Capítulo 8 No juegues con fuego

Blake observaba a Maddie desde la distancia, con una sonrisa fría en los labios, pero su interior era un caos de emociones. El verla bailar con Patrick, alguien a quien él había considerado un aliado leal, desató en él una tormenta de celos, pero eso no era todo.

Mientras apretaba los puños, sintió un nudo en el estómago, una sensación que no estaba acostumbrado a enfrentar: inseguridad. ¿Y si Maddie, con toda su inteligencia y encanto, lograba escapar de su control? Esa posibilidad lo enfurecía más que la simple idea de otro hombre tocándola. Blake siempre había estado seguro de su poder, de su capacidad para manipular a quienes lo rodeaban, pero ahora, viendo la chispa de desafío en los ojos de su esposa, una chispa que nunca había previsto, comenzó a cuestionar si realmente tenía el control que tanto presumía.

Un destello de arrepentimiento cruzó por su mente, pero lo apartó rápidamente. No podía permitirse mostrar debilidad, no aquí, no ahora. Sin embargo, la idea de que su propio comportamiento (su crueldad, su necesidad de control) podría estar empujando a Maddie cada vez más lejos, lo inquietaba profundamente.

Blake tragó saliva, intentando ahogar ese sentimiento incómodo. No, no podía permitirse pensar en eso. En lugar de confrontar sus propios temores, se concentró en la ira que hervía en su pecho. Maddie era suya, y de nadie más. Pero, a medida que su mirada seguía los movimientos etéreos de ella en la pista de baile, una pregunta le martillaba la cabeza: ¿Qué haría si alguna vez la perdiera?

_ No, eso nunca va a suceder... aquí y ahora me aseguraré de que jamás ocurra _ masculló disponiéndose a ir hacia donde estaban los otros dos.

Pero una astuta e inteligente Edith, ya estaba lista para hacer control de daños.

_ Paul ve por tu hermana ahora mismo _ le dijo a su hijo mayor mientras ella salía al encuentro de su yerno, quien detuvo su apresurada marcha al verla.

_ Señora Aston _ dijo Blake, tratando de calmarse al ver que la señora le sonreía amablemente.

_ Oh querido, ahora ya puedes llamarme madre _ Edith si que sabía manipular a las personas _ te estaba buscando para darte un recado de mi querido tío, el conde de Lancaster _ dijo con un tono encantador _ le he hablado tanto de ti, que espera conocerte algún día.

Blake se quedó perplejo por unos instantes.

_ Disculpe, ¿Qué conde? _ a él lo único que le importaba era ir a recuperar a su esposa, ni siquiera pensaba en lo que su suegra le decía.

_ Pero Blake, ¿No recuerdas que te dije que mi tío es un conde? Bueno, me envió una carta disculpándose por no poder asistir a la boda, pero que espera poder verlos pronto.

Mientras Edith hacía su intervención magistral, Paul recuperaba a su hermana.

_ Lo siento señor Stanton, debo hablar con mi hermana.

Patrick soltó a la chica inmediatamente.

Ella frunció el ceño.

_ ¿Pero que haces Paul? _ protestó mientras su hermano la agarraba del brazo.

_ Qué haces tú sería la pregunta, ¿Acaso te volviste loca? _ le reprendió el muchacho _ Eres una mujer casada Maddie, no puedes ir bailando con cuanto hombre se te ocurra, comportate a la altura de tu situación.

_ Y qué situación sería esa ¿eh? Respondeme _ susurró ella enfadada _ Ese hombre me obliga a casarme con él, ni siquiera me mira y trae a su zorra de turno a nuestra boda, no me importa lo que piense nadie... Ya me vendieron a ese engendro, ¿Recuerdas?

Paul se llenó de culpa. Amaba a su hermana y era más que consciente que todo lo que decía su hermana era verdad. No podía creer el descaro y mal gusto de su cuñado al traer a su amante a la boda. ¿Por qué hacía todo aquello? ¿Acaso no pensaba que efectuando ese tipo de cosas, humillaba a su hermana?

_ Maddie, lo siento... escucha, no me importa él ... no quiero que tú te perjudiques, ni que ese hombre te haga daño alguno, sabes mejor que nadie lo que dicen de él... si ese maldito llega a golpearte o hacerte algo tendré que matarlo, realmente no sé porque nuestra madre te obligó a casarte con él.

_ Lo sabes bien Paul. Y dentro tuyo, sabes que no teníamos muchas opciones, era eso o convertirme en amante _ esbozó una sonrisa sardónica _ al menos seré la señora Townsend, no como la pobre tonta de Rose _ bromeó _ o las otras...

_ Maddie ... merecías otra cosa... _ la miró con compasión _ Sabes que cuentas conmigo para lo que sea, ¿no?

_ Si y te tomaré la palabra, porque en cuanto pueda y me libere de lo que me espera, quiero estudiar leyes y lo sabes. Oh, y no puedes decirme que no.

_ Maddie...

Blake se acercó a ellos sonriendo de manera tan encantadora y alegre que parecía que nunca había sucedido nada.

_ Oh, mira Paul parece que mi amado esposo se acordó que existo _ dijo la joven burlándose _ ¿señor Townsend ya se aburrió de jugar con su amante?

Paul abrió bien sus ojos y miró de inmediato a Blake, quien parecía no expresar emoción alguna, como si no hubiese escuchado a su mujer. Con una calma que parecía fuera de lugar, posó su mano sobre la cintura de la joven y la acercó a él.

_ Maddie, querida _ susurró Blake, lo suficientemente bajo como para que solo ella lo oyera _ Juguemos al marido y la esposa por un rato más. Hay mucha gente observándonos.

La frialdad en su voz hizo que un escalofrío recorriera la columna de Maddie, pero ella mantuvo la compostura. Sabía que había despertado una bestia, y ahora tendría que lidiar con las consecuencias.

_ Por supuesto, mi amor _ respondió ella en un tono igualmente dulce, aunque sus ojos destellaban con el mismo desafío de antes.

Mientras los tres se dirigían de vuelta a la fiesta, Paul se quedó un paso atrás, sintiendo el peso de la tensión entre su hermana y su cuñado. Sabía que había algo oscuro en Blake, algo que no terminaba de entender, pero que sin duda significaba problemas para Maddie.

Cuando llegaron al salón, Edith estaba de pie en la entrada, con una sonrisa satisfecha en su rostro. Había logrado evitar el escándalo, al menos por ahora. Pero mientras observaba a su hija y yerno entrar juntos, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más podrían mantener esa fachada.

La música continuaba, y los invitados seguían disfrutando de la velada, ajenos a la tormenta que se gestaba justo ante sus ojos.

Blake, sosteniendo a Maddie por la cintura, la guio hacia el centro de la pista de baile. La miró directamente a los ojos y, con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos, le susurró:

_ No juegues con fuego, Maddie. Sabes que siempre gano, no me provoques.

Maddie mantuvo su sonrisa forzada, pero su corazón latía con fuerza. Había comenzado esta batalla, y ahora no había marcha atrás. Estaba decidida a darle a Blake una cucharada de su propia medicina, pero sabía que el camino sería peligroso. Estaba atrapada, pero no derrotada. Todavía no.

_ ¿Provocarte? _ le dijo acercándose a su boca y acariciándole suavemente el ancho pecho _ oh querido, no entiendo porque piensas así de mí, amándote como te amo.

Se miraron por un instante a los ojos, Maddie se sintió traspasada por esa intensa mirada, era indescifrable para ella, y lo siguiente que recibió fue un beso en la boca que la dejó sin aliento.

_ Si sigues así, puedes quemarte _ le susurró sonriéndole con malicia una vez que dejó de besarla.

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