51

La señora Nora caminó por la cocina y notó que el sobre del señor Rossi no estaba en el mismo lugar que ella lo había dejado.

Apurada dejó lo que estaba haciendo y regresó a buscarlo. Notó que estaba abierto, con los bordes forzados y con el pulso tembloroso lo revisó. Notó que estaba vacío y lo que hubiese en su interior, había desaparecido.

Desconfiada y con ceño apretado caminó por la casa, intentando entender qué había ocurrido. Sospechó de Vicky, por supuesto, porque estaban solas y apresurada la buscó por la casa.

Subió las escaleras, pensando lo peor y la encontró en su cuarto, con música fuerte y tan animosa que supo que algo más estaba ocurriendo.

Decidida la encaró:

—¿Tú sacaste lo que había aquí? —le preguntó firme y le mostró el sobre abierto.

Vicky la miró de reojo y nada dijo. Ni siquiera se inmutó.

Siguió doblando su ropa sobre la cama, preparando su maleta para partir.

Nora entrevió sus acciones y más sospechó.

—Vicky...

—Sí, yo lo tomé —le confesó firme y con una sonrisa caminó a su lado.

Nora titubeó al escucharla. La muy descarada tenía el atrevimiento de decirle la verdad y ni siquiera sentir vergüenza por eso.

—Devuélvemelo, era para tu hermana. Su jefe se lo dejó y...

—Solo di que lo perdiste —la interrumpió Vicky, atrevida y la miró desafiante desde la puerta.

Nora gruñó cuando la menor de sus hijas la dejó hablando sola y Vicky caminó por las escaleras para seguir reuniendo sus pertenencias para marchar.

Tenía cien mil dólares e iba gastárselos como se le diera la m*****a gana.

Por fin iba a poder darse los lujos que merecía.

Nora caminó apurada detrás de ella para enfrentarla.

—¿Qué era? ¿Qué había aquí? ¿Qué te robaste? —insistió agarrándola por el brazo en la mitad de las escaleras.

Vicky sonrió maliciosa.

—Un cheque con muchos ceros —le contestó y le guiñó el ojo.

Nora sintió que desfallecía. La respiración se le agitó y no encontró las palabras correctas para detenerla. Estaban hablando de dinero. Dinero ajeno.

—Entrégamelo ahora, devuélvemelo —ordenó con histeria.

Vicky se rio. Se deshizo de su agarre y bajó un par de escalones para escapar de su enfrentamiento.

Cuando recordó hechos pasados, se detuvo y volteó para responderle:

—Dile lo mismo que le dijiste a papá cuando se perdió el dinero de su indemnización.

Nora abrió grandes ojos. Su propia hija le estaba recordando que le había robado dinero a su propio esposo.

—¡No es lo mismo! —chilló Nora furiosa y la persiguió con la misma agilidad con la que ella se escapaba—. ¡Este dinero no es de la familia! ¡Es de un tercero! ¡Es del Señor Rossi!

—Dijo que era para Lily, así que, en resumen, si es de la familia. Y ahora es mío —respondió Vicky dispuesta a quedárselo—. Como dije, dile que lo perdiste.

—¡No puedo decirle eso! ¡Él confió en mí! —gritó Nora, alterada y fuera de sí—. Le voy a decir la verdad, llamaré a la policía y...

Vicky se plantó desafiante ante ella y Nora no pudo seguir. Podía apostar que nunca había visto a su hija actuar así.

Sintió temor. Era un monstruo.

—Llamas a la policía y le digo a papá la verdad —la amenazó—. Le dices a Christopher o a Lilibeth que yo tengo el maldito cheque y le diré la verdad a papá...

—No serias capaz —sollozó Nora, atemorizada de quedar expuesta después de tantos años de engaño.

—Sé que lo quieres recuperar porque te quedaste sola... ¿o crees que no sé cómo juegas? —la fastidió, llevándola al borde—. Por favor, le cocinaste ese estúpido pastel de papa que tanto le gusta —le dijo firme. Los ojos de su madre se aguaron—. Vicent me dijo lo que pasó entre ustedes. —La miró con mueca divertida, refiriéndose al “colágeno” con el que mantenía una relación—. Mamá, eres tan obvia —susurró sobre su rostro con crueldad, mientras le arregló el cabello negro detrás de las orejas—. ¿Creíste que papá te recibiría con los brazos abiertos? —La miró burlesca.

—Tu padre y yo podemos solucionarlo... —sollozó ella—. Somos adultos y nuestro amor...

Vicky levantó el dedo índice y la hizo callar.

—No es mi padre —le recordó para torturarla—. Lo sabes, pero él no. ¿Quieres que se lo diga?

—No, hija, por favor —sollozó compungida.

—Entonces olvida el cheque —la amenazó y se dio la vuelta para regresar a su cuarto organizando sus maletas.

Se iba a la m****a a disfrutar de su dinero.

Ni siquiera le importaba el estado de Romina o el desastre que era su familia.

—¡Lo que estás haciendo está mal! —gritó Nora, deteniéndola otra vez—. ¡¿Crees que ellos no lo notarán?! —gritó.

—¡No me importa! —le increpó Vicky de regreso.

—¡Podrías ir a prisión! —bramó su madre.

—¡Pues vendrás conmigo! —le clamó Vicky.

La puerta de entrada se abrió y el señor López entró con paso lento.

Venía cansado, porque apenas había dormido y aunque difícilmente había escuchado los gritos, si notó lo alterada que estaban Vicky y su exmujer.

—¿Todo está bien? —preguntó mirándolas por igual.

La tensión entre las dos era clara. Él pudo sentirla, aun cuando apenas venía llegando.  

Madre e hija se miraron agudas. Vicky sonrió y se relajó tan notoriamente que su madre temió percibir esos cambios que no había visto antes.

—Sí, papito, todo está bien —dijo Vicky con voz suave—. Mamá está muy preocupada por Romy, es todo...

El señor López asintió, aunque no muy convencido por esa explicación y miró a Nora con recelo.

Ella estaba tiritando y tenía las mejillas marcadas por lágrimas secas. 

Le hubiera gustado preguntarle si todo estaba bien, pero no quería mostrar compasión por ella, ni la más mínima muestra de clemencia, así que subió las escaleras y se apresuró para encerrarse en su cuarto y descansar.

—¡Preparé pastel de papa y queso! —le gritó Nora—. ¿Te sirvo un poco? Sé que te encanta. —Se rio coqueta.

Quería recuperarlo y bien sabía que su comida era un puente que podía usar para fortalecer los cimientos rotos de su relación.

El señor López se detuvo en la mitad de la escalera y sonrió con fastidio. Antes que todo era un caballero, así que volteó para agradecerle.

—Gracias, pero ya comí. No debiste molestarte —le dijo él y la cara de Nora fue de total decepción—. Dormiré una siesta. Nos vemos después.

—Descansa, papito —le dio Vicky y esperó paciente a que la puerta de su cuarto se cerrara para continuar.

Cuando eso pasó, regresó con su madre. Con mueca triunfante la miró y le repitió su amenaza para que no se le olvidara:

—Ya sabes... le dices a alguien la verdad y papá sabrá que llevas años engañándolo... riéndote en su cara.

Nora contuvo la respiración para no explotar.

Solo cuando Vicky se dio la media vuelta para seguir con lo suyo, lloró con desconsuelo, recibiendo la cosecha de todo lo que había sembrado.

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