Lily llegó al hospital en el que su hermana se encontraba. Su padre seguía allí y ella corrió a estrecharlo en un apretado abrazo.
El hombre lucía cansado. Las ojeras y los hombros caídos decían mucho sobre lo que había sucedido en las últimas horas.
—No pude venir antes, yo... —Lily jadeó antes de hablar.
No podía confesarle a su padre sus pecados, sus motivos para no haber estado allí a primera hora de la mañana.
Su padre le sonrió dulce y le besó la mejilla.
—No es tu responsabilidad, hija —la consoló él—. Los padres somos responsables de nuestros hijos, a cualquier edad.
Lily se sintió peor cuando no encontró a su madre allí. Por supuesto que ella no aceptaba esa responsabilidad, al menos no como su padre, que sufría el mismo dolor de Romina.
—Veré si consigo hablar con el psicólogo —dijo Lily, mirando a todos lados.
—Ya vendrá —le comunicó su padre—. Vino a las seis y me dijo que Romina había despertado bien y que desayunara con ella.
—¿Ya viste a Romy? —preguntó Lily con los ojos llorosos.
—Desayunamos juntos. Le compré pancitos dulces en la esquina y se los comió a escondidas —se rio al recordar. Lily hizo un puchero—. Podemos almorzar los tres juntos, como en la casa...
Lily se alegró. Su padre no perdía las esperanzas y eso fortalecía las de ella.
—Le compraré una hamburguesa doble y una ensalada de col —unió Lily con una sonrisa y esperó junto a su padre a que el psicólogo y los especialistas los atendieran.
Solo tuvieron que esperar por treinta minutos. El psicólogo de Romy bien sabía de la preocupación de su familia, además, no podía ignorar la petición de su viejo amigo Rossi por atenderlos en todo momento.
Lily solicitó conocer un poco más sobre el pago que debían efectuar para que su tratamiento comenzara. No quería que su padre escuchara la cifra. Sabía que le causaría más angustia y no era sano para él sentir tanto peso sobre sus hombros.
El psicólogo la acompañó y le explicó que podían pagar el cincuenta por ciento del tratamiento y el otro cincuenta al terminar.
Lily miró la cifra y los cuatro ceros con pesar. Se aguantó un suspiro y con prisa guardó el documento en su bolso para que su padre no estuviera al tanto.
Tras ese tenso momento, con el que pretendía cargar ella sola, pudieron ver a Romina.
Ella estaba despierta leyendo uno de los libros que su padre le había llevado.
Cuando Romy vio entrar a su hermana, escondió la mirada. Estaba tan avergonzada.
Lily actuó como si nada importara y se abalanzó sobre ella para abrazarla y besarla. Se acurrucó a su lado con ternura y esperó paciente a que ella la mirara.
—No quería causar problemas —susurró Romy, con los ojos entristecidos—. Pensé que todo terminaría rápido y...
—Romy... —Lily la interrumpió con los ojos llorosos.
Podía entender lo que intentaba decirle. Ella pensaba que se moriría fácil y que todo terminaría rápido.
—No quiero que lo vuelvas a hacer —la regañó Lily.
—Ya, mamá —se rio Romy, pero su risita terminó aplastada cuando se vio los vendajes sobre las muñecas—. No fue mi intención lastimarte, hermana, yo... —Sollozó.
—Me lastima verte así, y no saber cómo ayudarte —sollozó Lily sentada a su lado—. Si tan solo pudieras decirme qué tengo que hacer... Sí tan solo... —Lloró con desconsuelo.
—No puedo parar —lloró Romy—. Es un maldito círculo vicioso... —Se escondió detrás de sus manos—. Cada vez que lo recuerdo, necesito reabrir la herida, necesito sentir el dolor y... —Apretó los puños cuando sintió las punzadas de sus heridas aun abiertas—. Ya no quiero sentirme así... —hipó mientras que de fondo su padre la oyó sin saber qué hacer—. Ayúdame, por favor —suplicó destrozada.
Lily se levantó como pudo y la estrechó fuerte contra su cuerpo. Las dos lloraron sintiendo el dolor de sus heridas.
Romy, la de perder a un hijo con el que tanto se había ilusionado; Lily, la de sentir que perdía a su hermana y que no podía hacer nada para ayudarla.
Se tranquilizaron cuando su padre se unió a ellas. Sintieron sus brazos fuertes envolviéndolas y su aroma protector sobre ellas y se apaciguaron como cuando eran niñas.
Se miraron a los ojos, tan transparentes que no tuvieron que decir mucho para entenderse.
—He pensado... —susurró Lily tras unos minutos de silencio, atrayendo la atención de su hermana—. Tal vez necesitas despedirte de él...
Romy apretó el ceño.
—¿Despedirme? —preguntó ella y la rabia empezó a dominarla. La cegaba—. ¿Qué? —se rio sarcástica—. ¿Despedirme de mi hijo vacío? ¡De un cuerpo vacío! —gritó furiosa y se descontroló.
Sus sensores se dispararon y una enfermera entró agitada por la puerta para comprobar qué estaba ocurriendo.
Lily la desconoció en ese segundo, cuando la vio perder el control de todo su cuerpo.
Estaba tan enojada y ni siquiera podía entender la razón.
—Romy... —Sollozó Lily—. Él no volverá...
—¡Lo dejaron vacío! ¡Le robaron todo! ¿Y para qué? ¿Para llenar a otros? ¡Era mi hijo! ¡Era mío! ¡Me lo arrebataron! —Gritó y lloró descontrolada—. ¡Aún estaba tibio! ¡Ni siquiera me dejaron despedirme de él! —Lloró con tanto desespero que Lily tuvo que retroceder asustada.
La enfermera solicitó ayuda y entre tres lograron estabilizarla sobre la camilla, inyectándole un tranquilizante que la aturdió en segundos.
Lily sintió que se desmoronaba, mientras el cuerpo de su hermana se aquietaba sobre la camilla, pero no sus heridas. Ella seguía repitiendo lo que nunca había aceptado en voz alta:
—Aún estaba tibio, se lo llevaron... yo quería despedirme, darle un baño de agua tibia, vestirlo con su ropita, la que habíamos escogido juntas... yo quería cargarlo, mi niño bonito, iba a ser mi niño bonito... —hablaba medio adormilada, con las lágrimas escurriéndole por las mejillas—. El hombrecito de la casa, mi niño... mi niño... —repitió hasta desvanecerse.
Lily se quedó de pie frente a ella, con un nudo doloroso en la garganta y las lágrimas secándosele en la cara.
—Ni siquiera alcanzamos a escogerle un nombre —susurró Lily conteniéndose los sollozos—. Ni siquiera pude besarlo o abrazarlo —recordó llorando.
Su padre la miró con angustia y con valentía se acercó a Romy.
Lily lo imitó y se sentó otra vez junto a su hermana y sin decir nada recordaron los dos el pasado:
«El hijo de Romy nació prematuro. La separación de sus padres había influenciado mucho durante su embarazo. Las emociones negativas y el sentimiento de incertidumbre que se desarrollaba en su casa le habían jugado en contra y había terminado dando a luz antes de tiempo.
Un parto tenso, doloroso, confuso.
Asfixia perinatal. Eso dijeron los médicos en cuanto el bebé nació. Nadie pudo verlo por horas, ni siquiera la misma Romy, quien lloraba con angustia por tener noticias de su hijo.
Algunos días después, los médicos le comunicaron a Romy que creían que su hijo tenía parálisis cerebral. Ella pudo soportar la noticia. Lo único que le deseaba era abrazar y sostener a su hijo, pero hasta ese momento, no se lo habían permitido.
Estaba encerrado en una incubadora y ni siquiera había podido sentir su piel, su aliento tibio o acariciar esa cabellera fina y escaza en la coronilla de su cabecita.
A ella solo la mantenían viva las ilusiones de llevarlo a casa, de regresar con su niño bonito entre sus brazos y mostrarle su mundo.
Todo estuvo bien y pudo soportarlo hasta que, tras un par de días de estudios e investigación, los médicos determinaron que habían cometido un error y lo declararon con muerte cerebral.
Romina ni siquiera pudo entender qué significaba aquello.
Las frases: “el daño es irreversible, cese de toda actividad, jamás va a regresar, permanente e irreversible”, le hicieron entender que todo estaba mal.
Sintió que le arrancaban el corazón, peor cuando le hablaron sobre la donación de órganos.
Ni siquiera habían terminado de comunicarle la noticia de la muerte de su hijo cuando ya le estaban pidiendo sus órganos para salvar a otros niños en riesgo vital.
Romy ni siquiera pudo procesarlo y tuvo miedo de negarse. “¿Qué habría querido su hijo?” Le habría gustado preguntarse, pero no la dejaron pensar en calma y la presionaron para que decidiera antes de que fuera demasiado tarde.
Cada segundo contaba y mientras más lo dudaba, más riesgo existía para las demás familias.
Pero ¿y su familia? Nadie le preguntó a ella sobre su familia.
Aceptó, porque tuvo miedo de negarse, de sonar egoísta, pero nadie pensó en ella, en ese corazón de madre arrancado y destrozado. Nadie la cuidó, la protegió ni la aconsejó.
Le arrancaron lo único que amaba más que a su propia vida.
Su cuerpo aun estaba tibio cuando se lo llevaron y tuvo que regresar a casa con los brazos vacíos.
La madre que no fue. La madre que formó con su vida a su pequeño ser, pero que regresó a casa sola con un agujero en el útero y en el pecho.
Un agüero doble, terriblemente doloroso.
La madre que no lo consiguió».
Buenas, ya vine Romy me da mucho dolor, pero sé que como familia van a superarlo *-* Mañana les dejaré otro capitulo, que disfruten mucho de esta familia hermosa que crece con cada capítulo. Abrazos.
Lily tuvo que abandonar la habitación en la que su hermana se recuperaba para llorar en solitario. No quería que su padre la viera derrumbarse a ella también.Explotó terriblemente y peor se puso todo cuando el psicólogo le indicó que debían retirarse. Su visita había desencadenado una crisis y lo mejor era que Romy recibiera contención cuanto antes, sin visitas que pudieran alterar sus emociones.Entendió entonces que no iba a poder solucionarlo ella sola; concibió que Romy no iba a superarlo con abrazos apretados de hermanas, escondiéndose a conversar en el armario y cubriendo la herida con comida y carbos.Razonó que necesitaba ayuda y tuvo que aceptar que no estaba mal pedirla, recurrir a otros cuando sentía que ya no podía más.Tal vez, era más valiente buscar una mano en la que contenerse que fingir que todo estaba bien, cuando su mundo y el de su hermana se caían a pedazos.Se armó de valor y llamó a Christopher.Él estaba en una reunión, pero en cuanto vio el nombre de Lilibet
Lily y su padre buscaron un taxi para ir a casa.Su padre empezó a comportarse extraño y Lily, quien lo había aprendido a leer como a un libro abierto, entendió que algo más le estaba ocurriendo.Solo tuvo que mirarlo a la cara para que él escupiera lo que le sucedía.—No quiero comer su comida —dijo su padre, refiriéndose a la comida de su exesposa. Tenía orgullo y dignidad—. Así me conquistó cuando nos conocimos. Mano de monja divina. —Bajó los ojos por lo doloroso que le resultaba recordar todo—. No quiero que me reconquiste.Lily lo contempló con angustia y, aunque no tenía mucho tiempo, pues debía ir al trabajo a apoyar a Christopher, no pudo negarle quince minutos de su tiempo al pilar fundamental de su familia.Sin él, todo se desmoronaba y, además, solo eran quince minutos.—Papá, solo es comida.—Sí, lo sé —le reclamó él—, pero su comida siempre me ablanda y no quiero ser blando otra vez. No con ella, no se lo merece.Lily sonrió.—Por supuesto que no —unió ella.Y comprendía
En el taxi, Lily miró la hora en su teléfono y descubrió que tenía un mensaje proveniente de Christopher:“Tuve que regresar a Craze. Nos vemos aquí”.Se imaginó que las cosas estaban tensas y rápido decidió que debía marchar cuanto antes.Le dijo a su padre que lo acompañaría hasta la casa, pero que no se bajaría a interactuar con su madre o hermana por falta de tiempo. Iba atrasada al trabajo y no quería defraudar a Christopher, tampoco ponerlo en aprietos.Su padre pudo entenderla sin problemas y cuando el taxi se detuvo frente a su casa, solo su padre se bajó y ella usó el mismo taxi para viajar hasta el edificio de Revues.Por suerte, fue un viaje rápido.Se bajó corriendo y se montó en el elevador dispuesta a pisar Craze después de muchos días extraños.No quería fallarle a Christopher, no cuando él solo había sabido apoyarla.Caminó por el pasillo luminoso con firmeza, directo hasta la oficina de Rossi, pero las miradas intensas la frenaron en su marcha segura.La recepcionista
Decidido buscó el salón en el que la joven estaba reunida con el equipo de redacción y con firmeza los interrumpió. Todos dejaron de hablar en cuanto lo vieron entrar por la puerta. Lily estaba concentrada trabajando y cuando notó que todos habían desviado su atención del trabajo, levantó los ojos y se lo encontró a él. Estaba serio, con esa actitud imponente que aun la intimidaba. —Necesito hablar con la señorita López. Es urgente —dijo firme y juicioso. Ella levantó las cejas al escucharlo. Su tono de voz era firme, como la primera vez que lo había conocido y con timidez se levantó de su silla, imaginándose lo peor. Lily asintió y bloqueó la computadora antes de salir. Cogió su teléfono y caminó a la puerta con paso desconfiado. —En breve regreso —susurró Lily, confundida por el actuar de Christopher. —Sigan con su trabajo —ordenó Rossi—. Solo nos tomará cinco minutos. Christopher sostuvo la puerta para Lily. Ella caminó a su lado mirándolo a la cara con terror, intentando a
La señora Nora caminó por la cocina y notó que el sobre del señor Rossi no estaba en el mismo lugar que ella lo había dejado.Apurada dejó lo que estaba haciendo y regresó a buscarlo. Notó que estaba abierto, con los bordes forzados y con el pulso tembloroso lo revisó. Notó que estaba vacío y lo que hubiese en su interior, había desaparecido.Desconfiada y con ceño apretado caminó por la casa, intentando entender qué había ocurrido. Sospechó de Vicky, por supuesto, porque estaban solas y apresurada la buscó por la casa.Subió las escaleras, pensando lo peor y la encontró en su cuarto, con música fuerte y tan animosa que supo que algo más estaba ocurriendo.Decidida la encaró:—¿Tú sacaste lo que había aquí? —le preguntó firme y le mostró el sobre abierto.Vicky la miró de reojo y nada dijo. Ni siquiera se inmutó.Siguió doblando su ropa sobre la cama, preparando su maleta para partir.Nora entrevió sus acciones y más sospechó.—Vicky...—Sí, yo lo tomé —le confesó firme y con una sonr
Christopher y Lily salieron con disimulo del cuarto de baño. Para su suerte, nadie estaba cerca y pudieron cubrirse sin problemas.Les habría encantado seguir juntos, pero el trabajo no les dio respiro hasta pasado las ocho de la noche.Lily fue la primera en terminar. Por suerte logró cumplir con la exigencia de Marlene y entregó a tiempo todas las columnas para que la exigente mujer las revisara y aprobara.Lily pasó por la oficina de Christopher. Él seguía reunido con el equipo de reseñas. Debatían sobre los productos que reseñarían para ese número. Las opciones eran infinitas y la reunión se había alargado más de la cuenta.—¿Quiere que les traiga café? —preguntó Lily.Christopher la miró con una sonrisa y asintió. No quería ponerla a preparar café, porque sabía que poseía potencial para más, pero en se momento de debilidad lo necesitaba más que nada.También la necesitaba a ella. Sentía alivio y seguridad cuando estaba cerca.Lily preparó café para todos y compró galletas.Acomodó
Antes de las siete de la mañana, Lily y Chris tomaron un taxi para viajar hasta la casa de la muchacha.El plan era coger el sobre con el cheque, tomar camino al hospital y pagar la deuda del tratamiento de su hermana para regresar a las nueve a Craze y no tener problemas con nadie.En el taxi hablaron sobre los pendientes que tenían para con el número. Tenían apenas unos días a su favor para que la fecha del primer borrador llegara.—Tienes que enviarle a Joel las fotografías de sus productos. No queremos que solicite cambios, porque no tenemos tiempo para repetir la sesión, así que es importante enfocarnos en los puntos positivos del anuncio —le dijo Christopher a Lily, refiriéndose al representante de la marca nueva con la que trabajaban.Su voz se oyó tensa. Lily pudo sentirlo.Y no era para menos. Christopher sabía que algo sucedía entre ella y Joel. Sabía que habían tenido una cita, también lo había visto poniendo sus manos sobre Lily en la subasta y su intuición masculina le de
Lily entró a la cocina y saludó a su madre y a su hermana con alegría. Estaba tan feliz que no pudo ocultarlo ni un poquito. Ahora era la novia de Christopher Rossi y era absolutamente perfecto.Vicky estaba con mala cara sentada en el mesón, bebiendo su batido energético de la mañana.—Mamá, vine a recoger lo que Christopher me dejó ayer —le dijo Lily.Su madre tragó duro y dejó lo que hacía para enfrentarla.—Pero si ya te lo entregué —le dijo la mujer en cuanto volteó y tuvo el descaro de decírselo mirándola a los ojos.Lily apretó el ceño e inclinó la cabeza.Su madre estaba tan seria que, Lily tuvo que reírse nerviosa por su respuesta.—Pero si ayer... —Balbuceó confundida—. No, mamá, no me has entregado nada.—Sí, Lily —le dijo su madre con tanta firmeza que, por breves segundos, la muchacha dudó—. Viniste ayer, te lo entregué y te marchaste.Lily se tensó y miró a su hermana de reojo. Ella actuaba tan bien que Lily no pudo notar nada extraño.—No, imposible… —pensó Lily y empezó