Capítulo 10 ¡No caigas en sus brazos!

Madelaine apenas podía concentrarse en los detalles del ascensor que subía lentamente al piso más alto del Plaza Hotel. Al llegar a la suite, Blake la guio con firmeza hasta la entrada, donde un mayordomo les abrió la puerta y luego se retiró en silencio. La habitación, iluminada por la suave luz de las lámparas de cristal, revelaba un lujo abrumador que solo intensificaba la sensación de encarcelamiento en Madelaine.

La suite era un tributo al esplendor de la Belle Époque, con paredes recubiertas en damasco dorado y cortinas de terciopelo color burdeos que caían en cascadas a lo largo de las altas ventanas.

En el centro de la suite, la cama con dosel parecía un trono, con sábanas de satén blanco y almohadas bordadas con hilo dorado. Las sutiles fragancias de las flores frescas, dispuestas en jarrones de porcelana sobre las mesas de noche, apenas lograban calmar el nudo en el estómago de Madelaine, todo ese lujo le recordaba el gran precio que estaba pagando al casarse con Blake; su libertad.

Mientras Blake se movía por la habitación, desabrochando lentamente su corbata y observándola con una mirada que combinaba deseo y posesión, Madelaine sintió que el aire se hacía pesado. Cada detalle en esa habitación, desde los brocados dorados hasta los espejos tallados, parecían observarla, remarcándole que no había escapatoria.

_ ¿Te gusta la habitación? Quiero lo mejor para mi amada esposa _ su tono tenía cierto toque de sarcasmo.

A pesar de su vasta experiencia con mujeres, él de alguna manera también se sentía ansioso. Se había casado con Madelaine para darle una lección y para tomarse revancha de todas las humillaciones a las que ella lo había sometido, pero era consciente de que ella nunca había estado con un hombre. Él la deseaba con todo su ser al punto de la obsesión desde el primer momento en que la había visto. Si la tenía ahí en ese momento, era porque había hecho todo para tenerla, incluso usar todas sus influencias para ahogar a su suegro en deudas, la suerte le dio el toque de gracia ese octubre del ´29, dejándoselo en bandeja de oro para que luego se presentara en la casa de los Aston como el salvador.

Madelaine lo miró de soslayo y se encogió de hombros.

_ La habitación es linda _ dijo con indiferencia _ nada de otro mundo, está bien para mí.

Él quedó frente a ella, mirándola de una extraña manera, Madelaine se estremeció. No podía acostumbrarse a esa intensa mirada de Blake, parecía no poder lidiar con ella.

_ Me olvidaba que estoy hablando con la princesa de Manhattan, la que siempre ha vivido en el lujo y ha tenido todo y más _ le dijo rozando sus labios sobre los de ella _ pero creeme, Maddie, la mansión en la que has vivido no tiene punto de comparación con la que vas a vivir ahora.

Blake la besó primero con suavidad y luego el beso se intensificó de tal manera que parecía haberle dado rienda suelta a la fuerza pasional y avasalladora que llevaba dentro. Lo poco que Madelaine sabía respecto a una relación en pareja se lo había enseñado él y eso lo encendía más aún.

La joven sintió que perdía el control cuando él comenzó a tocarla, Blake, aunque estaba desesperado por poseerla y lo demostraba, trataba de ser lo mas cauto posible, no quería que ella se asustara o tratara de huirle, si la iba a poseer, quería que ella se entregara sin reservas a él. Con su mano le rozó suavemente el pecho, mientras le besaba el cuello. Ella se arqueó y e inmediatamente su cuerpo se tensionó.

_ Tranquila, no voy a comerte _ le susurró al oído, sonriendo suavemente, le quitó el velo y el tocado que llevaba _ dejame ayudarte con todo eso que llevas puesto.

Maddie sabía que no tenía mucho tiempo para llevar a cabo su plan. Aun llevaba escondidos entre su ropa lo que su nana le había dado. Pero Blake, en ese momento estaba siendo tan gentil que no sabía como alejarlo sin alertarlo.

_ Oh, espera _ le dijo suavemente _ yo me quitaré las horquillas, son molestas y necesito quitármelas ahora mismo.

Hizo un movimiento rápido caminando hacia un mueble, comenzando a sacarse las horquillas del cabello lentamente bajo la atenta mirada de su esposo, necesitaba distraerlo de alguna manera, solo necesitaba un segundo para que él le quitara la vista de encima.

_ ¿Puedes por favor correr bien las cortinas? Realmente detesto que el sol se filtre tan temprano... por favor.

Blake asintió, ella sacó rápidamente los frasquitos y los escondió en el cajón junto a sus horquillas. Para cuando su esposo se dio vuelta, ella había dejado caer su largo cabello oscuro sobre la espalda. El nunca lo había podido ver, ya que ella siempre lo llevaba recogido.

_ No cabe duda de que eres la criatura más hermosa que he visto _ le dijo él trasmitiendo en voz alta su pensamiento, yendo hacia ella como un animal en celo.

Madelaine intentaba mantener la compostura, mientras su mente trabajaba frenéticamente para encontrar el momento adecuado para drogarlo. Sabía que no podía permitirse que el deseo la venciera.

Blake, con un susurro apenas audible, deslizó el primer botón, el segundo, y el tercero, notando cómo el suave material del vestido de Madelaine se aflojaba, revelando la curva de su espalda. Ella sentía cada uno de sus movimientos como una caricia ardiente en su piel, una lucha interna comenzaba a formarse en su interior. ¿Podría resistirlo?

Madelaine sintió que cada vez que el vestido se deslizaba más abajo, su control se desvanecía. Quería mantener la compostura, mostrarle que no la tenía totalmente sometida, pero cuando él bajó su mano por su costado, un suspiro escapó de sus labios.

“M@ldita sea concentrate en lo que debes hacer Maddie, no caigas en sus brazos, no caigas en manos de este diablo”, pensó, mientras él le susurraba palabras que le quemaban los sentidos, al mismo tiempo que la presión de sus manos aumentaba en su cuerpo.

Él la giró con suavidad, sosteniendo su mirada por un instante eterno antes de inclinarse para besarla de nuevo, esta vez con más intensidad. El vestido cayó al suelo en un susurro de seda, y el aire entre ellos se cargó de un deseo primitivo. Madelaine sintió que todo en ella quería ceder, quería dejarse llevar por la pasión que él despertaba, pero una parte de su mente seguía alerta, buscando desesperadamente una salida. Por fin y en un atisbo de cordura, ella le dio un leve empujón y sonrió.

_ Si no te molesta, me gustaría que tomáramos una copa de champán _ dijo, aun respirando con dificultad _ Estoy algo nerviosa... tú entiendes.

Blake asintió, sorprendido por la súbita confianza que emanaba de su esposa. Había algo en ella, una mezcla de vulnerabilidad y determinación, que lo mantenía cautivado.

_ Ponte cómodo _ añadió Madelaine, su voz dulce pero firme _Puedes ir sacándote la ropa, ¿qué te parece?

El hombre se asombró ante la osadía de la propuesta. Apenas un momento antes, ella parecía estar llena de vergüenza ante cada caricia, y ahora lo desafiaba con una sugestión tan atrevida. Mientras él comenzaba a desvestirse, Madelaine aprovechó para servir la bebida. Con manos temblorosas, pero decididas, echó una pequeña dosis de escopolamina en una de las copas.

Tomando un profundo suspiro, agarró las dos copas y se acercó a él. Era ahora o nunca.

_ Por nosotros _ dijo, extendiéndole la copa con una sonrisa que escondía su inquietud.

Blake tomó la copa, su estaba mirada fija en ella, sin sospechar el peligro que acechaba tras el brillo de las burbujas en la bebida.

Madelaine alzó su copa, intentando no mostrar su agitación. Era ahora o nunca.

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