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En el taxi, Lily miró la hora en su teléfono y descubrió que tenía un mensaje proveniente de Christopher:

“Tuve que regresar a Craze. Nos vemos aquí”.

Se imaginó que las cosas estaban tensas y rápido decidió que debía marchar cuanto antes.

Le dijo a su padre que lo acompañaría hasta la casa, pero que no se bajaría a interactuar con su madre o hermana por falta de tiempo. Iba atrasada al trabajo y no quería defraudar a Christopher, tampoco ponerlo en aprietos.

Su padre pudo entenderla sin problemas y cuando el taxi se detuvo frente a su casa, solo su padre se bajó y ella usó el mismo taxi para viajar hasta el edificio de Revues.

Por suerte, fue un viaje rápido.

Se bajó corriendo y se montó en el elevador dispuesta a pisar Craze después de muchos días extraños.

No quería fallarle a Christopher, no cuando él solo había sabido apoyarla.

Caminó por el pasillo luminoso con firmeza, directo hasta la oficina de Rossi, pero las miradas intensas la frenaron en su marcha segura.

La recepcionista la vio y no vaciló en correr a saludarla.

—¡Hola, Lily! —expresó feliz y sostuvo su mano con una embelesada sonrisa—. Soy July y sé que empezamos con el pie equivocado, pero... ¡wow! —exclamó emocionada—. Eres la nueva It girl y te amo.

Lily alcanzó a sonreírle, un tanto perpleja por su efusivo recibimiento.

—Basta —regañó Marlene y dio grandes zancadas hacia ella.

Lily se tensó al verla después de tanto tiempo. Aun recordaba sus encuentros pasados y, claro, humillantes. Intentó no doblegarse ante ese cuerpo perfecto, la ropa estirada y las arrugas también.

Marlene puso mueca de asco y la miró de pies a cabeza con poco convencimiento. Aunque se vestía de seda, para ella seguía siendo la misma mona.

—Trae a mi oficina las columnas de este número. Estamos retrasados y es por tu culpa —le dijo firme y se dio la media vuelta para desaparecer por el final del pasillo.

Lily se quedó mirándola perpleja. Hubiera querido responderle firme, pero no quería meter en problemas a Christopher e intuía que, esa mujer era un problema con falda.

Calma, Lily miró a July y con suavidad le preguntó:

—¿Dónde puedo encontrar al señor Rossi?

July sonrió y se enganchó de su brazo como si fueran grandes amigas y la llevó hasta la sala de reuniones.

Le abrió las puertas dobles con amabilidad y la invitó a pasar, aun cuando Lily no sabía qué estaba ocurriendo.

Cuando Christopher la vio se puso de pie por la sorpresa. Le era costumbre mirar a las mujeres de arriba abajo para comprobar la mercancía y con ella no pudo contenerse.

No había podido dejar de pensar en ella ni un solo segundo y verla vistiendo una falda corta solo empeoró lo que empezaba a sentir por ella.

Era fuerte y que se vistiera tan tentadora solo lo hacía agonizar por el deseo de tocarla.

Tras la falda reconoció su chaleco sin mangas y frunció los labios para aguantarse una sonrisita. Se veía adorable, pero podía apostar que más adorable se veía desnuda y en su cama.

—Receso. Dos minutos —dijo Chris para poder charlar con ella en privado.

Todos los concurrentes a la reunieron asintieron y se quedaron mirando a Lily con curiosidad. Todo el mundo estaba hablando de ella. Tenerla allí, en su oficina, era mejor aún.

Se reunieron los dos junto a la puerta.

—Señor Rossi, gracias por recibirme —le dijo ella, cortés.

Se miraron cómplices. Todo el mundo especuló que ya se habían acostado.

Las miradas eran chispeantes, de fuegos artificiales.

—Señorita López, gracias por unirse a nosotros —respondió él—. Necesito que se reúna con el departamento de redacción y que revisen las columnas para que Wintour pueda aprobarlas.

Lily asintió y le miró con timidez. Habría querido decirle miles de cosas, pero se sintió terriblemente intimidada con todas esas personas que los rodeaban.

»Mi agenda está sobre mi escritorio. Le dejé algunas indicaciones. Creo que la reunión se extenderá —le explicó, sabiendo que la elección del nuevo fotógrafo era decisiva.

—Gracias. —Ella le sonrió cariñosa y con tanta dulzura en sus ojos que él pensó que le estaba agradeciendo por el cheque.

Le habría gustado indagar y saber sobre el estado de Romy, pero tenían tantos pares de ojos encima que supo que no era el lugar correcto.

—Nos vemos en un par de horas —respondió Chris y regresó a su puesto para retomar la reunión.

Lily lo miró con agitación; cuando reaccionó otra vez, salió de la sala y caminó apurada hasta la oficina.

Llamó al departamento de redacción y solicitó una reunión urgente. Tras eso, agarró la agenda de Chris y revisó los pendientes.

Se llevó la computadora para continuar respondiendo correos. Había trabajado duro para mantener una cifra de dos números, pero había estado tan ocupada que, la cifra ya tenía tres números en rojo que parpadeaban sin descanso.

Más de doscientos correos que leer y responder.

Lily les ofreció a los encargados del departamento de redacción todas las columnas.

Todas excepto la suya. Ni siquiera se había sentado a escribir la primera línea. Temía no lograrlo. Temía fallar.

Los encargados comenzaron a trabajar. Ella aprovechó del tiempo libre para responder correos y trabajar en las peticiones de su jefe.

Mientras ella cumplía con esa labor, Christopher esperó a que los analistas estudiaran el trabajo de los fotógrafos.

Aprovechó de mirar un poco su teléfono. Tenía muchas notificaciones y descubrió que lo habían etiquetado en diversas redes sociales.

Lo habían etiquetado en las fotografías nuevas de Lily, sobre su chaleco.

Las miró embelesado. No pudo negar que le encantó la falda y verla vestir su chaleco era como recibir un subidón de adrenalina que no lo dejó quedarse quieto en la silla.

Se movió inquieto de lado a lado, intentando quitarse la sensación de excitación que lo estaba volviendo loco.

Se abrió un poco la camisa y notó como una delgada línea de sudor mojaba su pecho. Intentó disimular, pero le era imposible, más al saber que Lily se hallaba allí, tan cerca que ni podía concentrarse.

Se puso de pie y todos dejaron de hablar.

Se tensó y excusó su salida:

—Necesito ir al cuarto para caballeros. —Se rio y todos le sonrieron.

Era el editor en jefe. Era su deber simpatizar con él.

Christopher abandonó la reunión, impulsado por la locura que Lilibeth le hacía sentir. Un revoloteo que lo ponía a sonreír.

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