Capítulo 3 ¡Que comience el juego!

Nueva York, 20 de octubre de 1929

Blake estaba en la oficina del club clandestino que poseía, lugar en donde hombres de dudosa reputación y otros de doble moral asistían para saciar cualquier deseo que tuvieran ya fuera beber alcohol (que por esos años era ilegal), estar con mujeres dispuestas a cumplirles cualquier fantasía o jugar cualquier juego de azar. Él tenía el suficiente poder y dinero como para mantener su famoso antro muy bien protegido, la policía como las autoridades pertinentes estaban muy bien pagas como para mirar para otro lado.

_ ¿Qué pasa Henry? _ le preguntó a su secretario que venía con cara de frustración _ ¿Alguien murió?

El hombre se acercó y le dio una pequeña y fina caja rectangular de terciopelo rojo.

_ La señorita Aston ha devuelto este regalo también señor _ dijo con temor el hombre _ le dijo al mensajero que, si sigue molestándola, llamará a la policía.

Blake se llenó de furia tomando la caja y tirándola con fuerza contra la pared, golpeó un mueble con su puño, lanzando un grito de rabia. Patrick que estaba presente se echó a reír.

_ Uff, te lo dije amigo _ dijo y luego soltó un silbido _ esa niña está muy lejos de tu liga; quizás si fueras el guapo y casto David...

_ ¡Callate imbécil! _ le gritó furioso _ ¡no me nombres a ese idiota!

_ Bueno, yo decía nada más _ levantó sus manos para aplacar el enojo de su amigo _ Ya basta Blake, te has obsesionado con esa chica, ¿Qué tanto te gusta de Madelaine? Es bellísima y si te casaras con ella, ganarías el estatus que necesitas para lograr el respeto de esta hipócrita alta sociedad neoyorquina. Pero, es demasiado superficial, mimada y arrogante... tres días con ella y te aburrirías.

Blake emitió una sonrisa sardónica.

_ Es justamente eso lo que quiero, humillarla como lo ha hecho ella conmigo hasta que me aburra. Me cree una basura, poca cosa y no deja de recordármelo cada vez que me ve, como todos estos hipócritas _ encendió un habano _ lo que ella no sabe es que terminará en mis brazos y que disfrutaré humillándola una y otra vez, me las pagará Patrick, eso te lo puedo asegurar.

_ Pago por ver como lograrás casarte con esa belleza, ella te odia _ le palmeó el hombro.

Blake tiró una estela de humo hacia arriba, su semblante desprendía una gran seguridad.

_ ¿Quieres apostar? No tengo problema alguno en hacerlo.

El otro asintió.

_ Hum, sí. ¿Por qué no? _ sacó una libreta de su bolsillo _ ¿Cuánto? ¿Quinientos, mil?

El magnate hizo un ademan

_ Pon tú la cantidad... no tengo problemas con eso _ lo miró burlándose _ porque vas a perder.

Patrick escribió la cantidad y se la mostró.

_ Bien _ estrechó la mano de su amigo _ en un año, para esta fecha Madelaine Aston Green será mi esposa.

_ No entiendo tu seguridad amigo, me asustas. ¿Vas a matar a su padre o qué?

El enmarcó una ceja.

_ Algo mejor, ya tengo gente dentro de su compañía _ lo miró con satisfacción y malicia _ las cosas no le están yendo bien a mi futuro suegro, todo se le está derrumbando como un castillo de naipes, un simple movimiento mío y lo tendré en mis manos.

_ Bueno, la situación económica está algo enrarecida _ acotó Patrick _ pero no creo que tanto como para que Aston caiga en la ruina.

Él se recostó contra el lujoso y caro asiento y puso sus pies sobre el escritorio caoba relajándose completamente.

_ No lo sé mi amigo, hay muchos rumores ... demasiados _ resopló _ tengo la sensación de que algo va a suceder y no será bueno. Al menos para Aston y muchos otros porque para mí te aseguro que será muy bueno. A rio revuelto...

_ Blake, eres mi amigo y te aprecio, pero no me hace ni pizca de gracia escucharte decir esas cosas. Dentro de esas personas que tú tanto desprecias está mi padre _ le dijo su amigo con seriedad.

_ Bueno, no me escuches entonces _ sus claros ojos se oscurecieron, su rostro se endureció _ solo te estoy diciendo lo que sucederá, sino quieres escucharme, allá tú.

Patrick no quiso escucharlo más, quería a su amigo, pero a veces esa postura arrogante y desdeñosa del hombre lo exasperaba.

Nueve días después, la élite financiera de Nueva York sufría un golpe inesperado y devastador. El 29 de octubre de 1929, conocido como el Martes Negro, la Bolsa de Valores colapsaba, llevando consigo fortunas, sueños y vidas. Para algunos, fue el comienzo de una pesadilla; para otros, como el oportunista y bien posicionado Blake Townsend, era una oportunidad para consolidar su poder en medio del caos.

Desde su lujosa oficina en Midtown Manhattan, Blake observaba la majestuosidad de los rascacielos y el tumulto de gente por las calles. Encendió un habano aspirando el aire que estaba denso con el humo, sonriendo mientras fumaba.

Henry irrumpió en la oficina sin previo aviso, su rostro estaba pálido y bañado en sudor. La preocupación en sus ojos era palpable.

_ ¡Señor, esto es el apocalipsis! _ exclamó con su voz que temblaba con desesperación _ Las calles están desbordadas de caos y confusión. Hay gente arrojándose de los edificios, buscando escapar de una ruina que parece interminable. Los bancos están cerrados, la bolsa ha colapsado, y la desesperación se apodera de todos. ¡Hay miedo y pánico por doquier! Los negocios están quebrando, y la gente no sabe a quién acudir. Los gritos de angustia son terribles, nadie puede entender la magnitud del desastre. ¡Es una completa hecatombe!

Blake, con una mirada de frialdad calculadora, contemplaba el caos desde su posición privilegiada. Mientras el mundo afuera se desmoronaba, él comenzaba a trazar sus próximos movimientos, con la mente ya enfocada en cómo aprovechar la catástrofe para fortalecer su influencia.

_ Aja _ dijo con suma tranquilidad _ Era lo previsible, Ve y averigua en qué situación quedó George Aston. ¡Hazlo ya!

Al hombre le costaba entender la poca empatía de su jefe, mientras algunos tomaban terribles decisiones a él solo le interesaba una sola cosa.

_ Si señor _ dijo yéndose sin replicar.

Blake sonrió. La oscuridad, la malicia y su deseo de venganza inundaron su rostro y su alma.

_ Que comience el juego, mi querida Maddie _ soltó un poco de humo sin dejar de sonreír _ vas a tragarte una por una tus palabras, pagarás con lágrimas cada uno de tus desplantes. ¡Vas a desear no haberte cruzado en mi camino nunca!

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