Blake Townsend es un hombre poderoso y rico, pero despreciado por la alta sociedad por ser hijo ilegitimo y por su mala reputación por sus relaciones con el bajo mundo. Lo apodan "el Diablo" por ser despiadado no solo en los negocios sino también con sus enemigos. Madelaine Aston Green es una socialite mimada y soberbia, descendiente de una de las familias más importantes de la aristocracia del país. Famosa por ser la chica más hermosa y deseada de la alta sociedad neoyorquina, él se obsesiona con la joven. Pero, es constantemente despreciado y rechazado no sólo por su linaje sino también por su fama. El jura vengarse de cada desplante que ha recibido y la oportunidad le llega cuando la familia Aston cae en desgracia en medio de la gran depresión de 1929 y él se presenta como su salvador pero a cambio quiere una sola cosa: a Madelaine como esposa. Desde allí la lucha entre ellos será constante pues ninguno de los dos ha nacido para ser sometido o humillado. Una historia en donde la pasión, orgullo, venganza , poder y amor estarán en juego constantemente.
Leer másLondres, primavera de 1950Dieciocho años habían pasado desde aquel día en que la vida les cambió para siempre. Chelsea seguía igual de encantadora, con sus jardines en flor y las fachadas elegantes acariciadas por el sol tímido de abril. Pero en el interior de la casa de los Townsend, el tiempo había hecho su trabajo: los niños eran ahora adultos, y la vida los empujaba con fuerza hacia sus propios destinos.Blake Jr. tenía dieciocho años recién cumplidos y un futuro prometedor esperándolo al otro lado del Atlántico. Harvard lo había aceptado sin reservas: primero en su clase, impecable en modales, feroz en los negocios. Heredero por linaje, por sangre y por voluntad. Su padre no podía estar más orgulloso. Nieto de un Aston, hijo de un Townsend. Lo tenía todo.Pero Arianna… Arianna era otra historia.Había heredado la belleza de su madre y la misma inteligencia de su hermano, pero con una dosis inquietante de intuición. Observadora, serena, siempre con una pregunta más de las necesa
Londres, 6 de marzo de 1932Habían pasado dos años desde aquella noche que cambió sus vidas para siempre. Dos años desde que el miedo, la sangre y las decisiones irrevocables los obligaron a mirar el mundo con otros ojos. Maddie y Blake Townsend habían dejado atrás Nueva York, los nombres, los ecos del apellido, y se habían instalado en una elegante pero discreta residencia en el corazón de Chelsea. Londres les ofrecía lo que más necesitaban: anonimato y paz.Atrás había quedado todo: los conflictos, malentendidos, celos y personas que ya no podían hacerle daño. La primavera había comenzado a teñir las calles de verde fresco y flores vibrantes. Los jardines olían a renacer, y aunque el cielo aún se resistía a brillar del todo, los días se estiraban como una promesa de algo mejor.Pero dentro de la lujosa residencia, el clima era de tensión y nerviosismo. Blake caminaba de un lado hacia el otro del pasillo que precedía a la habitación matrimonial.— Ya, amigo —le dijo Patrick sonrien
Días después...Patrick esperaba en el muelle, con las manos cerradas en puños dentro del abrigo y el corazón latiéndole como si estuviera por estallar. Hacía frío, pero no lo sentía. Solo tenía ojos para el majestuoso Mauritania, que comenzaba a amarrar con lentitud, y cada rostro que descendía por la pasarela era una posibilidad.Pero entonces la vio.Esa cabellera larga y rojiza que parecía incendiarse con la luz del sol y se movía con la brisa marina como una llamarada viva. Era ella. No necesitaba verla de cerca para saberlo. Su cuerpo entero lo supo antes que su mente pudiera reaccionar.Grace estaba de regreso. Y todo en él se tensó, entre la ansiedad, el amor y ese miedo absurdo de que pasara de largo, de que ya no fuera suya, aun cuando ella le había confesado que lo amaba.Pero así es el amor ¿No? Nos quita la lucidez mental y la coherencia.Ella levantó la mirada. Y en el instante en que sus ojos se encontraron, el mundo entero pareció detenerse.Patrick no permitió que los
El galpón se alzaba sombrío entre los árboles, con la madera hinchada por la humedad y una única ventana cubierta con una lona raída. Apenas se mantenía en pie, pero desde su interior se filtraba una luz temblorosa, como de una lámpara de querosén o una vela.Carlo levantó el puño y sus hombres se detuvieron a unos metros de la entrada. Algo se movía adentro. Algo más que simple actividad… era violencia contenida.Marco avanzó con cautela por el costado y asintió. —Hay alguien. O más de uno.Freddo ya tenía su arma en mano, con el dedo firme sobre el gatillo. Maddie intentó adelantarse, pero Carlo la sujetó por el brazo.—Esperá la señal.—No —dijo ella, casi con rabia—. Es Blake.Antes de que pudiera detenerla, Maddie corrió hacia la puerta. Esta no estaba cerrada con llave. La empujó de un golpe, haciendo crujir las bisagras.El interior era oscuro y opresivo, con olor a encierro y a sangre vieja. En el rincón, sobre una manta sucia, estaba Blake. Sus muñecas estaban atadas, el ros
El ruido de las ramas secas bajo sus botas parecía atronador en medio del silencio espeso del bosque. El aire estaba cargado de humedad, y apenas se distinguían las siluetas entre los árboles, recortadas por la escasa luz de la luna filtrándose entre las copas.Carlo alzó una mano. Todos se detuvieron.Freddo, que abría camino unos pasos por delante, hizo una seña con los dedos: uno… dos hombres apostados junto a un claro. Apenas visibles, pero ahí estaban, con rifles al hombro, fumando despreocupadamente.— Recuerden muchachos...silenciosos —susurró Carlo, sin necesidad de alzar la voz. Los suyos sabían perfectamente qué quería decir con eso.Marco y otro de los hombres más cercanos se movieron como sombras. Avanzaron entre la maleza con una precisión escalofriante. Uno de los guardias apenas tuvo tiempo de girar la cabeza antes de que un cuchillo le cortara el aliento. El otro se redujo con igual rapidez, su cuerpo cayó al suelo sin un solo grito.Un silencio aún más profundo les en
El gran salón de la mansión de los Aston, de repente, se había transformado en un cuartel general de los mafiosos más implacables de Nueva York. Los hombres de confianza de Don Carlo iban llegando, cargando armas, chequeando mapas, hablando en voz baja con rostros graves. La tensión se respiraba como un perfume denso e inevitable. Nadie se reía. Nadie relajaba los hombros.En el centro de todo, Carlo Vitale permanecía de pie junto a la gran mesa de roble, señalando rutas sobre un plano rural extendido. A su lado, su consigliere y su jefe de seguridad, Marco, lo escuchaban con atención férrea.Tenían que ser exactos y fríos para llevar a cabo el ataque. De eso dependía el sacar con vida a Blake de ahí. Así que, tuvo que armarse de paciencia y escuchar el relato y las indicaciones de un aterrado Milton quien, con voz temblorosa trataba de ser lo más preciso posible.—Entraremos por el norte —indicó el Don, marcando con el dedo una curva del camino forestal—. Esta ruta secundaria nos da
Apenas escuchó el anuncio del mayordomo, Don Vitale se detuvo en seco. Se giró lentamente clavando la mirada fúrica y atónita sobre el hombre.— ¿Qué dijiste? —preguntó con voz baja, cargada de gravedad.— Que la señora Madelaine, dice saber en donde se encuentra el señor Santino —repitió el hombre, visiblemente nervioso ante la intensidad en los ojos del Don.Carlo Vitale no perdió ni un segundo de tiempo. Caminó con rapidez directamente a su despacho con su hombre de confianza y su consiglieri pisándole los talones.Apenas entró, se dirigió hacia su escritorio y tomó el auricular del teléfono.— ¿Madelaine? —preguntó, como si todavía no creyera que fuese ella la que lo estaba llamando.La joven trataba de calamar su nerviosismo, pero no podía. La necesidad de volver a ver a Blake y tenerlo de nuevo con ella la carcomía. —¿Madelaine? —repitió Don Carlo, con una mezcla de sorpresa y cautela.—Don Vitale... Tío —dijo ella, casi sin aliento—. Tengo información… concreta. Blake está vi
Mientras Don Carlo interrogaba a Vinnie, el doctor Milton Friedman se disponía a hacer lo que él creía correcto; hacer lo posible para liberar a Blake de las feroces garras de Ava. Mientras iba camino a la residencia de los Aston, su sentimiento de culpa pesaba cada vez más en su alma.¿Cómo se había dejado envolver de esa manera? ¿Por qué se había dejado enceguecer por su amor incondicional a Ava sin poder ver la realidad? La lluvia azotaba el parabrisas como látigos de agua, pero Milton no se detenía. Cada gota parecía una acusación, un recordatorio cruel de su complicidad en aquella pesadilla.Recordaba las palabras de Ava, tan dulces al principio, tan convincentes. Le hablaba de Blake como si fuera una amenaza, un tipo que prácticamente la había torturado. Y él... él había creído todo. Porque quería creerlo. Porque amaba a Ava desde el momento en que la había visto, aunque nunca lo hubiese admitido del todo. La admiraba, la idealizaba, incluso cuando su oscuridad se hizo evi
— Don Vitale, encontramos a este desgraciado— dijo, Giorgio Ferrante, empujando a un hombre con fuerza, derribándolo al suelo —. Este borracho estaba diciéndole a quien quisiera escucharlo que el millonario Blake Townsend tenía los días contados. El Don fijó sus ojos endurecidos y furiosos sobre el hombre maltrecho por los golpes que los hermanos Ferrante le habían propinado. Era Vinnie. — Dice que se llama Vicenzo y que es primo de la mujerzuela esa—dijo, Pietro, escupiendo en el piso—. Si quiere mi opinión, este don nadie es un imbécil que sólo hace lo que lo que le ordenan por dinero. Es una escoria, pero de asesino tiene lo que yo de príncipe—pronunció con desdén y sorna el mafioso. Vinnie tosió con dificultad, escupiendo un hilo de sangre sobre el mármol del piso. Temblaba, pero no se atrevía a levantar la mirada. Sus labios partidos murmuraban incoherencias, como si aún estuviera bajo el efecto del alcohol o del miedo.Don Vitale se acercó con paso lento, su bastón golpean