Capítulo II - Yo

------PRESENTE------

—S-sí... ¿Han vuelto a atacarte? —Ibai negó, tampoco había tenido mucha interacción social desde que dio la charla para los nuevos.

Miró lo que traía entre los brazos, un archivador verde, de plástico semitransparente, con los bordes de tela negra, parecía hecho por ella. Llevaba una hoja cuadrada de unos cinco por cinco perdida por la zona que se veía a través de la tapa traslúcida. En la hoja había un garabato al que no le dio importancia.

Dejó a la chica sola en el pasillo sin tiempo a que ella dijese otra cosa, no quería que le hiciese preguntas sobre lo que pasó, no quería hablar con una chica que no conocía, no le gustaba casi hablar con la gente que sí conocía de la universidad.

Subió al segundo piso y miró por la ventana antes de meterse en el aula y ponerse en su sitio de siempre, al fondo en la esquina más alejada de la puerta. Tardó poco en sacar el portátil, no iba a pasar muchas horas en la universidad, solo tenía que estar para un par de asignaturas y para el TEI, razón por la cual era tutor de todo primero.

Tenía ganas de volver a las prácticas. Gracias a un chanchullo que había hecho llevaba todo el verano de prácticas y podía pasarse también todo el curso en vez de solo el segundo cuatrimestre.

Hacía prácticas en la comisaría, con un inspector que apenas le sacaba cuatro o cinco años, un prodigio famoso en toda España. Sus compañeros entraban en clase, el loco que le dio antropología en primero entró por la puerta, no sabía ni que asignatura le tocaba ahora, pero se relajó, con este hombre no había exámenes.

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Al terminar las clases una de las nuevas estudiantes de criminología salió junto al resto. Las primeras clases les habían gustado a todos, no había habido ninguna queja por el momento, aunque era pronto para empezar con eso.

Se separó del grupo, que se dirigía en tropel hacia las paradas de autobús o la residencia, y se fue caminando. Eran las 12 del mediodía, no quería llegar demasiado pronto a casa y tener que esperar horas para comer junto a su hermano.

Miró el papel que, de alguna manera, había entrado en su archivador. Se fijó bien en el símbolo que había dibujado, una espiral atravesada por lo que parecía una "L".

Caminaba por la calle, solitaria por ser una hora en la que la gente estaba trabajando o estudiando, cuando un ruido de pasos rápidos hizo que se girase a mirar.

Lo próximo que vio fue una figura que se movía rápidamente acercarse corriendo y cubrirle la boca con una mascarilla unida a una botella oscura. La vista se le nubló y se desmayó.

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Ibai salió de clase y fue casi corriendo a comisaría. Siendo becario se sentía mucho mejor que siendo estudiante, que siendo compañero de clase, que siendo cualquier otra cosa.

Llegó a comisaría y fue a la mesa de su inspector, quien le recibió con una sonrisa. Ibai analizó a su compañero una vez más. Le sacaba una cabeza y media, tenía el pelo castaño corto, largo por delante. Miró esos ojos pardos otra de tantas veces para ver el característico brillo de felicidad en ellos. Se fijó una vez más en la piel semibronceada y en los labios del color melocotón.

—Un poco más y tendrás el pelo de Tom Ellis, Yeri... No me apetece trabajar con alguien que se parece al diablo... no me vaya a sonsacar mi mayor deseo. —El menor se burló, sacándole una leve risa a su superior.

—Yo también me alegro de verte... Tenemos caso nuevo, una chica de tu universidad. Tal vez la conocieses, se llamaba Ema... Estudiaba derecho, este iba a ser su segundo año.

Ibai cogió el expediente que le ofrecía y lo abrió. Reconoció a la chica con la que se habían metido el curso pasado por ser lesbiana y a la que Ibai admiraba porque ni se había inmutado de ello y había seguido con su vida.

—El funeral fue ayer, pero la familia no ha dado consentimiento para que lo investiguemos hasta hoy. Murió desangrada por las múltiples puñaladas que el agresor causó, algunas están hechas post mortem, lo que indica ensañamiento o inseguridad de si estaba muerta o no. No faltaba nada en el bolso, estaban el móvil, la cartera, las llaves, las pocas joyas que llevaba...

» La violación también queda descartada. No hay desgarro vaginal ni anal. Hemos pensado que puede que la violase antes y ella se dejase para evitar un destino peor, como el que ha tenido, pero ni rastros de semen ni de ADN por ningún lado...

—Tal vez fuese una víctima al azar, pero el ensañamiento no cuadra con eso... Matar de esta manera te hace correr el riesgo de pasarte entre quince y veinticinco años en la cárcel, no lo haces al azar...

—La última opción que nos queda es... un crimen homófobo. La chica era lesbiana, puede que el asesino quisiese limpiar el mundo de homosexuales...

—Ema pasaba de la gente que le decía cosas por ser lesbiana, pero creo que habría identificado a alguien peligroso de verdad.

—Es lo único que tenemos por ahora, el laboratorio está buscando huellas dactilares en el cadáver. Obviamente el asesino se llevó el arma del crimen, pero han podido hacer un molde del cuchillo. No nos ayuda mucho, ya que hasta tú tienes uno de estos en casa.

En ese momento, Ibai pensó en las réplicas que tenía de los cuchillos de Resident Evil y Tomb Raider, pero al recibir la lámina en la que estaba la foto del molde se dio cuenta de que lo que había pensado estaba mucho más lejos de la realidad de lo que pensaba.

Vio en la imagen un cuchillo de cocina normal y corriente, de los que se usan para cortar la carne.

—Esto es irrastreable...

—Bienvenido al mundo real, tu primer crimen complicado.

—¿Cuánto has tenido que pelear por tener este caso?

—No mucho, creían que era un robo que salió mal. Ahora tenemos algo entretenido que hacer. Vamos, la sala de interrogatorios tiene a sus padres, luego toca la novia y a ver si sacamos algo en limpio.

Ambos caminaron hacia la sala de interrogatorios, el menor estaba entusiasmado de tener por fin un crimen que no fuesen a tardar más en conseguir las órdenes que en responder. El mayor sonreía con esa imagen de su pupilo. Le gustaba verlo feliz y emocionado, le hacía sentir bien, apenas lo conocía de tres meses, pero su felicidad era una de las cosas que más le alegraba el día.

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La figura encapuchada arrastró el cuerpo inerte de la chica hasta debajo de los árboles cuando se hizo de noche, junto al aparcamiento que había entre las facultades de psicología, química, informática y derecho.

Tapó el cuerpo con una manta para que no se enfriase y se miró las manos enfundadas en los guantes para luego mirar a la joven que plácidamente dormía bajo la manta.

La había tenido sedada todo el día con un gas que le compró a un estudiante de química, así que no había tenido que preocuparse de si huía o no.

Acercó las manos al cuello y empezó a apretar. Le costaba diferenciar entre el latido del corazón de la chica y el suyo. Apretó cada vez más el agarre, queriendo cortar el aire, hasta que por fin dejó de respirar.

El encapuchado cogió un spray de pintura negra y una plantilla con el mismo dibujo del papel que le había aparecido en el archivador a la víctima esa mañana. Tras marcar el dibujo en la manta se fue, sin pensarlo dos veces, llevándose todo lo que no fuese necesario, pero sí incriminatorio.

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El sonido del teléfono despertó al joven inspector. Miró la hora antes de coger, las seis de la mañana.

Se levantó de la cama para no molestar a la joven que dormía plácidamente a su lado y salió de la habitación.

—Son las seis de la mañana... me he chupado el turno de noche... más vale que sea importante...

—Han encontrado un cadáver en el campus universitario —La voz de su superior al otro lado del teléfono asustó a Yerai, pensaba que sería alguno de sus compañeros queriendo molestarle una vez más—, dado que hace poco han matado a una estudiante de la facultad de derecho y eres tú quien lleva el caso, quiero que investigues si tiene alguna conexión con este, no quiero fallos.

—De acuerdo, teniente, voy hacia comisar...

—Directo a la escena del crimen, antes o después llegará tu becario, a fin de cuentas, estudia allí. Quiero un informe al final del día.

—A sus órdenes, teniente.

Yerai se destensó cuando oyó como su superior colgaba y colgó el también. Mientras pensaba en que hacer, oyó ruido en su habitación y soltó una maldición por lo bajo.

—Ven a por más, hay que empezar bien la mañana...

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