Ivy Hart ha dedicado su vida a hacer crecer su empresa tecnológica, una startup que ha comenzado a llamar la atención en el competitivo mundo de los negocios. Cuando Alexander “Xander” Blackwood, un poderoso inversor con reputación de mujeriego y narcisista, muestra interés en financiar su proyecto, Ivy rechaza la propuesta sin dudarlo. Para ella, Xander representa todo lo que desprecia: un hombre acostumbrado a comprar su camino hacia lo que quiere, sin escrúpulos ni compromisos. Pero el rechazo de Ivy sólo despierta la fascinación de Xander. Intrigado por la fuerza y orgullo que ella demuestra, decide que no sólo quiere ser parte de su empresa… la quiere a ella. Así comienza una intensa guerra de voluntades, donde ambos chocan en cada oportunidad, atrapados en una dinámica de poder y deseo. Obligados a colaborar a regañadientes, Ivy y Xander deberán navegar una relación de amor-odio mientras las líneas entre el control y la rendición se vuelven cada vez más difusas. ¿Podrá Ivy resistirse al hombre que insiste en que le pertenece, o Xander terminará sucumbiendo ante la única mujer que parece inmune a su poder?
Leer másEl amanecer aún estaba lejos cuando abrí los ojos por completo. Por un momento, me quedé inmóvil, mirando la oscuridad de la habitación, sintiendo cómo el peso de la noche anterior todavía reposaba sobre mí como una sombra imposible de disipar. Había dormido, o al menos, lo había intentado. Pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes regresaban. Momentos congelados en mi mente, sus rostros superpuestos, las palabras que nunca pedí escuchar. Me senté lentamente sobre la cama, abrazándome las rodillas, y dejé que el silencio me envolviera. Era un silencio engañoso. No el tipo de silencio que ofrecía paz, sino el tipo que dejaba espacio para que los pensamientos más pesados encontraran su voz. Y ahí estaban. Wallace. Bennett. Victoria. Xander. Adrian.Una maraña de nombres, de recuerdos, de miradas y palabras que se repetían como un eco interminable. ¿Cuándo empezó a enredarse todo?Cuando llegué a Silicon Valley, todo era tan claro. Estaba aquí por Hart Tech, por el proyect
La puerta del hotel se cerró tras de mí con un suave clic, pero el silencio que siguió fue ensordecedor.Apenas unos segundos después, me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo mi cuerpo finalmente cedía al agotamiento acumulado durante toda la noche. Los tacones que llevaba desde la mañana cayeron al suelo con un ruido sordo, seguidos por el bolso que lancé a un lado sin miramientos. Me quedé inmóvil por un momento, mirando el techo de la habitación, con la mente aún zumbando, incapaz de desconectarse.La recepción había terminado hacía poco, pero las imágenes seguían frescas. La multitud de personas, las conversaciones interminables, las palabras cargadas de doble sentido… y él. Xander. Por supuesto que su presencia seguía ocupando más espacio del que debía en mi cabeza.Giré el rostro hacia la ventana, donde las luces de Silicon Valley seguían brillando como un millón de estrellas artificiales. Era irónico: en un lugar lleno de mentes brillantes, donde el futuro parecía estar forj
La música suave se había convertido en un murmullo distante mientras las conversaciones comenzaban a apagarse poco a poco. El salón, que horas antes estaba repleto de energía y entusiasmo, ahora parecía ir perdiendo brillo a medida que los invitados se despedían y abandonaban el lugar. La atmósfera cambiaba con el paso de los minutos, como si el fin de la noche trajera consigo una sensación de desgaste inevitable.Yo seguía de pie junto a Adrian, aunque a una distancia más prudente que antes. Sentía el peso de la noche acumulado sobre mis hombros: el éxito de la presentación, los comentarios mordaces de Wallace y Bennett, el caos inesperado de la intervención de Xander, y por supuesto, el malestar creciente que parecía acompañarme desde entonces. El cansancio, que hasta ahora había logrado reprimir, comenzaba a aflorar.—Parece que ya todo el mundo empieza a irse —murmuró Adrian, con un tono relajado que contrastaba con el mar de pensamientos en mi cabeza. Me lanzó una mirada discreta
El aire fresco me golpeó apenas crucé las puertas dobles del salón principal. La terraza estaba casi desierta, apenas un par de asistentes charlaban en voz baja cerca de las barandas, iluminados por las tenues luces del jardín. El murmullo constante de la recepción había quedado atrás, reemplazado por el suave susurro del viento nocturno. Agradecí el silencio, aunque supiera que mi mente no me daría tregua.Me apoyé contra una columna, cerrando los ojos y respirando profundamente. Necesitaba salir de esa habitación, lejos de él. Lejos de Xander. El simple recuerdo de lo ocurrido hacía apenas minutos hacía que la ira burbujeara de nuevo en mi pecho."Me perteneces".Su voz seguía resonando en mi cabeza, y con ella una oleada de emociones que no quería procesar. Ira, confusión, y algo más, algo que se retorcía en mi interior y me hacía sentir vulnerable, y lo odiaba por ello. Cada vez que Xander reaparecía en mi vida, traía consigo el caos, rompiendo todo a su paso, incluido mi control.
El ruido del salón era un murmullo constante, una combinación de conversaciones cruzadas, risas forzadas y el tintineo incesante de copas de cristal. A mi alrededor, inversores y empresarios pululaban como piezas bien entrenadas en un tablero de ajedrez, cada movimiento calculado, cada sonrisa una jugada estratégica. Era el tipo de entorno en el que me desenvolvía mejor. Y sin embargo, mi atención no estaba puesta en ninguno de ellos.Por segunda vez en la noche, mi mirada buscó a Ivy.Estaba al otro lado del salón, junto a Adrian, esa sombra constante que parecía empeñada en ocupar un espacio que no le pertenecía. Apretaba una copa de vino con una sonrisa cautelosa mientras conversaba con otros invitados. Ivy Hart, tan serena, tan firme en sus respuestas. La misma mujer que me había desafiado en el escenario con su profesionalismo implacable y que ahora parecía completamente dueña de sí misma.Me incliné ligeramente hacia atrás en la silla donde me encontraba, permitiéndome una pausa
—¿Ivy? ¿Qué ha pasado? —Emma me miraba preocupada, evaluando mi expresión mientras trataba de mantener una apariencia firme.Me despegué de la columna, recomponiéndome a medias. La sonrisa que intenté forzar no logró engañarla, pero al menos fue suficiente para que no insistiera frente a la multitud. La recepción seguía en pleno apogeo, ajena a la tormenta interna que sacudía cada rincón de mi mente.—Nada, solo… —me aclaré la garganta, intentando encontrar una respuesta que sonara lo suficientemente creíble—. Creo que necesito un poco de aire fresco.Emma asintió, sin convencerla del todo, pero respetando mi necesidad de espacio. Era una de las pocas personas que entendía cuándo empujar y cuándo darme margen.—Ve, yo me encargo de todo aquí. Si alguien pregunta, diré que estás cerrando un par de conversaciones importantes. —Su tono práctico me reconfortó, aunque su mirada seguía cargada de inquietud.—Gracias, Emma —murmuré, tocándole el brazo suavemente antes de dar media vuelta y d
La sala seguía repleta de invitados. El sonido de las conversaciones, el tintineo de las copas y la música suave que flotaba en el aire deberían haber sido suficiente para devolverme a la realidad, pero todo parecía alejarse. Mis pensamientos seguían atascados en Xander, en sus palabras, en el modo en que había borrado cualquier atisbo de seguridad con un solo movimiento. Me llevé una mano al pecho, intentando regular mi respiración, que ahora era irregular y superficial."Recuerda que me perteneces."La frase retumbó en mi mente, como un eco persistente que no lograba desvanecerse. ¿Qué demonios había querido decir con eso? Lo más absurdo de todo era que su tono había sido tan... seguro, tan arrogante. Como si lo que decía no fuera una declaración cuestionable, sino un hecho inmutable. Algo que me enfurecía y me aterraba al mismo tiempo.Apreté los puños, sintiendo mis uñas clavarse ligeramente en las palmas. No podía permitir que él tuviera este efecto sobre mí. No ahora, no después
La tensión en el aire era casi insoportable. Xander se mantenía firme, su mirada fija en mí, mientras Adrian permanecía a unos pasos de distancia, claramente evaluando cada movimiento. Yo estaba en el centro de un enfrentamiento silencioso, una batalla no declarada pero evidente entre ambos. Mi corazón latía con fuerza, y aunque quería gritar, quería poner fin a todo esto, algo en la intensidad de sus miradas me dejaba congelada en mi lugar.Antes de que alguno pudiera hablar, una figura emergió de la multitud con la misma elegancia con la que lo había hecho en el salón principal. Victoria.Vestida con su impecable vestido de terciopelo azul, su presencia irradiaba autoridad. Su cabello rubio recogido en un moño perfecto parecía no haber sufrido ni una sola alteración a lo largo de la noche. Se movió entre nosotros con una sonrisa enigmática que no deshacía, sino que añadía peso al momento.—Adrian, qué gusto verte aquí. —Su tono era ligero, pero había algo en su forma de dirigirse a
Adrian y yo habíamos encontrado un rincón más tranquilo del salón, lejos de las miradas curiosas y los comentarios susurrados que habían seguido nuestra salida tras el enfrentamiento con Bennett y Rutherford. El espacio, aunque seguía siendo parte de la recepción, tenía un aire más relajado, con menos gente y una iluminación más tenue. Me dejé caer en una de las sillas altas junto a una pequeña mesa y suspiré profundamente, sintiendo el peso de la noche acumulándose en mis hombros.—Gracias, Adrian. —Mis palabras salieron en un susurro, pero sabía que él entendía cuánto significaban. La manera en que se había puesto de pie por mí frente a esos hombres, defendiendo mi trabajo y mi integridad, era algo que no olvidaría fácilmente.Adrian se inclinó hacia mí, su mirada cálida y tranquilizadora.—No tienes que agradecerme, Ivy. Hiciste lo correcto al mantenerte firme. Esos hombres simplemente no saben cómo lidiar con una mujer que les supera en todo. —Su tono era suave, pero había un mati