Una lista con estudiantes universitarios. Una figura encapuchada que va haciéndolos desaparecer del plano mortal. Un pequeño pulso entre quien asesina y quién investiga el caso. Un juego que ambas partes quieren ganar. Un mes de septiembre que podría teñirse de la sangre que hay bajo la piel...
Leer másYerai miraba bajo el paraguas a unos metros la lápida de piedra gris. Junto a la lápida, un agujero en el que estaban metiendo un ataúd, el ataúd de un joven de 23 años que había muerto envenenado por algo que el forense no había conseguido describir, pero que habría sido suficiente con lavar el estómago para que no lo matase.Yerai bajó la mirada, no sabia que hacia exactamente allí, no quería despedirse de ese cuerpo que ocupaba el ataúd, y menos después de todo lo que había sucedido. El cadáver que había en esa caja adornada y, por alguna extraña razón, cómoda, se merecía una vida larga a ojos de Yerai y de casi cualquiera que lo conociese y tuviese más de dos dedos de frente.
---------------------PRESENTE----------------Sam estaba en una pequeña celda en la cárcel de Martutene, el único centro penitenciario de Guipuzcoa, el único sitio en la comunidad en el que lo podían tener para la cárcel preventiva antes del juicio.Aún y todo, Sam era feliz. Había comprendido que el hecho de que Ibai besase al inspector no era más que una estratagema para camelarlo y así poder sacarle a él de la cárcel.Estaba tan metido en su mundo de fantasía, que este comenzó a agarrarse a la realidad. Día tras día en esa celda, su fantasía se pegaba un poco más al mundo real, hasta que un día terminó de pegarse y no distingu&iac
------------------PASADO-----------------Sam se acercó al chico nuevo con cuidado de no asustarlo. Acababan de darle una pequeña paliza y se levantaba despacio, teniendo miedo de hacer un movimiento brusco que le hiciese daño.—¿Estás bien...?—Sí, gracias... ¿Tú estás bien? Iban a por ti...—Sí, gracias... no tenias porque ayudarme...—Claro que sí... no iba a dejarte ahí tirado mientras te atacaban, y mucho menos mirando.Ambos se levantaron del todo y se dieron la mano a modo de presentación.—Soy Ibai.
Sam miraba el techo de la estancia con la felicidad de quien se acaba de casar con la persona de sus sueños. Veía todo de forma maravillosa y perfecta, no se le había ocurrido ni por un instante la idea de que Ibai estaba escapando, pidiendo ayuda, reuniéndose con la policía... Para él, en su perfecta ensoñación, era todo maravilloso, y si Ibai tardaba tanto era porque estaba preparando una sorpresa.Unos pasos lo alertaron y se incorporó en la cama, esperando encontrarse a Ibai entrando por la puerta con cualquiera de las cosas que había podido encontrar que él le había comprado. Las pastillas del desayuno eran de absorción lenta, la suya más lenta que la de Ibai, y tenia otra que lo mataría en menos de una hora si se la tomaba, así que su plan para la mañana sig
Ibai se tensaba entre los brazos de Sam acurrucado en la cama. Todo lo que le había dicho le aterraba y no conseguía dormir, lo cual era bueno porque tenia mas oportunidades de escapar.Cada vez que se movía para acomodarse Sam hacía un ruido, lo cual le dejaba saber que tenia un sueño muy ligero y que escapar iba a ser bastante más difícil de lo que tenía planeado.Cuando creyó que había pasado tiempo suficiente, se levantó de la cama con cuidado.—Mmm... ¿A dónde vas...?—Al baño, cariño... duérmete... —Ibai rezaba porque algo tan simple funcionase.
Se sentó en una de las mesas de la cocina, intentando actuar con normalidad. El ruido alertó al cocinero, quien se giró y le sonrió con una cálida sonrisa, digna de una de las partes de la pareja más empalagosa y con más amor que se le pudiera ocurrir a alguien.—¿Qué hora es... Samael? —Usó el nombre del diablo de forma consciente, quería recordarle aquel día en la cafetería en el que ambo se lo pasaron bien para que no lo viese como una amenaza, sino como un amigo más.Sam se acercó a la mesa con una sopa y algo de pescado y se lo puso en el lugar que había ocupado, sonriendo aun.—La de cenar, mi vida... ¿Te ha gustado la siesta?
Cuando abrió los ojos se encontró en una habitación extrañamente lujosa, sin ataduras de ningún tipo, ni en manos ni piernas, y sin un amordaza que acallase sus gritos de auxilio.Se incorporó en el mullido colchón mientras miraba alrededor. Paredes blancas con una ventana con barrotes decorativos por el exterior. Un techo levemente abovedado y un suelo de parqué. A su derecha había un escritorio lleno de papeles, lápices, manuales de todo tipo y unos auriculares de estudiante que aislaban el sonido.Mirando al frente un armario de madera natural, con simples tallas en las esquinas y la puerta de la izquierda abierta por alguna razón, dejando ver el interior totalmente vacío.Se mira a s&
Yerai apareció en la escena del crimen con ojeras marcadas. No había dormido bien la noche anterior, había tenido pesadillas con el hecho de perder a Ibai de su lado... Quería tenerlo como pareja pero, de no poder ser así, quería tenerlo como amigo, o al menos de becario o compañero... no quería perder a alguien que le aportaba tanta luz a su vida como lo hacía ese chico. Cuando entró en el plenilunio las luces lo deslumbraron, ya era de dia, pero los focos apuntaban hacia su lado, deslumbrándolo, con una potencia que superaba el mirar al sol directamente. —¿Qué es lo que pasa aquí? ¿No era un asesinato más del maldito asesino de la lista y los simbolitos?
En comisaría, Yerai se estaba volviendo loco al no aparecer ni su becario ni la única otra víctima que quedaba libre, con vida y sin haber sido atacada ya. Los nervios le comían vivo mientras miraba el reloj, tal vez por una vez en su vida había decidido ser puntual y no llegar diez minutos antes.La puerta del ascensor se abrió justo a en punto, lo que hizo que Yerai se girase rápidamente a mirar, deseando, casi rezando, por ver a Ibai entrando por la puerta con una cara de niño bueno que pide perdón por llegar tarde por primera vez.No fue él quien entró, así que el terror lo inundó por completo. Cogió el teléfono móvil y buscó el contacto, el único que tenía un corazón junto al nombre.