Blake Townsend es un hombre poderoso y rico, pero despreciado por la alta sociedad por ser hijo ilegitimo y por su mala reputación por sus relaciones con el bajo mundo. Lo apodan "el Diablo" por ser despiadado no solo en los negocios sino también con sus enemigos. Madelaine Aston Green es una socialite mimada y soberbia, descendiente de una de las familias más importantes de la aristocracia del país. Famosa por ser la chica más hermosa y deseada de la alta sociedad neoyorquina, él se obsesiona con la joven. Pero, es constantemente despreciado y rechazado no sólo por su linaje sino también por su fama. El jura vengarse de cada desplante que ha recibido y la oportunidad le llega cuando la familia Aston cae en desgracia en medio de la gran depresión de 1929 y él se presenta como su salvador pero a cambio quiere una sola cosa: a Madelaine como esposa. Desde allí la lucha entre ellos será constante pues ninguno de los dos ha nacido para ser sometido o humillado. Una historia en donde la pasión, orgullo, venganza , poder y amor estarán en juego constantemente.
Leer másDavid intentó mantener la compostura, pero sus manos, apoyadas sobre el escritorio, se crisparon de forma casi imperceptible. Cerró los ojos durante un breve instante, como si buscara un refugio interno que lo ayudara a procesar la noticia. Cuando volvió a abrirlos, su mirada parecía desenfocada, perdida en algún punto del espacio entre él y Sarah. —Es... una noticia inesperada —logró decir, su voz tensa, con un leve quiebre al final. Llevó una mano a su cuello, aflojándose el nudo de la corbata, como si el aire en el despacho hubiera cambiado de densidad. La mención de Maddie, junto con la imagen de Blake colmándola de cuidados, lo atravesó como una puñalada. "¿Feliz con él? ¿De verdad está feliz con él?" pensó, pero el eco de sus pensamientos se transformó rápidamente en un muro de frustración. Eso, eso era imposible. Maddie jamás podría haberse enamorado de una bestia como Blake. Se preguntó cómo Townsend había logrado someterla y, peor aún, embarazarla. Ella nunca se entregaría
Como era costumbre en ella, Sarah Hamilton iba todos los domingos a la misa de primera hora en St. Thomas Church, ubicada en la quinta avenida, cerca del Central Park. Allí por lo general no solo se encontraba con sus padres y hermanos, sino también con varios conocidos que pertenecían a la aristocracia neoyorquina. Eran muy pocas las veces en las que David la acompañaba y ahora, como estaba ensimismado tratando de solucionar los problemas del periódico, apenas si le prestaba atención.Esa mañana, también asistieron los Aston. Edith, había ido a pedir por la salud de su hija, y por su futuro nieto. Cuando la misa terminó, los feligreses comenzaron a disiparse; mientras hablaba con su madre, Sarah pudo ver que su suegra estaba hablando con Edith muy animada. Sarah no pudo evitar notar lo animada que parecía la conversación entre su suegra y Edith. Aunque era habitual que las damas de la aristocracia intercambiaran comentarios y cumplidos en ese tipo de eventos, había algo en la forma
La despedida no fue fácil, ni para el conde ni para el joven matrimonio. Por razones que ninguno de los dos verbalizó, entre Blake y August se había formado una conexión sincera, casi inesperada. En el conde, Blake había encontrado una figura paternal que le había sido negada tanto por su verdadero padre como por su tío Carlo, quienes nunca se habían ganado su afecto, sino más bien su desconfianza. August, por su parte, veía en Blake algo más que al esposo de su sobrina nieta. Había notado su seriedad, su fortaleza, pero también esa lucha interna que lo hacía parecer tan humano. Aunque sus caminos eran distintos, el conde se sentía unido a él, como si quisiera compensar con su cariño las ausencias que Blake había sufrido. Cuando llegó el momento del adiós, el conde lo abrazó, rompiendo cualquier formalidad. Su gesto fue firme, pero lleno de calidez, como quien despide a un hijo. —Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, muchacho —musitó, su voz entrecortada por
La noticia del embarazo de Maddie no tardó en expandirse más allá del círculo íntimo del hogar, también había llegado al club. Henry, al enterarse, organizó un discreto brindis en su oficina con sus hombres de mayor confianza. Sin embargo, el club no era lugar para secretos. Siempre había ojos y oídos atentos, y pronto el rumor se propagó como pólvora entre los pasillos.Mientras tanto, Ava, lentamente recuperada del brutal ataque de Rose, había comenzado a retomar algo de su independencia. Aunque aún le costaba reincorporarse del todo a su rutina, podía moverse libremente por el club y sus alrededores. Por órdenes de Blake, ella recibía cuidados especiales y todo lo que necesitara. Lo que para él era simplemente un acto de justicia y responsabilidad, para Ava significaba mucho más.La joven interpretó las atenciones de Blake como una señal de afecto personal, alimentando la idea de que ocupaba un lugar especial en su vida. Blake, sin ser consciente del alcance de estas confusiones,
Los siguientes días en Lancaster Hall pasaron en una tensa calma ya que la actitud desafiante de Priscilla seguía igual que siempre, pero tanto Maddie como Blake, se dedicaron a vivir su momento y a fortalecer su amor, que en definitiva era lo único que les importaba. Él se había convertido en un devoto esposo, que parecía ver solo a través de los ojos de Madelaine. Y ella, estaba totalmente rendida ante aquel hombre que por donde pasaba, se llevaba las miradas femeninas. Pero él, era de ella y solo de ella. Los últimos dos días de su viaje, se trasladaron a Londres, ya que un amigo muy cercano del conde quería verlos: el mismísimo rey, Jorge V. Así que, sin pensarlo, los jóvenes fueron presentados ante el monarca quien los felicitó por la llegada de su futuro hijo, y hasta les entregó un obsequio. Blake, quien en un principio creyó no estar a la altura de la circunstancia comenzó a sentir que ese lugar adonde había llegado gracias a su esposa, era donde debía estar. “Quién lo d
La noticia del embarazo de Madelaine fue motivo de celebración no sólo en Lancaster Hall, sino también en la residencia de los Aston. Edith y George estaban felices con la idea de ser abuelos, Paul y Alice con ser tíos. — Aunque sigo sin estar de acuerdo con ese matrimonio y ese hombre no me agrada —reflexionó Alice, haciendo una mueca de desagrado—, el sólo hecho de pensar en ver correr a un pequeño por aquí, me alegra el alma. Espero que Maddie, esté feliz.— Oh, mucho más que eso —replicó Edith, sonriendo—. Nunca pensé en escucharla tan entusiasmada con la idea de ser madre; es Blake quien está preocupado, ya sabes, por la salud de mi hija. De todas maneras, creo que él se preocupa en sobremanera por Maddie, la protege demasiado. Sé que ella es fuerte y podrá sobrellevar este embarazo. Mi nieto nacerá sano y fuerte. George permanecía en silencio. Él estaba feliz, sí. Pero August, a espaldas de todos, le había contado la delicada situación de salud en la que se encontraba la jo
Habían pasado un par de días desde aquel episodio en los jardines del castillo. El propósito de Priscilla de separar a Blake de Maddie había fracasado estrepitosamente. La inesperada confesión de amor del hombre aquella noche, había logrado derribar cualquier barrera que los alejaba. Aquella mañana mientras desayunaban en el gran comedor junto al conde, el mayordomo anunció la visita del doctor Stevenson. —Hazlo pasar —ordenó el conde, de manera apresurada— Hemos estado esperando su visita desde hace días. En menos de un minuto, el médico se hizo presente, bajo la atenta mirada de los comensales, saludó cortésmente. —Mi querido amigo, espero que seas portador de buenas noticias, por favor toma asiento y desayuna con nosotros —invitó el conde haciendo señas a sus sirvientes para que le sirvieran al recién llegado. Blake apenas podía tragar bocado y Maddie comenzó a temblar como una hoja, toda su vida dependía de lo que ese hombre les dijera. —Y bien —musitó Blake, impacient
Maddie había despertado apenas unos minutos después de que Blake se había retirado de la habitación. Parpadeó varias veces y luego se sentó en la cama mirando hacia todos lados buscando a su esposo. _ Blake _susurró ella mirando hacia todos lados_, Blake ¿Dónde estás? Se levantó de inmediato de la cama, buscándolo primeramente en el baño, al no verlo, fue hasta el balcón, agudizando su vista, creyó verlo en el jardín, caminando lentamente mientras fumaba. Sonrió al verlo allí, tan solitario y pensativo. El hombre en el que se había convertido para con ella no era ni cerca a aquel huraño que había conocido hacía meses atrás. Si bien aun había secretos que debía develar y las sombra de la desconfianza siempre se mecía entre los dos, ella confiaba un poco más en él. Bajó lentamente las escaleras pues su débil cuerpo había perdido un porco la vitalidad que la caracterizaba. El hecho de dar pasos sigilosos y lentos, la ayudaron a ver como Priscilla salía hacia el jardín. _¡Maldit
La atmósfera estaba cargada de tensión, pero el conde de Lancaster trataba de mantener la calma, aunque se percibía que algo dentro de él se había quebrado al ver la situación de Maddie. La enfermedad de su sobrina, la posibilidad de que estuviera embarazada y las palabras del médico sobre los riesgos, lo habían dejado preocupado. Sin embargo, su amor por Maddie era incuestionable y estaba decidido a hacer todo lo que estuviera a su alcance para protegerla.Priscilla, por su parte, no podía ocultar su desdén hacia Maddie, y su actitud sarcástica hacia la situación solo aumentaba la molestia de August. Aunque la joven siempre había sido el centro de atención en Londres, el conde sabía que lo que realmente importaba en ese momento era la salud de Maddie, y lo demás quedaba en un segundo plano. Sin embargo, Priscilla no pudo evitar lanzar una última provocación.Cuando llegó al final de la escalera, August se detuvo un momento y se volvió hacia su nieta, su tono firme y decidido._ Pr