Con sobresalto, Lily se levantó del regazo de su jefe y espantada por lo rápido que todo había fluido, se alejó de él cuanto pudo.
Era peligroso y, mientras más lejos lo tuviera de su cuerpo, más sano sería para su corazón.
Se puso la mano en el seno estimulado y con las uñas se rozó el pezón que, con tanto descaro Christopher le había pellizcado. Incrédula por lo mucho que le había hecho sentir y con tan míseros roces, retrocedió cuánto pudo y, desde su silla Christopher le miró con satisfacción.
La sonrisa de diablo no se le borraba con nada y, sin dudas, era la sonrisa de diablo más sugerente que Lilibeth había visto nunca.
Sasha se limitó a coger los vidrios destrozados y a reunirlos sobre la bandeja. No los miró ni un solo segundo y, cuando todo estuvo limpio, desapareció apurada por la puerta de la cocina.
—No me mires así, Lily, me haces sentir culpable —le dijo él ante el desgarrador silencio que había entre los dos.
La sala enorme y fría no ayudaba en nada.
—Pero lo es —le respondió ella con un nudo en la garganta—. Me acaba de meter mano usando como excusa un contrato alterado y…
—Creo que tienes un concepto errado de meter mano —le corrigió él, sin dejarla continuar—. Te toqué donde me pediste y el contrato es legítimo.
Lily separó los labios y mostró sus muecas de sorpresa.
—Que descarado es. Yo no le pedí nada —reclamó ella, tratando de recordar si había dicho o insinuado algo.
Se alteró más al recordar sus besos en su cuello y las cosquillas la invadieron de inmediato. Con un pequeño sacudón se las quitó, pero se expuso ante él, quien estaba aprendiendo a leer cada parte de su cuerpo.
—Según mi experiencia, y me atrevo a decir que poseo mucha, yo creo que lo disfrutaste. ¿O me equivoco? —La miró seductor de pies a cabeza.
La pobre temblaba completa. Las mejillas rojas y el calor en la cara no la soltaban.
—Que cerdo tan descarado es, señor —susurró ella, enojadísima, pero excitadísima.
Era innegable.
—Muchas gracias —le respondió Rossi, intacto ante sus insultos—. Ahora regresemos al trabajo. Tenemos que terminar y escoger el escenario de la portada.
Con una sonrisa se palmeó el muslo otra vez, invitándola a que regresara a su lugar.
Ese era el lugar que tendría por mucho tiempo.
Furiosa, la muchacha dio grandes zancadas hasta su abrigo y bolso. Los agarró con arrebato y furiosa caminó hacia la puerta, haciendo resonar sus tacones bajitos por todo el mármol.
—¡¿A dónde vas, Lily?! —preguntó él cómodamente desde la silla.
Enojada, ella volteó para gritarle:
—¡Renuncio! ¡Renuncio!
Con total calma y con la situación a su favor, él se levantó y caminó hacia donde ella se encontraba.
—Sección antecedentes, clausula tres, “contrato de naturaleza indefinida” —le dijo él de memoria, mostrándole el gran placer que le producía hablarle de su nuevo contrato—. Trabajas para mí de forma indefinida. Y no, no es una opción renunciar.
—Pero estoy en mi derecho —refutó ella y retrocedió un par de pasos más.
No lo quería cerca.
—En el contrato que firmaste, aceptas que nunca renunciarás —susurró él acercándose más y la cara de la muchacha cambió a caos—. Tampoco puedes salir de aquí a menos que yo te lo autorice.
Lily bufó.
—Déjeme adivinar —reclamó ella alterada—. Sección posesivo egocéntrico, clausula psicópata dominante, área de trabajo: sentada en su polla. —Estaba furiosa.
Christopher sonrío malicioso.
—No sabía que eras adivina, Lily —la fastidió e inhaló profundo, satisfecho.
Se miraron con agudeza. Christopher le dio unos segundos para que aceptara su destino y, cuando la vio acorralada, sin respuestas sólidas para refutar, se acercó a ella otra vez, cerrando todo el espacio que los dividía.
La muchacha se vio atrapada entre el muro tras ella y el imponente cuerpo de Christopher.
Quiso marcar distancia, pero cuando puso sus manos en su pecho para distanciarlo, la cosa le resultó peor, porque se encontró con endurecidos pectorales que solo la hicieron alucinar perversidades.
Con furia lo enfrentó:
—Supongo que ahora que pretende retenerme aquí y contra mi voluntad, tendrá carbohidratos para hacerme feliz.
Christopher sonrió y se atrevió a acariciarle la mejilla.
Fue un roce que la alteró en demasía y, por supuesto, él pudo sentir bajo su tacto su acelerada respiración.
—Nena, te voy a hacer muy feliz.
Con un dolor terrible, la pobre Lily tuvo que aceptar su derrota. Dejó de luchar. Dejó caer los hombros y soltó un gran suspiro de pesadez.
—Volvamos al trabajo —siseó cabizbaja y regresó a la mesa, donde el proyecto del nuevo número los esperaba.
Tuvo que sentarse otra vez sobre su regazo, pero se mantuvo de piedra y Christopher también, aunque con disimulo le rozó el muslo una que otra vez.
No todo podía ser seducción. Debían aplicar seriedad o terminarían sin pan ni pedazo. Los dos lo sabían y, además, Rossi se conformaba porque, al menos, ya la tenía bajo su control.
Mientras Lily estudiaba las estadísticas de sus suscriptores para crear su propio artículo, Rossi se quedó abstraído en sus pensamientos. Desde su silla la miraba con los ojos entrecerrados y luchaba por explicarse qué le había hecho esa demonio de cabello frondoso y mal gusto para las faldas.
Intentaba encontrar una respuesta. Tal vez era su lengua viperina, la que siempre lo dejaba callado. Tal vez era su espontaneidad, su forma bonita de enfrentarse a la vida. O su maldito hoyuelo.
—Pequeño demonio —murmuró con rabia.
Lily levantó la vista de los números cuando lo oyó pelear entre dientes y, atenta como siempre, le preguntó:
—Disculpe, ¿dijo algo?
Christopher negó sin quitarle los ojos de encima.
Ella notó que algo lo perturbaba, pero como el hombre nada dijo, ella regresó a sus números y análisis.
Trató de concentrarse, pero entonces descubrió que su jefe no dejaba de mirarla. Tenía una mirada intensa, que la incomodaba.
Christopher pensó en las mejores mujeres que habían desfilado por su cama y trató de encontrarle una explicación a lo que le estaba sucediendo con Lily.
—Bueno, basta —le dijo ella de la nada y con calma lo miró firme. Rossi apretó el ceño, liado por lo que ella le pedía—. ¿Por qué me está mirando así? —le preguntó avergonzada.
Nunca pensó que se sentiría tan intimidada por un hombre, mucho menos uno como Christopher Rossi, el playboy del mundo editorial.
—Porque no puedo entender que me hiciste —le respondió él, sincero.
No iba a ocultar su obsesión por ella. Había despertado de la nada, acompañada de un revoltijo de tripas enloquecedor y una ansiedad por tenerla a su lado que ni el pobre hámster calmaba.
Lily sonrió y trató de ser objetiva. Se puso seria y buscó darle una solución a su problema.
—Vamos a ser sinceros. Yo a usted no le gusto, solo soy un capricho que se le va a quitar cuando tenga sexo con una supermodelo o cuando me vea desnuda —afirmó sonriente, tomándoselo con humor. Christopher frunció los labios, no muy convencido de lo que ella le decía—. Piense. Yo no encajo con el tipo de mujer que usted… frecuenta, muy por el contrario.
—¿Y qué sugieres? —insistió él sin convencerse.
Lily se levantó de su silla, triunfante, sintiendo que por fin iba a poder deshacerse de él y su extraña obsesión por poseerla.
—Le consigo la modelo que usted quiera, se acuesta con ella y yo desaparezco de sus pensamientos o lo que sea —dijo ella con mueca nauseabunda.
No se imaginaba metida en sus pensamientos. De seguro todos eran pornográficos.
Christopher estiró los labios, para nada tentado.
—No lo sé… —susurró mirándola y disimulando una sonrisa—. No sé si seas un capricho, Lilibeth. —La miró con picardía. Ella se agitó cuando lo oyó pronunciar su nombre completo y de esa forma tan perspicaz—. Probemos primero viéndote desnuda.
La cara de Lily cambió drásticamente. Inspiró antes de quedarse sin respiración y pensó lo más rápido que pudo para quitarle esa idea de la cabeza.
—Primero la modelo —porfió ella. Ni loca se desnudaba frente a Rossi—. Si cazar modelos no funciona, me ve desnuda, pero créame, voy a causarle pesadillas —se rio.
No se trataba de desprestigiar su cuerpo. La verdad era que, sus muslos regordetes y sus caderas anchas nunca le habían causado problemas, solo intentaba ser realista respecto a las proporciones con las que Christopher solía relacionarse y manosearse.
Las modelos poseían pesos y medidas perfectas. Ella sería una anomalía para él.
—Acepto —respondió Chris con mirada desafiante.
Lily se alegró en demasía, a sabiendas de que pronto terminaría su pesadilla.
—¡Genial! —exclamó feliz—. Esta noche hay una fiesta y, usted y yo, iremos de cacería.
Me encanta ver a Lily cayendo lentamente por Rossi... ahora van de cacería, pero creo que se cazaran entre ellos. Las leo. Besos.
Lily intentó ser disimulada con el preocupante tema de sus bragas, y con esfuerzo y mentiras se quitó a Christopher de encima por un par de minutos.Se escabulló al baño para quitarse las bragas. Las lavó con agua y jabón, porque, aunque le avergonzara reconocerlo, estaban impregnadas con el olor de su coño.Intentó secarlas con papel, con una toalla, pero nada funcionó.En los cajones buscó alguna secadora de cabello, pero nada halló, solo vacío blanco que la frustró.Al salir de su extraño encierro, Christopher la estaba esperando de pie frente a la puerta. Con las manos en los bolsillos y una mueca seductora que la hizo contener el aliento.—¿Qué estabas haciendo ahí, encerrada? —le preguntó cuando se miraron a las caras.Ella se puso roja de golpe y el corazón se le aceleró de la nada.Christopher bajó sus ojos hasta su mano. Lily llevaba empuñadas las bragas y con prisa las escondió en su espalda cuando se vio descubierta.—Nada —murmuró sintiéndose extrañamente culpable y se esca
Cuando Lily leyó aquello, se quedó helada unos instantes y tuvo que beberse todo el licor de su vaso para apagar los celos que empezaban a prenderse dentro de su barriga.Bebió copa tras copa queriendo sofocar las mariposas, los celos, el deseo de lanzarse a los brazos equivocados. Bebió sin ser consciente de que no poseía resistencia y que, con dos copas, ya era la borracha feliz.Joel la miró complicado, sin entender muy bien lo que estaba pasando con ella. Cambió su actuar drásticamente.Aunque Joel siguió a su lado, hablando sobre el gran cambio que se avecinaba para ellos ahora que aparecerían en Craze, Lily no pudo escucharlo. Estaba ensimismada en pensamientos nocivos. Se imaginaba a Christopher divirtiéndose con la científica y se crispaba como chihuahua rabioso.Solo reaccionó cuando dijeron su nombre y Joel le dio un pellizco en el brazo para traerla de regreso.—Señorita Lilibeth Lopez, ¡felicidades! —Escuchó y despertó de su letargo a la fuerza.Se encontró a todos los pre
Para no caer en el arrepentimiento, Rossi le dejó un dulce beso en la frente y se marchó.Se encerró en su cuarto y bajo llave. Se alejó cuanto pudo de la puerta y, asustado por lo que sentía, se metió al cuarto de baño y bajo el chorro de agua fría.Fue la decisión más difícil que tomó nunca, porque el deseo que sentía por ella lo abrumaba, lo cegaba, pero no quería convertir a Lily en ese juego del que pronto se cansaba.Sentía que no era mujer para unirse a su larga lista de amantes casuales, sino, para comenzar y encabezar esa lista que nunca se había atrevido a iniciar.Con ella había encontrado calma.Ella le transmitía la sensación de seguridad más grande que había saboreado nunca y que le recordaba terriblemente a su fallecida madre.Si lo pensaba de ese modo, era grotesco comparar a Lily con su madre, pero la verdad era que, no veía a Lily con ojos de madre, muy por el contrario, la veía como la presa más deliciosa y carnosa que había sazonado nunca.Y se la iba a comer cuando
Lilibeth abrió los ojos de golpe y se incorporó en la cama tan sobresaltada que, la cabeza le palpitó por el fuerte dolor que tenía.—Resaca, genial —suspiró con los ojos cerrados y se puso las manos frías sobre las sienes calientes—. Ay, m*****a sea…No se acordaba de mucho.Tenía escenas poco claras entre sus recuerdos, que se mezclaban con sensaciones que se perdían entre sus piernas.Se acordaba de la subasta. Del registro de puja. De haber dejado abandonado a Joel en la mitad de la fiesta.M****a.Se acordaba de haberse montado en el elevador y de haber discutido con Christopher. La tensión, el ritmo cardiaco descontrolado y la humedad entre sus piernas. Todo estaba presente y, mientras lo revivía, se agitaba completa otra vez.Recordaba haber tenido una bolsa negra entre sus manos, pero desde allí, un vacío mental la anublaba completa.Miró el entorno de su cuarto con curiosidad, buscando la bolsa negra de sus recuerdos, pero no la encontró a simple vista.Las cortinas estaban ce
Christopher viajó hasta el cementerio en el que su madre descansaba y, como siempre, fue el único presente.Ni su padre, ni su hermana, ni nadie de la familia fue a visitarla. Ni hablar de sus amigos. Tras su muerte, todos habían desaparecido y Christopher había entendido entonces que, en el día de su muerte, estaría solo también.La soledad se había hecho presente en su vida desde ese entonces y había comprendido que podía tenerlo todo, pero, a su vez, no tenía nada ni a nadie.Le llevó jazmines, porque le hacían honor a su nombre y con una torcida sonrisa en los labios se quedó de pie frente al mausoleo familiar mirando su fotografía. Aun la recordaba jovial, sonriente y despreocupada.El mausoleo familiar era una bella infraestructura de cristal moderna donde se exponía el prestigio de su familia, pero vacía, solitaria y fría, como todos ellos.—Hola, Jazmín, pasaron algunas semanas —le dijo y carraspeó dolido para corregirse—: mamá…Había perdido la costumbre de llamarla “mamá” de
Lily no pudo quitarse el dolor del pecho, peor se sentía al imaginar a su jefe solo, enfrentándose a su pasado doloroso y, pese a que la asesora de imagen de Christopher llegó a las diez en punto, Lily no pudo quedarse por mucho tiempo.Claro, dejó que la midieran y que le realizaran la colorimetría y, tras entregar sus datos personales, se marchó, llevando un vestido negro que arrancó de las muestras que la asesora había llevado con ella.Cogió un taxi y viajó hasta el cementerio en el que recordaba que la familia Rossi tenía un lugar especial. Lo había leído en lo periódico tras la muerte de la madre de Christopher y desde allí, nunca se le había olvidado.Caminó apurada entre los mausoleos elegantes y, cuando lo vio a la distancia, completamente solo, apuró el paso para unirse a él.Christopher estaba de pie, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida.Ella se plantó a su lado sin decir palabra y con suavidad metió su mano por su brazo, mostrándole a su estilo cariñoso que
En el elevador viajaron de pie uno frente al otro, sin decir ni una sola palabra. En todo momento se miraron a las caras, mientras cada uno en sus pensamientos más profundos trató de descifrar lo que les estaba pasando.Lily estaba perdida en su masculinidad elegante, mientras que Christopher se esforzaba por saber qué era lo que Lily quería.La muchacha rompió el contacto visual para mirar el panel del elevador y suspiró derrotada cuando vio que solo restaban pocos pisos para llegar al suyo.La respiración se le había tornado agitada desde el viaje en taxi, pero la había disimulado tan bien que tenía la garganta y los labios secos.Se los lamió para recomponerse y se estiró el vestido negro que se le subía por las caderas por el grueso tamaño de su culo. Definitivamente esa no era su talla.Christopher se volvió loco al verla así y se le abalanzó encima con un arrebato que le nació del fondo de la panza.—Maldición, Lily —suspiró sobre su boca.La aprisionó con su cuerpo contra los m
Claro que le importaba, incluso más que su propia vida.Le fue difícil definir esa línea imaginaria en su cabeza. No sabía hacerlo. No tenía equilibrio emocional y quería estar a su lado, posesivo, como el macho cavernícola que era, pero, a su vez, no quería asustarla con sus demonios oscuros.Escuchó algunas de las palabras de Lily y estudió sus reacciones de sorpresa con el estómago revuelto. Se imaginó muchas cosas terribles y, cuando se preparó para abordarla y saber que estaba ocurriendo, las puertas del elevador se abrieron y uno de sus amigos entró por las puertas de su nuevo pent-house.—¡Así que aquí te escondes, maldita rata! —gritó Roux feliz, el fotógrafo con el que Christopher solía pasar el rato.—Roux… —murmuró Christopher al verlo allí, en su nueva intimidad, con Lily y Tronquitos.Se quedó paralizado, incluso cuando su amigo caminó campante hacia él y le ofreció su mano para un estrechón de amigos.Reaccionó algunos segundo después y le ofreció su mano con coño de Lil