Lily intentó ser disimulada con el preocupante tema de sus bragas, y con esfuerzo y mentiras se quitó a Christopher de encima por un par de minutos.
Se escabulló al baño para quitarse las bragas. Las lavó con agua y jabón, porque, aunque le avergonzara reconocerlo, estaban impregnadas con el olor de su coño.
Intentó secarlas con papel, con una toalla, pero nada funcionó.
En los cajones buscó alguna secadora de cabello, pero nada halló, solo vacío blanco que la frustró.
Al salir de su extraño encierro, Christopher la estaba esperando de pie frente a la puerta. Con las manos en los bolsillos y una mueca seductora que la hizo contener el aliento.
—¿Qué estabas haciendo ahí, encerrada? —le preguntó cuando se miraron a las caras.
Ella se puso roja de golpe y el corazón se le aceleró de la nada.
Christopher bajó sus ojos hasta su mano. Lily llevaba empuñadas las bragas y con prisa las escondió en su espalda cuando se vio descubierta.
—Nada —murmuró sintiéndose extrañamente culpable y se escabulló antes de que él la encarara.
Culpable, porque, lo que su cuerpo le hacía sentir, era totalmente contradictorio a lo que su mente le pedía.
Christopher la agarró por detrás y con maestría agarró las bragas mojadas que con esfuerzo ella le ocultaba dentro de su puño.
—¡No! —gritó ella cuando el hombre las estiró sobre su cara y una mueca complacida se dibujó en todo su maldito y encantador rostro.
Sin disimulo el hombre fijó sus ojos azules y fríos en su entrepierna. Peor se puso todo para Lily. Pensó que el mundo le daba vueltas y que caería al piso en ese instante.
—Interesante… —musitó estudiando la prenda húmeda en sus manos y la entrepierna de Lily—. Entonces estás desnuda.
Su especulación causó estragos en la muchacha.
—Tal vez —contestó ella y decidida caminó a su lado con la frente en alto.
Christopher sonrió satisfecho. Podía apostar que nunca había sentido tanto placer al ver ruborizarse a una mujer.
No se quedó quieto. Cuando se trataba de Lily no podía. Siempre quería más. Era una m*****a droga a la que se había rendido por entero.
La muy condenada era adictiva, aun cuando ni siquiera la tocaba.
—¿Y por qué te las quitaste? —preguntó. Lily lo escuchó, pero lo ignoró. Arregló su bolso para salir de cacería. Se puso perfume detrás de las orejas y se ordenó el cabello—. Y las lavaste… —Christopher las analizó de pie detrás de ella—. Porque las ensuciaste, ¿verdad? —Lily se quedó muy quieta—. ¿Fue por mí? —Se atrevió a preguntar.
Lily se vio intimidada por su cercanía, por su voz entrándole por la espalda, causándole estremecimientos que se negaba a admitir.
—Si las lavaste y trataste de secarlas, es porque… —Christopher las abrió para inspeccionarlas más profundo—. Huelen a jabón…
—¡No las huela, por Dios, ¿qué le pasa?! —gritó ella enojada y corrió a quitárselas.
Una vez más, el hombre le ganó. Justo como había hecho con el contrato, las alzó por lo alto y ella no pudo alcanzarlas ni con brinquitos.
—Estas bragas mojadas son mi premio —se rio él mientras las dobló en cuatro partes y las guardó en el interior de su saco.
Lily suspiró y, una vez más, tuvo que aceptar que el condenado de su jefe le había ganado.
Se subieron al elevador sin decir mucho. Lily estaba muy nerviosa, así que se limitó a mirar el panel luminoso y contar los pisos por los que pasaban.
Christopher la miró de reojo, sintiendo como la tensión se le metía entre las piernas. Era poderosa, excitante; empezaba a anticipar que esa era la caza más apasionante de la que había participado nunca.
Se montaron en un taxi y viajaron hasta la fiesta que Revues ofrecía esa noche. Era una subasta de caridad convocada por su revista de ciencias. La recaudación era entregada cada año a las investigaciones de una prestigiosa universidad.
Christopher jamás había asistido a ese evento. Las científicas no eran de su agrado. Demasiado aburridas para su gusto.
En cuanto llegaron juntos, como jefe y asistente, los reporteros no vacilaron en interrogarlo. Las preguntas fueron variadas, enfocadas todas en su extraña desaparición, pero con prontitud se perdieron en el interior de la subasta.
Christopher se quedó boquiabierto cuando se encontró con bellas y sensuales mujeres, elegantes y, mejor aún, inteligentes. Fieles servidoras de la ciencia y la caridad.
Intentó un par de veces entablar una charla amistosa con las científicas presentes, pero el pobre tenía tan mala reputación que, las mujeres se le arrancaban como cucarachas a la luz.
—¿Y cómo le fue? —le preguntó Lily cuando él regresó a ella derrotado.
Rossi suspiró y, de reojo, se encontró con el representante de la marca de cosmética natural y sostenible con la que habían firmado.
Joel, el representante que se había osado a invitar a salir a Lily.
Por supuesto que intuyó porque estaba ahí, pero disimuló.
—No soy su tipo… —susurró empinándose en los labios un vaso con licor—. Es como si supieran que solo las usaré una noche.
Lily le miró con pasmo. El miedo de las científicas de tener a Christopher Rossi cerca era el mismo miedo que ella sentía.
No querían sentirse usadas por un playboy millonario.
—No se rinda tan fácil. Usted es el maldito Christopher Rossi. El millonario más cotizado —lo alentó. Él la miró con grandes ojos—. Las mujeres caen rendidas a sus pies…
—No todas —respondió él mirándola con dulzura—. La que quiero no cae rendida a mis pies. —Le tocó la barbilla con la punta de los dedos, pero Lily rehuyó de su caricia.
Joel estaba allí y no quería confundirlo.
Ella lo había invitado, porque confiaba en que su plan resultaría exitoso y que podría irse con él casa, mientras Christopher se llevaba a la cama a una de esas bonitas científicas.
—Estoy segura de que la señorita de vestido rojo sí. —Lily ignoró las referencias coquetas de Rossi y con su sonrisa de un hoyuelo, apuntó a una bonita mujer que los miraba con atención.
—Tal vez lo intente —susurró Christopher y notó que Lily tenía el catálogo de la subasta de esa noche—. ¿Quieres pujar por algo?
Lily le miró descolocada.
—¿Yo? —se rio ella, toda nerviosa—. No, como cree. —Se mostró entristecida—. Bueno, es mi sueño, pero no tengo dinero para derrochar.
—No es derroche, es arte —respondió él y Lily lo miró con embelesamiento. Ese era el mismo pensamiento que ella tenía—. ¿Cuál te gusta? —le preguntó y cogió el catálogo para leerlo con ella.
Lily se esforzó por controlar su respiración cuando Christopher se acercó más de la cuenta y sus cuerpos se rozaron.
—Todos, pero mi afecto lo tiene “El beso”…
—Gustav Klimt, 1908 —dijo Rossi y la impresionó por entero.
Ella se rio y, por unos instantes, le coqueteó.
—No sabía que le gustaba el arte, señor Rossi.
Christopher la miró con embelesamiento. Ella estaba mirándole desde su baja altura, con esa sonrisa embriagante que tanto le gustaba.
Se osó a tocar su mejilla, donde ese único hoyuelo se dibujaba en su piel. Con suavidad le hundió el dedo en el exquisito agujero.
—Si supieras —susurró mirándole la boca.
Por supuesto que Lily entendió su referencia y rompió el embrujó cuando clavó sus ojos al frente y se distanció de él muy fríamente.
Christopher pudo sentirlo, así que siguió las instrucciones de Lily y continuó con su caza por la fiesta.
Lily lo vio partir. Christopher se acercó a los organizadores de la fiesta y charló con ellos unos minutos.
Lily pensó en todo momento que estaba trabajando.
Tras eso, Rossi se acercó a la mujer del vestido rojo.
Tuvieron química inmediata y, de la nada, Christopher se olvidó que Lily estaba allí, mirándole desde la barra. O eso creyó ella.
La joven asistente lo agradeció y suspiró aliviada cuando supo que su jefe había encontrado un nuevo capricho con el que pasar la noche.
Todo mejoró cuando Joel se acercó y compartieron un trago y una charla tranquila.
Desde la distancia, Christopher los miró en todo momento con aborrecimiento. El corazón se le disparó cuando la vio sonreír y no pudo negar que le dolió cuando la vio coquetear con él, buscando su aprobación.
Empezó a volverse loco cuando el descarado de Joel puso sus manos sobre Lily.
¡Su Lily! Nadie tocaba a su Lily.
—Buena charla —le dijo a la científica con el vestido rojo. Ni siquiera recordaba su nombre—. Buenas noches. Que descanses. —Se despidió y se puso de pie para ir a por Lily.
La mujer lo detuvo y con una sonrisa coqueta le dijo:
—Pensé que iríamos a tu pent-house a divertirnos, como prometiste…
Rossi la miró con el ceño arrugado e inspiró profundo. No podía negar que la mujer era hermosa y que su química había sido impresionante.
Tuvo que tomar una decisión en pocos segundos.
Volvió a fijar sus ojos en Lily y la vio tan feliz que, decidió lo que era mejor para los dos.
Se fue con la rubia del vestido rojo al pent-house, pero antes de partir le envió un mensaje a su asistente.
«Iré al pent-house e intentaré sacarte de mi cabeza, pero recuerda que no puedes ir a tu casa esta noche.
Eres mía por contrato».
No sé porqué, pero Rossi tiene algo que hace que una se... enamore jajajaja Es tóxico, sí; un tanto machista, sí, pero esa forma de querer a Lily... Ufff... Mucho para soñar. Gracias por seguirme, apoyarme, comentar y recomendar mi historia. Les deseo un feliz martes. Les envío abrazos.
Cuando Lily leyó aquello, se quedó helada unos instantes y tuvo que beberse todo el licor de su vaso para apagar los celos que empezaban a prenderse dentro de su barriga.Bebió copa tras copa queriendo sofocar las mariposas, los celos, el deseo de lanzarse a los brazos equivocados. Bebió sin ser consciente de que no poseía resistencia y que, con dos copas, ya era la borracha feliz.Joel la miró complicado, sin entender muy bien lo que estaba pasando con ella. Cambió su actuar drásticamente.Aunque Joel siguió a su lado, hablando sobre el gran cambio que se avecinaba para ellos ahora que aparecerían en Craze, Lily no pudo escucharlo. Estaba ensimismada en pensamientos nocivos. Se imaginaba a Christopher divirtiéndose con la científica y se crispaba como chihuahua rabioso.Solo reaccionó cuando dijeron su nombre y Joel le dio un pellizco en el brazo para traerla de regreso.—Señorita Lilibeth Lopez, ¡felicidades! —Escuchó y despertó de su letargo a la fuerza.Se encontró a todos los pre
Para no caer en el arrepentimiento, Rossi le dejó un dulce beso en la frente y se marchó.Se encerró en su cuarto y bajo llave. Se alejó cuanto pudo de la puerta y, asustado por lo que sentía, se metió al cuarto de baño y bajo el chorro de agua fría.Fue la decisión más difícil que tomó nunca, porque el deseo que sentía por ella lo abrumaba, lo cegaba, pero no quería convertir a Lily en ese juego del que pronto se cansaba.Sentía que no era mujer para unirse a su larga lista de amantes casuales, sino, para comenzar y encabezar esa lista que nunca se había atrevido a iniciar.Con ella había encontrado calma.Ella le transmitía la sensación de seguridad más grande que había saboreado nunca y que le recordaba terriblemente a su fallecida madre.Si lo pensaba de ese modo, era grotesco comparar a Lily con su madre, pero la verdad era que, no veía a Lily con ojos de madre, muy por el contrario, la veía como la presa más deliciosa y carnosa que había sazonado nunca.Y se la iba a comer cuando
Lilibeth abrió los ojos de golpe y se incorporó en la cama tan sobresaltada que, la cabeza le palpitó por el fuerte dolor que tenía.—Resaca, genial —suspiró con los ojos cerrados y se puso las manos frías sobre las sienes calientes—. Ay, m*****a sea…No se acordaba de mucho.Tenía escenas poco claras entre sus recuerdos, que se mezclaban con sensaciones que se perdían entre sus piernas.Se acordaba de la subasta. Del registro de puja. De haber dejado abandonado a Joel en la mitad de la fiesta.M****a.Se acordaba de haberse montado en el elevador y de haber discutido con Christopher. La tensión, el ritmo cardiaco descontrolado y la humedad entre sus piernas. Todo estaba presente y, mientras lo revivía, se agitaba completa otra vez.Recordaba haber tenido una bolsa negra entre sus manos, pero desde allí, un vacío mental la anublaba completa.Miró el entorno de su cuarto con curiosidad, buscando la bolsa negra de sus recuerdos, pero no la encontró a simple vista.Las cortinas estaban ce
Christopher viajó hasta el cementerio en el que su madre descansaba y, como siempre, fue el único presente.Ni su padre, ni su hermana, ni nadie de la familia fue a visitarla. Ni hablar de sus amigos. Tras su muerte, todos habían desaparecido y Christopher había entendido entonces que, en el día de su muerte, estaría solo también.La soledad se había hecho presente en su vida desde ese entonces y había comprendido que podía tenerlo todo, pero, a su vez, no tenía nada ni a nadie.Le llevó jazmines, porque le hacían honor a su nombre y con una torcida sonrisa en los labios se quedó de pie frente al mausoleo familiar mirando su fotografía. Aun la recordaba jovial, sonriente y despreocupada.El mausoleo familiar era una bella infraestructura de cristal moderna donde se exponía el prestigio de su familia, pero vacía, solitaria y fría, como todos ellos.—Hola, Jazmín, pasaron algunas semanas —le dijo y carraspeó dolido para corregirse—: mamá…Había perdido la costumbre de llamarla “mamá” de
Lily no pudo quitarse el dolor del pecho, peor se sentía al imaginar a su jefe solo, enfrentándose a su pasado doloroso y, pese a que la asesora de imagen de Christopher llegó a las diez en punto, Lily no pudo quedarse por mucho tiempo.Claro, dejó que la midieran y que le realizaran la colorimetría y, tras entregar sus datos personales, se marchó, llevando un vestido negro que arrancó de las muestras que la asesora había llevado con ella.Cogió un taxi y viajó hasta el cementerio en el que recordaba que la familia Rossi tenía un lugar especial. Lo había leído en lo periódico tras la muerte de la madre de Christopher y desde allí, nunca se le había olvidado.Caminó apurada entre los mausoleos elegantes y, cuando lo vio a la distancia, completamente solo, apuró el paso para unirse a él.Christopher estaba de pie, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida.Ella se plantó a su lado sin decir palabra y con suavidad metió su mano por su brazo, mostrándole a su estilo cariñoso que
En el elevador viajaron de pie uno frente al otro, sin decir ni una sola palabra. En todo momento se miraron a las caras, mientras cada uno en sus pensamientos más profundos trató de descifrar lo que les estaba pasando.Lily estaba perdida en su masculinidad elegante, mientras que Christopher se esforzaba por saber qué era lo que Lily quería.La muchacha rompió el contacto visual para mirar el panel del elevador y suspiró derrotada cuando vio que solo restaban pocos pisos para llegar al suyo.La respiración se le había tornado agitada desde el viaje en taxi, pero la había disimulado tan bien que tenía la garganta y los labios secos.Se los lamió para recomponerse y se estiró el vestido negro que se le subía por las caderas por el grueso tamaño de su culo. Definitivamente esa no era su talla.Christopher se volvió loco al verla así y se le abalanzó encima con un arrebato que le nació del fondo de la panza.—Maldición, Lily —suspiró sobre su boca.La aprisionó con su cuerpo contra los m
Claro que le importaba, incluso más que su propia vida.Le fue difícil definir esa línea imaginaria en su cabeza. No sabía hacerlo. No tenía equilibrio emocional y quería estar a su lado, posesivo, como el macho cavernícola que era, pero, a su vez, no quería asustarla con sus demonios oscuros.Escuchó algunas de las palabras de Lily y estudió sus reacciones de sorpresa con el estómago revuelto. Se imaginó muchas cosas terribles y, cuando se preparó para abordarla y saber que estaba ocurriendo, las puertas del elevador se abrieron y uno de sus amigos entró por las puertas de su nuevo pent-house.—¡Así que aquí te escondes, maldita rata! —gritó Roux feliz, el fotógrafo con el que Christopher solía pasar el rato.—Roux… —murmuró Christopher al verlo allí, en su nueva intimidad, con Lily y Tronquitos.Se quedó paralizado, incluso cuando su amigo caminó campante hacia él y le ofreció su mano para un estrechón de amigos.Reaccionó algunos segundo después y le ofreció su mano con coño de Lil
Mientras ella lidiaba con su complicada vida familiar, Roux le pidió a Christopher ver el avance de su trabajo. El lanzamiento de su número estaba cerca y él era el fotógrafo que trabajaba para Revues.Rossi no se negó a trabajar un poco. Tal vez así se quitaba el mal sabor de boca que le había quedado tras la partida de Lily.Los primeros minutos lo hicieron con relajo.Sasha estuvo atendiéndolos en todo momento. Roux exigía demasiado y a la pobre de Sasha le tocó correr para satisfacer sus extravagantes gustos.El verdadero problema llegó cuando Roux vio un apartado especial en una esquina de la revista.Una columna destacada. Voz femenina. Narración en primera persona. Relación moda y vida personal.—¿Qué basura es esta? —preguntó Roux, cuestionando la nueva decisión de Christopher, el editor en jefe.Esa era la columna de Lily.Ella aun no la había escrito, pero él ya había reservado un lugar especial para ella.—Es una columna destacada, escrita por…—Sí, ya leí todo eso —se le ad