kilos menos.Lily nada dijo para defenderse. Christopher notó que era algo habitual hablar de su peso con tanta confianza y la alegría que habían sentido en la confitería se desvaneció por el egoísmo de su hermana.Lily escogió mirar por la ventana durante todo el viaje. Viajó tiesa, sintiéndose incómoda sobre las piernas del hombre y no podía dejar de repetirse lo que su hermana había
Vicky se rehusó a marcharse del hospital.Su madre se quedó con ella, sentada en el fondo de la sala de espera.—Puedes ir a casa. Te puedo pedir un taxi si quieres —le dijo Vicky a su madre.Su madre negó con mueca entristecida.—En esa casa me amargo —le respondió la mujer con orgullo—. Me acuerdo de la dueña de casa desarreglada que era y me deprimo.Vicky asintió y se levantó para conseguir un par de cafés.Compró también unas galletas que compartieron sin dejar de hablar sobre lo ofensivo que les resultaba lo que el psicólogo había hecho con ellas.Las había excluido de tan importante lista y las habían sacado a la calle irrespetándolas por entero.Aburrida de esperar, Vicky navegó en su teléfono. Primero revisó sus redes sociales. Era una chica popular, codeándose con ricachones de su edad. Siempre tenía citas, invitaciones y una larga lista de amigos de la que solía alardear.Cuando recordó la situación de Christopher y su hermana se metió al navegador y buscó el nombre del edit
Cuando Lily se levantó esa mañana, caminó descalza directo hasta la casa de “Don Tronquitos”. Quería saludarlo y ofrecerle agua fresca, pero se encontró a Sasha frente a la televisión, sosteniendo un limpiador en una mano y una botella con desinfectante en la otra, mientras se ponía al corriente con las noticias y la chica del momento.—Buenos días —la saludó Lily y Sasha la miró con los ojos bien abiertos.—Buenos días, señorita... —Se rio tímida.Lily metió su mano y acarició el pelaje suave de Tronquitos y de reojo miró la pantalla de la televisión. Se puso pálida cuando se vio a sí misma en las imágenes repetitivas.—¿Qué estás...? —Fue lo único que alcanzó a preguntar y con prisa se plantó frente a la pantalla colorida para mirar la verdad—. Dios mío, no... —Jadeó nerviosa y pensó que se desmayaba.—¡Usted es la chica del momento! —le gritó Sasha, emocionada.—¡No! —exclamó Lily, sin entender nada.Rápido leyó los titulares en rojo y sus imágenes en la pantalla. A eso se sumaron
Lily se echó a correr escandalizada cuando supo que el periodo le había hecho la visita del mes en el momento más incorrecto e inesperado de todos.¡¿Acaso podía ser más condenada?!Sintió tanta vergüenza que quiso enterrarse cien metros bajo tierra, pero Christopher la alcanzó con una embobada sonrisa en los labios y el pene enrojecido por toda ella.No sabía cómo explicarlo, pero se sentía especial.Había compartido la cama con unas cuantas decenas de chicas, pero ninguna lo había marcado así.Encontró que era lo más íntimo del mundo y se sintió suyo.—¡Qué vergüenza! —e