Ivy Hart ha dedicado su vida a hacer crecer su empresa tecnológica, una startup que ha comenzado a llamar la atención en el competitivo mundo de los negocios. Cuando Alexander “Xander” Blackwood, un poderoso inversor con reputación de mujeriego y narcisista, muestra interés en financiar su proyecto, Ivy rechaza la propuesta sin dudarlo. Para ella, Xander representa todo lo que desprecia: un hombre acostumbrado a comprar su camino hacia lo que quiere, sin escrúpulos ni compromisos. Pero el rechazo de Ivy sólo despierta la fascinación de Xander. Intrigado por la fuerza y orgullo que ella demuestra, decide que no sólo quiere ser parte de su empresa… la quiere a ella. Así comienza una intensa guerra de voluntades, donde ambos chocan en cada oportunidad, atrapados en una dinámica de poder y deseo. Obligados a colaborar a regañadientes, Ivy y Xander deberán navegar una relación de amor-odio mientras las líneas entre el control y la rendición se vuelven cada vez más difusas. ¿Podrá Ivy resistirse al hombre que insiste en que le pertenece, o Xander terminará sucumbiendo ante la única mujer que parece inmune a su poder?
Leer másApenas llegué al apartamento, me quité los zapatos y dejé las llaves sobre la mesita de la entrada. Ni siquiera encendí las luces. El atardecer que entraba por los ventanales bastaba para llenar el espacio de una luz cálida y tenue, perfecta para esconder el caos en el que me sentía sumida.Me dejé caer sobre el sofá con el teléfono en la mano. Apreté el ícono de llamada antes de que mi mente tuviera tiempo de retractarse.—¿Ivy? —La voz de Adrián fue inmediata, tranquila, como si hubiese estado esperando justo al otro lado de la línea.—Hola —dije, bajito, con ese nudo en la garganta que había ignorado todo el día.—¿Ya puedes respirar?Sonreí, aunque él no pudiera verlo. Mi falta de aire no era tanto por el trabajo, más bien por la situación que estaba viviendo. —Un poco. El día fue largo.—Lo imagino. ¿Quieres hablar de eso?—Sí. No. No sé.Hubo un breve silencio, cómodo. Adrián sabía escuchar incluso cuando yo no sabía cómo hablar.—Está bien. Podemos solo... estar.“Podemos solo
El reloj marcaba las once y cuarenta y tres cuando Xander salió de mi oficina.No había sido sarcástico. No había intentado bajar mis defensas. No se había burlado de mí. No había hecho nada de lo que me tenía acostumbrada. Solo me miró como si estuviera aprendiendo a caminar sobre un terreno que por primera vez no podía controlar. Me dejó palabras suaves, cargadas de una vulnerabilidad inesperada. Y se fue.Pero el efecto que dejó en mí fue todo menos suave.Volví a sentarme lentamente, como si el aire se hubiera vuelto más denso. La silla parecía demasiado firme y la oficina estaba sumida en un silencio sepulcral. Había pasado menos de un día desde que llegué dispuesta a retomar las riendas de mi vida, y ya sentía como si todo volviera a girar a su antojo. ¿Por qué me afectaba tanto?No quería pensar en él. No quería recordar la forma en que su mirada se quedó prendida de la mía, ni las palabras que me dijo con una honestidad que aún no sabía si creer o temer. Pero pensar en otra co
Me desperté antes de que sonara la alarma. No porque hubiera dormido bien, sino porque mi mente ya estaba despierta desde hacía horas, repasando cada decisión, cada emoción no resuelta, cada silencio que había permitido crecer entre palabras que no supe decir a tiempo.No más.Me duché sin apuro, permitiendo que el agua caliente arrastrara no solo el cansancio, sino también la neblina mental de los días anteriores. Me vestí con una camisa blanca de seda, simple pero firme, y un pantalón negro que me hacía sentir sólida, anclada. Me recogí el cabello en una coleta alta, como si ese gesto, mínimo, bastara para ordenar mis pensamientos. Hoy no sería una hoja al viento.Hoy sería el viento.Al llegar a la oficina, Emma ya estaba en su escritorio, revisando correos desde su tableta. Alzó la vista al verme y sonrió, pero no dijo nada. Me pregunté si notaba la diferencia. Si sentía el cambio sutil en mi energía, como si hubiera cruzado un umbral invisible y ya no tuviera intención de volver
Volví al apartamento más tarde de lo habitual esa noche.El silencio me recibió como una vieja amiga. La clase de amiga que sabe exactamente cuándo no tienes nada más que ofrecer y simplemente te abraza sin hacer preguntas. Dejé el bolso sobre la encimera y me quité los tacones de un tirón, como si pudiera liberar parte del peso de todo lo que arrastraba con un simple movimiento.Me dirigí directo al sofá, sin siquiera encender las luces, y me dejé caer con un suspiro. Desde la ventana del living podía ver la ciudad respirando bajo el cielo oscuro, luces parpadeando como si fueran pensamientos que no terminaban de apagarse. Era una vista que, en otras circunstancias, me tranquilizaría. Pero hoy, solo amplificaba el ruido en mi cabeza.Cerré los ojos.Una tras otra, las escenas de los últimos días pasaron frente a mí. La cumbre, las conversaciones cargadas de dobles sentidos, los elogios envueltos en veneno, las miradas que intentaban posicionarme como una pieza en un tablero ajeno. Lo
El avión tocó tierra poco después del mediodía. A pesar de haber dormido durante buena parte del vuelo, me sentía agotada. No era un cansancio físico, sino emocional. De esos que se instalan en los huesos y te persiguen incluso cuando tratas de disimularlo con una sonrisa ante tu equipo.Adrian se despidió con un abrazo suave en la puerta del aeropuerto, su mirada decía más de lo que cualquiera de los dos se atrevía a poner en palabras. Emma y Sarah se quedaron a mi lado mientras el resto del equipo recogía las maletas, hablando sobre lo bien que había salido todo, sobre las conexiones, los contactos, los elogios. Y aunque sonreía y asentía, por dentro me sentía como si estuviera suspendida entre dos mundos: el que acabo de presentar al mundo, brillante y prometedor… y el otro, más oscuro, el que apenas yo podía descifrar.El viaje de regreso a la oficina fue tranquilo. El taxista, un hombre silencioso y atento, pareció percibir mi necesidad de no hablar. Me limité a mirar por la vent
El amanecer aún estaba lejos cuando abrí los ojos por completo. Por un momento, me quedé inmóvil, mirando la oscuridad de la habitación, sintiendo cómo el peso de la noche anterior todavía reposaba sobre mí como una sombra imposible de disipar. Había dormido, o al menos, lo había intentado. Pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes regresaban. Momentos congelados en mi mente, sus rostros superpuestos, las palabras que nunca pedí escuchar. Me senté lentamente sobre la cama, abrazándome las rodillas, y dejé que el silencio me envolviera. Era un silencio engañoso. No el tipo de silencio que ofrecía paz, sino el tipo que dejaba espacio para que los pensamientos más pesados encontraran su voz. Y ahí estaban. Wallace. Bennett. Victoria. Xander. Adrian.Una maraña de nombres, de recuerdos, de miradas y palabras que se repetían como un eco interminable. ¿Cuándo empezó a enredarse todo?Cuando llegué a Silicon Valley, todo era tan claro. Estaba aquí por Hart Tech, por el proyect
La puerta del hotel se cerró tras de mí con un suave clic, pero el silencio que siguió fue ensordecedor.Apenas unos segundos después, me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo mi cuerpo finalmente cedía al agotamiento acumulado durante toda la noche. Los tacones que llevaba desde la mañana cayeron al suelo con un ruido sordo, seguidos por el bolso que lancé a un lado sin miramientos. Me quedé inmóvil por un momento, mirando el techo de la habitación, con la mente aún zumbando, incapaz de desconectarse.La recepción había terminado hacía poco, pero las imágenes seguían frescas. La multitud de personas, las conversaciones interminables, las palabras cargadas de doble sentido… y él. Xander. Por supuesto que su presencia seguía ocupando más espacio del que debía en mi cabeza.Giré el rostro hacia la ventana, donde las luces de Silicon Valley seguían brillando como un millón de estrellas artificiales. Era irónico: en un lugar lleno de mentes brillantes, donde el futuro parecía estar forj
La música suave se había convertido en un murmullo distante mientras las conversaciones comenzaban a apagarse poco a poco. El salón, que horas antes estaba repleto de energía y entusiasmo, ahora parecía ir perdiendo brillo a medida que los invitados se despedían y abandonaban el lugar. La atmósfera cambiaba con el paso de los minutos, como si el fin de la noche trajera consigo una sensación de desgaste inevitable.Yo seguía de pie junto a Adrian, aunque a una distancia más prudente que antes. Sentía el peso de la noche acumulado sobre mis hombros: el éxito de la presentación, los comentarios mordaces de Wallace y Bennett, el caos inesperado de la intervención de Xander, y por supuesto, el malestar creciente que parecía acompañarme desde entonces. El cansancio, que hasta ahora había logrado reprimir, comenzaba a aflorar.—Parece que ya todo el mundo empieza a irse —murmuró Adrian, con un tono relajado que contrastaba con el mar de pensamientos en mi cabeza. Me lanzó una mirada discreta
El aire fresco me golpeó apenas crucé las puertas dobles del salón principal. La terraza estaba casi desierta, apenas un par de asistentes charlaban en voz baja cerca de las barandas, iluminados por las tenues luces del jardín. El murmullo constante de la recepción había quedado atrás, reemplazado por el suave susurro del viento nocturno. Agradecí el silencio, aunque supiera que mi mente no me daría tregua.Me apoyé contra una columna, cerrando los ojos y respirando profundamente. Necesitaba salir de esa habitación, lejos de él. Lejos de Xander. El simple recuerdo de lo ocurrido hacía apenas minutos hacía que la ira burbujeara de nuevo en mi pecho."Me perteneces".Su voz seguía resonando en mi cabeza, y con ella una oleada de emociones que no quería procesar. Ira, confusión, y algo más, algo que se retorcía en mi interior y me hacía sentir vulnerable, y lo odiaba por ello. Cada vez que Xander reaparecía en mi vida, traía consigo el caos, rompiendo todo a su paso, incluido mi control.