Lily no pudo quitarse el dolor del pecho, peor se sentía al imaginar a su jefe solo, enfrentándose a su pasado doloroso y, pese a que la asesora de imagen de Christopher llegó a las diez en punto, Lily no pudo quedarse por mucho tiempo.
Claro, dejó que la midieran y que le realizaran la colorimetría y, tras entregar sus datos personales, se marchó, llevando un vestido negro que arrancó de las muestras que la asesora había llevado con ella.
Cogió un taxi y viajó hasta el cementerio en el que recordaba que la familia Rossi tenía un lugar especial. Lo había leído en lo periódico tras la muerte de la madre de Christopher y desde allí, nunca se le había olvidado.
Caminó apurada entre los mausoleos elegantes y, cuando lo vio a la distancia, completamente solo, apuró el paso para unirse a él.
Christopher estaba de pie, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida.
Ella se plantó a su lado sin decir palabra y con suavidad metió su mano por su brazo, mostrándole a su estilo cariñoso que estaba con él.
Christopher se exaltó cuando sintió su contacto cálido y desde su altura la miró con los ojos brillantes.
Lily le sonrió desde su baja estatura y los ojos del hombre se llenaron de calor y color.
Fue la primera vez que Lily pudo ver el cielo en ellos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó seco y tragó duro.
—¿De qué habla? —le preguntó ella, mostrándose liada—. Este es el lugar en el que tengo que estar —dijo firme y volvió a mirar al frente, aun cuando sus ojos azules celestiales le resultaron hermosos—. A su lado. —Volvió a mirarlo con dulzura—. Con usted.
Christopher no pudo negar lo mucho que le gustó tenerla a su lado, más en ese momento en el que siempre se reencontraba con la soledad.
—Justo le estaba hablando a Jazmín de ti…
—¿Jazmín? —preguntó ella con son bonita sonrisa de un hoyuelo.
—Mi madre —corrigió Christopher, sintiéndose contenido.
—No me diga —se rio Lily—. ¿Y qué le dijo? —se rio otra vez—. ¿Qué soy su némesis convertido en asistente?
Christopher estalló en una carcajada divertida.
—Némesis y apocalipsis juntos. —Se rieron los dos y se dieron pequeños empujoncitos que evidenciaron la complicidad que creaban—. ¿Quieres saber lo que le dije? —preguntó y la miró con agudeza.
La muchacha se sonrojó, más cuando él se plantó frente a ella y con timidez asintió, dispuesta a conocer la verdad.
Christopher asintió con mueca divertida y con valentía le dijo:
—Le dije que conocí a alguien y que me gusta. —Lily se señaló y él asintió, dejándole en claro que ella era ese “alguien”—. Que me gustaría que estuviera aquí para que pudiera ayudarme a conquistarte…
—No necesita mucho para conquistarme, Señor Rossi —le dijo ella con la respiración entrecortada—. Soy una muchacha con un corazón simple. —Le sonrió ilusionada.
Christopher sonrió calmo.
—Ese es mi problema —le confesó él y ella le miró con lio—. Solo sé cómo romper corazones, no sé cómo cuidarlos y no quiero lastimarte…
Lily alzó las cejas al escuchar su confesión y problema y, aunque le dolió en demasía el corazón, puesto que intuyó que, si daba un paso hacia él, dolería mucho, aceptó el riesgo.
—No querer lastimarme ya es una forma de cuidar mi corazón —le dijo ella y lo agarró del brazo para sacarlo de ahí. Era hora de partir—. Comprarme croissants frescos igual —se rio y Christopher supo que tenía oportunidades—. Y cuidarme borracha, aun cuando no recuerdo mucho de lo que sucedió, también es una forma de cuidar mi corazón.
Christopher sonrió y quiso negarse. Quiso decirle que todo había sido obra de Sasha, pero cuando la miró a los ojos, supo que no podía mentirle.
—Entonces voy por buen camino —especuló él, emocionado.
—Ya veremos —se rio ella y Christopher rodó los ojos.
Caminaron juntos, y Rossi la miró en todo momento a la cara, aun cuando ella iba mirando al frente, cuidando el camino que recorrían.
Salieron del cementerio cogidos del brazo, sintiéndose de formas muy diferentes.
El contacto de sus manos fue perfecto. Lo sintieron natural. Encajaban como si fueran dos piezas de rompecabezas.
—Gracias por venir, Lily —le agradeció él mientras esperaban un taxi para regresar.
—Un gusto acompañarlo, Señor —le respondió ella.
Se quedaron de pie uno al lado del otro. El viento del otoño les agitó las ropas y a Lily el cabello oscuro.
Christopher le arregló las hebras resueltas detrás de las orejas; con valentía tomó su mejilla para que lo mirara y le dijo:
—Usualmente no admitiría esto con ninguna otra mujer, porque perdería mi título de máquina sexual sin emociones, pero lloré como cachorrito.
Lily se rio y negó con la cabeza.
—¿Y por qué lo admite conmigo? —le preguntó ella con los ojos entrecerrados.
Quería mostrarle desconfianza, pero solo sentía química.
La más agónica y desesperante química.
—Porque eres mi lugar seguro, Lilibeth.
Un taxi se detuvo frente a ellos y Lily apenas reaccionó para subirse a su lado.
El viaje de regreso fue tenso. La joven estaba aturdida con sus palabras y fuertemente se esforzaba por recordarse a sí misma que no podía permitir que unas pocas palabras bonitas terminaran de cegarla.
De reojo lo miró unas cuantas veces y por más que se esforzó, no logró entender porque un hombre como él se fijaría en una mujer como ella.
Eran tan opuestos como el día y la noche.
Aun así, la química era fuerte y no podía negar que le enloquecía la forma en que la miraba.
Se preguntó entonces como se sentirían sus manos sobre su cuerpo y giró descarada para mirarlo mejor. Miró sus manos gruesas, con esas venas se le marcaban cerca de sus nudillos. Los muslos gruesos, la quijada firme.
Lo miró con otros ojos, unos más oscuros y perversos. Se imaginó cosas que no podía decir en voz alta, porque le avergonzaban de sobremanera.
Llegaron a su destino y Cristopher la miró para indicarle que ya era hora de bajar, pero ella estaba boquiabierta mirándolo con liviandad.
Con suavidad, él puso su mano en su rodilla desnuda y fue apenas ese roce tibio el que despertó los recuerdos más húmedos que Lily había enterrado durante su borrachera.
Fueron flashes los que llegaron para advertirle que ese hombre ya la había hecho ver las estrellas, pero, como estaba tan lujuriosa mirándolo, creyó que era su imaginación la que le estaba haciendo imaginar cosas incorrectas.
O correctas.
En el elevador viajaron de pie uno frente al otro, sin decir ni una sola palabra. En todo momento se miraron a las caras, mientras cada uno en sus pensamientos más profundos trató de descifrar lo que les estaba pasando.Lily estaba perdida en su masculinidad elegante, mientras que Christopher se esforzaba por saber qué era lo que Lily quería.La muchacha rompió el contacto visual para mirar el panel del elevador y suspiró derrotada cuando vio que solo restaban pocos pisos para llegar al suyo.La respiración se le había tornado agitada desde el viaje en taxi, pero la había disimulado tan bien que tenía la garganta y los labios secos.Se los lamió para recomponerse y se estiró el vestido negro que se le subía por las caderas por el grueso tamaño de su culo. Definitivamente esa no era su talla.Christopher se volvió loco al verla así y se le abalanzó encima con un arrebato que le nació del fondo de la panza.—Maldición, Lily —suspiró sobre su boca.La aprisionó con su cuerpo contra los m
Claro que le importaba, incluso más que su propia vida.Le fue difícil definir esa línea imaginaria en su cabeza. No sabía hacerlo. No tenía equilibrio emocional y quería estar a su lado, posesivo, como el macho cavernícola que era, pero, a su vez, no quería asustarla con sus demonios oscuros.Escuchó algunas de las palabras de Lily y estudió sus reacciones de sorpresa con el estómago revuelto. Se imaginó muchas cosas terribles y, cuando se preparó para abordarla y saber que estaba ocurriendo, las puertas del elevador se abrieron y uno de sus amigos entró por las puertas de su nuevo pent-house.—¡Así que aquí te escondes, maldita rata! —gritó Roux feliz, el fotógrafo con el que Christopher solía pasar el rato.—Roux… —murmuró Christopher al verlo allí, en su nueva intimidad, con Lily y Tronquitos.Se quedó paralizado, incluso cuando su amigo caminó campante hacia él y le ofreció su mano para un estrechón de amigos.Reaccionó algunos segundo después y le ofreció su mano con coño de Lil
Mientras ella lidiaba con su complicada vida familiar, Roux le pidió a Christopher ver el avance de su trabajo. El lanzamiento de su número estaba cerca y él era el fotógrafo que trabajaba para Revues.Rossi no se negó a trabajar un poco. Tal vez así se quitaba el mal sabor de boca que le había quedado tras la partida de Lily.Los primeros minutos lo hicieron con relajo.Sasha estuvo atendiéndolos en todo momento. Roux exigía demasiado y a la pobre de Sasha le tocó correr para satisfacer sus extravagantes gustos.El verdadero problema llegó cuando Roux vio un apartado especial en una esquina de la revista.Una columna destacada. Voz femenina. Narración en primera persona. Relación moda y vida personal.—¿Qué basura es esta? —preguntó Roux, cuestionando la nueva decisión de Christopher, el editor en jefe.Esa era la columna de Lily.Ella aun no la había escrito, pero él ya había reservado un lugar especial para ella.—Es una columna destacada, escrita por…—Sí, ya leí todo eso —se le ad
Christopher se hizo a un lado para quitarse a la jovial muchachita de encima, la que le había saltado encima sin aviso, pero ella tenía agilidad y lo siguió con facilidad.Estaba incómodo, no iba a negarlo y peor se puso todo cuando sus ojos azules fríos se encontraron con los de Lily.Su mueca dolorida le dejó en claro todo lo que estaba sintiendo y se armó de valor para coger a Victoria por los brazos y quitársela de encima de una forma más brusca.Esa era su primera vez deshaciéndose de una mujer. Era normal que se le colgaran del cuello, lo llenaran de besos y propuestas indecorosas. Estaba acostumbrado, pero por alguna extraña razón, su cercanía le causaba picor.Como una alergia que debía calmar con distanc
Christopher se tomó unos instantes para entrar al cuarto de Lily.Quiso llamar a la puerta y esperar cortés a que ella le dejara pasar, pero presentía que las cosas no se darían así.Tuvo que ser un poco más invasivo.Sí, llamó a la puerta, pero entró de inmediato y con paso lento.Cerró la puerta detrás de él y se quedó mirando la imagen de Lily con un nudo amargo en la garganta.A pesar de que la reconocía como una joven vivaz, brava y feliz, en ese segundo conoció su lado sensible, su lado más roto.Ella estaba acostada en la mitad de la cama, hecha un ovillo y aguantándose los sollozos con gran esfuerzo.
Lily se levantó enérgica de la cama y se calzó un par de converse negras y todo para salir a buscar un postre.Rossi alzó las cejas al verla.Aunque era contradictorio, considerando que usaba un vestido Dolce negro, por primera vez, Christopher halló la perfección en una mujer.Ni siquiera entendía cómo, pero la combinación de vestido y las zapatillas era deliciosa; natural y fresca.—Vamos a caminar y a buscar un postre —le dijo ella y agarró un pequeño bolsito negro que había comprado en una tienda de ropa usada.Christopher se quedó mirándola con la boca abierta y sin vacilar se puso sus zapatos elegantes y la acompañó por las escaleras.
Regresaron a la casa de Lily corriendo, aun con los dulces en las cajas individuales.El resto de la familia los estaban esperando. El taxi ya estaba allí y se las ingeniaron para viajar todos juntos en un coche y no separarse.Christopher se llevó a Lily sentada en su regazo, aun cuando Vicky insistió que ella pesaba veinte kilos menos.Lily nada dijo para defenderse. Christopher notó que era algo habitual hablar de su peso con tanta confianza y la alegría que habían sentido en la confitería se desvaneció por el egoísmo de su hermana.Lily escogió mirar por la ventana durante todo el viaje. Viajó tiesa, sintiéndose incómoda sobre las piernas del hombre y no podía dejar de repetirse lo que su hermana había
Vicky se rehusó a marcharse del hospital.Su madre se quedó con ella, sentada en el fondo de la sala de espera.—Puedes ir a casa. Te puedo pedir un taxi si quieres —le dijo Vicky a su madre.Su madre negó con mueca entristecida.—En esa casa me amargo —le respondió la mujer con orgullo—. Me acuerdo de la dueña de casa desarreglada que era y me deprimo.Vicky asintió y se levantó para conseguir un par de cafés.Compró también unas galletas que compartieron sin dejar de hablar sobre lo ofensivo que les resultaba lo que el psicólogo había hecho con ellas.Las había excluido de tan importante lista y las habían sacado a la calle irrespetándolas por entero.Aburrida de esperar, Vicky navegó en su teléfono. Primero revisó sus redes sociales. Era una chica popular, codeándose con ricachones de su edad. Siempre tenía citas, invitaciones y una larga lista de amigos de la que solía alardear.Cuando recordó la situación de Christopher y su hermana se metió al navegador y buscó el nombre del edit