Atrapada al filo de la tentación
Atrapada al filo de la tentación
Por: Eyra
Prólogo

Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.

El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.

Xander Blackwood.

El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta bancaria parecía infinita. Pero su reputación iba más allá de los negocios. Era conocido como un hombre que devoraba todo lo que encontraba a su paso, desde empresas hasta mujeres. Las historias sobre él eran infinitas: citas breves, mujeres hermosas y un aire de arrogancia que podía sentirse desde kilómetros de distancia.

Yo no quería a alguien como él cerca de mi empresa, ni en mi vida. Sin embargo, a veces las circunstancias nos obligan a hacer concesiones. Mi asistente había contactado a su equipo, y ellos aceptaron una reunión. A pesar de mis reservas, me presenté en sus oficinas esperando lo mejor, aunque lista para enfrentar cualquier escenario.

La oficina de Xander era exactamente lo que esperaba: moderna, minimalista, y con unas vistas impresionantes de la ciudad desde el último piso del edificio; el lugar perfecto para un CEO desalmado. Apenas entré, sentí una oleada de desagrado. Era como si el espacio reflejara la personalidad de su dueño. No había calidez, solo lujo calculado y control absoluto.

Y entonces apareció él.

Entró en la sala con la seguridad de alguien que sabe que domina el mundo. Alto, con el traje perfectamente ajustado y una sonrisa que no era más que una máscara para sus verdaderas intenciones. Su presencia llenaba el espacio, y aunque no quería admitirlo, había algo en él que demandaba atención. Quizás era el intenso café de sus ojos, que podía mantenerte en vela toda la noche, o la suavidad con la que sus cabellos castaños se movían sin despeinarse. Joder, Ivy, concéntrate. No podía perder el foco de mi visita.

—Señorita Hart —dijo, mirándome de una forma que hizo que mi piel se erizara, aunque pude disimularlo bastante bien. Era una mirada intensa, como si estuviera evaluando cada detalle, cada defecto y cada fortaleza. Sentí que estaba siendo despojada de mi armadura en ese instante, sentí que me desnudaba con la mirada.

—Señor Blackwood —respondí con frialdad, alzando la barbilla, sin intenciones de dejarme intimidar. 

Él se acomodó en su silla, cruzando las manos frente a él, y por un momento, un silencio tenso se extendió entre nosotros. Yo estaba lista para lanzarle mi propuesta, una presentación profesional y concisa que mostraba los beneficios de invertir en mi empresa. Pero antes de que pudiera empezar, Xander rompió el silencio.

—Es curioso… —dijo, como si estuviera pensando en voz alta—. Llevo un tiempo observando su empresa, Ivy. Es un proyecto ambicioso, aunque… me pregunto si tienes la piel lo suficientemente dura para sobrevivir en este mercado.

Mi mandíbula se tensó. En cualquier otro momento, me hubiera levantado y salido de la habitación, pero la necesidad de financiación me obligó a contenerme. Era evidente que él estaba intentando provocarme, tanteando mis límites, y no iba a darle el gusto de verme reaccionar.

—Creo que mis logros hablan por sí mismos, señor Blackwood. —respondí con media sonrisa, era una sonrisa de autosuficiencia. —De lo contrario, no estaría aquí sentada, y mucho menos estaría considerando su participación.

Él se recostó en su silla, sonriendo apenas, y sus ojos marrones se oscurecieron, llenos de algo que no pude descifrar. Era como si le divirtiera el juego.

—Directa y determinada. Me gusta —respondió, sin disimular la intensidad en su tono—. Aunque tengo una pequeña condición antes de considerar tu propuesta.

Mi piel se erizó ante su respuesta. Sabía que algo así estaba por venir, pero esperaba que fuera algo trivial, algún capricho de inversionista. Sin embargo, lo que siguió superó todas mis expectativas y mi paciencia.

—Quiero estar involucrado en cada decisión importante que se tome en la empresa —dijo, dejando caer la bomba como si fuera lo más natural del mundo—. Y en cada aspecto de tu vida profesional, Ivy.

Mi sorpresa fue instantánea. ¿Era en serio? ¿Pensaba que yo iba a aceptar semejante intromisión? Involucrarse en mi empresa era una cosa, pero querer tener poder sobre cada detalle… Eso no era una inversión; era un intento de dominio. Quise responder, decirle exactamente lo que pensaba de sus absurdas demandas, pero él continuó, interrumpiendo mis pensamientos.

—Eres una mujer fuerte, Ivy. Y a los hombres como yo nos atraen los desafíos. Piensa bien tu respuesta, porque una vez que entres en mi mundo, ya no habrá vuelta atrás.

Su declaración flotó en el aire, pesada y cargada de una arrogancia que no me sorprendió, pero sí me provocó. Esa fue la primera vez que pensé en levantarme y largarme de ahí sin mirar atrás. Sin embargo, algo dentro de mí, una chispa de desafío, me detuvo. Todavía no estoy segura de si fue buena idea quedarme.

Xander Blackwood creía que podía controlarlo todo, que podía doblar a cualquiera a su voluntad. Pero yo no era cualquiera. Si él quería entrar en mi vida, tendría que estar preparado para la tormenta que eso traería. Si él quería lanzarse a la boca del lobo, no sería yo quien se lo impediría. Estaba determinada a seguir escalando con mi empresa, aunque tuviese que vender mi alma en el proceso.

Una sonrisa triunfal surcpo mis labios. Lo miré fijamente a los ojos y dije:

—De acuerdo, señor Blackwood. Será un placer hacer negocios con usted.

En ese momento, no podía prever lo que esa decisión traería. No sabía que Xander Blackwood no solo intentaría meterse en mi empresa, sino en cada aspecto de mi vida. Y, sobre todo, no tenía idea de cómo mi propio orgullo y determinación se pondrían a prueba de formas que jamás imaginé.

Estaba preparada para enfrentar a un tiburón en los negocios. Lo que no sabía era que estaba a punto de enfrentar una guerra de poder, una en la que los límites entre el control y el deseo se desdibujarían con cada encuentro.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo